Es una
enfermedad parasitaria que infecta alrededor de ocho a diez millones de
personas, principalmente en América Latina, donde se considera como endémica
(una enfermedad habitual o recurrente) en 21 países.
Se establece que
cada año en promedio, mueren cerca de doce mil personas víctimas de esta
enfermedad, por lo que se considera como la principal causa de mortalidad con
origen parasitario en toda América.
Muy
frecuentemente se adquiere durante la etapa infantil, en donde puede
manifestarse en forma de enfermedad aguda por un promedio de dos meses, para
comportarse posteriormente en forma crónica, con duración por el resto de la
vida, hasta la edad adulta en que las manifestaciones crónicas afectan
finalmente al tubo digestivo con alteraciones especiales; o bien, con
alteración progresiva del corazón para condicionar finalmente la muerte del
individuo.
La forma de
adquirir esta enfermedad, en la mayoría de las ocasiones esta mediada por la
picadura de una chinche, que en diferentes regiones se le conoce de forma
especial: besucona en México, picuda en Guatemala, pito en Colombia, chichá en
Paraguay, chipo en Venezuela, chiri macha en Perú, barbeiro en Brasil, vinchuca
en Argentina, Chile, Uruguay y Bolivia. Otra forma de transmitirse la
enfermedad es por contagio como el trasplante de órganos infectados, la
ingestión de alimentos contaminados o durante el embarazo de la madre al hijo.
En esta última modalidad a la enfermedad se le nombra como enfermedad de Chagas
congénita, que en la actualidad constituye un modo de transmisión significativo
con casi catorce mil casos anuales.
Esta chinche es
un insecto de hábitos nocturnos, con alimentación principalmente a partir de la
medianoche y puede tener largos periodos
de ayuno en alguna etapa de su maduración (hasta seis meses). Prefiere la
temperatura tibia de las habitaciones y es más frecuente que se desarrolle en
climas cálidos. Puede ser transportado en el equipaje, ropas o leña. Se
caracteriza por tener un tamaño de 2 mm hasta 2 cm en estado adulto, es de
color pardo y tiene un reborde con bandas transversales, que se alternan en
colores pardos y claros. Su cabeza es alargada, con dos antenas notorias y tres
pares de patas.
Esta chinche que
se encuentra en forma abundante en algunas regiones, se alimenta con sangre del
huésped, a quien le extrae el parásito mientras tiene circulación por los vasos
sanguíneos. En su interior del insecto, el parásito experimenta algunas
modificaciones especiales para sobrevivir y poder eliminarse de su sistema
digestivo, mediante su excremento que elimina al momento de llenarse de sangre,
ante una nueva mordedura a un ser humano susceptible. Así queda depositado en
sitio cercano a la picadura, ya con el rascado por el nuevo huésped, se genera
la oportunidad de poder entrar por el sitio de mordedura de la chinche; o bien,
en el interior de la uña puede introducirse por algún tejido mucoso diferente,
que en el caso de los niños, es común que sea a nivel del ojo ante estimulaciones
ambientales variadas.
El desarrollo de
su enfermedad se caracteriza por dos diferentes etapas: una fase aguda y otra
de tipo crónico. La fase aguda tiene un periodo promedio de incubación de una a
dos semanas posterior a la picadura, cuatro meses en los casos de trasfusión
materna y con órganos trasplantados infectados. Durante esta fase aguda que
tiene una duración variable de ocho a doce semanas, se caracteriza por la
circulación abundante del parásito en la sangre del afectado, con extensión y
localización hacia diferentes órganos o sistemas corporales. El paciente
manifiesta síntomas generales no específicos como malestar general, fiebre y
déficit de apetito. En otras ocasiones no hay evidencia de alteraciones
específicas señaladas, o bien, los datos previos al final no logran orientar de
forma inmediata para considerar la enfermedad.
En una minoría
de pacientes, la infección aguda puede estar asociada con la presencia de
enrojecimiento y aumento de volumen (hinchazón), en el sitio donde ocurrió la
inoculación a lo que se le conoce como Chagoma, que típicamente se manifiesta
en la cara o en las extremidades. Cuando la inoculación se efectúa con el dedo
contaminado sobre el ojo, se podrá identificar otra forma característica de la
enfermedad a base de enrojecimiento e hinchazón de los párpados de un solo ojo.
La forma aguda
severa de la enfermedad, se presenta en aproximadamente el uno por ciento de
los casos. La diseminación del parásito a diferentes órganos puede generar
fallas importantes a nivel del corazón con inflamación de su tejido muscular o
formación de exudado en su capa externa y/o a nivel del sistema nervioso con
inflamación aguda, que pueden condicionar una deficiencia funcional extensa con
fallecimiento del paciente. Se establece que la enfermedad adquirida por
contaminación de los alimentos, es la que puede presentar esta evolución
fatídica en mayor proporción que la producida por la inoculación de la chinche.
La forma
congénita, en su mayoría no manifiesta alteraciones particulares; o bien,
pueden cursar con signos in específicos en donde la realización de determinados
estudios de laboratorio, podrá orientar al diagnóstico de esta enfermedad. En
una muy pequeña proporción de pacientes la infección congénita puede causar
morbilidad variada que incluye: peso bajo al nacimiento, crecimiento de hígado
y bazo, anemia, insuficiencia respiratoria o meningoencefalitis con alto riesgo
de mortalidad. Los niños que sobreviven a la infección aguda se consideran como
portadores de riesgo cardíaco o digestivo similar al de otros individuos
infectados (20 a 30%). La detección de la enfermedad en la mujer embarazada,
deberá mantener en alerta la atención del niño posterior a su nacimiento, por
el riesgo elevado de su transmisión.
La fase crónica
de la enfermedad, inicia a partir del momento en que los parásitos disminuyen
en la circulación sanguínea del paciente, que en ausencia de un tratamiento
específico, usualmente tiene una duración de ocho a doce semanas después que se
inició la condición aguda. En esta etapa crónica, todos los individuos que la
padecen tienen la capacidad de poder transmitir el parásito a la chinche y
poder transmitir de forma directa a otros humanos por medio de sus componentes
sanguíneos, donación de órganos o mediante el embarazo, siempre con ausencia de
manifestaciones clínicas que lo pudieran hacer sospechar. La mayoría, en la
forma crónica se comportan como indeterminadas, al no tener evidencia de
lesiones en corazón y sistema digestivo. Cerca del veinte al treinta por ciento
de quienes tienen forma indeterminada, evolucionan sobre un periodo de años o
décadas, a la enfermedad con manifestaciones progresivas en corazón y/o sistema
digestivo, causando deformidad por aumento de tamaño y al final con
insuficiencia. Otros pacientes con forma indeterminada, podrán tener reactivación de su enfermedad al disminuir la
eficiencia el sistema inmunológico; y eso se presenta con algunas enfermedades
especiales o bajo tratamientos supresores.
Con las
alteraciones iniciales presentes en el niño, se deberá acudir a la valoración
médica; donde los datos de sospecha, justifican realizar pruebas especiales
para ameritar el tratamiento, cuyo fin es evitar daños mayores y limitar la población
parasitaria en el paciente. Sin tratamiento, algunas infecciones agudas pueden
ser mortales y algunas formas crónicas al paso del tiempo, pueden causar
alteraciones con muerte posterior.
Con fines preventivos
existen brigadas especiales de salud, que promueven medidas higiénicas y de fumigación
para evitar la existencia de la chinche. En las comunidades de alta incidencia
se deberá evitar dormir a la intemperie y utilizar barreras mecánicas para
impedir la mordedura del insecto vector.