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La atención de un niño grave


La atención de un niño para la recuperación de su salud por alguna enfermedad grave, requiere la selección de una atención profesional con características muy especiales, para garantizar la evolución favorable en el presente y futuro de ese niño.
Lamentablemente en nuestra sociedad, existe poco la cultura de la prevención y generalmente la mayoría se ve presionada a llevar a su hijo con el médico cuando ya se encuentra enfermo, y en más de las veces, con complicaciones por no haber mejoría con los remedios caseros o recomendaciones de parientes o amigos.
La decisión a partir de ese momento, es trascendental para la salud del niño, ya que en atención a la economía familiar se recurre quizás a personas sin experiencia en la identificación de casos complicados o difíciles, pero que cobran muy barata la atención médica; y en la mayoría de las ocasiones, por una mala evaluación en el conocimiento de la enfermedad o en el tratamiento, con mayores complicaciones posteriores. Dejando aparte por un lado, la posibilidad de recibir la atención institucional a la que pueden tener derecho, por el simple hecho de no querer perder el tiempo en algún lugar donde los pueden hacer esperar.
En todas las instituciones del sector salud, existe un sistema especial para identificar las urgencias, desde el momento en que la persona empieza a ofrecer sus datos generales y las características de la enfermedad, y así quienes requieren de atención inmediata son recibidos y valorados para su tratamiento rápido y quienes tienen alguna enfermedad que pueda ser valorada posterior a ella, deberán esperar algún tiempo prudente.
Es aquí donde varios padres de familia, pueden considerar la urgencia sentida de sus hijos como la más importante que otras personas, y a pesar del tiempo que tenga de evolución la enfermedad de su paciente, puede tomar la iniciativa de prescindir de los servicios de salud a los que tiene derecho para buscar la atención a nivel particular, desconociendo que por parte de la institución, podría tener acceso a todos los servicios hospitalarios que sean necesarios para la atención de sus hijos, sin costo alguno o con alguna cuota de recuperación mínima; y entonces, optan por la atención particular en donde se puede tener a una sola persona con buena capacidad, pero quizás sin muchos elementos materiales o disponibilidad de recursos adecuados, para la atención del padecimiento, lo cual puede dar margen a que la evolución natural de la enfermedad se complique y sea finalmente enviado a la institución hospitalaria a la que tenga derecho de atención por parte del mismo médico, justificándose en la falta de recursos materiales.
En la situación especial de un niño con enfermedad crítica, será necesaria la revisión de su evolución de forma constante, y cuando se atiende a nivel particular es difícil contar con un solo médico responsable que mantenga la vigilancia frecuente en la mayoría de las 24 horas de cada día, y además es necesario también contar con el empleo de aparatos particulares para vigilar las funciones corporales más importantes. Esto se improvisa en la mayoría de las ocasiones en servicios particulares o bien si se cuenta con los medios adecuados su costo es muy elevado por día, y es posible que la recuperación de un paciente crítico se lleve en promedio de siete a diez días como mínimo.   
La ventaja en el punto anterior por la atención institucional, permite que haya un medico que valore al paciente en cada turno, se administren los medicamentos de forma oportuna, y el equipo necesario se dispone a la brevedad y con funcionamiento conveniente.
A nivel particular, se cuenta con pocos establecimientos donde se pueda dar la atención adecuada a los niños, y para reconocerlo es necesario cuestionar y comprobar si existen los medios y si el personal tiene la capacitación adecuada para la atención de esos casos críticos, además de considerar el presupuesto a gastar de acuerdo al tiempo y evolución que vaya teniendo el paciente.
El punto importante en cualquiera de las dos situaciones planteadas, es la comunicación constante, honesta y adecuada con el médico responsable o de turno, con el familiar.  Con el conocimiento que es un derecho el que tiene el familiar o paciente de saber su estado de salud, evolución y pronóstico, además de plan a seguir para verificar su respuesta posterior; como por parte del médico de elemental responsabilidad, el ofrecer la información de la forma más clara y amplia con las expectativas reales de la situación, para evitar confusiones.