Se produce
cuando una mujer consume alcohol (vino, cerveza, licor, tequila, etc.) durante
su embarazo, condicionando efectos adversos en la etapa fetal, neonatal y el
resto de la vida a su hijo. Los niños afectados, manifestarán alteraciones
físicas y deficiencias mentales durante el transcurso de su vida. En forma
significativa, es una enfermedad grave que se puede evitar y por ignorancia o
descuido se manifiesta.
Por tener
manifestaciones habituales que afectan diferentes partes del cuerpo, en la
mayoría de los niños con esos antecedentes, se llega a identificar un síndrome
particular (Síndrome alcohólico fetal –SAF-) que se basa en el hallazgo de alteraciones en las
tres siguientes áreas: anomalías específicas de su cara, retraso del
crecimiento dentro del vientre materno con dificultad para recuperarlo; y alteraciones
del desarrollo cerebral, que pueden incluir deficiencia del aprendizaje,
retraso mental y/o alteraciones del desarrollo. Por otra parte, cuando existe
exposición prenatal al alcohol, puede ser que no se presenten en forma completa
las alteraciones en las tres áreas relacionadas; así el cuadro se le definirá
solamente como efectos del alcoholismo fetal (EAF)
La exposición
prenatal al alcohol es un problema importante de salud, si tomamos en cuenta
que: es una causa de retardo mental que puede ser prevenida, que en muchas
ocasiones causa alteraciones corporales y deficiencia del desarrollo; y por ser,
una enfermedad que puede afectar a diferentes grupos socioeconómicos.
Otro factor
significativo en la salud, es que en las diferentes sociedades se encuentran
proporciones variables pero importantes de consumidores de alcohol; y cerca de
la mitad de la población femenina involucrada, se encuentran en etapa
reproductiva importante (18 a 29 años), teniendo estimaciones aproximadas entre
3-5% con registro de consumo de alcohol en forma diaria. Logrando presentar el
síndrome alcohólico fetal en aproximaciones de uno a tres niños afectados por
el síndrome de alcoholismo fetal y cerca de nueve a diez casos de efectos de
alcoholismo fetal por cada mil embarazos. En nuestro país las cifras no son
precisas, por ser un cuadro no bien identificado y con registros imprecisos.
Sus
manifestaciones, se producen de acuerdo a la dosis de alcohol que ingiere la
mujer embarazada, la fase del embarazo en que se encuentra y de la
susceptibilidad o la vulnerabilidad de los participantes (madre e hijo).
No existen
pruebas que permitan determinar exactamente, qué cantidad de alcohol puede
provocar una anomalía congénita. Cada mujer procesa el alcohol de una forma
diferente. Hay otros factores que también influyen en la variabilidad de los
resultados, como la edad de la madre, la hora en que bebe alcohol, la
frecuencia con que lo bebe y de si lo ingiere o no junto con alimentos.
A pesar de que
un SAF en toda su magnitud es el resultado del consumo crónico de alcohol
durante el embarazo, los EAF pueden ocurrir como resultado del consumo
ocasional de alcohol o de borracheras ocasionales.
Cuando una
embarazada ingiere alcohol, se distribuye en su sangre en concentración
variable de acuerdo a la ingesta. Sin ninguna dificultad atraviesa la placenta
y llega rápidamente al embrión o feto en desarrollo. Las concentraciones del
lado materno y fetal son equivalentes, con flujo bidireccional sin limitación
en los dos compartimientos. El proceso de desintoxicación en ambos, es más
dependiente de la desintoxicación materna, porque los mecanismos químicos para
neutralizar y eliminarlo son más eficientes en el sistema hepático materno,
mientras la función hepática del producto tiene una inactivación en máximo 10%
de la función del adulto. Por otra parte, el líquido (amniótico) que rodea al
feto actúa como reservorio del alcohol, prolongando la exposición fetal. La
forma como condiciona el daño es alterando la diferenciación de las células y
su crecimiento. Altera la producción del material genético (ADN) y de proteínas, además de inhibir la
migración de células, que a nivel cerebral es muy importante para la integridad
de las neuronas en su posición final adecuada. El alcohol y otras sustancias
relacionadas, limitan la transferencia de los nutrientes por la membrana
placentaria, estableciendo así la limitación del crecimiento fetal. También
afecta las concentraciones de algunas hormonas relacionadas con la función de
síntesis orgánica; y algunas de estas hormonas, pueden tener significado en
etapa de largo plazo con enfermedades de tipo emocional.
