El desarrollo
continúa manifestando cambios significativos, permitiendo al bebé ir
adquiriendo capacidades particulares que le pueden ir facilitando su relativa
autonomía progresiva. Los cambios son notorios en cuanto a desarrollo físico,
biológico, alimentación, capacidades motoras, sensitivas, relaciones sociales y
comportamiento personal. De forma asociada, no se encuentran exentos de tener
accidentes o consecuencias adversas, cuando la asistencia y vigilancia no está bien
orientada.
En su desarrollo
físico, manifiestan disminución en las velocidades previas. Del quinto al
octavo mes el incremento de peso es de 500g por mes y la estatura es de 2 cm
mensual. A partir del noveno a doceavo mes, el incremento de peso es de 250 g
por mes y la talla incrementa en velocidad de 1 cm por mes. Al cumplir el año
de vida, su peso promedio es de 9 a 9.5kg y la estatura de 75 cm, con variantes
de acuerdo a su herencia.
En su maduración
biológica, cuenta ya con la capacidad de formar anticuerpos en forma apropiada;
y dispone ya, de los estimulados por sus vacunas previas aplicadas. Por el
desarrollo del sistema inmunológico a nivel digestivo, se requiere del contacto
con partículas infecciosas ingeridas con su chupeteo constante, es justificado
bajo este argumento, permitir al bebé el chupeteo de algunos objetos que no
tengan aseo previo. La conducta extrema de evitar este tipo de contacto,
condiciona una maduración alterada del sistema inmunológico digestivo que dará
opción a enfermedades alérgicas o de autoinmunidad en el futuro del bebé. Las
piezas dentales inician su brote a partir del sexto mes en la parte central e
inferior, causando en ocasiones desesperación por la presión en las encías, que
pueden manejarse con mordederas ásperas para desgastarla y permitir el brote
dental. Debe establecerse la atención
odontopediatra. La posibilidad de enfermedades o alteraciones
recurrentes en esta etapa, deberán condicionar sospecha de alguna deficiencia
funcional o anatómica para identificar en forma temprana.
En el aspecto
nutricional, por el incremento de su desarrollo físico asocia incremento en sus
demandas de energía, por lo que se sugiere que de acuerdo a la forma particular
de desarrollo de cada bebé y características individuales maternas, se inicie
el aporte de nutrientes diferentes a la leche, en variabilidad del sexto al
octavo mes de vida. Se sugiere durante esta etapa que el aporte de los
alimentos nuevos se ofrezca en periodos de cada 5 a 7 días, a fin de
identificar su tolerancia, respuesta digestiva (estreñimiento, distensión,
molestia o diarrea) o posible alergia. La leche materna, deberá seguir siendo
el aporte lácteo exclusivo por todos sus nutrientes presentes, solo se
modificará la cantidad y frecuencia, relacionando con el volumen y cantidad de
los otros alimentos diferentes. Los horarios de alimentación se irán
modificando, para dejar al final los horarios relacionados con los hábitos
familiares. El orden de los alimentos diferentes a la leche, deben ser
valorados por el médico encargado de evaluar a cada niño, para distinguir sus
características específicas y en base a ellas establecer el aporte necesario.
En forma general, la secuencia se ofrece en base a la complejidad de sus
compuestos. Puede iniciar con carbohidratos, proteínas y grasas en cadenas de
complejidad progresiva. Por antecedentes de alergia en los familiares, se puede
iniciar el esquema de forma diferente a fin de evitar sensibilización de
alimentos y posible relación con enfermedades posteriores, de preferencia bajo
la opinión asociada del alergólogo. El llevar tradiciones o consejos familiares
-con muy buena voluntad de ayuda de quien lo sugiera-, puede traer en
consecuencia: problemas de sobrepeso, obesidad, alergias, intolerancias o
intoxicación.
