Es la molestia
más habitual que afecta a la población general, y se incrementa en temporada de
frío. Son los niños, quienes llegan a tener con mayor frecuencia estos cuadros,
que fácilmente se pueden complicar con otras consecuencias, en consideración a
sus menores dimensiones respiratorias relacionadas con una menor edad.
Estos cuadros
son causados por virus especiales, que por tener como principal sitio de
infección la mucosa de la nariz, se les conoce con el nombre de rinovirus. De
ellos, existen aproximadamente hasta 200 diferentes tipos. Se encuentran
localizados en las gotas de secreciones (tos, estornudo o saliva) eliminadas
por sus portadores o personas enfermas, además de los objetos que llegan a
tocar en forma frecuente, en donde logran tener capacidad de mantenerse con vida, en
tiempo máximo hasta de tres horas.
Estas
infecciones respiratorias, no son tan frecuentes en los menores de un año de
edad, por mantenerse con protección pasiva, a partir de las células y defensas
(anticuerpos) presentes en la leche materna, y por mantenerse en aislamiento
relativo de la población. Es a partir del momento que se suspende la leche
materna, y se relacionan los niños con portadores o enfermos, que llegan a
adquirir estos cuadros respiratorios. En las guarderías sería menor la
incidencia de esta enfermedad, si se promoviera el apoyo a mantener la
lactancia materna entre los niños asistentes, y se hiciera una labor de
aislamiento más eficiente, en los niños que inician con las manifestaciones antes
de extender el contagio a los restantes.
La enfermedad es
más frecuente en esta temporada de frío en base a dos características. La
primera condición: es la existencia de aire en temperatura fría, que al pasar
por el sistema respiratorio, condiciona incremento en la producción de moco y
disminución en su velocidad de flujo, que determinan incremento y retención de
secreciones, facilitando la penetración y multiplicación de los virus, que de
forma normal deberían eliminarse en el flujo continuo del moco. El otro factor
adicional es la concentración de los virus, que se favorece en la temporada de
frío, por condicionar en la mayoría de las habitaciones a mantenerse cerradas,
con propósito inicial de retener calor, pero de forma secundaria favorece también
a la acumulación progresiva de virus, haciéndose más evidente en aquellos lugares públicos o de
concentración, como: centros comerciales, fiestas, iglesias, reuniones
familiares, etc. Con la disminución del espacio físico en estos lugares, la
transmisión por inhalación de las partículas contaminantes en este aire viciado,
es más frecuente.
En los primeros
años de vida y fuera de estas condiciones climáticas, la enfermedad sigue
siendo frecuente en los menores de cinco años, por no contar con inmunidad
específica para estos virus, y tener que irla desarrollando ante la presencia
de sus infecciones recurrentes, hasta lograr contar con un arsenal suficiente
de anticuerpos a partir de los cinco años de edad, que hacen menos frecuente
estos cuadros. Asocia también el hábito común en estas edades, de realizar
exploraciones diversas con chupeteo de diferentes objetos, o en forma frecuente
de sus mismas manos contaminadas. La exposición a la inhalación de partículas
muy finas como talcos, humos de cigarro, polvo casero, y humos son factores que
incrementan el riesgo.
Por estas
razones, es posible llegar a notar que un niño mayor de un año y menor de
cinco, puede tener recurrencia de cuadros gripales, con frecuencia mínima de
veinte cuadros anuales (en los más pequeños de edad), que disminuyen a diez
aproximados a los cinco años, sin llegar a pensar que se tiene una deficiencia
especial. Pero lamentablemente, estos datos estadísticos son mal empleados por
empresas particulares, a fin de promover mediante publicidad engañosa, algunos
productos que proponen eliminar esos cuadros (ej.: el comercial de vitamina C
contra el monstruo del resfriado).
Considerando lo
previamente referido, debemos desechar las ideas que por costumbres o
tradiciones se refieren de la forma de adquirir esta enfermedad: caminar con
los pies descalzos, bañarse en época de frío, cubrirse todo el cuerpo (menos la
cara), etc.
