
Se considera que
cuando existe el antecedente familiar de esta alteración en los padres, es
posible que sus hijos tengan la alteración en un riesgo de hasta 10 y 20%.
Generalmente es
una causa frecuente de faltas a las actividades escolares, y hay mínima
tendencia que sean las mujeres quienes tengan una prevalencia apenas superior a
los hombres.
El cuadro en
otros momentos se le ha conocido con diferentes nombres, entre los cuales se
refieren: colon irritable, colitis nerviosa, colon espástico y/o cólico
nervioso.
Esta alteración
es debida a una disfunción en los movimientos intestinales que son capaces de
generar dolor. Influyen en su recurrencia el consumo de una dieta inadecuada
como alimentos irritantes o con alto contenido de azúcares y bajo contenido de
fibra, situaciones emocionales en la dinámica familiar, mala adaptación,
conflictos sociales, estados depresivos, entrenamientos rigurosos o disciplinas exageradas.
La forma como se
genera esta alteración establece una función alterada, –influida por la
anormalidad emocional- de la estimulación nerviosa sobre el músculo intestinal,
que produce contracciones anormales del intestino (alterando su función normal),
permitiendo la presencia de un residuo excesivo de alimentos que se fermentan
de forma anormal en su interior, generando gases en mayor proporción; que a su
vez, distienden de forma excesiva la capacidad del tubo digestivo, y producen
dolores variables por la circulación de sangre que queda disminuida en zonas de
gran distensión intestinal, además de las raíces nerviosas comprimidas en el
intestino.
Entre la
diversidad de manifestaciones que los niños o adolescentes pueden señalar,
relacionadas con esta alteración se pueden describir: la inflamación abdominal
baja, gases intestinales en exceso, dolor abdominal, diarrea, urgencia por
defecar, dolor en las extremidades inferiores, palidez, sensación de ganas de
vomitar (náuseas), dolores de cabeza, sensación de no haber terminado de evacuar
de forma completa, moco en las evacuaciones y/o evacuaciones compactas y
pequeñas de volumen.
Como
manifestaciones adicionales a las alteraciones referidas, se puede encontrar
disminución del apetito, déficit de peso y de estatura a largo plazo, ya que hay
posibilidad que cuando ingieran sus alimentos, perciban la sensación de dolor
de forma inmediata y sea la condición que de forma crónica vaya limitando su
ingesta habitual.
Otros en cambio,
por la existencia de sensación frecuente de acudir al baño de forma urgente, se
pueden sentir inhibidos o señalados por sus compañeros de clase que los hacen
sentir vergüenza, y pueden tener alteraciones emocionales o pérdida de
autoestima en su desarrollo personal.
Existen
criterios específicos para definir a la alteración como tal, y como requisitos
se contemplan que su duración deberá tener al menos doce semanas de duración,
aunque no sean de forma continua en los últimos doce meses, con presencia de
dolor abdominal o molestia que se inicie con el cambio en la frecuencia y forma
de las evacuaciones, que mejore al
terminar la defecación; y además, que no exista alguna enfermedad que
condicione a estas alteraciones.
La relativa
ventaja de esta alteración que puede ser incómoda o vergonzosa, es que no es potencialmente
mortal y a largo plazo hasta el momento, no se le ha relacionado con daño
permanente o asociado con enfermedades posteriores del intestino. Por sí sola
esta alteración no afecta al crecimiento y desarrollo del niño o adolescente.
Solo se consideran
como datos de alarma para sospechar de enfermedades digestivas diferentes, la
presencia de: dolor abdominal nocturno, pérdida de peso, sangrado por el recto,
presencia de fiebre, dolores en las articulaciones, retraso en el desarrollo
sexual. Cualquiera de estas alteraciones deberá de considerar la necesidad de
realizar estudios adicionales para definir la enfermedad primaria y el
tratamiento correspondiente.
La alteración
funcional del intestino irritable, puede ser confundida y deberá ser diferenciada
de los problemas específicos de mala absorción, intolerancia a alimentos,
infecciones intestinales, enfermedades inflamatorias del intestino y
alteraciones psiquiátricas, donde puede compartir datos como el dolor
abdominal, diarrea, y distensión intestinal por fermentación y retención de
evacuaciones.
En cuanto al
tratamiento para el intestino irritable, en forma específica no hay una
curación concreta. El tratamiento deberá de enfocarse a la supresión de los
síntomas y a disminuir las recurrencias.
Como punto
significativo, hay que insistir con los familiares que esta condición se trata
en especial de un trastorno en la función normal; y en realidad, no constituye
una enfermedad establecida como tal, que tenga otro tipo de comportamiento.
Por tratarse de
un problema de función intestinal influido por diferentes factores, deberá la
familia y el paciente enfocarse en particular, a modificar los factores
relacionados de forma atenta y evitar en especial, el cambio constante de
médicos especialistas o el abandono de las sugerencias en su tratamiento.
La
identificación de los factores desencadenantes de los síntomas ayuda a
evitarlos, y le ofrecerá al afectado la
sensación de poder tener mejor control sobre su alteración.
Con estos
propósitos se deberán de realizar modificaciones en diferentes condiciones.
Modificaciones
en la dieta: evitar la ingesta de grandes cantidades de comidas, evitar el
consumo de cafeína, comidas picantes o grasosas, chocolate, productos derivados
de la leche. Algunos pacientes mejoran con el aporte de mayor contenido de
líquidos al día, consumo de frutas de consistencia sólida y verduras. En
especial es conveniente tener un horario regular de alimentación y evitar las
comidas rápidas o a la carrera.
Hasta el
momento, la fibra y las sustancias que aumentan el volumen intestinal no han
mostrado tener un efecto benéfico en el tratamiento, puede incrementar el dolor
y la acumulación de gases. Su indicación particular deberá de reservarse para
ayudar a mejorar el estreñimiento.
Cambios en el
comportamiento: se deberá de tratar de llevar un tipo de vida menos agitado o
exigente, considerar alternativas de solución para poder manejar de forma
adecuada las presiones cotidianas como las tareas o actividades escolares, procurar
disponer de un tiempo favorable para realizar actividades fuera de las
escolares que sean del agrado del paciente. Procure que su sueño sea por tiempo
suficiente, y de preferencia realizar alguna actividad recreativa o deportiva
en donde se pueda liberar de situaciones de angustia.
La intervención
del psicólogo, se recomienda para poder orientar al paciente y los familiares
acompañantes, cuando se identifiquen alteraciones notorias en los roles que
cada integrante tenga dentro del grupo.
El empleo de
medicamentos para este tipo de alteraciones, dependerá de las características
del niño o del adolescente, además de la variabilidad en la expresión de la
alteración por signos o síntomas particulares a cada situación individual.
Tener precaución para evitar la automedicación, y menos aún con productos que
promueven algunos medios de comunicación (televisión en especial), que los
promocionan como la solución definitiva para cualquier tipo de paciente.
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