Es
uno de los trastornos más comunes entre las mujeres, que incluyen un grupo de
alteraciones físicas y emocionales que ocurren en forma repetida durante los
siete a diez días previos al periodo menstrual; y desaparecen de manera típica,
dentro del primero o los dos primeros días del sangrado. De forma habitual,
interfieren con algunos aspectos de su vida, que incluyen su desempeño
académico, relaciones laborales, emocionales y/o sociales. En la población
adolescente es fácil confundir este malestar con la dismenorrea, que se
caracteriza por manifestar dolor -con otras molestias- únicamente en los días
asociados al flujo menstrual
Este síndrome premenstrual, tiene una forma variante más grave que se conoce como: trastorno disfórico premenstrual, que como requisito establece la existencia de cinco síntomas presentes en los últimos tres ciclos menstruales, con uno de ellos a base de alteración de conducta de forma grave en los que los síntomas de ira, irritabilidad y tensión interna sea prominente.
Ya bajo conceptos bien definidos, las investigaciones realizadas establecen en grupos adolescentes, la existencia de síndrome premenstrual hasta en una posibilidad de 8-10% mientras que el trastorno disfórico es menor (3-5%). En cuanto a condiciones sociales, se ha determinado que comunidades orientales tienen mayores registros de frecuencia que hacen considerar al tipo de vida, como una variable factible a considerar. Otros factores posibles de riesgo lo establecen: una educación más baja, tabaquismo, antecedentes traumáticos y/o trastornos de ansiedad previos. La incidentica de esta enfermedad, también se incrementa al paso de la edad y su fertilidad.
Durante mucho tiempo se llegó a considerar que para su desarrollo intervenían el desequilibrio entre unas hormonas producidas en otra parte del cuerpo y las producidas por el ovario, pero se ha notado que no tienen gran influencia en sus distintas alteraciones. En cambio, la cantidad y respuesta a la presencia de una sustancia que interviene en la transmisión de impulsos nerviosos (neurotransmisor), se han hallado ya en forma específica sobre cambios de una en particular -serotonina- que disminuye en su captación en la sangre total durante esa fase del ciclo menstrual. Su tratamiento en consecuencia ha tenido mejores resultados con fármacos relacionados al control de esa sustancia neurotransmisora. De las vitaminas y minerales que se consideraban necesario a ofrecer en el tratamiento para esa enfermedad, ya han dejado de utilizarse por sus resultados demostrados en estudios experimentales.
Estas alteraciones suelen aparecer en meses o año posterior a la primera menstruación, persistir durante la mayor parte de la vida fértil de la mujer, con incremento o desarrollo posterior al primer parto. Se resuelve por completo después de la menopausia y en forma transitoria durante un embarazo o cualquier interrupción de los ciclos ovulatorios.
Las alteraciones del síndrome premenstrual clínicamente significativo pueden ser divididos en tres categorías: Las manifestaciones físicas incluyen dolores de cabeza, sensibilidad en los senos, dolor de espalda, cansancio, flatulencia, dolor y distensión abdominal, ganancia de peso, cuerpo o partes corporales hinchadas, náuseas, dolores articulares y musculares. Los cambios emocionales son irritabilidad, enojo, llanto, ansiedad, dificultad para la concentración y baja autoestima, depresión. Las alteraciones de conducta pueden incluir fatiga, insomnio, confusión, cambios en el libido y apetito.
La intensidad de estas alteraciones permite establecer la diferenciación entre cuadros similares. Es posible que la mayoría de las adolescentes tengan en forma inicial algunas manifestaciones muy sutiles en su expresión, que puedan pasar incluso desapercibidas o sin importancia para su atención médica inicial, pero al paso del tiempo puede cambiar en su expresión sintomática. Así durante la adolescencia es más común que exista como manifestación asociada: distensión abdominal, sensación de extrema fatiga, flatulencia.
Cuando las alteraciones evolucionan a moderadas o a graves, se asociarán siempre a afectación en su calidad de vida y ameritarán atención orgánica y emocional con los especialistas correspondientes (endocrinólogo pediatra y/o ginecólogo y psicólogo), ya que de no tener tratamiento apropiado su desempeño académico, laboral, social y emocional puede tener deterioro significativo.
Existen criterios específicos para definir estos cuadros y evitar confusión de términos. Así el síndrome premenstrual se considera cuando: se tienen hasta cuatro síntomas que pueden ser de naturaleza física, conductual o emocional. Cuando tengan cinco o más síntomas físicos o conductuales. Si, por el contrario, se tiene cinco o más síntomas y uno de ellos es un síntoma emocional ya se debe considerar como disforia premenstrual.
