La insuficiencia
renal, hace referencia a la incapacidad de los riñones de realizar sus
funciones de forma adecuada.
Los riñones son
estructuras orgánicas que en su funcionamiento normal, se encargan de
regularizar la cantidad disponible de agua y sales en nuestro cuerpo, el
equilibrio entre las sustancias ácidas y alcalinas para mantener un estado
neutral relativo adecuado, eliminar las sustancias tóxicas o dañinas de nuestro
cuerpo por medio de la orina, elaborar algunas sustancias relacionadas con la
producción de glóbulos rojos y otra para mantener la cantidad suficiente de
calcio y fósforo en el cuerpo.
Estas funciones
en el niño durante sus primeros años de vida, son de vital importancia para
poder permitirle en primer lugar la vida y de forma secundaria, su desarrollo
adecuado.
Pero la
insuficiencia no se instala en forma repentina de un día para otro; y bajo esta
consideración, la insuficiencia renal puede tener dos comportamientos de
evolución: la forma aguda y la forma crónica. Teniendo como parámetros de
referencia, el tiempo que tarda en producirse la deficiencia renal. Para las
condiciones crónicas, se establece una evolución mínima de tres meses y para
las formas agudas en tiempo menor a ese periodo, que por la desventaja de
producirse de forma rápida sus cambios, no permite en la mayoría de sus
ocasiones mantener la vida, a reserva de sustituir la función del riñón
mediante procedimientos médicos de sustitución parcial, que le permitan tener
alguna expectativa de recuperación posteriormente en la opción del trasplante.
La alteración
renal, puede tener diferentes orígenes que se pueden establecer como
dependientes del riñón en sí mismas (causas renales); o bien, enfermedades
ajenas al riñón que terminan condicionando daño a su funcionamiento
(extrarenales) o en integridad anatómica, citando como ejemplos, a:
enfermedades inflamatorias generadas por microorganismos, sustancias tóxicas,
“confusión inmunológica”, deficiencia en el abastecimiento de sangre y oxígeno
al riñón.
En la historia
natural de esta insuficiencia, siempre existirá inicialmente una alteración
primaria que es la que establecerá un daño inicial al riñón; que ante esa
agresión, tiene que modifica su función habitual y en la medida que no se
recupere de esa agresión, el daño mostrará una evolución progresiva ante su
asociación con factores adicionales, para condicionar un periodo de riesgo
vital que puede terminar en la muerte de forma irremediable, en caso de no
poderse adaptar a las modificaciones de forma rápida; o bien, con tratamiento
médico asociado o adaptación orgánica espontanea, se tendrá la capacidad del
organismo a sobrevivir, bajo algunas limitaciones de la función alterada del
riñón, con disminución en la calidad de funcionalidad orgánica, sacrificando
algunos aspectos, que en el niño pueden incluir una alimentación disminuida,
talla baja, anemia, huesos débiles y dentición deficiente, dolores abdominales
frecuentes, comezón corporal, somnolencia y rendimiento escolar disminuido.
En la
insuficiencia renal aguda, algunas enfermedades causan deficiencia en la
entrega de nutrientes y limpieza de la sangre al riñón, de forma súbita por lo
que las consecuencias se expresan de forma inmediata con una mayor acumulación
de líquidos en diferentes espacios, en particular, a nivel de corazón, pulmones
y cerebro donde podemos tener
consecuencias evidentes: con insuficiencia del corazón para poder movilizar la
sangre en exceso al resto del cuerpo, causando deficiencias de circulación a
los otros órganos vitales, como son: los pulmones y cerebro. En los pulmones,
el exceso de sangre y la circulación lenta, no permiten el intercambio de los
gases en forma adecuada y se carece de oxígeno en forma general al resto del
cuerpo. El cerebro, por deficiencia en la circulación y contenido de nutrientes
para su consumo abundante, empieza a tener fallas de reactividad y el niño
podrá tener grados variables de depresión reactiva, que podrá incluir
condiciones de estupor y coma. Existen además otros cambios funcionales en
otros sistemas corporales, señalando (por limitación a la extensión en este
espacio) los anteriores como los más significativos, para establecer que en
caso de no recuperar la función inicial alterada; o bien, de sustituir el
funcionamiento renal con dispositivos artificiales, es muy posible que esos
niños fallezcan en menos de 48 a 72 horas.
