En algunas
ocasiones, durante el desarrollo de enfermedades digestivas en los niños con
cuadros de diarrea, se recomienda en su tratamiento el empleo de fórmulas o
leches que no contengan lactosa, por referir que existe como complicación una
intolerancia a esa sustancia. En otras ocasiones hay niños o personas que no
toleran el consumo de leche por desarrollar alteraciones digestivas,
secundarias a la intolerancia a la lactosa.
La lactosa, es
el azúcar que está presente en la leche de todos los mamíferos y se encuentra
presente también en la preparación de algunos alimentos; en particular, como:
cremas, helados, pasteles, etcétera en donde se incluye como ingrediente
importante a la leche. Esta azúcar se compone a su vez por dos sustancias,
formadas de hidratos de carbono que son la glucosa y la galactosa.
Nuestro cuerpo
para poder aprovechar los nutrientes de los diferentes alimentos, lleva a cabo
el proceso de la digestión, que no es más que la ruptura o fraccionamiento del
material ingerido, a partículas más pequeñas para que puedan atravesar el
intestino, y transportarse al hígado para ser modificadas y empleadas en la
construcción de sustancias necesarias para nuestro organismo.
En el caso
particular de la leche, en nuestro intestino existe una sustancia –enzima-
llamada lactasa, que se encarga de romper los enlaces existentes entre el
azúcar de la leche (lactosa), para liberar a la glucosa y lactosa, que en esa
forma libre puede ser absorbida por el intestino, para poder transportarse por
la sangre al hígado.
La intolerancia
a la lactosa, se condiciona por una deficiencia en la producción o en el funcionamiento
de la enzima (lactasa) que en consecuencia, deja sin fraccionar a la azúcar de
la leche, y de esta forma, se genera una enfermedad condicionada por la
presencia de la sustancia no absorbida con efectos en el interior del
intestino, y otras manifestaciones son secundarias a la deficiencia en la
incorporación de los azúcares.
Esta deficiencia
de lactasa, puede tener diferentes orígenes que iremos describiendo para ir
comprendiendo su forma de identificarla y el manejo correspondiente.
Existe una forma
inicial que se puede considerar como natural o fisiológica, que es propia del
recién nacido prematuro, que ante su condición de haber nacido antes del
momento adecuado, no tiene la capacidad de poder formar en cantidad y calidad
adecuada la enzima, en proporción directa a su tiempo de prematurez, y el
iniciarle fórmulas industriales o leche madura de mamás diferentes, puede
generar problemas serios digestivos, que pueden amenazar su vida en los primeros
días de nacido. En cambio; ofrecerle la leche que su mamá produce en esos
momentos, es una leche que contiene
lactosa en forma mínima suficiente y progresiva, para ir condicionando su
desarrollo normal.
La deficiencia
congénita es una alteración demasiado rara, que se caracteriza por presencia de
cuadros diarreicos desde los primeros días del nacimiento y se relaciona con
otros casos similares en los familiares. La evidencia del cuadro se identifica
al cambiar a fórmula especial sin lactosa, mejorando las manifestaciones
digestivas en forma evidente.
La intolerancia
genética, se caracteriza por una pérdida progresiva de la producción de la
lactasa, que suele manifestarse a lo largo de la vida en diferentes poblaciones
étnicas a edades variables. En esta condición, a medida que se cuenta con más
edad, se va notando la existencia de alteraciones digestivas relacionadas con
la ingesta de leche cada vez con más síntomas. No representa algún peligro en
particular, y es muy común que se inicie en sus manifestaciones a partir de los
veinte años de edad. Al parecer está condicionada con una clara relación
causa-efecto con el hábito del consumo de leche, ya que tradicionalmente los
pueblos ganaderos, en donde el consumo de leche de generación tras generación a
partir de mamíferos domésticos, presentan menos casos de intolerancia, que
aquellas comunidades no acostumbradas a su consumo. La mayoría de la población
mundial adulta tiene deficiencia de lactasa, y con menor incidencia se
encuentran las poblaciones del hemisferio norte y centro de Europa.
Deficiencia a
lactosa secundaria a enfermedades intestinales, en las cuales de acuerdo a la
naturaleza de la enfermedad, pueden tener comportamiento transitorio o
permanente. En la mayoría de las infecciones virales o parasitarias, mientras
exista el germen que produce la alteración y se repara posteriormente el
intestino, se tendrán manifestaciones de intolerancia a la lactosa; pero al
paso de ese periodo, el intestino recupera su función de forma adecuada, y la
persona tiene la capacidad de volver a consumir la leche sin experimentar
alteraciones secundarias.
Cuando el
proceso intestinal incluye alteraciones en la integridad o funcionamiento
celular adecuado, es muy posible que el defecto sea prolongado o permanente
como en los casos de deficiencia en la producción de secreciones, alteraciones
en la absorción intestinal, o en intervenciones quirúrgicas en donde se elimine
una extensión importante de tejido intestinal.
Las
manifestaciones que se generan clásicamente por esta alteración, se identifican
por ser secundarias a la existencia de una sustancia que no debería encontrarse
en el intestino, que es la lactosa. Pueden existir dos tipos de cuadros según
sea su desarrollo de la enfermedad: en forma aguda o bien en forma progresiva
(crónica).
En la forma
aguda, esta azúcar al ser fermentada por la flora bacteriana, genera gases en
una mayor proporción, condicionando sensación de distensión y malestar por el
incremento de volumen, y por su presencia osmótica “pesada” atrae una gran
cantidad de agua al interior del intestino causando diarreas de alto contenido
líquido, que al ser eliminadas con gases, resultan notarse como explosivas. En
forma adicional su fermentación intestinal, modifica su estructura química
transformándola en sustancia ácida, que al contacto con la región periférica del
ano, genera reacción inflamatoria de coloración rojiza que causa sensación
ardorosa.
En la forma
crónica, posterior a la ingesta de productos que contengan lactosa, suele
experimentar el paciente: sensación de nauseas, vómitos, dolor abdominal en
forma de cólicos de intensidad variable, flatulencias, evacuaciones pastosas y
flotantes. Siempre relacionados con la ingesta de productos lácteos que mejoran
ante la ausencia de su consumo o bien con el empleo de fórmulas sin lactosa.
Como
consecuencia a la deficiencia en la absorción de nutrientes y al daño del intestino,
se pueden encontrar otras alteraciones adicionales como: sensación de
cansancio, nerviosismo, alteraciones de la piel, alteraciones de concentración
o del sueño, irritabilidad, dolores en las extremidades, y grados variables de
desnutrición y anemia.
Para comprobar
su presencia, existen estudios de laboratorio que muestran alteraciones en las
evacuaciones, en sustancias de la sangre o el aliento, que podrán seleccionarse
por el médico de acuerdo a valoración clínica previa, para efectuar la de mayor
utilidad.
En cuanto al
tratamiento, solo las que tienen condición permanente y ausencia absoluta de la
enzima, requieren de suspender el aporte de todo tipo de leche y productos
derivados. Quienes tienen deficiencia parcial, solo deberán suspender la leche
con lactosa, empleando productos que no la contengan y consumir derivados
lácteos con proporción de lactosa de acuerdo a su deficiencia parcial; y en la
mayoría de los niños, con proceso infeccioso transitorio, se podrá suspender la
leche con lactosa solo de forma temporal, en promedio de una semana a diez días
aproximadamente, en relación al tiempo de recuperación anatómica y funcional
del intestino afectado.
Toda restricción dietética
siempre deberá contar con la evaluación especializada, para verificar su
control y seguimiento adecuado.