El trastorno disfórico premenstrual debe incluir uno o más de los siguientes síntomas: cambios de humor, tristeza repentina, aumento de la sensibilidad al rechazo; ira o irritabilidad; sensación de desesperanza, estado de animo deprimido, pensamientos autocríticos; tensión, ansiedad, sensación de nerviosismo.
Uno o más de los siguientes síntomas deben estar presentes para llegar a un total de cinco síntomas en general: dificultad para concentrarse, cambios en el apetito (antojos o comer en exceso), disminución en el interés de las actividades habituales, fatiga fácil o disminución de la energía, sentirse abrumado o fuera de control, sensibilidad en los senos, hinchazón, aumento de peso o dolores articulares/musculares, dormir demasiado o no dormir en forma suficiente. De todos, la irritabilidad premenstrual es el síntoma más común. Estos síntomas deben haber estado presentes en la mayoría de los ciclos menstruales que ocurrieron en el año previo y asociados con angustia o interferencia significativa con las actividades habituales.
En suma, este síndrome causa efectos adversos en la salud y calidad de vida de las mujeres y durante la adolescencia sus manifestaciones moderadas a graves puede ser motivo de mayores quejas de sus acompañantes, asociados por cambios súbitos de conducta en su carácter habitual que motiva a conflictos familiares, preocupación por su figura o aspecto femenino en cuanto notan incremento de peso y afectación a su rendimiento académico; y en ocasiones, la depresión puede ser factor de riesgo de suicidio y/o predisposición al consumo de drogas.
Las alteraciones señaladas deben ser valoradas por el especialista, para poder diferenciar de otras condiciones que pueden establecer manifestaciones similares. Se requiere de aportar datos concretos a un interrogatorio conveniente; y de ser necesario, realizar estudios de laboratorio para descartar enfermedades orgánicas particulares (valores hormonales) o definir el periodo menstrual correspondiente ante patrones de ciclos menstruales irregulares y, de forma importante, la valoración por el psicólogo o psiquiatra podrá determinar si existe un trastorno emocional previo específico para evitar confusión en su evaluación y manejo posterior.
Para controlar estos síntomas y evitar la aparición de sus consecuencias en sus vidas, se les recomienda la evaluación profesional por un especialista en psicología para dar apoyo en: poder efectuar cambios de estilos de vida, participar en grupos de apoyo, manejo eficiente de las situaciones de angustia (estrés), asociado en particular con la comprensión familiar.
El empleo de medicamentos específicos depende de la valoración particular que se realice al paciente, para poder proporcionar el que mejore su cuadro de forma más eficiente y también llevar un control adecuado de respuesta en su evolución hormonal futura, para ajustar a la mejor modalidad… un buen inicio es considerar su aparición durante el proceso de maduración de las adolescentes
Este síndrome premenstrual, tiene una forma variante más grave que se conoce como: trastorno disfórico premenstrual, que como requisito establece la existencia de cinco síntomas presentes en los últimos tres ciclos menstruales, con uno de ellos a base de alteración de conducta de forma grave en los que los síntomas de ira, irritabilidad y tensión interna sea prominente.
Ya bajo conceptos bien definidos, las investigaciones realizadas establecen en grupos adolescentes, la existencia de síndrome premenstrual hasta en una posibilidad de 8-10% mientras que el trastorno disfórico es menor (3-5%). En cuanto a condiciones sociales, se ha determinado que comunidades orientales tienen mayores registros de frecuencia que hacen considerar al tipo de vida, como una variable factible a considerar. Otros factores posibles de riesgo lo establecen: una educación más baja, tabaquismo, antecedentes traumáticos y/o trastornos de ansiedad previos. La incidentica de esta enfermedad, también se incrementa al paso de la edad y su fertilidad.
Durante mucho tiempo se llegó a considerar que para su desarrollo intervenían el desequilibrio entre unas hormonas producidas en otra parte del cuerpo y las producidas por el ovario, pero se ha notado que no tienen gran influencia en sus distintas alteraciones. En cambio, la cantidad y respuesta a la presencia de una sustancia que interviene en la transmisión de impulsos nerviosos (neurotransmisor), se han hallado ya en forma específica sobre cambios de una en particular -serotonina- que disminuye en su captación en la sangre total durante esa fase del ciclo menstrual. Su tratamiento en consecuencia ha tenido mejores resultados con fármacos relacionados al control de esa sustancia neurotransmisora. De las vitaminas y minerales que se consideraban necesario a ofrecer en el tratamiento para esa enfermedad, ya han dejado de utilizarse por sus resultados demostrados en estudios experimentales.
Estas alteraciones suelen aparecer en meses o año posterior a la primera menstruación, persistir durante la mayor parte de la vida fértil de la mujer, con incremento o desarrollo posterior al primer parto. Se resuelve por completo después de la menopausia y en forma transitoria durante un embarazo o cualquier interrupción de los ciclos ovulatorios.
