El
consumo de tabaco y nicotina al fumar o vapear (a través de cigarrillos
electrónicos y otros dispositivos) a menudo comienza durante la adolescencia,
pero puede tener efectos importantes en la salud a lo largo de la
vida. Debido a la dependencia de la nicotina y los factores sociales, el
inicio de los productos de tabaco durante la adolescencia está estrechamente
asociado con el tabaquismo persistente en la edad adulta y con los muchos
efectos adversos para la salud asociados con el tabaquismo crónico.
El uso de productos electrónicos de nicotina, generalmente conocidos como vapeo, ha aumentado drásticamente entre los jóvenes y los adultos jóvenes desde 2013 ante lo cual, organismos internacionales sanitarios ya han destacado las consecuencias para la salud, del uso de productos de tabaco por parte de los jóvenes, el alto riesgo de adicción y la necesidad de intervención temprana para prevenir el inicio y el uso del tabaco. Se recomienda encarecidamente la prevención del vapeo (uso de cigarrillos electrónicos) porque el vapeo produce dependencia a nicotina (a menudo con una mayor exposición a la nicotina que los cigarrillos) y a un mayor uso de tabaco combustible.
Ante una evidencia limitada (por no existir aún investigaciones a largo plazo) se plantea la posibilidad de que la exposición a la nicotina durante la infancia pueda tener efectos adversos en el aprendizaje y el desarrollo del cerebro. En un estudio, el uso de nicotina a una edad temprana (antes de los 10 años) se asoció con un rendimiento cognitivo inferior y diferencias en la forma y dimensiones cerebrales (medida por imágenes de resonancia magnética). Si bien este estudio observacional no establece en forma categórica un efecto causal, los hallazgos podrían explicarse por causalidad inversa. Sin embargo, la posibilidad de que la nicotina tenga efectos adversos en el cerebro en desarrollo está respaldada por estudios en animales, en los que niveles moderados de exposición a la nicotina en sus edades tempranas, se asociaron con biomarcadores de daño neurológico y déficits cognitivos duraderos.
Durante la temporada de pandemia previa, hubo disminución en el consumo de tabaco por cigarros en la población adolescente, al mantenerse el aislamiento domiciliario, pero se incremento el empleo de inhaladores electrónicos con una mayor proporción a los productos que ofrecen varios sabores y con dispositivos con apariencia de memorias usb. A su vez, el consumo de cannabis se incrementó ante su aprobación legal -como actividad recreativa- con percepción en mayoría de los consumidores, que no es dañina.
La ausencia de una decisión firme de no fumar constituye el predictor más fuerte para justificar la experimentación. Las actitudes hacia el tabaquismo están influenciadas por varios factores, como la influencia de amigos o familiares, que generan un desafío difícil para rechazar un cigarrillo o vapeo frente a un ambiente de presión social en edades cada vez menores; y también, la propia percepción errónea que el adolescente manifiesta sobre su hábito de consumo señalando siempre una subestimación, indicando que vapear es más saludable que fumar tabaco combustible y minimizan sus riesgos.
Otro factor, es la adicción a la nicotina ya que luego de algunos días, los jóvenes suelen experimentar las alteraciones correspondientes a su dependencia, que los hace volver a consumir y, la frecuencia de su consumo acelera -de nuevo- la aparición de síntomas de su dependencia; por otra parte, también se incluye la variedad de sabores atractivos para los adolescentes que los incita a probar para experimentar la asociación del sabor (uva, cereza, chicle, etc.)
Como factores ya particulares para este inicio, se incluyen: la depresión, el rendimiento escolar deficiente, mal comportamiento e inasistencia escolar; experiencias sociales y/o familiares adversas, abuso emocional, físico y/o sexual: adolescentes de minorías sexuales y/o con rechazo familiar a su preferencia sexual, antecedente de consumo de sustancias ilícitas y riesgo factible además que pueda hacerse consumidor de marihuana.
A fin de evitar la iniciación del tabaquismo y vapeo por parte del personal de salud, existen intervenciones significativas a llevar de acuerdo con la edad del niño o adolescente. Cuando se encuentra por debajo de cinco años, se deberá de identificar si hay familiares que practiquen el tabaquismo y/o vapeo, que puedan ser modelos de imitación al niño, haciéndoles notar a ellos la importancia de mantener el hogar libre de humos y los riesgos específicos para su salud, realizando en forma posterior evaluación o comprobación de abandonar esa práctica ofreciendo además alternativas de autoayuda y/o de evaluación emocional.
Al familiar que sirve como modelo de iniciación al tabaquismo o vapeo, se deberá señalar que, con la influencia del humo en el hogar puede afectarse el crecimiento del bebé dentro del vientre (desnutrición), alteración de su desarrollo cerebral, posibilidad de nacimiento prematuro. Para los padres fumadores existe el riesgo de desarrollar osteoporosis, infertilidad, úlceras, diabetes. El cáncer de diferentes tipos se incrementa en diez veces a lo habitual, con posibilidad de fallecer -al igual que por infarto cardíaco temprano- y dejar a la familia desamparada. En los hijos durante su desarrollo, puede condicionar: infecciones de oído recurrentes, asma, neumonías.
