Es una
enfermedad que se caracteriza por la producción y agresión de sustancias de
defensas biológicas (autoinmune), que condiciona coagulación variable en
diferentes partes del cuerpo, con manifestaciones también amplias de acuerdo a
la extensión de su daño. Es considerada como una enfermedad rara por no ser
bien identificada en el momento que se manifiesta; y de forma adicional, sus
manifestaciones en la mayoría de los casos, se les considera como enfermedades
diferentes. De ahí que su frecuencia no sea precisa en la actualidad, al no
poderse relacionar con sus manifestaciones.
De manera
natural, los anticuerpos los producen unas células especiales para defender a
los tejidos corporales, de las agresiones químicas o biológicas específicas
ajenas a la naturaleza de las células humanas. En estas enfermedades
autoinmunes, el anticuerpo carece de esa condición específica y causa daño a
compuestos biológicos celulares del propio cuerpo que los produce.
Existen así
varios tipos de enfermedades autoinmunes, tantas como variantes de daño
causados por sustancias biológicas no específicas. Algunas como el lupus atacan
a la estructura que la da sostén (colágena) a muchos tejidos, otros como la
fiebre reumática a algunos componentes articulares. En esta enfermedad, la
sustancia alterada afecta la integridad química de compuestos formados por
grasas y fósforo (membranas celulares) o a sustancias que los transportan.
Estos
anticuerpos condicionan primero, la activación de la respuesta inflamatoria
dentro de los vasos donde circulan, modifican el equilibrio de la coagulación
sanguínea, disminuyendo la sustancia que impide la coagulación; y además,
modifican la función de las células relacionadas con la activación de la
coagulación sanguínea (células de la parte interna de los vasos sanguíneos y
plaquetas). Bajo esas circunstancias, se desarrolla la tendencia a formar
coágulos (trombos), que pueden ser de vasos venosos (los que llevan sangre al
corazón) o arteriales (llevan sangre del corazón a los tejidos), en grados
variables, que serán los que determinen sus manifestaciones relacionadas.
Esta enfermedad
se describe en forma inicial desde la década de los 50, con hallazgo de algunas
sustancias anormales en la sangre en los 60 y se establece su asociación con
muertes fetales a partir de los 70, logrando desarrollar tecnología adecuada
para identificar los anticuerpos relacionados con descripciones en la población
adulta a partir de los 90, y considerando reporte de casos en adolescentes y
niños durante los últimos diez años, es señalada en la actualidad como una
enfermedad rara, pero el problema básico puede ser falta de información
conveniente sobre su existencia.
Esta enfermedad
puede presentarse bajo dos circunstancias especiales. En forma aislada, que se
considera de tipo primario; o bien, asociado con otras enfermedades autoinmunes
que las considera como secundarias.
La frecuencia
del tipo primario se desconoce de forma precisa. La de tipo secundario se
asocia hasta en 50% de todos los que padecen otra enfermedad autoinmune. No se
tiene conocimiento de su frecuencia entre la población menor de 20 años, pero
en estudios reportados, se ha encontrado que la mayor frecuencia, se presenta
en una edad media de los 10 años, sin predominio de sexo.
Algunos estudios
epidemiológicos, tratan de establecer la relación posible entre esta enfermedad
con las manifestaciones relacionadas como embolias cerebrales, infartos en
edades tempranas, abortos recurrentes, dolores de cabeza en la población
juvenil y otras alteraciones asociadas con deficiencia en la circulación
sanguínea. Se considera que existe relación genética, al hallar de forma
frecuente antecedentes similares en los familiares de quienes padecen este tipo
de cuadros. Esta enfermedad se deberá de sospechar de su desarrollo en forma
temprana, con existencia del cuadro en sus padres.
Esta enfermedad
tiene una gran variedad de manifestaciones, que en primer lugar son diferentes
a lo encontrando en el adulto, ya que su afección se asocia con otros factores
adicionales. En el niño mucho depende de la edad y la forma como puede
expresarlo; y por último las manifestaciones se relacionan con los vasos
sanguíneos afectados.