Las enfermedades
que pueden condicionar ese tipo de insuficiencia renal aguda, incluyen: cuadros
de deshidratación importantes por diarreas y vómitos mal atendidos o mal
valorados, ante la suposición que solo se le va a quitar, al paso del tiempo.
En forma lamentable, en buena proporción de casos cuando asisten a la consulta
de urgencias, el estado de hidratación, ya empezó a modificar el funcionamiento
del riñón y dependerá de la eficacia en el manejo, para su recuperación. Otros
cuadros que pueden generar esta insuficiencia aguda, incluyen infecciones que
se extienden al paso del tiempo, con bacterias que con su presencia o sus
toxinas, afectan a la función del riñón. Los pacientes con quemaduras,
hemorragias o laceración del riñón serán otros motivos.
En la insuficiencia
renal de tipo crónico, la agresión a los riñones no es de alteración intensa y
súbita; al contrario, se trata de una agresión leve a moderada que actuando de
forma constante al paso del tiempo, va causando deterioro progresivo en la
anatomía o en la función del riñón. Por este comportamiento el organismo en sus
funciones restantes, tiene la alternativa de irse “adaptando” de forma
progresiva a las deficiencias relativas, causando manifestaciones variadas en
los niños como: sensación con sueño o flojera por acumulación de sustancias
tóxicas que no se eliminan de forma adecuada, se les nota con palidez de
tegumentos y cansancio ante actividades, por anemia secundaria al daño renal,
tienen deficiencia en su crecimiento y desarrollo, hay alteraciones en la
maduración de sus huesos o en la dentición, dolores abdominales y de cabeza,
deficiencia en su rendimiento escolar, aliento con olor a orina, comezón
corporal, respiración agitada y fatiga fácil en actividades habituales, vómitos
sin causa aparente, palpitaciones, calambres o temblores, hinchazón en los
párpados o en los pies de forma notoria al finalizar el día, marcando el
calzado o bien la presión por el elástico de tobilleras. De forma especial a
nivel de la orina, con cambios en su coloración, aspecto, cantidad y frecuencia
de forma progresiva a tendencia oscura, espumosa, escasa.
Las enfermedades
que motivan el daño crónico, se relacionan con alteraciones que de forma
constante o mínima al paso del tiempo, van causando deterioro progresivo mayor,
como alteraciones congénitas de las vías urinarias, infecciones urinarias no
tratadas, enfermedades renales no diagnosticadas por no hacer estudios de
gabinete o de laboratorio, administración de medicamentos antibióticos en los
primeros días del nacimiento por la vena en tiempo muy breve, o la
administración de medicamentos principalmente antitérmicos y antiinflamatorios,
que tienen la recomendación de no emplearse en edades especiales y se emplean
con dosis inadecuadas, en tiempos prolongados y exposición a sustancias tóxicas
especificas con daño renal.
Cuando se
presenta el daño renal, la alternativa en el tratamiento que existe cuando no
hay opción de recuperar la función del riñón, es un procedimiento de diálisis
que puede ser con un catéter abdominal o por sistema venoso en forma
transitoria, ya que como medida final el tratamiento a establecer como
definitivo, es el trasplante renal.
La atención de diferentes
enfermedades en forma temprana y adecuada, puede tener repercusión en la
función renal para evitar un daño agudo o crónico. Cualquiera de las dos
alternativas, no se deberán de permitir que se presenten en ningún niño y se
deberá evitar que también por medicamentos, se predisponga a su desarrollo. Los
padres de familia a su vez, deberán acudir en forma oportuna para evitar este
riesgo.