Uno de los
eventos trascendentales en la vida del ser humano lo establece el nacimiento,
ya que es el único evento biológico en el que el individuo pasa de un ambiente
líquido, con aporte pasivo de oxígeno, a la obtención de este nutriente
disponible en el medio externo aéreo, mediante el empleo de su sistema cardíaco y respiratorio, con un tiempo limitado a menos de cinco minutos, para asegurar
la vitalidad y funcionamiento adecuado; en especial, del tejido nervioso ya que
es el más sensible a dañarse de forma irreversible, ante la falta de oxígeno en
su circulación cercana.
A la disminución
de oxígeno en la circulación sanguínea, se le conoce con el término de hipoxia.
Por otra parte, el periodo natal involucra el tiempo transcurrido desde el
inicio del trabajo de parto (contracciones del útero) hasta el momento de la
expulsión del bebé. Así la hipoxia natal, es la deficiencia en el aporte de
oxígeno que presenta un bebé antes, durante y/o posterior a su nacimiento, con
posibilidad de daño en diferentes órganos, pero de forma especial en el tejido
cerebral.
En estudios
estadísticos se establece que la incidencia de esta alteración en los países desarrollados
es cerca de uno por cada mil nacidos vivos; en cambio, en los países en desarrollo
el problema es mucho más común, con cifras de cinco a diez casos por cada mil.
Cada año esta deficiencia de oxígeno al nacimiento, es responsable de
aproximadamente 23% de las cuatro millones de muertes neonatales a nivel
mundial
Esta disminución
en la cantidad de oxígeno puede tener dos causas primordiales: por falta de
oxígeno presente en la circulación de la sangre (problemas en las vías
respiratorias), o por disminución de sangre que fluya de forma eficiente
(hemorragia o falla circulatoria). Influyen en el desarrollo de esta alteración, factores que pueden dividirse básicamente, en:
alteraciones de la madre, placenta, condiciones del nacimiento y
características específicas del recién nacido.
Entre los
factores maternos, participan: cambios en la presión sanguínea, enfermedades vasculares
(embolias o hemorragias), epilepsia, alteraciones cardíacas, muerte materna. De
las placentarias, se incluyen: desprendimientos, hemorragia, implantación anormal,
nudos y torsiones del cordón umbilical. Como factores asociados al nacimiento,
están: partos prolongados, niños atravesados o en posición anormal, efecto
anestésico exagerado. Asociados al recién nacido: malformaciones cerebrales o cardíacas, prematurez o inmadurez, hemorragia del recién nacido, embarazo
gemelar o múltiple.
El conocimiento
y la identificación de estos factores en forma previa, permite definir el riesgo para su manejo por el
especialista (neonatólogo) adecuado. Obviamente, bajo condiciones de falta de
control de los factores descritos, se incrementa el riesgo de daño orgánico
secundario a la deficiencia de oxígeno, al momento del nacimiento y posterior.
Conviene para
tener un control adecuado de todas estas posibilidades, que la vigilancia del
embarazo y la atención del parto, se lleven a cabo bajo ambientes con equipo y capacitación
óptimos, para poder asegurar al bebé un nacimiento normal.
Así resulta
incomprensible, como se exponen algunos padres de familia a tener el nacimiento
de sus hijos, en condiciones extremas (ej. partos en el agua, en sus casas, en
la naturaleza, etc.) apostando solo a la combinación de elementos fortuitos,
para esperar un nacimiento normal, sin tener en cuenta que el personaje
principal puede resultar afectado por la labilidad orgánica que tiene en ese
momento.
Cuando el
oxígeno es deficiente en la circulación, las células no pueden producir su
energía vital en cantidad adecuada; y algunas, entran en etapa de menor consumo
para evitar su daño, pero las células del sistema nervioso (neuronas) son tan
delicadas, que bastan los primeros tres minutos de deficiencia, para empezar a
dañarse y cinco para perder su vitalidad, dejando como consecuencia: secuelas
que limitan la vida o al menos la funcionalidad normal, que se manifiestan con
muerte cerebral o inflamación secundaria como efecto inmediato. Esta
inflamación del cerebro limitado en su expansión por el cráneo, condiciona disminución
circulatoria y en forma progresiva, menor aporte de sangre y de oxígeno que causa
daño secundario adicional, que en forma tardía y futura, favorece la
manifestación de retraso neuromotor, epilepsias o parálisis.