Cuando el niño ya está en edad escolar (5-12 años) se le podrá cuestionar sobre cómo se siente cundo alguien fuma cerca de él y que hace al respecto, si considera que es dañino el fumar o vapear y/o si le gustará hacerlo en edad posterior, y en su momento, si ya ha probado esas prácticas o tiene amigos que lo realizan. Se deberá de elogiar en caso de no practicar esos hábitos y el mantenerse alejado de esos humos; o bien, recomendar que deje de experimentar esas prácticas, por los efectos negativos a corto plazo como el mal olor, dientes amarillos, arrugas prematuras, la disminución del rendimiento atlético, complicación de cuadros respiratorios y la disminución en su rendimiento académico. Se debe evaluar si en forma adicional hay otros factores específicos que puedan influir, como: depresión, amigos especiales, experiencias adversas y condiciones escolares. Se debe enseñar a desarrollar habilidades de rechazo y evitar la exposición; a los padres, pedirles que establezcan mensajes firmes contra el vapeo y/o tabaquismo con prohibiciones concretas, comprobando sus resultado en intervalos periódicos que pueden ser de 1-2 meses, ofreciendo alternativas de solución temprana ante conflictos emocionales, sociales o escolares específicos.
En los adolescentes y adultos jóvenes (13-21años), se les debe cuestionar sobre el comportamiento de fumar en un ambiente confidencial, en compañía de amigos y/o el uso de tabaco sin humo, recomendando que dejen de hacerlo por el riesgo de adicción progresivo y los riesgos posibles de salud, que incluyen: mayor frecuencia de enfermedad respiratoria, predisposición a desarrollo de cánceres futuros, alteración en la maduración cerebral durante la adolescencia (relacionados con la atención, aprendizaje, estado de ánimo y control de los impulsos), dependencia futura a otras drogas y riesgo de ataques cardíacos. Se deberá incrementar su autoestima a quienes no tienen estas prácticas y se recomendará dejar de practicarlo a quienes lo han iniciado o lo mantienen. De forma continua se debe valorar la motivación y síntomas asociados de la dependencia al tabaco, considerando la posible influencia de los factores de riesgo participantes, para apoyar -en el momento que corresponda- el intento de dejar de fumar o vapear, identificando la motivación y las barreras para dejar de realizar esas prácticas a fin de dar apoyo con el especialista profesional correspondiente.
Se debe alentar a los padres y familiares a dar mensajes claros y consistentes a los niños y adolescentes de que esperan que sigan sin fumar. La desaprobación paterna del tabaquismo se asocia con tasas más bajas de iniciación al tabaquismo entre sus hijos.
El uso de productos electrónicos de nicotina, generalmente conocidos como vapeo, ha aumentado drásticamente entre los jóvenes y los adultos jóvenes desde 2013 ante lo cual, organismos internacionales sanitarios ya han destacado las consecuencias para la salud, del uso de productos de tabaco por parte de los jóvenes, el alto riesgo de adicción y la necesidad de intervención temprana para prevenir el inicio y el uso del tabaco. Se recomienda encarecidamente la prevención del vapeo (uso de cigarrillos electrónicos) porque el vapeo produce dependencia a nicotina (a menudo con una mayor exposición a la nicotina que los cigarrillos) y a un mayor uso de tabaco combustible.
Ante una evidencia limitada (por no existir aún investigaciones a largo plazo) se plantea la posibilidad de que la exposición a la nicotina durante la infancia pueda tener efectos adversos en el aprendizaje y el desarrollo del cerebro. En un estudio, el uso de nicotina a una edad temprana (antes de los 10 años) se asoció con un rendimiento cognitivo inferior y diferencias en la forma y dimensiones cerebrales (medida por imágenes de resonancia magnética). Si bien este estudio observacional no establece en forma categórica un efecto causal, los hallazgos podrían explicarse por causalidad inversa. Sin embargo, la posibilidad de que la nicotina tenga efectos adversos en el cerebro en desarrollo está respaldada por estudios en animales, en los que niveles moderados de exposición a la nicotina en sus edades tempranas, se asociaron con biomarcadores de daño neurológico y déficits cognitivos duraderos.
Durante la temporada de pandemia previa, hubo disminución en el consumo de tabaco por cigarros en la población adolescente, al mantenerse el aislamiento domiciliario, pero se incremento el empleo de inhaladores electrónicos con una mayor proporción a los productos que ofrecen varios sabores y con dispositivos con apariencia de memorias usb. A su vez, el consumo de cannabis se incrementó ante su aprobación legal -como actividad recreativa- con percepción en mayoría de los consumidores, que no es dañina.
