Como parte
significativa en el desarrollo de un niño, la audición en los primeros años de
vida, constituye un aspecto fundamental para conseguir sus logros académicos,
sociales y emocionales de su vida futura. Se llega a considerar que alguna pérdida
leve o parcial de esta sensibilidad, afecta a la capacidad para hablar y
entender su primer lenguaje.
Cuando el
problema se detecta antes de los primeros tres meses de vida, se podrán
considerar alternativas adecuadas de tratamiento, para ofrecer un pronóstico
adecuado en su desarrollo. En forma inversa, si el tiempo de detección es
tardío, el pronóstico puede variar en la medida que tarde más tiempo en
hallarse.
Las alteraciones
de la audición no son situaciones raras, ya que existen varios factores que
pueden favorecerlo y que en forma estadística, permiten establecer una posibilidad
de presentarse de uno a tres niños entre mil bebés. En ocasiones las causas
provienen de infecciones, malformaciones durante el embarazo; o se desarrollan
en forma progresiva por alteraciones específicas y en otras ocasiones, no es posible hallar una
causa.
La audición
puede ser comprometida cuando existen factores que afectan a su función durante
sus primeros años de desarrollo, tales como: nacimiento prematuro, desnutrición
en el vientre materno, disminución de glucosa en los primeros días de vida, exposición
a ambientes ruidosos, administración de medicamentos tóxicos para el oído,
altas concentraciones de bilirrubina (ictericia al nacimiento), falta de oxigenación
adecuada al nacimiento y las infecciones frecuentes de los oídos.
Bajo cualquiera
de los antecedentes previamente señalados, los bebés deberán de ser vigilados
en su desarrollo auditivo en los siguientes tres meses; en especial, con realización
de estudios especiales para comprobar la ausencia de daño secundario.
A los bebés que
no tengan antecedente de riesgo, pero que en los primeros tres meses de vida se
les identifique con falta de reactividad a los estímulos sonoros, también se
deberán de considerar convenientes de realizar los estudios especiales para
detectar su limitación en forma temprana.
Ya en niños
mayores como parte de una revisión general, se deberá de comprobar su nivel de
audición, ante la posibilidad que algunas infecciones del oído, traumatismos
especiales o ambientes ruidosos excesivos, pueden modificar su función
auditiva, causando disminución en etapas posteriores, justificando así la evaluación
de la audición en forma periódica durante su crecimiento.
En la mayoría de
los hospitales institucionales, a todos los bebés con factores de riesgo, se
les somete a pruebas de audición antes de su egreso hospitalario, para permitir
identificar los que tengan alguna limitación; o por lo menos, tener un estudio
inicial que sirva como comparativo en su desarrollo posterior de su estado
funcional adecuado.
Aquellos que
tengan antecedente de haber nacido en clínicas particulares o en domicilio bajo
condiciones no adecuadas, justificarán evaluar su audición también, antes que
cumplan sus primeros tres meses de vida para corroborar su estado normal o
detectar en forma temprana.
A todo bebé que
tenga alteraciones en las pruebas de audición en los primeros tres meses, se
deberá de repetir el estudio dentro de los siguientes tres meses, con propósito
de efectuar el tratamiento conveniente, antes que cumplan sus seis meses de
vida, en que la audición es importante para la comprensión y el desarrollo del
lenguaje.
Si por alguna
razón especial, al bebé no se le ha considerado sus factores de riesgo y/o no
se la ha revisado en forma especial durante los primeros meses de vida, se le
deberán de considerar como parámetros de referencia a sospechar de alteración
auditiva, los siguientes datos: que al nacimiento no muestre sobresaltos o “sustos”
ante los ruidos fuertes y repentinos, que no identifique la voz de los padres a
los tres meses de vida, que no gire su cabeza o busque con la mirada el origen
de un sonido o ruido a los seis meses, que no desarrolle balbuceo corto y
rítmico entre los seis y ocho meses, emitiendo solo ruidos intensos y
desordenados o se mantenga sin producirlos; y finalmente, que a la edad de un
año no pueda pronunciar bisílabos (mamá, papá, hola).
