Son
trastornos episódicos que se presentan durante el transcurso del sueño,
perturbando su transcurso normal, con variedades que incluyen alteraciones
motoras, conductuales y/o cambios en funciones corporales, llegando a
representar en forma ocasional, un factor de riesgo para quien lo padece o con
quienes conviven.
Los
eventos son más comunes en niños en edad preescolar y disminuyen gradualmente
en frecuencia durante la primera década de la vida. Estas alteraciones pueden
confundir al familiar y al médico con un posible evento convulsivo o alteración
neurológica. A veces, las parasomnias son síntomas aislados en un niño por lo
demás sano, mientras que en otras ocasiones coexisten con trastornos
neurológicos, psiquiátricos o médicos.
Su
frecuencia de presentación es variable y depende mucho de estudios enfocados a
esta alteración en poblaciones específicas.
Por
la condición de poderse distinguir durante el transcurso del sueño, la
existencia de movimientos oculares rápidos, la identificación del tipo de sueño
puede dividirse en fase de movimientos oculares rápidos (MOR) y movimientos
oculares lentos (No MOR). A su vez, cada una de estas etapas en relación a la
profundidad se identifica en tres niveles (mayor número mayor profundidad). El
sueño en nivel 3 de fase NMOR es un sueño profundo con un alto umbral de
excitación.
De
forma natural, estos estados de sueño ocurren en ciclos durante la noche,
típicamente con un porcentaje creciente de sueño MOR en cada ciclo a medida que
avanza el sueño. Los bebés entran en MOR al inicio del sueño y tienen ciclos de
sueño relativamente rápidos. Con la maduración, los niños ingresan inicialmente
a NMOR al inicio del sueño, y la etapa de sueño MOR inicial ocurre entre 90 y
140 minutos después. A medida que avanza el sueño nocturno, la proporción de
sueño MOR aumenta gradualmente, existiendo periodos de secuencias alternativas
durante la noche.
Debido
a la asociación característica con las etapas del sueño, la aparición de
parasomnias tiende a reflejar los cambios en las etapas del sueño durante la
noche. Las alteraciones que se asocian con el despertar del sueño NMOR son más
comunes en el primer tercio de la noche, cuando el sueño NMOR profundo es más
abundante, mientras que las parasomnias asociadas al sueño MOR son más comunes
en el último tercio de la noche, cuando el sueño MOR es más prominente.
Las
alteraciones (parasomnias) asociadas a la fase NMOR, también se les conoce como
trastornos de excitación parcial, ya que resultan de la excitación incompleta
del sueño NMOR. Por lo general, ocurren en la transición del sueño NMOR
profundo (etapa N3) a las etapas más ligeras del sueño NMOR (N1 o N2) o al ir
despertando. Es más probable que surjan durante el primer tercio del sueño
nocturno porque el sueño N3 es más frecuente en este momento de la noche. Las
alteraciones de este tipo incluyen: el despertar con confusión, los terrores
nocturnos y el sonambulismo. Estas alteraciones también comparten la condición
de tener una predisposición genética por antecedentes familiares relacionados.
Se asocian también con los trastornos relacionados de aumento de despertar como
la alteración respiratoria obstructiva, movimientos frecuentes de piernas
(piernas inquietas), ansiedad de separación familiar, movimientos periódicos de
extremidades y reflujo gastroesofágico como factores desencadenantes, en donde
el tratamiento de cada alteración en forma específica, brindará mejoría en su
remisión. Otros factores adicionales que comparten es la presencia de fiebre y
la edad preescolar, ya que ante su ausencia (de fiebre) y desarrollo
(adolescencia) suelen mejorar.
En
el despertar confuso, el inicio de los síntomas es típicamente dentro de las
dos o tres horas posteriores al inicio del sueño, pero también puede ocurrir al
intentar despertar del sueño durante la noche o la mañana. Por lo general, el
niño se sentará en la cama, gimoteará, llorará o gemirá y puede pronunciar
palabras como "no" o "vete", parecerá angustiado y
permanecerá inconsolable independientemente de todos los esfuerzos para calmarlo.
