De manera común,
se le refiere al aspecto proporcional de la cabeza en tamaño menor al resto del
cuerpo a diferentes edades; pero de forma específica, se le define a la
existencia del perímetro craneal, por debajo de los valores mínimos normales de
acuerdo a la duración del embarazo (si es recién nacido), sexo y edad de los
niños.
El concepto
también tiene que diferenciarse, entre: la condición que es consecuencia de un
trastorno del crecimiento del cerebro; a diferencia de otra alteración, en
donde los huesos que lo rodean tienen un cierre adelantado (craneosinostosis),
impidiendo su expansión natural en el transcurso de los primeros cinco años de
vida.
La microcefalia
es consecuencia de un trastorno del desarrollo cerebral (primaria), o como
secuela de procesos patológicos, durante los dos últimos meses del embarazo o
en las primeras semanas de vida (secundaria). Esta clasificación permite
establecer la causa que interviene para generar el problema. Cuando el
trastorno es primario, existe una deficiencia durante la formación del tejido
cerebral, en la estimulación a su desarrollo por diferentes factores. Cuando es
de forma secundaria, se produce un daño que limita el crecimiento al tejido
cerebral.
Durante la etapa
embrionaria, el tejido que formará el cerebro empieza a diferenciarse a partir
de la tercera semana posterior a la fecundación, con el aspecto de una placa
alargada que sufre un proceso como de envoltura -para tomar el aspecto de
tubo-, que en la parte anterior sufre flexiones especiales; y en la quinta
semana, constituyen las estructuras primitivas del futuro contenido craneal.
Las células que formarán neuronas, se desarrollan a partir de este periodo e
inician posteriormente su migración hacia zonas específicas de la profundidad y
de la corteza cerebral.
Cerca de las 20
semanas del embarazo (segundo trimestre), las neuronas del bebé se multiplican
a una velocidad de 250,000 por minuto, estableciendo conexiones a manera de un
entramado de cables en un circuito. A las 25 semanas la mayoría de las
conexiones se encuentran en su destino. Durante el desarrollo, el cerebro
produce el doble de células de lo que necesita el bebé. Billones de ellas
tienen conexiones débiles y necesitan ser estimuladas para establecer
conexiones adecuadas con otras y mantener su vitalidad. El exceso de células
que no tienen estimulación adecuada, no definen otras conexiones y se
destruyen. Este proceso natural generalmente ocurre en el octavo mes por lo que
no habrá que esperar que el niño nazca para empezar a estimular su capacidad
mental potencial, ya que cuantas más conexiones se produzcan durante esta parte
final del embarazo, menos células nerviosas llegarán a destruirse y se podrán
mantener para su vida futura.
En el tercer
trimestre (semana 27) la superficie cerebral es lisa, pero continúa su
crecimiento para aumentar el número de neuronas y desarrollar sus proyecciones
celulares que reciben impulsos (dendritas), aumentan las conexiones con otras
neuronas y empiezan a desarrollar alrededor de los trayectos nerviosos -como
capa aislante-, una vaina de grasa (mielina) que permite una función más
eficiente en velocidad y calidad de los impulsos además de protección, por lo
que es natural que en la semana 30 la superficie del cerebro muestre formación
de surcos y circunvoluciones, a fin de poder tener mayor extensión de tejido
nervioso que pueda permitir mayores conexiones. En la semana siguiente, las
neuronas superfluas comienzan a morir, como proceso natural programado a fin de
conservar rutas neuronales de mayor utilidad. Cuatro semanas antes del
nacimiento, este proceso alcanza su máxima expresión; de tal forma, que en la
semana 36 el sistema nervioso está completamente desarrollado y el cerebro
posee ya un juego completo de cien billones de neuronas para iniciar la vida,
empezar a recibir estimulación adecuada para preservarlas; o irlas perdiendo,
ante: la falta de estimulación adecuada, las agresiones ambientales o
enfermedades particulares.
