Este tipo de dieta se estableció como alternativa de tratamiento para pacientes con
epilepsia de difícil control, para imitar los cambios asociados con el ayuno y
ganó reconocimiento como un tratamiento potente para la epilepsia pediátrica a
mediados de la década de 1990. Es una dieta con alto contenido de grasas y baja
en carbohidratos, en donde la grasa -en lugar de la glucosa presente en los
azúcares o almidones-, actúa como una fuente de energía importante por su
metabolismo, con liberación de productos finales conocidas como cuerpos
cetónicos.
En los inicios de este siglo, se establece un organismo internacional de estudio para la dieta cetógena que publica pautas específicas en 2009 y 2018 para definir información práctica específica para su empleo que debe ser sugerido por indicación médica.
Al contar con tecnología cada vez más avanzada, se van conociendo los mecanismos para explicar la forma como actúa esta dieta, haciendo evidencia que son complejos, por las interacciones con sustancias bioquímicas y elementos celulares específicos de las neuronas para producir efectos anticonvulsivantes y/o de protección neuronal. Así en forma muy simplista, se puede generalizar que: regula de forma eficiente la relación entre diversas sustancias (neurotransmisores) que estimulan y/o inhiben a las neuronas, controlan su producción de energía, regulan el voltaje de excitación y/o inhibición de las membranas celulares, mejora el funcionamiento de elementos celulares (mitocondrias) y modifica la flora bacteriana intestinal que se ha identificado alterada en esos pacientes.
Aunque no funciona para todos los niños, varios estudios han demostrado que la dieta cetógena reduce y previene las convulsiones en muchos niños cuyas crisis convulsivas no podían ser controladas por los medicamentos y, para aquellos que no pudieron tolerar los efectos secundarios de sus medicamentos. Típicamente, esta dieta consiste en una proporción de 4 gramos de grasa por cada gramo de carbohidrato y de proteína. Esto significa que cerca del 90 % de las calorías vienen de la grasa, requiriendo en esta dieta comer más que todo: alimentos con grasas de cadena larga (como la mantequilla y la crema). Se puede modificar la proporción de la grasa con los otros nutrientes (3:1 o 2:1) para poder garantizar aporte de proteínas suficientes durante la etapa de adolescentes y bebés, o para niños con necesidades energéticas excepcionalmente bajas.
Aunque
su eficacia está probada, este tipo de dieta no es un método de tratamiento
fácil y conveniente, tanto para los pacientes como para los
cuidadores. Mantener una dieta rica en grasas puede ser desagradable y
provocar varios efectos adversos. Preparar cada comida con el cálculo, medición
de la composición y los ingredientes de los alimentos, puede resultar imposible
para algunos pacientes y cuidadores; además de asegurar que su consumo se lleve
a cabo en su totalidad establecida. Debido a esas dificultades, se han estudiado
y desarrollado otras alternativas asociadas a esa dieta.
Una primera alternativa es modificar el tipo de grasas que se emplean de la fórmula original, al utilizar grasas de cadena media (aceite de coco o de palma) cumpliendo efectos similares a la dieta cetógena original (grasas de cadena larga: mantequilla, oliva, almendra, aguacate, etc.) con aporte diferente de carbohidratos (10%) y proteínas (20%), con la ventaja de producir una mayor cantidad de cetonas que las grasas de cadena larga. Además, sin un sabor tan evidente, permite mayor mezcla con alimentos.
Otra alternativa (cetógena modificada de Atkins), permite el aporte de proteínas y carbohidratos en forma diferente, para su mejor tolerancia y en condiciones donde no se pueda elaborar -por falta de alimentos específicos- las dietas cetógenas previas. Otra variante (de índice glucémico bajo) emplea alimentos con bajo aporte de carbohidrato (glucosa) como la carne, productos lácteos, verduras y alimentos integrales sin procesar, con la finalidad de disminuir el metabolismo de la glucosa en el cuerpo. Estas dos últimas variantes son factibles de emplear, en etapas de adolescencia y en lugares donde no se cuente con la orientación apropiada de nutriólogos capacitados. Otra alternativa más reciente, emplea una grasa de origen sintético (triheptanoína).
En contra de las creencias comunes previas que este tipo de dieta es desagradable e intolerable, los nutriólogos actuales, logran modificar esos conceptos organizando dietas cetógenas adecuadas a cada diferente cultura con sus alimentos disponibles.
Este tipo de dieta se recomienda en general, para las convulsiones de difícil control o en terapias con dos o más anticonvulsivantes convencionales empleados, sin respuesta favorable; pero se ha demostrado su mayor eficacia en especial, sobre: la epilepsia mioclónica (síndrome de Dravet y Doose), espasmos infantiles, esclerosis tuberosa, síndrome de Rett, además de trastornos de metabolismo específicos.
En sentido contrario, los niños con convulsiones parciales responden menos a esta dieta, al igual que aquellos que están bajo tratamiento con fenobarbital y tampoco, deberá de considerarse esta dieta en los candidatos a tratamiento quirúrgico anticonvulsivante.