En sus capacidades
motoras tienen gran avance desde el
equilibrio corporal en posición sentada al equilibrio en sus dos pies
para la marcha. Cada etapa tiene momentos especiales: a los siete meses tiene
control postural sentada con apoyo ocasional con las manos. Al octavo mes en
posición sentada se estira para tomar objetos, e inician con gateo. En el
noveno, tiene control corporal sentado sin apoyo y el gateo es frecuente;
además, logran la posición de pie con apoyo en objetos o con algún familiar. En
los meses 10 y 11 se desplazan mediante gateo o en ambos pies apoyándose de objetos,
logrando desarrollar marcha espontanea a partir de los doce meses. Deberá
considerarse como alteración, cuando: a los seis meses no puede rodar o no
logra sentarse con apoyo. También si a los nueve meses no se puede mantener
sentado en forma estable o si a los doce no logra mantenerse de pie con apoyo. El
desarrollo de estas habilidades se vincula primeramente a su integridad
anatómica y funcional, que ante la estimulación progresiva adecuada, puede
lograr adquisiciones tempranas.
El desarrollo de la
habilidad manual (motor fino), incluye que entre el sexto al octavo mes, podrá
tomar objetos entre el pulgar y la parte lateral del índice, además de poder
cambiar los objetos de una mano a otra. Entre los nueva a doce meses,
desarrollan oposición del pulgar a los demás dedos. Puede motivar preocupación cuando
a los seis meses no hay prensión voluntaria, o si a los nueve meses no se pasa
objetos de una mano a la otra.
En desarrollo sensitivo,
la visión a los siete meses condiciona a poner todos los objetos mediante sus
manos en la línea media de su cuerpo, iniciando la fusión de imágenes con ambos
ojos, empezando a tener el enfoque
adecuado, notando que si un objeto cae o desaparece de su campo de visión,
tiene tendencia a buscarlo. Entre los ocho y diez meses, con el enfoque de
objetos a distancia, tiene tendencia a desplazarse hacia ellos logrando identificar
el concepto de la profundidad. Entre los diez y doce meses, ya tiene control de
las distancias y puede fusionar las imágenes. Ahora tiene capacidad de buscar
objetos que se pierden fuera de su campo visual. Debe inquietar: si en alguna
etapa el niño tiene tendencia a mover su cabeza, de forma evidente para
acomodar la imagen o si hay desviaciones oculares.
La audición que se
encuentra presente desde antes del nacimiento, al paso de los primeros meses
puede distinguir de forma más directa los diferentes sonidos; y en forma
progresiva, induce como respuesta: el lenguaje, que se manifiesta a los seis
meses con imitación de sonidos. A los siete meses ya reacciona con su nombre. Del
octavo al noveno mes, detiene su actividad al oír “no” y entre los nueve a doce
meses, ya comprende muchas palabras y obedece órdenes sencillas. Puede señalar
partes corporales. La inquietud se puede generar, con la ausencia de reacciones
ante sonidos o ruidos en los primeros seis meses de vida y la falta de
entendimiento a palabras habituales, en edad posterior a los seis meses.
El lenguaje
desarrolla balbuceos a partir del sexto mes. En el séptimo emplea sonidos para
llamar la atención y deja de utilizar el llanto. Entre los ocho a nueve emite
bisílabos sin sentido. A partir de los nueve inicia una “imitación” de dialogo,
a base de consonantes especiales con cambios de intensidad en ritmo y tono.
Deberá considerarse como sospecha de anormalidad, al menor de siete meses que
grita y no modula sus sonidos bucales.
El aspecto
emotivo-social incluye en el séptimo mes el desarrollo del gusto selectivo,
muestra risa electiva, molestia ante extraños y explora la mitad inferior de su
cuerpo. Al octavo mes se angustia ante la separación materna, mostrándose inconsolable.
En el noveno mes, estira los brazos para solicitar ser transportado. A partir
de los diez, le llaman la atención los objetos desconocidos y se aproximan para
su exploración. En los once, pueden comer con sus manos y obedecen órdenes
sencillas. Al año de edad, pueden relacionar la palabra mamá o papá y son
exploradores que se desplazan.
Cada niño tiene un comportamiento
y desarrollo individual, que ante las variantes de manifestación en su
evolución, justifican una evaluación y orientación específica…
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