Generalmente es
una condición transitoria, que pueden manifestar los niños en algún momento de
su vida. Suele generar inquietud entre los familiares, en especial, por
relacionarlo de forma habitual con la existencia de parásitos. En lenguaje
médico se le conoce como bruxismo.
Se identifica
fácilmente, al momento de notar que el niño o adolescente produce ruidos
desagradables de intensidad variable, asociados con golpeteo intermitente o
balanceo de las piezas dentarias, en movimientos circulares o adelante-atrás,
en momentos diferentes a la masticación, afectando la integridad de las piezas
dentales, músculos masticatorios y articulaciones de la mandíbula. Es
determinante la actividad de los músculos masticatorios por los dos tipos de actividad
desarrollados: cierre y contracción sostenida que lleva a los dientes a una
condición de máxima presión entre sus puntas dentales, con apretamiento
sostenido (bruxismo central silencioso); o una actividad excéntrica, con
tallado de las piezas dentales en movimiento apretado de rotación generando el
ruido.
En su
generación, se relaciona con el tallado ruidoso que se produce ante la fricción
forzada de piezas dentales antagonistas. Es una acción adicional que realiza la
mandíbula, como un movimiento no funcional durante el transcurso del día o de
la noche, de forma voluntaria o involuntaria. Así bajo estas condiciones, se
puede clasificar en diferentes categorías: bruxismo diurno o consciente al que
se produce en el transcurso del día, conocido también como bruxomanía por
asociar con su tendencia repetitiva y voluntaria; y por otra parte, el bruxismo
nocturno o inconsciente, que se produce durante el sueño o inconsciente, que se
considera entonces en forma de “bruxismo” propiamente dicho.
Considerando de
manera natural, que el esmalte de los dientes temporales contiene una menor
proporción de sales minerales, en comparación con los dientes permanentes y
además el volumen de sus poros es mayor, los dientes temporales tienen una
mayor predisposición a sufrir desgastes en las zonas de contacto con sus
dientes opositores; y también, por eventos mecánicos adicionales como
cepillados enérgicos o acción de sustancias ácidas, se pueden desgastar de
forma progresiva. Este fenómeno de desgaste natural en los dientes temporales,
puede agravarse y causar alteraciones cuando el niño tiene el hábito de
rechinar los dientes.
Los reportes de
su existencia entre la población infantil los hace considerarlos una alteración
frecuente entre los niños, ya que la variación abarca del 70 al 80% de la
población infantil. Por edades se describen variaciones significativas con
mayor prevalencia cuando hay dentición mixta, a continuación en la etapa de la
dentición temporal y mucho menos frecuente con la dentición definitiva. En relación
al total de niños que padecen de bruxismo solo del 5 al 20% son conscientes de
su alteración.
Varios factores
se han atribuido como causas del bruxismo, pero para facilitar su evaluación y
tratamiento correspondientes, se les ubica en cuatro principales categorías:
alteraciones psicológicas, dentales, enfermedades orgánicas y otras.
Los factores
psicológicos influyen como causante de esta alteración, como respuesta a
problemas personales no resueltos; o bien, a la imposibilidad de expresar
sentimientos de agresividad o ansiedad. Indudablemente se asocian a condiciones
culturales, sociales y económicas que facilitan en el aprendizaje familiar, la
expresión de esta alteración. Se relaciona con este cuadro el rechinido dental
de mayor frecuencia en el transcurso del día, y de forma particular,
relacionado con el evento que genera la angustia o ansiedad en el niño, por
ejemplo: al regañarlo, por no cumplir expectativas académicas, ante amenazas de
compañeros, etc.
Las condiciones
dentales que pueden relacionarse con esta alteración –además de la natural ya
referida-, mencionan oclusiones dentales inadecuadas, malas restauraciones y
posiciones anómalas entre los maxilares, que pueden condicionar sensación
anómala en el cierre bucal y generar el rechinido con ligero predominio en
condición despierto. Estas posibilidades deben ser derivadas y valoradas por
los especialistas correspondientes (odontopediatra, cirujano máxilo-facial,
ortodoncista), al detectarse dentro del control periódico que debe tener el niño.
Entre las
enfermedades orgánicas, sí es posible considerar la participación de un cuadro
de parasitosis intestinal, pero entre todas las variantes, el tipo de parásito
que lo influye más importante es el oxiuro, que causa inquietud al niño durante
el sueño, al momento de salir a depositar sus huevecillos en la periferia de la
región anal. Otras causas, relacionan alteraciones en la función neurológica
por anomalías en mecanismos de neurotransmisión, llegando a presentarse en
niños con parálisis cerebral, coreas, algún tipo especial de epilepsia, que
causa movimientos repetitivos de estructuras relacionadas con la boca y pueden
generar en consecuencia el ruido dental. Algunos medicamentos que se relacionan
con esos neurotransmisores pueden también asociarlo.
Como causas
significativas de bruxismo nocturno se encuentran los trastornos del sueño, que
se presentan como eventos psíquicos central indeseable, precipitado en varias ocasiones
por factores de estrés emocional. Se determina al momento de establecer que
otras fases del sueño, se encuentran alteradas y se pueden presentar en forma
asociada, como: sonambulismo y terrores nocturnos que pueden ser variantes
normales transitorias en el proceso de maduración del sistema nervioso; que
solo cuando sean frecuentes y persistentes, deberán de considerar como causa:
un trauma psicológico, que deberá incluir en su estudio y tratamiento a los
especialistas correspondientes.
También como
otras causas especiales se incluyen las enfermedades congénitas, que afectan a
la integridad y/o función muscular y esquelética relacionada con las
estructuras bucales; y por último, también habrá ocasiones que se sospeche un
factor genético, cuando alguno de los padres de un niño con bruxismo, lo haya
manifestado también durante su infancia.
Las
consecuencias que se manifiestan a nivel de las piezas dentales, incluyen
desgastes de superficies dentales anormales, que pueden afectar a unos cuantos
dientes o bien a todos, principalmente a los que se encuentran ubicados en la
parte delantera de la boca, causando problemas estéticos, con aspectos incluso
de ser de menor tamaño. Por la presión ejercida sobre la pulpa, puede haber
respuesta inflamatoria, destrucción o estimulación a un mayor crecimiento. La
encía puede cambiar a una coloración blanquecina. Se puede debilitar su unión con
el hueso y las piezas pueden empezar a moverse, generando mayor rechinido y a
menos que se controle el cuadro, puede llevar a la pérdida del hueso alveolar.
Las alteraciones
musculares y de la articulación mandibular, son más referidas en los
adolescentes a base de dolor variable y ruidos articulares. Al momento de tocar
los músculos masticatorios habrá dolor, la apertura de la boca se notará
disminuida y también puede contribuir a la presencia de dolor de cabeza por la
tensión muscular. El dolor de la articulación, se percibe desde el despertar
con sensación de cansancio al levantarse. Hay ruidos articulares que se
relacionan al abrir la boca.
Su evolución se
considera como un patrón parafuncional normal, asociado con los cambios de la
dentición, frecuente de iniciar entre los cuatro a ocho años de edad y en la
medida que aumenta la edad, tiene tendencia a desaparecer de forma espontánea.
Requiere de revisión de los factores que lo motivan, así como sus efectos en
las piezas dentales, para derivar en forma oportuna a la atención dental
apropiada.