Otro factor a
considerar en el desarrollo y crecimiento del cerebro, es el aporte de los
nutrientes adecuados por parte del organismo de la madre. Son importantes los
ácidos grasos esenciales, que los debe ingerir la madre ya que el feto es
incapaz de fabricar los suyos propios. Si la madre no los tiene en cantidad suficiente,
el feto los sustituirá por otros ácidos grasos inferiores, que pueden ejercer
un efecto a largo plazo sobre su función. Los componentes del complejo B (ácido
fólico y colina), son importantes para el cerebro y en especial para fabricar
membranas celulares, participar en la división celular y asociar mejor función
a los centros de memoria y aprendizaje. La dieta equilibrada puede ser buena
fuente de colina, señalando como fuentes especiales los huevos, carne roja,
soya, lentejas, garbanzos, arroz o los cacahuates. El aporte de yodo relacionado
con la función tiroidea, permite un crecimiento adecuado al tejido cerebral.
Señalando las
condiciones naturales previas, podemos considerar que la microcefalia puede ser
influida por diferentes factores. De las causas primarias participan:
alteraciones en los cromosomas o en los genes, que motivan una estimulación a
los tejidos de forma inadecuada y alteraciones que afectan la migración de las
neuronas. Entre las condiciones que generan una microcefalia secundaria, se
refieren: agentes ambientales nocivos como radiaciones y tóxicos; enfermedades
e infecciones maternas, infecciones adquiridas después del nacimiento que
afecten al sistema nervioso, daños específicos al cerebro como deficiencia de
oxígeno prolongado, deficiencia de glucosa (azúcar), desnutrición, golpes en la
cabeza y enfermedades metabólicas especiales.
Como manifestaciones
de limitación en el desarrollo, tenemos que además del aspecto pequeño de la
cabeza, el niño puede mostrar otras alteraciones corporales relacionadas a las
alteraciones genéticas o cromosómicas específicas; y como expresión funcional
alterada, habrá: deterioro con presencia de convulsiones, llanto de tono agudo
e intenso, mala alimentación, alteración en los movimientos corporales y
tendencia a la espasticidad de extremidades, retardo del desarrollo de
habilidades y retardo mental.
La forma de
comprobar el cuadro incluye tomar la medición en forma apropiada, para comparar
el valor con las tablas que correspondan a la población en la que se encuentra,
realizando un seguimiento al paso del tiempo, para comprobar la recuperación de
la velocidad del crecimiento; o al contrario, comprobando la ausencia de una
velocidad adecuada. Se puede llegar a considerar compatible, con las imágenes que
se tomen en los ultrasonidos prenatales del tercer trimestre, aunque en
personal experto pueden sugerirse desde etapas más tempranas. También habrá de
considerar los parámetros familiares presentes ya que en ocasiones puede ser rasgo
familiar como variante normal.
Como estudios
adicionales podrán considerarse las diferentes técnicas de imagen que incluyen:
radiografías, ultrasonidos, tomografías, resonancia magnética y para descartar
enfermedades asociadas, se podrán agregar análisis de sangre y de orina.
En su
tratamiento, no existe condición artificial o farmacológica que normalice el
tamaño o la forma de la cabeza de un bebé. Por el deterioro que incluye la
deficiencia en el número, migración y/o desarrollo de las células del cerebro,
este trastorno es una alteración para toda la vida. Su atención justifica
evitar alteraciones secundarias, controlar las consecuencias desarrolladas y
estimular sus condiciones de desarrollo neuromotor a fin de conseguir evitar el
retraso secundario. Se buscará al paso del tiempo a ofrecer actitud positiva,
fortalecer su autoestima y fomentar su independencia al máximo grado que sea
posible. Dentro del hogar, no se pueden establecer procedimientos adicionales
de cuidados, a reserva de considerar los riesgos naturales ante un niño que
pueda tener limitaciones en sus movimientos corporales, a fin de evitarle
accidentes y daños adicionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario