Es la
inflamación de la parte interna (mucosa) del conducto muscular, que comunica la
boca con el estómago. Puede ser causado por motivos diversos, que en el caso de
los niños en la mayoría de las ocasiones, se originan como consecuencia del
reflujo gastroesofágico; pero también puede ser secundario a alergia,
exposición a químicos o infecciones especiales.
El esófago como
conducto, se encarga de enviar el alimento deglutido en la garganta, por medio
de contracciones y relajaciones musculares hacia el estómago. Tiene dos
especies de estructuras que controlan su apertura o cierre, uno en la parte
superior y otro en la parte inferior, que permiten al abrirse dar paso al
contenido; y al cerrarse, evitar el retroceso del alimento.
En el caso del
reflujo gastroesofágico, estos niños tienen un retroceso del contenido
almacenado en el estómago hacia su parte superior, causando lesión química por
el ácido del estómago a la parte inferior del conducto esofágico, que no cuenta
con un mecanismo protector para la acción erosiva del ácido. Las
manifestaciones estarán relacionadas con la extensión o distancia de propulsión
del reflujo sobre el conducto.
Cuando la
inflamación del esófago es originado por una reacción de alergia, influida por
algún alimento particular, produce a nivel microscópico, una abundancia de
células variantes de los glóbulos blancos (eosinófilos), que le dan este nombre
a la inflamación.
Más frecuente en
pre escolares -ante su etapa de desarrollo de exploración al entorno-, se
pueden exponer por equivocación, a la ingesta de alguna sustancia caustica
(como detergentes, quitamanchas, lejías, ácidos) que produce inflamación
inmediata y erosión de forma muy severa en el conducto esofágico. Se le conoce
como esofagitis química.
Por último,
existen las esofagitis de tipo infeccioso que son menos frecuentes, por afectar
a pacientes que tienen defectos del sistema inmunológico, o que se encuentran
bajo tratamiento que deprime la función inmunológica. Los microorganismos que
causan la inflamación esofágica en estos casos, son: hongos como la relacionada
con el algodoncillo (cándida) o virus del tipo herpes o el citomegalovirus.
La forma de
manifestar esta enfermedad en los niños, tiene unas variantes dependientes del
tipo de esofagitis, edad y evolución de cada cuadro en particular. Como datos
más habituales para sospecharse la enfermedad, se pueden dividir las
alteraciones en dos grupos. Los síntomas de tipo digestivo que incluyen con
frecuencia: vómito recurrente, dolor abdominal, disminución de la ingesta,
sangre escasa en el vómito como manifestaciones tempranas de la enfermedad. Ya
en forma tardía puede existir: ingesta disminuida y desnutrición. Por efecto que tienen algunos
alimentos o leche al regresar por el esófago, se podrán encontrar los otros
signos como manifestaciones respiratorias, que se deben considerar si son recurrentes
y sin respuesta a tratamientos previos: tos, ronquera (disfonía), otitis, sinusitis,
neumonías, bronquitis y asma. En niños pequeños pueden condicionar aparición de
coloración morada (cianosis) de forma súbita por falta de respiración en el ritmo
habitual, o de forma más grave su complicación en cuerdas vocales
(laringoespasmo), con riesgo incluso de muerte.
Otras
alteraciones que se presentan como efecto secundario en tiempo variable de
evolución, son: movimientos corporales que tratan de modificar la sensación de
ardor o dolor. impulsando de forma súbita al tronco a extenderse hacia atrás,
incluyendo el cuello, alteraciones del esmalte dental, disminución del calibre
esofágico que se sospecha al haber referencia de dificultad para poder deglutir
sus alimentos, señalando en la mayoría de las ocasiones: un dolor en la parte
central del pecho. En raras ocasiones, también se incluye la perforación
esofágica, con cuadro de aparición súbita y con reacción inflamatoria en las
estructuras relacionadas con la parte media del tórax, que establecen
condiciones críticas para el afectado.