Para iniciar esta dieta, se necesita de la evaluación del neurólogo y nutriólogo a fin de definir la evolución del desarrollo y datos de ingesta actual, para descartar alteraciones previas. Hay enfermedades neurológicas en donde la mecánica de la deglución está afectada y condiciona deterioro en el aporte de alimentos en razón a su consistencia. A fin de ser bien limitado, se deben descartar otras fuentes de aporte de carbohidratos.
Para su inicio se debe preceder de un periodo de ayuno de 12 a 48 horas a fin de estimular en forma natural la cetosis orgánica, aunque al momento ya no es requisito indispensable, pero si influye en cuanto al tiempo de mejorar el control de convulsiones, con diferencia hasta de nueve días (más temprano). La presencia de efectos secundarios como disminución de niveles de azúcar (hipoglucemia), sensación de náuseas, vómito, deshidratación, son causados por un trastorno metabólico no establecido, por lo que se justifica que su inicio se realice bajo supervisión médica, en ambiente hospitalario.
La dieta será introducida en dosis progresivas, variable en cuanto al aporte progresivo de calorías (un tercio cada día, durante tres días) o con aporte completo de calorías y modificación progresiva de la proporción de nutrientes (grasas sobre carbohidratos y proteínas. 1:1, 2:1, 3;1, 4:1), debiendo capacitarse los familiares encargados de la preparación de los nutrientes y asociar con suplementación individual de vitaminas y minerales. Al egreso, los familiares deben contar con recetas variadas de esta dieta, organizando citas de seguimiento cada tres meses en los mayores de un año (y cada mes en los menores de un año). La restricción de líquidos ya no se considera necesario, señalando que debe ingerirse la cantidad suficiente a fin de evitar el estreñimiento y la formación de cálculos renales, que pueden ser efectos asociados poco frecuentes.
Como efectos secundarios a largo plazo (mas de seis años con empleo de la dieta) se describen un número pequeño de pacientes con pancreatitis, cálculos renales, fracturas óseas, anormalidades cardíacas y alteraciones del crecimiento, que son viables de evitar con estudios de laboratorio y aporte individual apropiado de vitaminas y minerales
Se ha reportado otros beneficios de la dieta cetógena, aparte de mejorar algunas enfermedades convulsivas y trastornos metabólicos. Durante el primer año de vida es fundamental para la formación de conexiones neuronales y maduración de las prolongaciones de neuronas. Se emplea también por vía endovenosa para el control del estado epiléptico refractario bajo sedación. Otros usos incluyen para la enfermedad de Alzheimer, tumores cerebrales, daño cerebral traumático y de tipo vascular, autismo, trastorno bipolar, depresión, diabetes, migraña, narcolepsia, obesidad, esquizofrenia, trastornos del sueño, esclerosis lateral.
Es una alternativa aceptada para algunos trastornos neurológicos y metabólicos, pero considere que: siempre deberá estar supervisada por los especialistas correspondientes.
En los inicios de este siglo, se establece un organismo internacional de estudio para la dieta cetógena que publica pautas específicas en 2009 y 2018 para definir información práctica específica para su empleo que debe ser sugerido por indicación médica.
Al contar con tecnología cada vez más avanzada, se van conociendo los mecanismos para explicar la forma como actúa esta dieta, haciendo evidencia que son complejos, por las interacciones con sustancias bioquímicas y elementos celulares específicos de las neuronas para producir efectos anticonvulsivantes y/o de protección neuronal. Así en forma muy simplista, se puede generalizar que: regula de forma eficiente la relación entre diversas sustancias (neurotransmisores) que estimulan y/o inhiben a las neuronas, controlan su producción de energía, regulan el voltaje de excitación y/o inhibición de las membranas celulares, mejora el funcionamiento de elementos celulares (mitocondrias) y modifica la flora bacteriana intestinal que se ha identificado alterada en esos pacientes.
Aunque no funciona para todos los niños, varios estudios han demostrado que la dieta cetógena reduce y previene las convulsiones en muchos niños cuyas crisis convulsivas no podían ser controladas por los medicamentos y, para aquellos que no pudieron tolerar los efectos secundarios de sus medicamentos. Típicamente, esta dieta consiste en una proporción de 4 gramos de grasa por cada gramo de carbohidrato y de proteína. Esto significa que cerca del 90 % de las calorías vienen de la grasa, requiriendo en esta dieta comer más que todo: alimentos con grasas de cadena larga (como la mantequilla y la crema). Se puede modificar la proporción de la grasa con los otros nutrientes (3:1 o 2:1) para poder garantizar aporte de proteínas suficientes durante la etapa de adolescentes y bebés, o para niños con necesidades energéticas excepcionalmente bajas.