La ausencia de una decisión firme de no fumar constituye el predictor más fuerte para justificar la experimentación. Las actitudes hacia el tabaquismo están influenciadas por varios factores, como la influencia de amigos o familiares, que generan un desafío difícil para rechazar un cigarrillo o vapeo frente a un ambiente de presión social en edades cada vez menores; y también, la propia percepción errónea que el adolescente manifiesta sobre su hábito de consumo señalando siempre una subestimación, indicando que vapear es más saludable que fumar tabaco combustible y minimizan sus riesgos.
Otro factor, es la adicción a la nicotina ya que luego de algunos días, los jóvenes suelen experimentar las alteraciones correspondientes a su dependencia, que los hace volver a consumir y, la frecuencia de su consumo acelera -de nuevo- la aparición de síntomas de su dependencia; por otra parte, también se incluye la variedad de sabores atractivos para los adolescentes que los incita a probar para experimentar la asociación del sabor (uva, cereza, chicle, etc.)
Como factores ya particulares para este inicio, se incluyen: la depresión, el rendimiento escolar deficiente, mal comportamiento e inasistencia escolar; experiencias sociales y/o familiares adversas, abuso emocional, físico y/o sexual: adolescentes de minorías sexuales y/o con rechazo familiar a su preferencia sexual, antecedente de consumo de sustancias ilícitas y riesgo factible además que pueda hacerse consumidor de marihuana.
A fin de evitar la iniciación del tabaquismo y vapeo por parte del personal de salud, existen intervenciones significativas a llevar de acuerdo con la edad del niño o adolescente. Cuando se encuentra por debajo de cinco años, se deberá de identificar si hay familiares que practiquen el tabaquismo y/o vapeo, que puedan ser modelos de imitación al niño, haciéndoles notar a ellos la importancia de mantener el hogar libre de humos y los riesgos específicos para su salud, realizando en forma posterior evaluación o comprobación de abandonar esa práctica ofreciendo además alternativas de autoayuda y/o de evaluación emocional.
Al familiar que sirve como modelo de iniciación al tabaquismo o vapeo, se deberá señalar que, con la influencia del humo en el hogar puede afectarse el crecimiento del bebé dentro del vientre (desnutrición), alteración de su desarrollo cerebral, posibilidad de nacimiento prematuro. Para los padres fumadores existe el riesgo de desarrollar osteoporosis, infertilidad, úlceras, diabetes. El cáncer de diferentes tipos se incrementa en diez veces a lo habitual, con posibilidad de fallecer -al igual que por infarto cardíaco temprano- y dejar a la familia desamparada. En los hijos durante su desarrollo, puede condicionar: infecciones de oído recurrentes, asma, neumonías.
Cuando el niño ya está en edad escolar (5-12 años) se le podrá cuestionar sobre cómo se siente cundo alguien fuma cerca de él y que hace al respecto, si considera que es dañino el fumar o vapear y/o si le gustará hacerlo en edad posterior, y en su momento, si ya ha probado esas prácticas o tiene amigos que lo realizan. Se deberá de elogiar en caso de no practicar esos hábitos y el mantenerse alejado de esos humos; o bien, recomendar que deje de experimentar esas prácticas, por los efectos negativos a corto plazo como el mal olor, dientes amarillos, arrugas prematuras, la disminución del rendimiento atlético, complicación de cuadros respiratorios y la disminución en su rendimiento académico. Se debe evaluar si en forma adicional hay otros factores específicos que puedan influir, como: depresión, amigos especiales, experiencias adversas y condiciones escolares. Se debe enseñar a desarrollar habilidades de rechazo y evitar la exposición; a los padres, pedirles que establezcan mensajes firmes contra el vapeo y/o tabaquismo con prohibiciones concretas, comprobando sus resultado en intervalos periódicos que pueden ser de 1-2 meses, ofreciendo alternativas de solución temprana ante conflictos emocionales, sociales o escolares específicos.
En los adolescentes y adultos jóvenes (13-21años), se les debe cuestionar sobre el comportamiento de fumar en un ambiente confidencial, en compañía de amigos y/o el uso de tabaco sin humo, recomendando que dejen de hacerlo por el riesgo de adicción progresivo y los riesgos posibles de salud, que incluyen: mayor frecuencia de enfermedad respiratoria, predisposición a desarrollo de cánceres futuros, alteración en la maduración cerebral durante la adolescencia (relacionados con la atención, aprendizaje, estado de ánimo y control de los impulsos), dependencia futura a otras drogas y riesgo de ataques cardíacos. Se deberá incrementar su autoestima a quienes no tienen estas prácticas y se recomendará dejar de practicarlo a quienes lo han iniciado o lo mantienen. De forma continua se debe valorar la motivación y síntomas asociados de la dependencia al tabaco, considerando la posible influencia de los factores de riesgo participantes, para apoyar -en el momento que corresponda- el intento de dejar de fumar o vapear, identificando la motivación y las barreras para dejar de realizar esas prácticas a fin de dar apoyo con el especialista profesional correspondiente.
Se debe alentar a los padres y familiares a dar mensajes claros y consistentes a los niños y adolescentes de que esperan que sigan sin fumar. La desaprobación paterna del tabaquismo se asocia con tasas más bajas de iniciación al tabaquismo entre sus hijos.
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