Es
el dolor de características muy variadas que puede preceder o acompañar al
flujo menstrual. Su término médico corresponde a dismenorrea, cuyo significado
literal es flujo menstrual difícil. Constituye una de las alteraciones
ginecológicas más frecuentes en la adolescencia, que suele empezar de uno a
tres años después del inicio del primer sangrado menstrual o menarquia.
En las adolescentes puede suponer un trauma psíquico capaz de interferir en el estado emocional y su actividad social. Aproximadamente un 10% de ellas, se incapacitan de uno a tres días de cada mes, en la realización de sus actividades normales. Es una de las principales causas de ausentismo escolar y laboral en mujeres adolescentes. Es uno de los motivos de consulta más habituales en la población femenina.
En relación principal a su causa, la dismenorrea se divide en dos grandes categorías: la forma primaria, cuando no existe una enfermedad evidente que pueda explicar esta alteración; y la secundaria, cuando hay un trastorno evidente que lo genera.
El dolor en la dismenorrea primaria aparece dentro de los primeros seis meses después de la menarquia. Las afectadas refieren dolor como sensación de presión, contracciones, cólicos intermitente de tipo espasmódico o continuos a veces intolerables, generalmente concentrado en la parte superior a la región púbica, que se irradia a la parte superior de los muslos o de la espalda baja y puede acompañarse de otras alteraciones sistémicas que incluyen: dolor de cabeza, náuseas y vómitos, diarrea, estreñimiento, cansancio, dolores musculares, cambios de humor y algunas partes corporales hinchadas. Como consecuencia negativa, suelen reportarse deterioro en la calidad de vida y la vida social, trastornos de ánimo, alteraciones del sueño y limitaciones de actividades habituales.
El dolor suele iniciarse dentro de las cuatro primeras horas del inicio del sangrado menstrual. Los síntomas alcanzan su punto máximo durante el primer día de la regla, con duración general de un día, pero el dolor puede también continuar por dos a tres días. Estas alteraciones son viables de repetirse de forma similar de un periodo menstrual a otro. Su intensidad puede ser referida como leve, moderado o severo según la percepción subjetiva de la adolescente, el grado de limitación en sus actividades y el empleo de medicamentos para su mejoría.
La dismenorrea de la adolescente es, salvo alguna excepción, primaria y funcional. En muchos casos los dolores menstruales en las adolescentes son disimulados, ya sea porque los viven como un fenómeno normal o bien como una fatalidad asumida.
La dismenorrea secundaria se debe casi siempre a una alteración o enfermedad pélvica específica, que en su revisión médica permite identificar la enfermedad asociada por ej. endometriosis, enfermedad inflamatoria pélvica, pólipos, miomas, tumores, etc. Se describen también otras posibles causas fuera del sistema ginecológico, como alteración urológica, intestinal, musculares y/o psicógenas.
La dismenorrea secundaria, suele aparecer tardíamente en la vida reproductiva de la mujer. En esta, el dolor es más continuo, persistente y sordo, aumenta durante el periodo menstrual y puede durar de dos a tres días. Esta forma secundaria en las adolescentes es habitualmente debida a malformaciones ginecológicas y es poco frecuente su hallazgo.
La prevalencia de la dismenorrea entre las adolescentes oscila entre el 60 y el 90%. Muchas adolescentes informan que la dismenorrea interfiere con las actividades diarias, como la escuela, los eventos deportivos y otras actividades sociales. Sin embargo, solo el 15 por ciento de las mujeres busca consejo médico para el dolor menstrual. Ello refleja que generalmente la mujer acepta este trastorno menstrual como un hecho normal, y que recurre a métodos no farmacológicos para aliviar las molestias con mejoría aparente en la mayoría de las ocasiones.
La dismenorrea generalmente no ocurre hasta que se establecen los ciclos menstruales donde se liberan los óvulos, que ocurre meses a varios años después de la menarquia, La edad más frecuente de inicio es posterior y cercana a la menarquia, en torno a los 16-18 años y con una incidencia máxima a los 20 años, ya que casi el 80% de las adolescentes tienen sus ciclos ovulatorios dos años después de la menarquia.
Los episodios de sangrado menstrual de mayor duración pueden incrementar la probabilidad del dolor y, sobre todo, intensificar los síntomas antes de iniciarse el flujo menstrual. En los episodios de dolor prolongado, se ha observado una relación con un consumo considerable de alcohol o de tabaco. La herencia es otro factor condicionante. A menudo se comprueba que la madre y las hermanas han padecido episodios de dismenorrea. La actividad física se ha asociado a una disminución de la prevalencia, sobre todo en mujeres atletas. En cambio, el sobrepeso, el estrés y algunos hábitos en la alimentación (poca ingesta de pescado, fruta y huevos) se valoran como influyentes en los períodos dolorosos.
