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Perros y niños

Los perros son de los animales domésticos más frecuentes que se encuentran formando parte de un hogar; y como mascotas, pueden interactuar con los integrantes de la familia y en especial, con los niños que durante su etapa de desarrollo, podrán ser influidos de forma positiva ante la responsabilidad y atención que requieren para su cuidado.
Los perros son animales sorprendentes -considerados como amigo del hombre por su amor incondicional que ofrecen-, protegen nuestros hogares, son capaces de establecer juegos, traer el periódico, nadar, hacer algunas gracias, corretear con los gatos, enterrar huesos o simplemente acompañar a las personas y con entrenamiento especial: son capaces de guiar a personas ciegas, encontrar objetos o seres perdidos, rescatar víctimas, detectar drogas o bombas, atrapar delincuentes y en ocasiones hasta sacrificar su propia vida para salvar a sus dueños.
Con esas particularidades, es natural que los niños sientan atracción hacia estos animales, para establecer una relación distinta de lo que pueda hacer con los seres humanos. Pero a pesar que esta convivencia lleva quizás más de doce mil años, no es de extrañar que en ocasiones, el animal agreda al ser humano.
En la mayoría de las ocasiones, el grupo humano más frecuentemente atacado por estos animales, resultan ser los niños y en particular los menores de seis años, suponiendo en la teoría que por su tamaño pueden no imponer sumisión al animal; además, por los actos que desarrollan estos niños con brusquedad hacia al animal (jalar orejas, cola o tomar el pelo con demasiada fuerza), se puede sentir agredido y en consecuencia actúa en defensa; el contacto visual que el niño establece por su altura con la mirada del perro, lo hace sentir nervioso al tener contacto prolongado; y en ocasiones, por ser molestado en situaciones especiales como: al estar dormido, comiendo o cuidando sus cachorros.
Para tener un perro que no represente riesgos para la familia y en especial para los niños, se pueden considerar las siguientes alternativas:
Solicitar una orientación adecuada con el veterinario para seleccionar la raza de perro que por su comportamiento sea apropiado para la convivencia con los niños, de acuerdo a la edad que el mismo niño tenga, y de las características del hogar donde se realizará la convivencia. De ser posible, permitir el contacto del niño con el cachorro en la veterinaria y dar oportunidad de algunos días para comprobar si hay deseo verdadero del niño para tener la mascota y descartar que solo se trate de una curiosidad pasajera.
Considerar con el veterinario la protección adecuada del cachorro, mediante la aplicación de vacunas que lo protejan de desarrollar enfermedades posteriores, establecer calendario de citas, para evitar la presencia de enfermedades que pueda transmitir al ser humano (rabia, lombrices, leptospirosis, etc.), y en forma significativa considerar la castración a la cría, en la consideración que bajo este tratamiento se podrá tener un animal menos agresivo y mas hogareño.
Ya teniendo al cachorro en el hogar, se deberá de enseñar al niño a no propiciar juegos violentos con la mascota, porque al crecer el perro podrá causar alguna lesión al niño y sus hábitos del animal se convertirán en toscos y agresivos. Se aprovecha para que el niño aprenda que independiente de su condición de animal, merece respeto y lo tratará de esa forma.
Siempre es necesario que haya un adulto haciendo compañía a los niños mientras juega con el perro, para supervisar el comportamiento mutuo. El adulto empezará a enseñar actos de obediencia a la mascota para controlar su instinto, y corregirá los impulsos del niño para evitar agredir de forma involuntaria al perro.
Si la condición es inversa, y existe en forma previa un perro adulto en el hogar y habrá un recién nacido, se deberá de ir preparando a la mascota al futuro tiempo compartido del dueño con su recién nacido. Se establecerán horarios a respetar para la convivencia con el animal a fin que no se sienta desplazado emocionalmente. Se darán paseos con su correa a un lado de la carriola para que se vaya acostumbrando a su estructura. Se le dará a oler prendas con sustancias a emplear en el niño (talcos, aceites), y seguir efectuando caricias al animal durante esos tiempos.
Al momento de tener al recién nacido en la casa, se podrá presentar a la mascota en un momento que se encuentre tranquilo, y el niño de preferencia dormido, y sin movimientos amplios por el adulto que lo carga, lo acercará para que lo identifique por su olfato. Los movimientos amplios pueden generar curiosidad y ansiedad en el perro. Alguien debe sostener al recién nacido y el propietario deberá supervisar al perro. El animal puede oler y explorar al bebé. Si se manifiesta temeroso del niño, se aconseja hablar suave con él, frotarlo, darle masaje y animarlo para seguir oliendo al niño. Si el perro se encuentra demasiado inquieto, se dejará esta experiencia para otra ocasión que se manifieste más tranquilo.
Si el dueño se encuentra solo durante las primeras semanas, los animales se evitarán en presencia del niño, por no tener certeza en poder atender a los dos. La extensión de la correa es importante también a fin de poder controlar al perro sin que se aproxime demasiado al niño, y bajo ninguna circunstancia el animal doméstico podrá dormir en el mismo cuarto del niño y tampoco dejar solos al animal y niño juntos.
Una situación diferente es el contacto de los niños con perros en la calle, que pueden generar mordeduras, cuando por curiosidad el menor trata de acariciar y el animal se siente invadido en su dominio de territorio. La forma de evitarlo incluye la siguientes alternativas: de preferencia se le tiene que enseñar a todos los niños, que antes de querer tocar a un animal, se le deberá pedir permiso a sus dueños quienes conociendo al animal y controlándolo podrán permitir ese contacto, que de preferencia no deberá de ser a nivel de su cabeza y en especial se considera conveniente a nivel de su lomo.
Ante la presencia de un perro en la calle, enseñarles a los niños a no realizar movimientos bruscos y no generar gritos,  de preferencia quedarse quietos con la cabeza agachada, los brazos pegados al cuerpo y las piernas juntas, para no generar curiosidad en el animal, que de forma natural solo se acercará para olerlos y se podrá retirar. Evitar el contacto visual prolongado con los animales y procurar ver a otras partes del cuerpo del perro, pero no a sus ojos de forma directa y menos aun tomar actitud desafiante al animal. No correr cerca de los perros, y de preferencia con la mejor tranquilidad y de forma lenta irse retirando al notar falta de interés en el perro.
Enseñar a los niños que no se deberá de molestar a un perro cuando se encuentre comiendo, durmiendo o cuidado sus cachorros por riesgo de ser mordido. Enseñar a los niños las señas de cómo reconocer a un perro irritable con la presencia de sus orejas en dirección hacia atrás, gruñidos, dientes visibles, pelo erizado en el lomo y patas tensas, para evitar en ese momento alguna condición que desencadene la agresión del perro.
Se le advertirá al  niño que en caso de ser atacado por un perro, se debe cubrir con sus manos la cara y doblar todo su cuerpo en posición fetal.
Si algún niño es agredido por un perro, se tomarán las características del animal para identificarlo y vigilar su comportamiento a fin de descartar el desarrollo de rabia que es mortal para el ser humano. Las heridas se deberán revisar por un médico y en especial si hay lesiones en la cara o zonas de articulaciones.
Como medida preventiva, vale la pena evitar la proliferación de perros callejeros y ante su presencia, notificar para ser enviados a centros de atención o donación.