Las alteraciones del síndrome premenstrual clínicamente significativo pueden ser divididos en tres categorías: Las manifestaciones físicas incluyen dolores de cabeza, sensibilidad en los senos, dolor de espalda, cansancio, flatulencia, dolor y distensión abdominal, ganancia de peso, cuerpo o partes corporales hinchadas, náuseas, dolores articulares y musculares. Los cambios emocionales son irritabilidad, enojo, llanto, ansiedad, dificultad para la concentración y baja autoestima, depresión. Las alteraciones de conducta pueden incluir fatiga, insomnio, confusión, cambios en el libido y apetito.
La intensidad de estas alteraciones permite establecer la diferenciación entre cuadros similares. Es posible que la mayoría de las adolescentes tengan en forma inicial algunas manifestaciones muy sutiles en su expresión, que puedan pasar incluso desapercibidas o sin importancia para su atención médica inicial, pero al paso del tiempo puede cambiar en su expresión sintomática. Así durante la adolescencia es más común que exista como manifestación asociada: distensión abdominal, sensación de extrema fatiga, flatulencia.
Cuando las alteraciones evolucionan a moderadas o a graves, se asociarán siempre a afectación en su calidad de vida y ameritarán atención orgánica y emocional con los especialistas correspondientes (endocrinólogo pediatra y/o ginecólogo y psicólogo), ya que de no tener tratamiento apropiado su desempeño académico, laboral, social y emocional puede tener deterioro significativo.
Existen criterios específicos para definir estos cuadros y evitar confusión de términos. Así el síndrome premenstrual se considera cuando: se tienen hasta cuatro síntomas que pueden ser de naturaleza física, conductual o emocional. Cuando tengan cinco o más síntomas físicos o conductuales. Si, por el contrario, se tiene cinco o más síntomas y uno de ellos es un síntoma emocional ya se debe considerar como disforia premenstrual.
El trastorno disfórico premenstrual debe incluir uno o más de los siguientes síntomas: cambios de humor, tristeza repentina, aumento de la sensibilidad al rechazo; ira o irritabilidad; sensación de desesperanza, estado de animo deprimido, pensamientos autocríticos; tensión, ansiedad, sensación de nerviosismo.
Uno o más de los siguientes síntomas deben estar presentes para llegar a un total de cinco síntomas en general: dificultad para concentrarse, cambios en el apetito (antojos o comer en exceso), disminución en el interés de las actividades habituales, fatiga fácil o disminución de la energía, sentirse abrumado o fuera de control, sensibilidad en los senos, hinchazón, aumento de peso o dolores articulares/musculares, dormir demasiado o no dormir en forma suficiente. De todos, la irritabilidad premenstrual es el síntoma más común. Estos síntomas deben haber estado presentes en la mayoría de los ciclos menstruales que ocurrieron en el año previo y asociados con angustia o interferencia significativa con las actividades habituales.
En suma, este síndrome causa efectos adversos en la salud y calidad de vida de las mujeres y durante la adolescencia sus manifestaciones moderadas a graves puede ser motivo de mayores quejas de sus acompañantes, asociados por cambios súbitos de conducta en su carácter habitual que motiva a conflictos familiares, preocupación por su figura o aspecto femenino en cuanto notan incremento de peso y afectación a su rendimiento académico; y en ocasiones, la depresión puede ser factor de riesgo de suicidio y/o predisposición al consumo de drogas.
Las alteraciones señaladas deben ser valoradas por el especialista, para poder diferenciar de otras condiciones que pueden establecer manifestaciones similares. Se requiere de aportar datos concretos a un interrogatorio conveniente; y de ser necesario, realizar estudios de laboratorio para descartar enfermedades orgánicas particulares (valores hormonales) o definir el periodo menstrual correspondiente ante patrones de ciclos menstruales irregulares y, de forma importante, la valoración por el psicólogo o psiquiatra podrá determinar si existe un trastorno emocional previo específico para evitar confusión en su evaluación y manejo posterior.
Para controlar estos síntomas y evitar la aparición de sus consecuencias en sus vidas, se les recomienda la evaluación profesional por un especialista en psicología para dar apoyo en: poder efectuar cambios de estilos de vida, participar en grupos de apoyo, manejo eficiente de las situaciones de angustia (estrés), asociado en particular con la comprensión familiar.
El empleo de medicamentos específicos depende de la valoración particular que se realice al paciente, para poder proporcionar el que mejore su cuadro de forma más eficiente y también llevar un control adecuado de respuesta en su evolución hormonal futura, para ajustar a la mejor modalidad… un buen inicio es considerar su aparición durante el proceso de maduración de las adolescentes
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