El síndrome de
inmunodeficiencia adquirida, se caracteriza por ser una enfermedad producida
por un virus, que destruye a las células relacionadas en la formación de las
defensas corporales, en su proceso de multiplicación viral, permitiendo que la
persona infectada quede en condiciones de poder desarrollar las infecciones,
sin ofrecer alguna resistencia corporal adecuada, y llevándolo de forma
irremediable a su muerte.
Este tipo de
enfermedad en sus inicios hace más de 25 años, fue relacionada con actividad
sexual promiscua y señalada con mayor predominio en la población homosexual. Se
establece posteriormente, que su mecanismo de transmisión además de los fluidos
genitales, involucra su transmisión a través de la sangre y leche humana, como
medios de contaminación principales.
Posteriormente
se encuentra que no solo la población homosexual es la más afectada, en cuanto
se empiezan a identificar las manifestaciones correspondientes en el grupo
femenino, infectadas por personas con preferencia bisexual. Los primeros casos
de infección en niños, se empiezan a reportar secundarios al nacimiento de una
madre infectada, y en aquellos casos que recibieron la transfusión de sangre
contaminada con el virus, además por madres portadoras que alimentan a sus
hijos con la leche infectada.
La sexualidad
practicada por los adolescentes sin un control preventivo adecuado, durante
este periodo, también empieza a reportar los casos en número creciente.
De esta forma,
llegamos a contar en la actualidad con una cantidad significativa de población
infantil y de adolescentes, que padecen de este cuadro y son meritorios de
manejos especiales, además de medidas preventivas para poder ofrecer una
expectativa de vida favorable.
La forma como un
niño puede adquirir esta enfermedad, deriva de ser obtenido de una madre
portadora o enferma de inmunodeficiencia adquirida, durante el embarazo y de
forma más factible al momento de ser expulsado por vía genital con sus fluidos,
o bien, con la ingesta de leche contaminada con el virus. Otra opción puede ser
la trasfusión realizada con sangre contaminada, y en etapas de infancia y/o adolescencia,
al llevar contactos sexuales sin protección adecuada, o por contacto con
material contaminado con sangre de un portador o enfermo, como en casos de aplicación
de tatuajes, administración de drogas con agujas contaminadas por otros.
El aumento exponencial en la incidencia de la
enfermedad, aunado a su desenlace invariablemente fatal, le confiere a esta
enfermedad un carácter particular, para describir y tomar en consideración a
fin de evitar su adquisición.
La presencia del
virus en el interior del cuerpo humano, puede dar motivo a dos diferentes
condiciones. La primera es ser portador del virus de inmunodeficiencia humana
(VIH), que solo se establece por el antecedente de contacto con el virus, y la
presencia de algunos estudios positivos a la presencia del microorganismo, sin
evidencia de alteraciones orgánicas. La segunda alternativa es padecer la
consecuencia del virus como enfermedad, que se define como una deficiencia
inmunológica adquirida, más comúnmente conocida como síndrome de
inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
Si bien existen
tratamientos para el VIH y el SIDA, no hay vacunas ni curas para ellos. Sin
embargo, hay medidas que puede tomar para prevenir que usted y su hijo
contraigan la enfermedad.
La forma como se
genera la enfermedad, se basa en que el virus necesita de algunas células
especiales para poderse reproducir, ocupando el material genético almacenado en
los núcleos de células especiales (linfocitos), cuya función es primordial en
la defensa del cuerpo ante la presencia de microorganismos invasores. Se
introducen a su núcleo y “engañando” al material genético, lo condicionan a
empezar a producir sus partículas virales, que al alcanzar una función excesiva
en este proceso condicionan a la destrucción de la célula, permitiendo que
todas las partes formadas con anterioridad, se integren en nuevos gérmenes
virales, y con ello, liberan una mayor cantidad de virus que seguirán el mismo
curso para infectar otras células (linfocitos) cercanas, para volver a
condicionar el mismo ciclo. En esta forma, se entiende que en la medida que se
incrementan el número de virus, se disminuye la población de células (linfocitos)
que en consecuencia, dejan de hacer su función especial de protección corporal,
condicionando al paciente la susceptibilidad de no poder limitar sus
infecciones, y permitir que avancen con sus diferentes complicaciones, además
de favorecer a que gérmenes poco habituales, puedan desarrollar su infección,
causando de forma irremediable la muerte del paciente. Otra función afectada
por los linfocitos puede condicionar a que se desarrollen algunos tipos de
canceres especiales.
Resulta
importante notar que más de la mitad de los casos nuevos de infección por VIH,
se producen en personas menores de 25 años, a través de prácticas sexuales sin
protección y un tercio de ellos por empleo de agujas con material contaminado.
Es adecuado, con
fines preventivos para el niño, que a toda mujer embarazada o antes de su
embarazo, se le efectúe la prueba correspondiente para detectar al virus, con
intención de evitar que el recién nacido adquiera la enfermedad, cuando la
madre recibe manejo especifico durante el embarazo y de forma intencionada al
momento del nacimiento que deberá ser por medio de cesárea, para darle
seguimiento posterior adecuado al recién nacido a fin de comprobar que no
recibió el virus.
En cuanto a la
transmisión del virus a través de trasfusiones con sangre contaminada, habrá
que señalar que en todos los bancos de sangre realizan pruebas para detectar la
presencia del virus a través de los anticuerpos formados, pero si solo se
encuentra el virus y la persona aún no ha formado la respuesta, es muy posible
que el reporte sea negativo cuando el virus exista en cantidad limitada,
esperando solo el momento de entrar a un organismo que cuente con las células
que le sirven para reproducirse y empezar a causar la enfermedad. Por lo que un
donador que sea portador, puede infectar a quienes reciban su sangre
contaminada, por lo que es muy importante en este aspecto que cuando se
solicite sangre para un paciente, los familiares de preferencia, acudan con
personas en quienes puedan confiar que no son portadores del virus.
Las
manifestaciones de la inmunodeficiencia pueden ser variables en el tiempo y en
ocasiones tardan varios años en desarrollarla. Algunos de los datos
significativos relacionados con la enfermedad es la existencia de fiebre
recurrente, déficit de desarrollo, crecimientos ganglionares en forma de
“bolitas” debajo de la piel. Cuando ya inician su cuadro presentarán
infecciones recurrentes, frecuentes y con duración prolongada que en muchos
casos se complican fácilmente.
Algunos de estos
niños o jóvenes portadores del virus, o que padezcan las manifestaciones de la
enfermedad, no tienen que ser tratados de forma marginal o discriminatoria, en
sus grupos escolares o familiares, ya que ellos padecen la enfermedad y con su
tratamiento limitan su desarrollo. En relación al contagio posible, se debe
considerar que solo se puede efectuar por medio de relaciones sin protección, o
por el contacto de su sangre, con alguna herida que sufra quien no tenga la
infección.
Al conocer su
enfermedad, todos estos pacientes deberán de recibir el manejo adecuado, a fin
de evitar la replicación del virus y la destrucción de las células, que se
supervisa con estudios especiales. Los tratamientos aunque muy costosos, los
proporcionan las instituciones de salud con la finalidad de apoyar al paciente a
contar con una calidad de vida aceptable. Inculcar a los hijos los hábitos
adecuados de actividad sexual, tatuajes y evitar toxicomanías, podrá evitar que
esta enfermedad se continúe incrementando.
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