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Kawasaki

Es una enfermedad poco común, que se produce como manifestación de una respuesta inflamatoria de los vasos sanguíneos, que desafortunadamente puede dejar como secuelas, modificaciones en la anatomía de los vasos que nutren al corazón (coronarias); y ser capaz, de producir la muerte a los niños de forma súbita en forma de infartos, a una edad temprana de la vida.
El nombre de la enfermedad, corresponde al relacionado con el médico japonés que hizo sus primeras descripciones, aproximadamente hace 53 años, en donde señala los cambios que llegan a tener algunos niños, en su piel asociado con cuadro de fiebre,  que fallecen posteriormente con deformidades vasculares del corazón.
Esta enfermedad es relativamente frecuente en Japón en donde tiene una prevalencia de 108 niños enfermos por cada cien mil menores de cinco años, y que de acuerdo a la población de ese país, equivale a cinco o seis mil casos nuevos por año.
En nuestro país, se desconoce la prevalencia de forma específica, pero se ha publicado que en un hospital de concentración nacional, en un periodo de doce años, se han registrado 99 casos de esta enfermedad.
Esta enfermedad afecta principalmente a los niños menores de cinco años, con discreto incremento proporcional de mujeres 1.5:1 contra hombres. Con mayor frecuencia en la temporada de invierno y primavera, en particular sobre los meses de febrero y marzo, de mayor incidencia en grupos socio-económicos medio a altos.
La causa específica, hasta el momento se desconoce argumentando desde la condición genética, algunas infecciones particulares y el empleo de sustancias limpiadoras de alfombras.
A partir de la forma como se desarrolla la enfermedad, su evolución establece una reacción inflamatoria de los vasos sanguíneos de mediano calibre en donde se incluyen algunas venas y arterias, pero en particular las coronarias que son las que nutren al propio corazón para su función de contracción.
No existe una forma específica de prevenir esta enfermedad, pero usted puede ayudar a su hijo,  aprendiendo a identificar sus síntomas y signos característicos, que incluyen fiebre durante un mínimo de cinco días, ojos rojos, erupción cutánea y alteración bucal, con la importancia de que si sus síntomas se detectan pronto, los niños afectados por esta enfermedad se pueden recuperar completamente en un plazo de pocos días. Pero si se deja sin tratar, puede evolucionar a graves complicaciones que pueden implicar al corazón y muerte súbita.
Esta enfermedad al originarse por la inflamación de los vasos sanguíneos, tiene manifestaciones variadas en los órganos o sistemas que relacionan su alteración y por la forma de irse desarrollando los cambios, pueden confundir al médico para considerar su causa y el tratamiento podrá tener luego un retraso que puede modificar su evolución posterior.
En una primera fase, se produce fiebre como respuesta inflamatoria en el interior de los vasos sanguíneos, que en promedio tiene una duración mínima de cinco días y durante esta fase puede ser confundida con el desarrollo de alguna infección y recibir incluso manejo con antibióticos, sin tener una evidente respuesta al no actuar contra la causa específica.
A continuación en la siguiente fase de su evolución, se empiezan a desarrollar cambios en diferentes partes que incluyen la piel, cavidad bucal, ojos y estructuras linfáticas. Se inicia la aparición de enrojecimiento intenso de los ojos y de la piel en forma de manchas irregulares, asociada con crecimiento de los ganglios localizados principalmente en cuello, axilas, pelvis, zonas de flexión de codos y de rodillas con tamaños mayores a 1.5 cm, malestar general, dolor de garganta con inflamación de anginas, lengua roja e hinchada,  labios enrojecidos con aspecto reseco y con presencia de algunas fisuras con huellas de sangre presentes. Palmas y plantas enrojecidas además de notarse hinchadas y con color muy rojo con tendencia al aspecto obscuro. Dolor articular, vómito, diarrea y dolor abdominal. En término de dos semanas luego del inicio de la fiebre se nota descamación de las palmas y plantas en fragmentos grandes.
Durante el tiempo que se desarrolla la enfermedad con esos cambios externos, en el interior de los vasos sanguíneos, se presentan otras alteraciones que incluyen: en los primeros diez días de la enfermedad, la parte interna de los vasos tienen inflamación que puede causar respuesta inflamatoria del sistema especial de conducción eléctrica del corazón o de sus capas externa o interna. De los once a los veinticinco días siguientes, se producen las deformidades de los vasos sanguíneos con ensanchamientos de su interior. De los veintiséis a los treinta días hay remisión de la reacción inflamatoria y a partir de los cuarenta días en adelante se inicia la cicatrización de las lesiones que produce estrechamiento de los conductos.
Durante la fase subaguda cuando la fiebre ya ha disminuido y los vasos sanguíneos se están mostrando hinchados (aneurismas) coincide también con otro evento secundario a la inflamación de los vasos sanguíneos que es el incremento de unas células en la sangre encargadas de formar coágulos (plaquetas) que por su cantidad y lesión vascular pueden obstruir la circulación y ser causantes de infartos agudos.  
La otra condición que puede generar el infarto es la etapa de cicatrización con la fase de disminución de su calibre interior.
Durante la fase de aparente convalecencia, persisten los ensanchamientos de los vasos sanguíneos y al paso del tiempo pueden también llegar a romperse de forma espontánea y de esa forma, también establecer la falta de circulación adecuada al corazón.
Se sugiere que ante la presencia de fiebre mayor de cinco días de evolución y con los cambios corporales señalados, se acuda en fase temprana (antes de que transcurran más de diez días del inicio de la fiebre), a valoración médica para definir la existencia de esta enfermedad, que de forma específica no tiene alguna prueba particular para establecerla, pero por medio de criterios especiales que se asocien se puede justificar su manejo en forma anticipada, con medicamentos que deben ser manejados en especial en forma hospitalaria para tener una mejor certeza de su evolución.
El tratamiento requiere de la transfusión de un elemento de la sangre (inmunoglobulinas) que actúa bloqueando a la reacción inflamatoria de forma más específica, pero su costo es un producto caro y que requiere de vigilancia hospitalaria para su administración, con la ventaja que actúa de forma directa sobre el sitio de inflamación para impedir que la enfermedad siga su curso señalado. Se administran otro tipo de medicamentos de acuerdo a la evolución particular que cada paciente manifieste.  
Una vez tratado al paciente, se requiere tener un seguimiento de control mediante estudios de ultrasonido que hagan notorio la ausencia de las modificaciones en la trayectoria de los vasos sanguíneos del corazón, además de estudios de laboratorio especiales y medicamentos que controlen sus cifras y funciones de coagulación para evitar el desarrollo de su complicación factible.
La enfermedad de Kawasaki es aguda y autolimitada; pero si se trata de forma precoz, el pronóstico es bueno, y al cabo de ocho a diez semanas la remisión puede ser completa.   

El control periódico de estos pacientes posterior a la fase aguda de la enfermedad es fundamental, y se debe llevar a cabo por un equipo multidisciplinario que incluye pediatras, cardiólogos, radiólogos, hematólogos, e inmunólogos, entre otros. El nivel de riesgo del paciente es establecido por el grado de afectación coronaria y cardiovascular en general. Ante la sospecha, la atención temprana podrá brindar un mejor pronóstico.