El tubo digestivo en su anatomía normal es
un conducto uniforme, que en su trayectoria con curvas muestra una superficie lisa.
Cuando esta superficie muestra una proyección hacia el diámetro interno del
conducto, a esta protrusión digestiva que sobresale del revestimiento natural,
se le identifica como pólipo digestivo.
Estos pólipos pueden crecer del
revestimiento de cualquier parte del sistema digestivo. Su localización puede
encontrarse en estómago (gástrico), intestinal y colon (intestino grueso). Su
forma habitualmente es parecida a la de un hongo con su tallo estrecho que une
la parte libre voluminosa redondeada con la pared digestiva. Otros tienen forma
aplanada y crecen a partir de la pared intestinal. Su tamaño es variable de
unos dos milímetros a tres centímetros.
El pólipo se puede encontrar en
aproximadamente 1-2% de la población infantil. El más común (95%) corresponde
al considerado juvenil que es más frecuente en menores de diez años y en
especial entre los dos a seis años. La mayoría de los pólipos juveniles son
solitarios, al considerarlos en número menor a cinco. Suelen ser localizados en
el lado izquierdo del intestino grueso.
Cuando la cantidad de pólipos excede a los
cinco en el trayecto intestinal, ya se puede considerar una alteración
diferente por la influencia de alguna alteración genética. La anormalidad hereditaria
se le identifica como poliposis, que por su afección genética suele tener mayor
incidencia entre integrantes de un grupo familiar específico. Esta condición es
importante de diferenciar, ya que cuando algún niño o adolescente tenga datos
de pólipo digestivo, justificará en el interrogatorio documentar si hay más
miembros familiares afectados, por el riesgo de transformación maligna en los
familiares o en el futuro del paciente además de definir el tipo particular de
poliposis que llegue a tener.
El pólipo suele sospecharse al momento de
reportar un niño o adolescente, la presencia de sangre fresca en las
evacuaciones, habitualmente en cantidades pequeñas durante varias semanas, sin
causar molestia abdominal o durante el acto de la evacuación. El sangrado puede
o no presentarse en cada evacuación y sus recurrencias pueden tardar de semanas
a meses, por lo que el cuadro puede no ser tomado con interés apropiado de
forma frecuente.
Los síntomas adicionales a los pólipos
pueden ser inconstantes e incluyen dolor abdominal cólico, diarrea con moco y sangre,
deficiencia en desarrollo físico; en ocasiones datos asociados a la anemia y de
forma significativa: prolapso, cuando protruyen al exterior del ano. Si el
pólipo es impulsado por los movimientos intestinales hacia delante, su tracción
del tubo digestivo puede favorecer a la introducción de un segmento intestinal
dentro de otro (invaginación), que por datos de inflamación y deficiencia
circulatoria intestinal causará en estas circunstancias, un cuadro agudo que
puede requerir intervención quirúrgica de urgencia. El sangrado intestinal es
el dato importante a considerar para su sospecha. Cuando la sangre tiene
aspecto oscuro, se relaciona el pólipo con localización en intestino delgado.
Si la sangre tiene aspecto fresco, su ubicación es posible en intestino grueso.
Este padecimiento de preferencia deberá
ser valorada en forma conjunta por los especialistas en gastroenterología y
cirugía pediátricas. En la consulta se identificarán si existen antecedentes
familiares para esta enfermedad, a fin de descartar alguna alteración genética.
Durante la exploración se supervisa si el desarrollo físico del paciente no ha
tenido alguna posible limitación o si existen datos de anemia como consecuencia
del sangrado oculto recurrente que puede presentarse.
A fin de definir el cuadro, es necesario
realizar estudios de imagen por medio de contraste en radiografías del tubo
digestivo (colon por enema) y revisión con cámara endoscópica intestinal (colonoscopía
y endoscopia superior). A partir de estos estudios endoscópicos, también es
posible tomar algunos fragmentos del tejido (biopsia) que se analizarán por el
servicio de patología, para definir la naturaleza de su tejido y establecer
posibilidad de alteración de tipo familiar y/o posibilidad de transformación
maligna futura.