Durante el
desarrollo de la infancia, se podrá sospechar afección auditiva si muestra
falta de respuesta adecuada y atención a las indicaciones verbales de sus
familiares o profesores, mantener el volumen elevado de la televisión o vídeo juegos, limitación de su lenguaje, respuestas inadecuadas a instrucciones
verbales, necesidad de repetirles instrucciones de forma frecuente y/o si hay
dificultades en su aprendizaje.
Ante cualquier
sospecha o factor de riesgo al nacimiento, es necesario realizar una adecuada evaluación
de las deficiencias auditivas, ya que mediante ellas, se podrá establecer el
grado y tipo de deficiencia, además de poder determinar su causa posible.
Con sus
resultados, se podrá plantear un tratamiento adecuado y podrá servir de estudio
comparativo, en cuanto el método de tratamiento empiece a emplearse para comprobar
su eficiencia. El desarrollo de las tecnologías permite mayor precisión de
resultados.
La audición
puede estar alterada en diferentes zonas, que incluyen: el transporte de ondas
sonoras, su transformación en estimulación vibratoria, alteración en la generación
de impulsos nerviosos, alteración en la conducción nerviosa, alteración en decodificación
de impulsos nerviosos. La audición alterada puede ser de tipo unilateral o
bilateral, considerando las lesiones bilaterales como de pronóstico más severo.
Los estudios
especiales permiten identificar las partes en donde se encuentra la alteración;
y de acuerdo a ello, se podrán establecer posibilidades de tratamiento. Son de
pronóstico malo: las alteraciones en la conducción nerviosa o decodificación,
por ameritar tratamientos que sustituyan a esas funciones neurológicas. Las
restantes, pueden tener una funcionalidad aceptable, al requerir solo amplificación
de señales auditivas, mediante los dispositivos especiales para poder estimular
la conducción del sonido. Estos estudios
son realizados por un especialista (audiólogo) que en coordinación con el
especialista en oído, el neurólogo o terapista del lenguaje, definirán su
manejo y seguimiento para establecer la estimulación y respuestas adecuadas.
Las pruebas
pueden ser de dos tipos de acuerdo a su forma de registrarse. Se consideran
como objetivas cuando no son dependientes del comportamiento del niño o de su
colaboración. Las subjetivas, su evaluación es dependiente de la respuesta del
paciente. Las objetivas son más comunes de emplearse en los primeros meses de
vida del bebé.
De las
objetivas, las más empleadas incluyen: la timpanometría que mide la capacidad
de la movilidad timpánica. Otro incluye la fijación de huesecillos del oído medio
ante una estimulación auditiva. Las otoemisiones acústicas, donde el oído interno
genera un sonido en forma de eco ante un estímulo particular. Los potenciales evocados
auditivos del tronco cerebral, que recoge las señales superficiales cerebrales,
en diferentes partes de la cabeza del bebé, enviadas de sus vías auditivas. En la mayoría de las ocasiones, se realizan con el niño dormido.
Las subjetivas
se realizan en niños mayores que comprenden las instrucciones a realizar. El reflejo
de orientación condicionado, permite identificarle el lado donde se origina el
sonido. Pruebas con juguetes sonoros, para mover de acuerdo a percibir los
sonidos. Peep show, que condiciona al niño apretar un botón ante un sonido; y
el test de imágenes, que a diferente intensidad de volumen se indica vaya
señalando el niño.
Los estudios son
necesarios para poder establecer el mejor dispositivo auxiliar auditivo, que le
permita al niño su capacidad auditiva normal para el desarrollo de su vida
futura. La pérdida auditiva puede afectar la capacidad del niño para
desarrollar sus destrezas de comunicación, lenguaje y socialización. Si usted
es padre de familia y cree que su hijo tiene pérdida auditiva, no se confíe al
tiempo y acuda a una valoración específica, recuerde que un niño con audición afectada
es un niño limitado para su vida futura…
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