En el momento
que se identifica las condiciones de hipoxia durante el nacimiento del niño, el
neonatólogo o pediatra debe intervenir de forma inmediata con la destreza y
conocimientos adecuados de la reanimación neonatal para evitar su progresión; y
de preferencia, revertir el evento a la brevedad posible (antes de tres
minutos). De acuerdo a la magnitud del evento, se deberá vigilar y ofrecer
tratamiento en la evolución del niño, durante al menos las siguientes 72 horas.
En cuanto al
daño de los órganos, se establece que cerca del 20% de los recién nacidos
asfixiados, no van a manifestar aparente estado de alteración orgánica. En
general, el sistema nervioso central (cerebro) es el más afectado con rangos
del 60 a 70%, los riñones en 42%, pulmones 26%, corazón 30% y sistema digestivo
29%
Por la
intensidad de la falta de oxígeno -cuando se revisa al recién nacido afectado-,
se le puede identificar en uno de tres grados variables de gravedad. Para su
identificación se emplean escalas especiales. Por otra parte, las
manifestaciones que desarrollan en las primeras 12 horas de vida, permiten también
establecer su afección. Entre los datos más llamativos, se encuentran:
respuesta deficiente a la estimulación (permanecen muy dormidos) o también su
condición irritable constante, alteraciones en su respiración con ausencia de
movimientos o ritmos respiratorios anormales. Apertura de sus ojos y tamaño de
sus pupilas, existencia de convulsiones con variedad de manifestaciones,
posturas corporales anormales (empuñamiento y flexión constante), vómitos y
llanto.
Cuando el daño
celular se desarrolla en forma tardía, las alteraciones del estado de la
conciencia y reactividad se manifestarán de las 24 a 72 horas de nacido (muy
frecuente de los casos severos). Todos aquellos que sobreviven después de las
72 horas del nacimiento, se pueden encontrar una mejoría paulatina, pero la
evidencia de secuelas posteriores se podrá sospechar si existen alteraciones de
alimentación o movimientos anormales. Cuando persisten con sensación corporal
de estar flácidos, la secuela se considera muy evidente y con posibilidad de
daño permanente.
Los que sufren
la alteración en forma leve no tienen riesgo de morir o desarrollar minusvalía
moderada o severa, pero cerca del 6 a 24% presentan leves datos de retraso
psicomotor. En la condición moderada el riesgo de muerte aparece en 3% con
secuelas moderadas a graves en 20 y 45%. En la forma grave la mortalidad es muy
elevada (50-75%) y prácticamente todos los que sobreviven a esta condición
desarrollan secuelas y retraso psicomotor.
Bajo cada
circunstancia especial, el tratamiento –posterior a la reanimación- debe estar
dirigido a proteger la función cerebral y otros órganos afectados, pero siempre
a nivel hospitalario en unidades de vigilancia continua, conocidas como terapia
intensiva, en donde será inevitable el empleo de equipo de apoyo y de registros
invasivos a su cuerpo, para sustituir funciones vitales y tener objetividad en
su evaluación de forma más concreta; y de preferencia, con disponibilidad de las técnicas terapéuticas más
actuales.
En cada embarazo
los padres deben identificar con anticipación, la importancia que reviste la
atención de su hijo, con personal de experiencia al momento del nacimiento (neonatólogo
o pediatra); y de preferencia, bajo las mejores instalaciones para poder
ofrecer una atención que impida, que alguna condición especial pueda precipitar
el desarrollo de la hipoxia neonatal, ya que a partir de ese momento el
pronóstico funcional para el nuevo ser, puede ser lamentable… La motivación de
una familia y la sociedad, debe ser asegurar que la maravilla de este evento biológico
sea exitoso.