La intoxicación
alimentaria se produce cuando los niños o personas en general, desarrollan
alteraciones digestivas secundarias a la presencia de tóxicos en los alimentos,
que se tienen que diferenciar de los cuadros digestivos producidos por la
elaboración de toxinas especiales, a partir de microorganismos que contaminan a
los ingredientes de la alimentación.
En forma más
común, se presenta afectando a una gran cantidad de personas que tuvieron
oportunidad de compartir alimentos alterados de su preparación original, o
contaminados por algunos microorganismos especiales que favorecen a su
formación y cantidad, en comidas al aire libre, cafeterías escolares,
restaurantes, eventos sociales o grandes reuniones.
De forma
elemental, definimos como tóxico a cualquier sustancia que tiene un efecto
dañino sobre organismos vivos y la toxina es un tóxico de origen biológico.
Las sustancias
tóxicas pueden formarse por la desnaturalización y fermentación de los
productos naturales, a partir de su exposición a condiciones extremas del
ambiente; o por la participación del crecimiento de bacterias asociadas al
fenómeno de la putrefacción. Las sustancias tóxicas desencadenan su acción
dañina relacionando su concentración excesiva en un cuerpo dado; ante lo cual,
los niños tienen la desventaja de no poder tolerar cantidades mínimas que en
los adultos son incapaces de causar daño.
Las toxinas por
su parte, se pueden elaborar a partir de microbios, que tienen la
particularidad de formarlas como mecanismo de agresión directo a los tejidos
intestinales, con el objetivo facilitar el desarrollo de sus colonias.
Una vez presentes
en el sistema digestivo cada una de ellas –tanto toxinas como sustancias
tóxicas-, puede generar mecanismos variados para modificar la función
intestinal: algunos participan en la intimidad del control de absorción y
eliminación de agua, llegando a eliminar volúmenes importantes de líquidos con
una deshidratación rápida en su evolución. Otras generan reacción inflamatoria
de los tejidos, y ante su estimulación con respuesta excesiva se puede
presentar fiebre, mal estado general, y por sensibilización en forma secundaria
a raíces nerviosas en conexión con el tejido intestinal, dolores o calambres
intestinales. Otras son capaces de absorberse a la circulación sanguínea, y
producir mal aspecto general, falta de apetito, náuseas o vómitos de forma
frecuente. Hay toxinas que alteran la integridad de los vasos sanguíneos
intestinales (capilares –muy pequeños-) y desarrollan la presencia de sangre en
las evacuaciones. Algunas muy particulares pueden ser de riesgo, por afectar
órganos especiales como riñones, hígado y cerebro causando insuficiencia renal,
alteraciones metabólicas, irritabilidad, convulsiones y en ocasiones hasta la
muerte.
Las
intoxicaciones más comunes tienen una evolución favorable, a partir de la
función defensiva del sistema digestivo con la presencia de los vómitos, falta
de apetito y evacuaciones diarreicas, para establecer la eliminación natural de
las sustancias tóxicas y de igual forma se defiende de las toxinas producidas
por los microorganismos iniciales. Por lo que el empleo de sustancias, que
evitan el vómito o la diarrea de forma muy evidente, deben de evitarse, ya que
su acción puede perpetuar el cuadro y complicarlo al darle mayor tiempo de
evolución.
Dejando actuar
de forma natural a los mecanismos defensivos del sistema digestivo, el cuadro
de intoxicación tiene una duración breve aproximada de dos a tres días,
desapareciendo rápidamente las manifestaciones, sin evidencia de asociar
secuelas significativas.
Con frecuencia,
la infección e intoxicación alimentaria ocurren por comer o beber bajo
diferentes circunstancias: alimentos preparados con manos sucias, empleo de
utensilios de cocina, tablas de cortar, cuchillos y otras herramientas que no
estén totalmente limpias, empleo de agua proveniente de ríos, pozos o de llave
sin que haya sido tratada o sin hervido adecuado, alimentos preparados con
productos de refrigeración que han permanecido por tiempo prolongado en la
intemperie y en especial en calor prolongado, carnes o huevos mal cocidos,
productos lácteos o de conserva sin proceso de pasteurización, productos
envasados al alto vacío que han permanecido al ambiente por tiempo prolongado,
alimentos congelados o refrigerados que no se guardan de forma adecuada y se
calientan de manera inconveniente, carnes y mariscos crudos o con tiempos de
cocción inadecuados, para destruir todos los microorganismos contenidos en sus
partes más internas. Frutas y verduras crudas que no se lavan bien o en su
higiene se emplea agua contaminada. Alimentos o productos que durante su
transporte han tenido alteraciones de higiene y seguridad sanitaria.
La forma, como
una persona puede notar datos relacionados con la existencia de intoxicación
alimentaria o de infección en ella o en su hijo, son con los siguientes datos:
sensación de malestar general, algunas horas posteriores al consumo de los
alimentos contaminados, -cuando el mecanismo involucra la presencia de toxinas-,
con el desarrollo de las alteraciones digestivas durante los siguientes tres
días. Cuando la toxina es elaborada por el microorganismo ingerido, puede haber
un periodo de incubación variado para permitir la proliferación del germen y su
respectiva elaboración de toxinas, por lo que las manifestaciones intestinales
en algunas ocasiones son de aparición tardía a la ingesta del producto
contaminado.
Las
manifestaciones tanto de la infección y de intoxicación alimentaria pueden
variar entre las siguientes: malestar general, fiebre, dolor de cabeza,
debilidad general, nausea, vómitos, dolor, cólicos o calambres intestinales,
molestia o dolor durante la evacuación. En forma especial la duración de cada
cuadro difiere y es más corto los cuadros de intoxicación alimentaria a los de
infección. De forma secundaria la deshidratación aguda es la complicación más
frecuente.
Hay cuadros
especiales que definen alteraciones diferentes, como el botulismo que se debe a
la presencia de la toxina de una bacteria en especial, desarrollada en
productos envasados, que llega a generar visión borrosa, garganta y boca seca,
cansancio y fatiga extremos. Los tóxicos de algunos hongos son capaces de
causar intoxicación con afección neurológica y en otras ocasiones la muerte de
forma irremediable. Las toxinas de una bacteria (shigella) determinan fiebre de
difícil control, evacuaciones con sangre y moco, irritabilidad y convulsiones.
Las toxinas de la salmonella dolores abdominales intensos. En particular, una
bacteria (E. Coli) de un serotipo especial, cuando se le ataca con antibióticos,
permite que por la acción del medicamento, la bacteria pueda liberar una
sustancia de su interior que actúa como toxina, y daña al riñón causando en el
niño o persona mayor, insuficiencia renal y sangrados frecuentes (síndrome
urémico hemolítico) que puede llevar al enfermo a la muerte.
Entre las medidas preventivas,
se considera evitar las condiciones que predisponen a la contaminación de los
alimentos, que se resumen básicamente en medidas higiénicas de lavado de manos,
preparación conveniente de alimentos y apego a las indicaciones de uso
sugeridas con atención especial a su fecha de caducidad. De ser posible, el
empleo de medicamentos solo necesarios, queda a decisión del médico. El empleo
de antibióticos, se insiste, puede llegar a causar un cuadro de riesgo, por lo
que se solicita, que ante un niño o persona con datos de infección o de intoxicación
alimentaria, no aplicar remedios caseros y que el uso de antibióticos sea con
responsabilidad. Procure acudir a valoración en etapa temprana del desarrollo
de síntomas para evitar complicaciones…