No muestra alteraciones corporales evidentes y puede permanecer sentado en la
cama con duración de cinco a treinta minutos. A la mañana siguiente, el
paciente se despierta, sintiéndose alerta y refrescado, sin ningún recuerdo del
evento en absoluto.
Los
terrores nocturnos suelen producirse entre los cuatro a doce años. El niño
despierta de forma súbita con un fuerte grito, agitado con cara enrojecida,
sudoración y aumento en la frecuencia cardiaca. Puede saltar de la cama como si
hubiera una amenaza invisible, sin respuesta a las maniobras de calma por los
padres, sin que pueda recordar el evento en forma posterior cuando ya se
encuentra alerta.
El
sonambulismo, se presenta más frecuente en las edades de ocho a doce años. En
las formas leves el niño pequeño se sienta y gatea alrededor de la cama o se
levanta silenciosamente para pararse junto a la cama de los padres. Inicialmente
pueden pasar desapercibidos. Otros niños pueden agitarse, correr por la casa o
tener comportamientos inapropiados. Algunos se han lesionado al realizar actos
peligrosos inconscientes.
Las
alteraciones asociadas con MOR incluyen las pesadillas, la parálisis del sueño
y trastornos de comportamiento. En general, ocurren en las primeras horas de la
mañana.
Las
pesadillas son sueños perturbadores que despiertan al niño. También se les
conoce como ataques de ansiedad por los sueños. Son secuencias de sueños en
apariencia muy reales, que suelen ser muy perturbadores en la medida que
recurren con mayor frecuencia e implican ansiedad, miedo o terror, pero también
pueden involucrar ira, rabia, vergüenza y disgusto. Las pesadillas son más
comunes en niños con trastorno de estrés postraumático, y el contenido de sus
sueños puede ser particularmente angustioso, con temas de violencia infligida,
muerte o separación de familiares cercanos. Se distinguen de los terrores
nocturnos al no tener manifestaciones corporales excesivas.
La
incapacidad transitoria resultante para mover el cuerpo se llama parálisis del
sueño. Durante un episodio de parálisis del sueño, la conciencia permanece
intacta y el individuo es perfectamente consciente del entorno. Para un
paciente que no está familiarizado con el fenómeno, puede surgir una sensación
aterradora por la repentina incapacidad de mover el cuerpo mientras está
completamente despierto, aunque sea momentáneamente. El niño también puede
experimentar alucinaciones, como sentir la presencia de otras personas
cercanas, sentir presión en el pecho o escuchar pasos.
En
los trastornos de conducta del sueño, el afectado puede deambular y hablar representando
lo que está ocurriendo en sus sueños, muchos de ellos violentos, lo que puede
ocasionar agresiones en el paciente o de quien lo acompaña en la cama. Se
distinguen de los terrores nocturnos, porque suelen permanecer en la cama. Es
más frecuente en niñas de siete a nueve años.
Otras
parasomnias incluyen la enuresis del sueño (nocturna) como episodios de
incontinencia urinaria durante el sueño por lo menos dos veces por semana en
niños mayores de cinco años. Se considera primaria cuando no ha existido
control previo de la micción y secundaria cuando ya se tiene antecedente de
dicho control; y de forma asociada, puede corresponder a una enfermedad que lo
condiciona, mientras la primaria puede ser asociada con deficiencia de
desarrollo o madurez neurológica.
Otras
alteraciones se presentan entre los intervalos de las fases del sueño e
incluyen el rechinado de los dientes (bruxismo), movimientos de piernas
frecuentes (piernas inquietas), calambres durante el sueño, temblores
localizados en algunos segmentos corporales. Somniloquias que pueden consistir
en frases o diálogos elaborados o simples murmullos, en ocasiones relacionados
a eventos o situaciones vividas por el paciente. Cada una de estas condiciones
debe ser valorada de forma adecuada, para descartar afecciones orgánicas y su
manejo puede redundar en beneficio posterior.