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Complicaciones de COVID19 en niños


A finales de 2019 se identifica un nuevo virus como causa de enfermedad pulmonar grave, que se extiende rápidamente en toda China, seguida de un número creciente de casos en otros países a nivel mundial. En febrero de 2020 la OMS nombra a esta enfermedad COVID-19 para identificar a la enfermedad por coronavirus y a partir del 11 de marzo 2020 es declarada como pandemia.
Desde su inicio se había identificado que la enfermedad afecta en forma más frecuente a la población adulta y con alta mortalidad en pacientes de tercera edad y/o con otras enfermedades asociadas (cardiovasculares, nutricionales, respiratorias).  Investigaciones específicas logran reportar que la población infantil en su mayoría, se comportan con ausencia de alteraciones o con una evolución benigna que, durante el curso de la enfermedad a los niños, les causa poco malestar. Estudios estadísticos demuestran que cerca del 90% de casos positivos por laboratorio, fueron asintomáticos o con manifestaciones leves o moderadas, con teorías variadas para explicar esta evolución.
La presentación en niños más común de COVID-19 es una serie de signos y síntomas que incluyen desde completamente asintomáticos a los síntomas de infección aguda del tracto respiratorio superior, como fiebre, fatiga, tos, dolor de garganta, escurrimiento y congestión nasal y se pueden incluir alteraciones digestivas (dolor, diarrea), que pueden llegar a considerarse secundarios a otras causas y no justificar estudios específicos.
Sin embargo, a partir de abril 2020 se empiezan a reportar informes de casos raros parecidos a otra enfermedad (Kawasaki sin todos sus alteraciones) que se le relacionan con antecedente de COVID-19. Desde entonces, se han estado reportando informes crecientes de niños afectados de forma similar en diferentes partes del mundo. Así en forma inicial se le describe como: nuevo síndrome inflamatorio multisistémico en niños, para establecer la advertencia de su detección en niños, que de forma repentina pueden presentar estos datos y que pueden fallecer o tener graves complicaciones.
Este cuadro es diferente a la enfermedad de Kawasaki, ya que es más frecuente en niños escolares y adolescentes (9-11 años) con mayor predisposición para niños de origen hispano y africano, mientras que la enfermedad de Kawasaki afecta con mayor frecuencia a menores de cinco años, de poblaciones con ascendencia asiática. Compartiendo entre ellos varias manifestaciones inflamatorias similares específicas.
Este síndrome inflamatorio multisistémico (SIM-Covid19) generalmente aparece en promedio después de 40 días de padecer COVID-19 lo que representa una complicación posterior a la infección viral en lugar de una infección aguda.
El síndrome de Kawasaki es una enfermedad de los vasos sanguíneos arteriales de tamaño mediano y pequeño, de origen infamatorio (sin causa específica), agudo y autolimitado, pero potencialmente grave por las complicaciones que puede generar en años siguientes por alteración de la circulación sanguínea del corazón. Se manifiesta con presencia de fiebre, alteraciones inflamatorias de mucosas y piel, crecimiento de ganglios, descamación principalmente de los dedos y alteraciones posteriores de las arterias del corazón (coronarias) con posible muerte súbita. Menos frecuente hay dolor abdominal, diarrea, nauseas y vómitos asociados con el cuadro. Para diagnosticar esta enfermedad, se deben cumplir estrictos criterios clínicos y de laboratorio, que en el caso de los niños y adolescentes con antecedente de COVID-19 no se cumplen y el cuadro se considera luego como atípico o incompleto, pero notando que durante su presencia hay alteraciones del funcionamiento cardiaco que puede representar riesgo vital al paciente. Se nota respuesta favorable con tratamiento similar a la enfermedad de Kawasaki.