En el caso de la
enfermedad por reflujo, se ha establecido su prevalencia, mediante estudios
especiales hasta en un 8% de la población. La historia natural define que la
mayoría de los lactantes, tienen el mayor índice de datos relacionados para
identificarla entre el primero y cuarto mes de vida; y se resuelve
espontáneamente entre los 12 a 18 meses de edad, por la forma como maduran y se
desarrollan las modalidades anatómicas. Sin embargo, si persiste en la edad
preescolar o se manifiesta en niños mayores, se observan periodos de mejoría y
recaídas, con una tendencia a persistir hasta la vida adulta hasta en un 50% de
los casos.
La forma de
comprobar esta enfermedad, puede requerir estudios químicos con sonda en el
interior del esófago, estudios de imagen o de video endoscopia con toma de
tejido a revisar en estudio bajo el microscopio. Su tratamiento incluye
medicamentos específicos por tiempos establecidos de duración para comprobar su
remisión.
En la esofagitis
eosinofílica debida a una alergia alimentaria específica, generalmente refieren
algún familiar con antecedente alérgico (hasta 75% de los casos). Durante la
infancia temprana suele confundirse con la enfermedad por reflujo, para
sospecharse cuando no hay respuesta apropiada al manejo convencional. Al paso
del tiempo, a las manifestaciones habituales del reflujo, se agrega la
dificultad a realizar la deglución, llegando en ocasiones, a quedarse impactado
el alimento y en casos extraordinarios, se pueden presentar ruptura o
perforaciones del esófago.
Para el estudio
de esta esofagitis alérgica además de los estudios para el reflujo, deberá de
incluir pruebas para comprobar y establecer la magnitud del cuadro alérgico,
pero de forma prioritaria deberá de comprobar por estudio bajo el microscopio,
la presencia de los eosinófilos en exceso.
En su
tratamiento, se contempla la administración de medicamentos que controlen su
reacción inflamatoria alérgica. Además limitar el consumo de algunos alimentos
que la puedan estimular. En especial leche de vaca, soya, trigo, huevos,
cacahuate y mariscos. De preferencia, es conveniente poder identificar el
alimento específico para retirarlo.
La esofagitis
química produce destrucción del tejido esofágico de acuerdo al tipo de
sustancia ingerida (ácido o alcalino). La evolución del cuadro se desarrolla en
fases específicas que incluyen hasta 30 días de evolución, con molestias
variables que van desde el llanto por la sensación de quemadura hasta la
perforación. De forma inmediata a la ingesta, al niño se le notan: vómitos o
náuseas, escurrimiento de saliva; y por lesión respiratoria, habrá ronquera
(disfonía), dificultad respiratoria (disnea), estridor respiratorio. Cuando la
lesión es grave y se produce la perforación esofágica, se notará de inmediato:
dolor torácico intenso, atrapamiento de aire debajo de la piel, que se nota por
aumento de volumen, con crepitación al hacer presión, sensación de mareo y
pérdida de conciencia. Estas esofagitis causan estrechamientos del conducto
esofágico, con mayor frecuencia y los datos de obstrucción pueden causar
dificultad a la deglución de forma más frecuente, por lo que su tratamiento
incluye realizar dilataciones esofágicas por el servicio de cirugía.
Las esofagitis
infecciosas, se desarrollan en niños con alguna enfermedad o condición que
disminuye su respuesta inmunológica. Asocia fiebre de evolución prolongada,
disminución de peso y pérdida del apetito, además del dolor torácico y de
abdomen con la dificultad para la deglución.
Estas
enfermedades deberán descartarse de algunas alteraciones anatómicas que pueden
simular sus manifestaciones, mediante estudios especiales.
Conviene que
ante todo niño con referencia de dolor torácico relacionado con sus alimentos,
se descarte esta enfermedad, si lo requiere inicie su tratamiento y vigilancia.
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