Una primera alternativa es modificar el tipo de grasas que se emplean de la fórmula original, al utilizar grasas de cadena media (aceite de coco o de palma) cumpliendo efectos similares a la dieta cetógena original (grasas de cadena larga: mantequilla, oliva, almendra, aguacate, etc.) con aporte diferente de carbohidratos (10%) y proteínas (20%), con la ventaja de producir una mayor cantidad de cetonas que las grasas de cadena larga. Además, sin un sabor tan evidente, permite mayor mezcla con alimentos.
Otra alternativa (cetógena modificada de Atkins), permite el aporte de proteínas y carbohidratos en forma diferente, para su mejor tolerancia y en condiciones donde no se pueda elaborar -por falta de alimentos específicos- las dietas cetógenas previas. Otra variante (de índice glucémico bajo) emplea alimentos con bajo aporte de carbohidrato (glucosa) como la carne, productos lácteos, verduras y alimentos integrales sin procesar, con la finalidad de disminuir el metabolismo de la glucosa en el cuerpo. Estas dos últimas variantes son factibles de emplear, en etapas de adolescencia y en lugares donde no se cuente con la orientación apropiada de nutriólogos capacitados. Otra alternativa más reciente, emplea una grasa de origen sintético (triheptanoína).
En contra de las creencias comunes previas que este tipo de dieta es desagradable e intolerable, los nutriólogos actuales, logran modificar esos conceptos organizando dietas cetógenas adecuadas a cada diferente cultura con sus alimentos disponibles.
Este tipo de dieta se recomienda en general, para las convulsiones de difícil control o en terapias con dos o más anticonvulsivantes convencionales empleados, sin respuesta favorable; pero se ha demostrado su mayor eficacia en especial, sobre: la epilepsia mioclónica (síndrome de Dravet y Doose), espasmos infantiles, esclerosis tuberosa, síndrome de Rett, además de trastornos de metabolismo específicos.
En sentido contrario, los niños con convulsiones parciales responden menos a esta dieta, al igual que aquellos que están bajo tratamiento con fenobarbital y tampoco, deberá de considerarse esta dieta en los candidatos a tratamiento quirúrgico anticonvulsivante.
Para iniciar esta dieta, se necesita de la evaluación del neurólogo y nutriólogo a fin de definir la evolución del desarrollo y datos de ingesta actual, para descartar alteraciones previas. Hay enfermedades neurológicas en donde la mecánica de la deglución está afectada y condiciona deterioro en el aporte de alimentos en razón a su consistencia. A fin de ser bien limitado, se deben descartar otras fuentes de aporte de carbohidratos.
Para su inicio se debe preceder de un periodo de ayuno de 12 a 48 horas a fin de estimular en forma natural la cetosis orgánica, aunque al momento ya no es requisito indispensable, pero si influye en cuanto al tiempo de mejorar el control de convulsiones, con diferencia hasta de nueve días (más temprano). La presencia de efectos secundarios como disminución de niveles de azúcar (hipoglucemia), sensación de náuseas, vómito, deshidratación, son causados por un trastorno metabólico no establecido, por lo que se justifica que su inicio se realice bajo supervisión médica, en ambiente hospitalario.
La dieta será introducida en dosis progresivas, variable en cuanto al aporte progresivo de calorías (un tercio cada día, durante tres días) o con aporte completo de calorías y modificación progresiva de la proporción de nutrientes (grasas sobre carbohidratos y proteínas. 1:1, 2:1, 3;1, 4:1), debiendo capacitarse los familiares encargados de la preparación de los nutrientes y asociar con suplementación individual de vitaminas y minerales. Al egreso, los familiares deben contar con recetas variadas de esta dieta, organizando citas de seguimiento cada tres meses en los mayores de un año (y cada mes en los menores de un año). La restricción de líquidos ya no se considera necesario, señalando que debe ingerirse la cantidad suficiente a fin de evitar el estreñimiento y la formación de cálculos renales, que pueden ser efectos asociados poco frecuentes.
Como efectos secundarios a largo plazo (mas de seis años con empleo de la dieta) se describen un número pequeño de pacientes con pancreatitis, cálculos renales, fracturas óseas, anormalidades cardíacas y alteraciones del crecimiento, que son viables de evitar con estudios de laboratorio y aporte individual apropiado de vitaminas y minerales
Se ha reportado otros beneficios de la dieta cetógena, aparte de mejorar algunas enfermedades convulsivas y trastornos metabólicos. Durante el primer año de vida es fundamental para la formación de conexiones neuronales y maduración de las prolongaciones de neuronas. Se emplea también por vía endovenosa para el control del estado epiléptico refractario bajo sedación. Otros usos incluyen para la enfermedad de Alzheimer, tumores cerebrales, daño cerebral traumático y de tipo vascular, autismo, trastorno bipolar, depresión, diabetes, migraña, narcolepsia, obesidad, esquizofrenia, trastornos del sueño, esclerosis lateral.
Es una alternativa aceptada para algunos trastornos neurológicos y metabólicos, pero considere que: siempre deberá estar supervisada por los especialistas correspondientes.