Este
malestar se origina a partir del efecto de unas sustancias (prostaglandinas) de
tipo inflamatorio que causan contracción intensa de la parte muscular de la
matriz (útero) generando disminución de su circulación sanguínea, que estimula
a fibras nerviosas sensibles para transmitir esa estimulación a la
interpretación cerebral. Las alteraciones sistémicas adicionales fuera de la pelvis
se consideran por el paso de esas sustancias a la circulación general. La
acción hormonal específica de los ovarios es el factor adicional para
condicionar la intensidad de la respuesta inflamatoria.
Como consecuencias de esta alteración en las adolescentes que lo padecen, se reporta de forma más habitual ausencia escolar hasta en 80% de los casos de dolor intenso, disminución de atención o concentración durante las clases (75%) por dolor presente. De igual forma se pierde el interés para la participación grupal de tareas. La irritabilidad por el dolor generado afecta las relaciones personales y familiares y hasta el 50% de las afectadas buscan mantenerse aisladas. Las horas de sueño también se modifican y se reportan con menos de seis horas a quienes sufren esta condición, al igual que la participación en actividades deportivas.
Ante la gran cantidad de adolescentes afectadas por esta condición, que de forma secundaria tienen consecuencias en sus actividades diarias y su desempeño de vida social y familiar, resulta significativa la importancia de la valoración médica, para su evaluación y manejo correspondiente al existir terapéuticas con respuesta favorable para modificar sus consecuencias. En forma lamentable, dentro del ambiente familiar, es muy posible notar que suele darse solo un apoyo estoico a las adolescentes, con el habitual argumento que es parte de lo que significa ser mujer, que en realidad refleja una gran ignorancia a los cuidados básicos de salud física, emocional y social.
De acuerdo con cada caso en particular, en primer lugar, es necesario determinar en la afectada, si el cuadro corresponde a una condición primaria cuando el malestar se presenta al inicio del flujo menstrual con duración de dos a tres días, a diferencia de la forma secundaria que el dolor inicia una a dos semanas antes de la menstruación y persiste más allá al finalizar el sangrado.
El médico con la revisión y estudios de laboratorio adecuados podrá establecer un tratamiento básico que podrá ser revalorado por el especialista (pediatra, ginecólogo y/o endocrinólogo) en caso de no tener una respuesta favorable para el empleo de una segunda línea de tratamiento y/o incluso otras alternativas de tratamiento específicas, para lograr que las adolescentes dejen de tener esa molestia principal y sus asociadas para el resto de sus ciclos menstruales.
Independientemente de la terapia escogida, todas las pacientes con dismenorrea deben tener vigilancia para observar su respuesta al tratamiento y atender sus consecuencias.
En las adolescentes puede suponer un trauma psíquico capaz de interferir en el estado emocional y su actividad social. Aproximadamente un 10% de ellas, se incapacitan de uno a tres días de cada mes, en la realización de sus actividades normales. Es una de las principales causas de ausentismo escolar y laboral en mujeres adolescentes. Es uno de los motivos de consulta más habituales en la población femenina.
En relación principal a su causa, la dismenorrea se divide en dos grandes categorías: la forma primaria, cuando no existe una enfermedad evidente que pueda explicar esta alteración; y la secundaria, cuando hay un trastorno evidente que lo genera.
El dolor en la dismenorrea primaria aparece dentro de los primeros seis meses después de la menarquia. Las afectadas refieren dolor como sensación de presión, contracciones, cólicos intermitente de tipo espasmódico o continuos a veces intolerables, generalmente concentrado en la parte superior a la región púbica, que se irradia a la parte superior de los muslos o de la espalda baja y puede acompañarse de otras alteraciones sistémicas que incluyen: dolor de cabeza, náuseas y vómitos, diarrea, estreñimiento, cansancio, dolores musculares, cambios de humor y algunas partes corporales hinchadas. Como consecuencia negativa, suelen reportarse deterioro en la calidad de vida y la vida social, trastornos de ánimo, alteraciones del sueño y limitaciones de actividades habituales.
El dolor suele iniciarse dentro de las cuatro primeras horas del inicio del sangrado menstrual. Los síntomas alcanzan su punto máximo durante el primer día de la regla, con duración general de un día, pero el dolor puede también continuar por dos a tres días. Estas alteraciones son viables de repetirse de forma similar de un periodo menstrual a otro. Su intensidad puede ser referida como leve, moderado o severo según la percepción subjetiva de la adolescente, el grado de limitación en sus actividades y el empleo de medicamentos para su mejoría.
