Los celos en la infancia son reacciones
impulsivas de conducta, compuestas de sentimientos mezclados de tristeza,
pérdida de la autoestima y enemistad hacia un rival.
Deben diferenciarse de forma especial del
sentimiento de envidia. Los celos se originan a partir de la sensación de
pérdida de una condición o de objeto querido, que de alguna forma se ha poseído
por tiempo variable. En la envidia en cambio, hay frustración por desear alguna
condición u objeto que tiene otra persona y que nunca tuvimos.
De forma natural, los celos forman parte del
desarrollo normal de los niños como un componente emocional que se pueden
manifestar después del primer año, cuando el niño empieza a tener capacidad de
expectativas especiales. Esto ocurre alrededor de los 12-24 meses de edad que,
en forma adicional, puede coincidir en algunas familias con el nacimiento del
siguiente hijo, por lo que el hermano mayor puede perder la seguridad emocional
del vínculo afectivo con sus padres, que se expresa predominantemente a base de
la atención, cuidados, cariño y protección que en forma previa proporcionan los
padres. Todo niño que siente la amenaza de perder el afecto y amor de sus
padres (de la madre en especial) reaccionará con rechazo y odio hacia el nuevo
hermano, que es visto como un competidor. La llegada de este intruso suele
coincidir con la aparición de exigencias y normas imprevistas de las que estaba
exento hasta el momento.
En forma habitual como factores causales de los
celos infantiles, participan en forma significativa cuatro factores. La
característica de cada niño determinada por su carga genética (y epigenética)
condicionan a establecer que los niños de temperamento sensible, detallista,
metódico, con poca tolerancia a los cambios y esquema rígido son los que pueden
desarrollar la conducta de celos que puede seguir influyendo para su vida
adulta. El momento evolutivo influye en especial cuando se encuentra en la fase
de apego emocional que abarca de los dos a los cinco años, con una relación
inversa que establece que, a mayor edad el apego va disminuyendo y menor la
posibilidad de celos. El ambiente familiar o características de los padres
participa en la medida que los padres ejerzan una igualdad de trato efectivo y
una comunicación eficiente que influyen para minimizar los riesgos de celos,
influyendo también en su momento la depresión o fatiga materna cuando nace un
hermano. Finalmente, las condiciones ambientales en especial de tipo emocional
para el niño, donde las condiciones extremas de cuidados y atención (deficiencia
y exceso) podrá poner en riesgo su tolerancia, al compartir o comparar el
ambiente emocional con otros familiares o ambientes sociales.
Los celos infantiles se pueden manifestar en
diferentes momentos de la vida familiar, que incluyen al nacimiento de un
hermano, durante la convivencia con hermanos en etapa infantil o el desempeño
social que tengan los padres.
La llegada de un nuevo hermano resulta
estresante para el niño, quien vive este episodio con ansiedad, desánimo e,
incluso, sensación de abandono. Los celos emergen como consecuencia de la falta
de atención a las múltiples necesidades del niño. Éste sufre cuando comprueba
que sus necesidades no se satisfacen como antes y que ha perdido la
exclusividad.
Para poder experimentarlos, el niño tiene que
tener un vínculo con una figura paterna y expectativas con respecto al tipo de
relación que le parece debe tener con sus padres. Tener un vínculo seguro es
necesario para crecer con buena salud mental, y los celos forman parte del
desarrollo normal de niños entre 12-24 meses
Las reacciones de los hermanos ante la llegada
de un nuevo bebé son muy variadas, pero en orden de frecuencia se describen,
que la mayoría se vuelven más demandantes y traviesos. Pueden presentar
conductas regresivas con manifestaciones de desarrollo de edades menores
(fingen a comportarse como más chicos) y los trastornos del sueño son de menor
frecuencia.
Como medida para evitar los celos en el hermano
mayor, ya durante el embarazo se le habrá anticipado el nacimiento del nuevo hermanito,
señalando con imágenes reales específicas, el aspecto que tiene al nacimiento y
evitar informaciones erróneas como que llegará de inmediato a jugar con él.
Deben tener en cuenta los padres que, tanto durante el embarazo como
posteriormente, el hermano mayor necesitará más atención, con el fin de
disminuir en lo posible su sensación de ser desplazado. Se le incorpora
permitiendo algunas opiniones y acciones especiales sencillas para su
cumplimiento con el bebé. El padre podrá tener la oportunidad de convivir con
el hijo mayor, mientras el bebé es alimentado por la madre, tratando de
mantener las rutinas y juegos previos al nacimiento. Conviene siempre que se
vigile la convivencia entre el mayor con el bebé, ya que se puede dar alguna
agresión por no estar seguro de las reacciones emocionales.
La rivalidad y celos con los hermanos en edades
mayores es algo natural e inevitable, ya que cada uno de ellos notará conductas
especiales de los padres como diferentes a lo que a ellos se les otorga de
cuidados o de bienes materiales. La diferencia de socialización, rendimiento
físico e intelectual pueden generar inconformidad en alguno de ellos y originar
conductas anormales hacia los padres o conductas hostiles hacia los hermanos.
Con el tiempo al disminuir el egocentrismo infantil, la convivencia permite
identificar compatibilidades y entender las diferencias.
Para su control en esta etapa, se debe
establecer un equilibrio en el trato a los diferentes hermanos, de forma que no
haya un trato de preferencia hacia ninguno de ellos ni se establezcan
comparaciones. Siempre es más eficaz alabar los aspectos positivos que
recriminarle los negativos. Si los celos suponen un reclamo de atención
emocional, debemos ser capaces de dársela contingentemente a las conductas deseadas
o positivas, pero nunca tras los episodios de celos. Aumentar el tiempo en
actividades y juegos de toda la familia es buen método para mejorar la
comunicación y estrechar lazos. Responder con tranquilidad a los episodios
celosos, sin estridencias ni recriminaciones, comunicarle al niño nuestra
decepción por su comportamiento y dejar de prestarle atención, posteriormente
cuando se tranquilice y, según la edad, podemos intentar razonar lo ocurrido y
darle la atención emocional.
Cada niño padece los celos de forma individual
y sus manifestaciones son amplias y muy variadas. Algunos actúan desobedeciendo
con la finalidad de fastidiar a los padres y obtener su atención, aunque sea a
través del regaño o castigo. La agresividad aparece cuando hay baja tolerancia
a la frustración, falta de autocontrol e ineficacia en la expresión y solución
del conflicto emocional. Se manifiesta en forma de irritabilidad, insultos,
golpes e incluso agresión física hacia sí mismo, a personas u objetos
relacionados con quien se proyectan los celos. Otros desarrollan actitud
introvertida con actitud sumisa y callada por sentirse disminuidos en su
autoestima al sentirse apartados del vínculo familiar. Puede también aparentar
desinterés manteniendo una actitud apática y aburrida. Pueden desarrollar
conducta depresiva con tristeza y llantos. Conductas regresivas con
comportamiento y/o lenguaje de menor edad. Alteraciones del consumo de
alimentos (selectivos, menor apetito) o del sueño (insomnio, micciones,
despertar por las noches, dormir con los padres)
Si se estimula la expresión sincera de
sentimientos y emociones, se liberan miedos y tristezas. Convenie
acostumbrarlos a compartir las responsabilidades diarias. Es necesario
propiciar actividades en las que colaboren todos. Cada hijo puede ayudar al
otro en lo que sabe o puede hacer, participando en la misma tarea. Se debe
promover la convivencia familiar con el ejemplo de vida de los padres mostrando
amor, confianza y honestidad para lograr un mejor entendimiento…
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