Si la situación corresponde a un pólipo
juvenil el tratamiento consiste en ser retirado, ya sea mediante el proceso
endoscópico; o bien, mediante extirpación por cirugía. Si el estudio de la
biopsia o del pólipo retirado se relaciona con la condición de tipo familiar,
se puede recomendar la vigilancia del intestino en forma periódica (dos a tres
veces por año) a fin de detectar pólipos en condiciones precancerosas. La
mayoría de los pólipos juveniles no presentan riesgo alguno de complicación
adicional, pero si son necesario extirparlos para evitar la recurrencia de los
síntomas iniciales.
El cuadro puede ser confundido en muchas
ocasiones con colitis, amibiasis intestinal, enfermedad inflamatoria intestinal,
que justifican el empleo de un tratamiento que no dará la mejoría apropiada.
Resulta engañosa la evolución con la remisión espontánea del sangrado y la
terapéutica empleada, por lo que es recomendable, considerar su existencia al
demostrar la recurrencia de las manifestaciones señaladas.
La poliposis por alteración genética,
tiene diferentes variantes de manifestaciones de acuerdo a los genes alterados.
Se mencionan a continuación los que pueden tener importancia durante la
infancia y adolescencia, señalando que los restantes deben ser vigilados en su
evolución.
En el síndrome de poliposis juvenil cerca
del 75% de los pacientes tienen un padre con la alteración. Sus pólipos del
tubo digestivo se desarrollan durante los primeros meses de vida y el nombre de
juvenil, se atribuye al tipo de tejido que contienen. Como manifestación
secundaria padecen trastornos de nutrición y déficit del nivel de proteínas y
se identifican por su evolución al final de la primera década o durante la
segunda. Estas lesiones deben vigilarse de forma periódica por tener un alto
riesgo de desarrollar cáncer.
En otra variante (Peutz-Jeghers) los
pólipos intestinales se asocian con manchas oscuras en los labios, lengua, manos,
pies y perineo de los afectados, pudiendo desaparecer durante la infancia la
pigmentación de la piel, persistiendo solo en la mucosa oral. Los pólipos se
localizan en mayor frecuencia en el intestino delgado. Causan molestias de
dolor abdominal de intensidad variable de forma más habitual durante la
adolescencia, con riesgo de desarrollar cáncer cuando los pólipos se encuentran
en el estómago y parte inicial de intestino delgado. Por otra parte, con esta
alteración se tiene una mayor posibilidad (18 veces) que la población general
de desarrollar cánceres, siendo los más frecuentes: mama, ovario, y cuello
uterino (matriz) que no justifica el retiro preventivo de estos órganos.
Cuando asocian alteraciones de crecimiento
de tejido anómalo en labios, lengua o narinas (síndrome de Cowden) los pólipos
más abundantes se localizan en el intestino grueso y el siguiente sitio es en
el estómago, justifica descartar alteraciones en la función de tiroides.
En la poliposis familiar se llegan a
encontrar mediante estudios endoscópicos, más de cien aumentos de volumen en el
colon. El hallazgo debe incluir estudio a los demás integrantes de la familia
para descartar sus posibilidades de desarrollar la enfermedad en tiempo futuro
y someterse a vigilancia periódica.
En otra variante (Síndrome de
Ruvalcaba-Myhre-Smith) la poliposis intestinal se asocia con manchas en
genitales, retraso mental, cabeza grande (macrocefalia) y anomalías oculares.
La presencia de un
pólipo durante la infancia y adolescencia no es una alteración frecuente. La
posibilidad mayor es que solo se trate de uno a menos de cinco en la población
pediátrica, pero ante la posibilidad de alteración familiar con riesgo de
desarrollo de cáncer en etapa futura, justifica su estudio de forma apropiada
para revisión periódica responsable…
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