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El cerebro antes de nacer...

Posterior a la unión del óvulo con el espermatozoide, se da inicio a una nueva vida, en conjugación perfecta de eventos biológicos que inician la liberación de señales minúsculas y perfectas para ir generando nuevas células que se van ordenando y diferenciando en una meteórica secuencia maravillosa, más allá de lo que cualquier proceso cibernético más perfecto, pueda llegar a desarrollarse por mucho tiempo en el futuro. La expresión de las sustancias acumuladas en el interior de cada una de las células primitivas, va estableciendo organización y diferenciación armónica, para dar formación a los diferentes tejidos, órganos y sistemas, que habrán de definir finalmente al ser humano.
Durante el desarrollo del embarazo, se establecen cambios anatómicos impresionantes, además del funcionamiento particular del ser humano, en un ambiente con muy limitada cantidad de oxígeno para sus tejidos. Pero en esta ocasión, no ocuparemos este espacio para dar información de los eventos microscópicos o adaptativos que existen bajo este ambiente líquido, nos enfocaremos, a la importancia que tiene la relación particular de la madre con su hijo, para señalar cómo la estimulación materna puede modificar el desarrollo cerebral del hijo.
En el útero hay variedad de sonidos, el continuado golpeteo del corazón materno, la respiración materna, el periódico retumbar de los ruidos intestinales. La voz de su madre es acompañante habitual y después de nacer rápidamente la reconocerá por los sonidos que ella emite, mucho antes de que la pueda identificar por sus rasgos faciales.
El bebé que no ha nacido tiene una vida activa, está muy atento, con capacidad de reaccionar, es capaz de ver, oír, gustar y experimentar en un nivel primitivo: aprender, pero por sobre todas las cosas es capaz de sentir. Todo esto que sienta o perciba antes de nacer comenzara a modelarlo e influirá en sus actitudes y expectativas de sí mismo.
Desde la tercera semana, cuando el niño tiene el tamaño aproximado al grano de trigo, ya algunas células especializadas se han organizado en forma particular para comenzar a latir y dar origen al corazón. Al mismo tiempo se desarrolla el órgano más misterioso: el cerebro. Se inicia con la diferenciación de células primitivas en neuronas, que empiezan a multiplicarse y a conectarse mediante ramificaciones, que se extienden en forma parecida a un sistema muy complicado de cables, para poder establecer variadas señales que generan otros impulsos, modifican almacenamiento, o liberación de sustancias químicas particulares, que ahora se conocen como neurotransmisores. Al final del cuarto mes, se produce una transformación fantástica: se inicia la maduración neurológica que no terminará hasta la etapa de la adolescencia.
Dentro del útero materno, el bebé recibe una gran cantidad de estímulos, que su capacidad sensorial en desarrollo, procesará la transmisión de la  información, desarrollando la maduración de los nervios y de zonas especiales del cerebro, por lo que cada una de esas pequeñas zonas y células se irán especializando de forma selectiva, y se podrá establecer una estimulación cerebral favorable.
Los conocimientos recientes, establecen que las emociones humanas y el sentido propio del yo, no se originan durante el primer año de vida, sino mucho antes… en el vientre materno. Toda experiencia temprana, a partir de la concepción afecta al desarrollo de la arquitectura normal del cerebro. Todo lo que la madre siente y piensa durante el embarazo, permite generar mínimas cantidades de sustancias especiales y hormonas que son percibidas por neurotransmisores especiales en el hijo. Así la ansiedad, el estrés o la depresión materna alteran la inteligencia y la personalidad, mediante modificaciones en la configuración cerebral. Por otra parte: el amor, alegría y bienestar en forma general, pueden favorecer al desarrollo de los talentos neurológicos. Triste o feliz, agresivo o calmo, seguro o ansioso dependerá en parte de los mensajes que haya recibido de sí mismo en el útero.
El vientre materno, se convierte en esta forma en nuestra primera escuela, en donde el alumno con cierta dotación genética de inteligencia, talento y preferencias, podrán ser modificados con la personalidad de la profesora, condicionando una poderosa influencia en el resultado.
Bajo esta información académica especial, se podrá involucrar a tres medios de comunicación. El primero a nivel molecular, condiciona que las emociones que tenga la madre, permiten liberar cantidades variables y específicas de estructuras químicas de bienestar o de alteraciones, que por el flujo de sangre de la placenta al ombligo del niño, condicionarán estimulación y respuesta en su cerebro. El segundo mecanismo a través de la comunicación sensorial, se tendrá la alternativa de poder estimular al niño mediante canciones o caricias al vientre, que pueden ser percibidos por el hijo a través de sus diferentes estructuras corporales, respondiendo en ocasiones con impulsos corporales (patadas), o movimientos lentos y coordinados en señal de bienestar; o en otras ocasiones, mediante movimientos enérgicos y amplios, en señal posible de rechazo. La última vía de comunicación es la intuitiva, que se genera entre personas con fuertes vínculos emocionales (ejemplo: sentimos la mirada de alguien a nuestras espaldas), que puede permitir la transmisión de emociones en forma bilateral entre la madre y su hijo, sin necesidad de palabras o de estímulos sensitivos.
Por evolución de especies, el cerebro humano cuenta con presencia de dos formas previas primitivas: el reptílico y el límbico. Los hemisferios cerebrales con su corteza cerebral son evolución de la especie humana, que nos dotan de superioridad a los demás animales. Cuando la estimulación es mediante respuestas instintivas y agresivas, se condiciona mayor estimulación a los cerebros primitivos, lo que puede tener relación futura con alteraciones de autismo o de hiperactividad (por señalar como ejemplos), pero cuando los sentimientos humanos y la conducta reflexiva existen de forma predominante en la madre, se estimula el desarrollo más adecuado a la corteza cerebral.     
En la sexta semana al no haber formación específica del oído, la estimulación sonora se percibe por medio de la médula espinal como puente entre la estimulación y la respuesta corporal, identificando variantes de tonos musicales que se perciben a través de las vibraciones corporales, y de acuerdo a sus características, el hijo los relaciona con estimulación favorable o inconveniente. Ya a partir de las 24 semanas del embarazo, el niño tiene capacidad de poder escuchar a través de su oído (bien formado), y por los sonidos rítmicos que capta de los ruidos cardiacos de la madre, se origina estimulación al desarrollo cerebral. Si escucha estimulación agradable es capaz de manifestar en respuesta una sincronía con movimientos corporales con la madre. Los cantos durante el embarazo y el ruido cardiaco, tendrán la opción de poder tranquilizar al niño cuando llora al estar fuera del vientre materno; y a desarrollarse mejor, cuando por su prematurez tienen que estar separados de su madre y se les ofrecen esos sonidos.
Los cambios imperceptibles en la modulación de la voz por las diferentes emociones, son detectados de forma muy sensible por las estructuras primitivas del cerebro del hijo. Se producen las primeras confusiones cuando se trata de fingir emociones, mientras se habla al vientre materno, y la estimulación en la corteza cerebral, puede ser modificada. Una estimulación conveniente y desarrollo adecuado de estructuras primitivas, le permitirá al hijo desarrollar mayores grados de inteligencia emocional, que puede modificar a su vez a los otros tipos de inteligencia del ser humano.

Durante el embarazo, procure iniciar y mantener estimulación favorable hacia su hijo, a fin de proporcionar influencias químicas imperceptibles, que favorezcan a tener una función mental futura adecuada, y de ser posible: superación en otros logros.