Se establece que
cerca del 55% de las ocasiones los niños tienen manifestaciones de bloqueos
circulatorios (por coágulos) en las venas, el 34% son en vasos arteriales, 7%
en vasos muy pequeños y 4% en forma mixta (tanto arterial como venosas).
En cada ocasión
que se produce la obstrucción venosa, se tendrá dificultad a la eliminación de
sustancias de desecho y además existirán manifestaciones por congestión
(hinchamiento). Cuando los problemas son arteriales, la manifestación está
relacionada por la falta de nutrientes (incluyendo oxigeno), que pueden causar
dolores intensos y perdida de la coloración habitual con tendencia a coloración
oscura o franca necrosis.
Los pacientes
pediátricos con este síndrome pero de tipo primario, debutan en especial a
edades más tempranas y con mayor frecuencia de sucesos trombóticos de las
arterias; mientras que en el síndrome antifosfolípido secundarios a
enfermedades autoinmunes, se presentan en edades mayores y con mayor predominio
en circulación venosa. De esa forma, se consideran de un pronóstico más grave
los de tipo primario.
En cada sistema
la circulación podrá generar datos variados. En la circulación cerebral habrá
vómitos, dolores de cabeza, alteraciones del estado de conciencia (desmayos),
mareos, náuseas o incluso alteraciones de función motora localizadas. En las
afecciones digestivas: dolores abdominales, diarrea, estreñimiento, cólicos,
mala absorción, desnutrición, distensión, coloración amarilla de la piel,
dolores localizados de algunas vísceras especiales. En las glándulas habrá
modificaciones en sus funciones. En las extremidades se podrán notar cambios en
dimensiones con aspecto hinchado, dolores musculares, alteraciones articulares,
puede incluirse destrucciones de hueso. En el sistema pulmonar será frecuente
el dolor de pecho ya que habitualmente los coágulos se desintegran en este
sistema, pero en inicio al bloquear su circulación, pueden generar dolor por
irritación de su capa superficial. El corazón al tener eventos de bloqueo,
puede tener manifestaciones relacionadas con infartos que en ocasiones pueden
causar la muerte súbita en casos graves. A nivel de la piel se podrá apreciar
en especial, palidez ante la falta de circulación adecuada superficial, por los
pequeños vasos afectados o modificaciones inflamatorias asociadas. Por
compromiso de la circulación nerviosa, pueden aparecer adormecimientos, sudoraciones
o cambios en la sensación corporal. En sistema urinario, puede provocar
modificaciones en el sedimento urinario. En la mayoría de los casos, se
acompañan de fiebre y malestar general. Así cuando el cuadro es incipiente, se
podrá confundir fácilmente con cuadros más habituales (gripas, infecciones
intestinales, urinarias, bronquitis, asma, desnutrición) y en otras ocasiones,
por error, se les ubica de forma inmediata como alteraciones de conducta.
Si esta
enfermedad avanza, los cuadros más evidentes incluyen: coagulo en la vena mayor
del cerebro, de los vasos profundos de las piernas o evento de embolia
cerebral.
Esta enfermedad también
debe considerarse, cuando la madre gestante la padece y el niño desarrolla
datos asociados en las primeras semanas de vida, ante la posibilidad que
fallezca por trombosis vasculares, siendo confundida frecuentemente como
sepsis.
Se confirma con
estudios de laboratorio y gabinete. Su tratamiento justifica empleo de
medicamentos para controlar y evitar la coagulación, por existir alto riesgo de
generar coágulos, posterior a un evento de trombosis o después de suspender el
tratamiento de anticoagulación. Es la principal enfermedad que puede causar
coágulos en pediatría.
Si en un niño o
adolescente, se tienen datos recurrentes con alguno de los tipos de
alteraciones referidos, a pesar de tratamientos definidos, no dude en comentar
esta opción con su médico a fin de evitar evoluciones dramáticas.
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