Las manifestaciones clínicas que se presentan en el SIM-Covid19 incluyen: fiebre persistente con duración promedio de cuatro días, alteraciones digestivas a base de dolor abdominal, diarrea y/o vómitos. Alteraciones de la piel con puntilleo rojizo diseminado, alteraciones neurológicas con dolor de cabeza, somnolencia, confusión o letargo. Alteraciones respiratorias con congestión nasal, escurrimiento. Conjuntivitis con coloración rojiza notoria de los ojos, compromiso de la membrana mucosa de la boca con enrojecimiento e inflamación de lengua, encías y labios hasta con sangrados superficiales principalmente en comisuras y pliegues labiales, manos y pies hinchados y con menor frecuencia dolor de garganta.
El cuadro generalmente inicia con fiebre de tres a cinco días seguidos de afectación general grave, asociado con alteraciones de la piel o de mucosas ya señaladas, con tendencia súbita de flacidez, reactividad disminuida y disminución de la circulación sanguínea (estado de choque), que influye a las alteraciones respiratorias con una mayor frecuencia respiratoria a la habitual, asociada con dificultad.
Estos cuadros afortunadamente no son frecuentes en la población pediátrica, pero si requieren de su atención hospitalaria para su manejo específico a fin de vigilar su recuperación adecuada y ausencia de posibles complicaciones posteriores. Pueden cursar con disminución del funcionamiento cardíaco, insuficiencia respiratoria que puede ameritar empleo de ventilación mecánica. Lesión renal por compromiso de la circulación sanguínea; insuficiencia del funcionamiento del hígado, derrames en algunas cavidades, como: pleuras (entre pulmones y tórax) pericárdica (alrededor del corazón) o ascitis (interior del abdomen, por fuera de las vísceras abdominales).
La gravedad de esta enfermedad se establece que ante la respuesta inflamatoria diseminada e intensa en la mayoría de los órganos del paciente, en primer lugar, hay deficiencia en la circulación sanguínea y de nutrientes importantes, con riesgo fatal si la descompensación no logra estabilizarse o predisponer a secuelas orgánicas con limitación funcional posterior, por el tiempo que dura sin nutrición apropiada algunos órganos. Entre todas las funciones alteradas, la más importante a vigilar es el funcionamiento del corazón ya que por la inflamación, el trabajo de bombeo del corazón se compromete; y también, por alteración inflamatoria en su mecanismo de regulación, es posible la presencia de arritmias y paro cardiaco. Otro evento para vigilar son las alteraciones de coagulación, que pueden formar émbolos (por coágulos) que pueden generar un daño cerebral o renal, por lo que su atención será bajo vigilancia con monitores específicos y estudios para comprobar que no haya deterioro progresivo.
Esta enfermedad debe diferenciarse de otras que puedan tener alteraciones similares, por lo que deben comprender los familiares de los niños afectados que, al momento de quedar hospitalizados para su atención, siempre será necesario y adecuado realizar diferentes tipos de estudios de laboratorio o de imagen, a fin de poder determinar la naturaleza de la enfermedad y en forma asociada continuar o modificar su tratamiento.
Dentro de los estudios, se deberán de incluir en particular durante esta pandemia, la reactividad de los anticuerpos específicos para coronavirus que, al ser positivos, establecerán la relación con esta enfermedad, recordando que la mayoría de estos pacientes en inicio pueden no tener manifestación alguna para sospechar su presencia. Se aclara que de los anticuerpos existen dos fracciones especiales: los anticuerpos de tipo M son los primeros en incrementar ante el cuadro agudo (después de 10-14 días del cuadro) y en forma progresiva empiezan a disminuir, incrementando luego los del tipo G que se asocian con una convalecencia del cuadro e inmunidad relativa (por no tener certeza aún de su duración). El estudio nasal es negativo por no tener ahí virus presente.
Se insiste finalmente, que este cuadro no es frecuente; y en especial, que la mayoría de los niños no tienen manifestaciones evidentes del COVID 19 (para identificar su afección), pero si alguno tiene fiebre habrá que vigilar por 48 hr si asocia cualquier alteración corporal adicional de sospecha para su atención temprana… (no se confíen).