La dismenorrea de la adolescente es, salvo alguna excepción, primaria y funcional. En muchos casos los dolores menstruales en las adolescentes son disimulados, ya sea porque los viven como un fenómeno normal o bien como una fatalidad asumida.
La dismenorrea secundaria se debe casi siempre a una alteración o enfermedad pélvica específica, que en su revisión médica permite identificar la enfermedad asociada por ej. endometriosis, enfermedad inflamatoria pélvica, pólipos, miomas, tumores, etc. Se describen también otras posibles causas fuera del sistema ginecológico, como alteración urológica, intestinal, musculares y/o psicógenas.
La dismenorrea secundaria, suele aparecer tardíamente en la vida reproductiva de la mujer. En esta, el dolor es más continuo, persistente y sordo, aumenta durante el periodo menstrual y puede durar de dos a tres días. Esta forma secundaria en las adolescentes es habitualmente debida a malformaciones ginecológicas y es poco frecuente su hallazgo.
La prevalencia de la dismenorrea entre las adolescentes oscila entre el 60 y el 90%. Muchas adolescentes informan que la dismenorrea interfiere con las actividades diarias, como la escuela, los eventos deportivos y otras actividades sociales. Sin embargo, solo el 15 por ciento de las mujeres busca consejo médico para el dolor menstrual. Ello refleja que generalmente la mujer acepta este trastorno menstrual como un hecho normal, y que recurre a métodos no farmacológicos para aliviar las molestias con mejoría aparente en la mayoría de las ocasiones.
La dismenorrea generalmente no ocurre hasta que se establecen los ciclos menstruales donde se liberan los óvulos, que ocurre meses a varios años después de la menarquia, La edad más frecuente de inicio es posterior y cercana a la menarquia, en torno a los 16-18 años y con una incidencia máxima a los 20 años, ya que casi el 80% de las adolescentes tienen sus ciclos ovulatorios dos años después de la menarquia.
Los episodios de sangrado menstrual de mayor duración pueden incrementar la probabilidad del dolor y, sobre todo, intensificar los síntomas antes de iniciarse el flujo menstrual. En los episodios de dolor prolongado, se ha observado una relación con un consumo considerable de alcohol o de tabaco. La herencia es otro factor condicionante. A menudo se comprueba que la madre y las hermanas han padecido episodios de dismenorrea. La actividad física se ha asociado a una disminución de la prevalencia, sobre todo en mujeres atletas. En cambio, el sobrepeso, el estrés y algunos hábitos en la alimentación (poca ingesta de pescado, fruta y huevos) se valoran como influyentes en los períodos dolorosos.
Como consecuencias de esta alteración en las adolescentes que lo padecen, se reporta de forma más habitual ausencia escolar hasta en 80% de los casos de dolor intenso, disminución de atención o concentración durante las clases (75%) por dolor presente. De igual forma se pierde el interés para la participación grupal de tareas. La irritabilidad por el dolor generado afecta las relaciones personales y familiares y hasta el 50% de las afectadas buscan mantenerse aisladas. Las horas de sueño también se modifican y se reportan con menos de seis horas a quienes sufren esta condición, al igual que la participación en actividades deportivas.
Ante la gran cantidad de adolescentes afectadas por esta condición, que de forma secundaria tienen consecuencias en sus actividades diarias y su desempeño de vida social y familiar, resulta significativa la importancia de la valoración médica, para su evaluación y manejo correspondiente al existir terapéuticas con respuesta favorable para modificar sus consecuencias. En forma lamentable, dentro del ambiente familiar, es muy posible notar que suele darse solo un apoyo estoico a las adolescentes, con el habitual argumento que es parte de lo que significa ser mujer, que en realidad refleja una gran ignorancia a los cuidados básicos de salud física, emocional y social.
De acuerdo con cada caso en particular, en primer lugar, es necesario determinar en la afectada, si el cuadro corresponde a una condición primaria cuando el malestar se presenta al inicio del flujo menstrual con duración de dos a tres días, a diferencia de la forma secundaria que el dolor inicia una a dos semanas antes de la menstruación y persiste más allá al finalizar el sangrado.
El médico con la revisión y estudios de laboratorio adecuados podrá establecer un tratamiento básico que podrá ser revalorado por el especialista (pediatra, ginecólogo y/o endocrinólogo) en caso de no tener una respuesta favorable para el empleo de una segunda línea de tratamiento y/o incluso otras alternativas de tratamiento específicas, para lograr que las adolescentes dejen de tener esa molestia principal y sus asociadas para el resto de sus ciclos menstruales.
Independientemente de la terapia escogida, todas las pacientes con dismenorrea deben tener vigilancia para observar su respuesta al tratamiento y atender sus consecuencias.
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