Los niños cuyas
madres beben durante el primer trimestre de embarazo, son los que tienen
problemas más graves, porque es cuando se está desarrollando el cerebro. Las
conexiones cerebrales del feto, no se pueden formar adecuadamente en presencia
de alcohol. Por descontado, hay muchas mujeres que ni siquiera saben que están
embarazadas durante los primeros meses de embarazo. Algunas de las etapas más
complejas del desarrollo cerebral, se completan durante el segundo y el tercer
trimestre, un período durante el cual, el sistema nervioso del bebé puede
quedar gravemente afectado por el alcohol. Hasta un consumo moderado de alcohol
y, sobre todo, las borracheras esporádicas, pueden dañar gravemente el sistema
nervioso en proceso de desarrollo de un bebé.
Como efectos
adversos se pueden incluir: un mayor riesgo de aborto espontáneo,
desprendimiento de la placenta, parto prematuro, alteración inflamatoria del
líquido amniótico, muerte fetal intrauterina y síndrome de muerte súbita del
lactante. Se debe incluir como factores adicionales: el tabaquismo materno,
consumo de otras sustancias, bajo nivel socioeconómico y la mala nutrición, que
incrementan el mal pronóstico a otros padecimientos posteriores y una mayor
mortalidad.
Los niños
afectados durante el curso del embarazo, pueden ser identificados al nacimiento
por alteraciones especiales que tienen sus rasgos faciales, deficiencia en sus
dimensiones corporales, deformidades esqueléticas, asociación con otras
alteraciones congénitas; y durante sus primeros años de vida, por alteraciones
del desarrollo neuromotor. Los recién
nacidos de mujeres que han estado bebiendo inmediatamente antes del parto,
pueden tener alcohol en la respiración durante varias horas, y los niveles
sanguíneos de estos bebés son similares a los de la madre. Manifiestan niveles
de glucosa bajos además de una condición referida de acidosis. Los síntomas de
abstinencia son agitación, hiperactividad y temblores marcados que duran 72
horas, seguidas de aproximadamente 48 horas de letargo. Las convulsiones pueden
presentarse también en estos casos de abstinencia.
Para su
prevención, las mujeres pueden reducir el riesgo de esta enfermedad, al reducir
la dosis o de preferencia interrumpir el consumo de alcohol lo antes posible
durante el embarazo, recordar que el riesgo de efectos relacionados con el
alcohol, aumenta de acuerdo con el consumo de la madre de una manera
dependiente de la dosis. Además, la bebida episódica o compulsiva es el patrón
de consumo más riesgoso. Por lo tanto, las mujeres que tienen el potencial de
quedar embarazadas y que beben en exceso, pueden continuar este patrón de
consumo en las primeras semanas de un embarazo no reconocido; y en consecuencia,
estarán en riesgo de síndrome de alcoholismo fetal.
El retraso
mental presente en estos niños, no se justifica en nada por la ignorancia de
sus madres. Es una enfermedad que habrá de enterar a toda la sociedad y mujeres
en etapa reproductiva, que ante un posible embarazo, deba evitar el consumo de
alcohol en cualquier presentación y cantidad.
Un hijo es muy
importante para su familia y la sociedad. Con el deseo que no se afecte su
desarrollo, se deberá insistir a todas las embarazadas… todo consumo de
alcohol, puede dejar daño variable e irreversible a sus hijos para toda su
vida.
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