Para evitar la
enfermedad, se deberá fomentar el empleo adecuado de las bufandas con
protección conveniente en nariz y boca, con finalidad de ofrecer un medio
mecánico para calentar el aire, que entrará al sistema respiratorio y evitar la
exposición a climas fríos. Cubrirse en forma adecuada la nariz o boca, al
estornudar o toser con medios desechables que se eliminen de forma hermética o
se incineren, ya que al hacerlo en el pliegue del codo, es posible contaminarse
las manos a su contacto con esos lugares. Promover la continuidad del aporte de
leche humana en las guarderías y el aislamiento adecuado de casos de sospecha
para evitar su extensión. Evitar la asistencia de los niños en temporada de
frío a lugares cerrados, y no tener contacto cercano con personas enfermas. De
forma especial, procurar mantener las manos limpias en forma constante, ya que
se contaminan fácilmente por cualquier parte.
El empleo de
cubre bocas, tiene la finalidad de evitar la introducción de gérmenes en
ambientes altamente contaminados; y también, evitar la diseminación de quien
padece la enfermedad. Pero, si tomamos en cuenta la cantidad de veces que se
respira por minuto en los niños, tendremos la formidable cantidad de 4200
movimientos respiratorios en una hora, que justifica cambiar los cubre bocas
máximo a las dos horas de su empleo, ante la certeza que en ese tiempo a nivel
microscópico, ya existen infinidad de virus que pueden atravesar -por
concentración-, las estructuras internas del filtro, aunque el aspecto externo
aparente lo haga aún lucir como nuevo o muy limpio.
Las
manifestaciones del catarro común, la mayoría las identifica clásicamente por
la presencia de estornudos, congestión nasal, escurrimiento, tos, malestar
general, fiebre, lagrimeo, apetito disminuido, dolor de garganta, somnolencia,
irritabilidad entre otros.
Los niños
fácilmente pueden sufrir de complicaciones en el curso de su enfermedad, al
relacionar obstrucciones de sus conductos respiratorios en grados variables. Es
posible que asocie inflamación e infección adicional con bacterias en el oído,
senos paranasales, anginas, adenoides o en vías respiratorias bajas. Se puede
disminuir el riesgo de complicación al evitar los factores de riesgo como
exposición a partículas finas o tabaquismo, empleo de dispositivos de succión
como: popotes, chupones, biberones, vasos entrenadores. Postura horizontal al
momento de alimentarse, “sonar la nariz” manteniendo bloqueadas ambas fosas
nasales (el moco por la presión pasa a obstruir conductos del oído y/o de senos
paranasales), contaminación potencial y reacción inflamatoria con empleo de
perillas, pasadores, algodón o papel para extraer los mocos acumulados en las
fosas nasales.
Se deberá evitar
emplear gotas para cuadros gripales, porque algunas contienen una sustancia que
hace disminuir la circulación sanguínea, recordando que en la parte superior de
la misma, se encuentran las raíces sensitivas del sistema olfatorio que por ser
tejido neuronal, al momento de carecer de circulación sanguínea adecuada, puede
deteriorarse, disminuyendo la calidad de percepción de olores para el resto de
la vida.
La recomendación
publicitaria de vitaminas ACD en esta temporada, en la forma sugerida, expone a
los niños a desarrollar cálculos urinarios e intoxicación con vitaminas
solubles en grasa (AD) que puedan generar dolor de cabeza intenso.
Evitar el empleo
de “la frotadita que ayuda” que implica la inhalación de una grasa que se
evapora y pasa a los pulmones, con riesgo en los más chicos de neumonía
química.
La valoración de
los cuadros gripales, requiere de una valoración médica sensata para evitar
empleo de medicamentos dañinos, y dejar solo los sintomáticos mínimos
necesarios, a fin de ofrecer una recuperación lo más natural a esta convivencia
que se tiene como antecedente en la historia de la humanidad, en miles de años…