Considerando
actividades a desarrollar en periodo de vacaciones escolares, o también, como
actividades recreativas en épocas de calor, la relación de los menores con
cubetas, tinas, estanques, pozas, albercas, ríos, lagos o playas, representan
siempre condiciones de riesgo y con mayor posibilidad de accidentes o
enfermedades asociadas, al no tomar en cuenta las precauciones mínimas en esos
ambientes.
Los más
vulnerables resultan ser siempre los menores de cinco años, en proporción de
riesgo inverso a su edad (menor edad, mayor riesgo), pudiendo resultar ahogados
incluso en volúmenes pequeños, como: el agua contenida en una zanja de agua,
macetas, cubeta, fregadero, inodoro o piscina inflable. Se recomienda en
especial, que durante los primeros pasos que realice el menor, se supervise en
todo momento su curiosidad natural de explorar el entorno. Al agacharse para
tratar de mirar al interior de esos recipientes, la desproporción de la cabeza
con su cuerpo, facilita que pierda el equilibrio y se introduzca al medio
líquido, con riesgo inevitable de ahogamiento.
Es posible que
algunos padres de familia, se sientan atraídos a incluir a sus hijos en el
desarrollo de la natación, incluso antes que desarrollen su marcha. De preferencia,
deben contar con la opinión de su médico para considerar si es factible de
aplicar esta estimulación, ya que en forma especial, deben considerarse niños
con alteraciones anatómicas y/o funcionales del sistema neurológico,
respiratorio, cutáneo, inmunológico y alérgico para no condicionar daños
inmediatos o a futuro por plazo prolongado.
En edades
tempranas, también se considera el efecto secundario de las sustancias químicas
con que se tratan las albercas públicas, para poder dañar al sistema respiratorio
y modificar su respuesta inmunológica y en el extremo contrario, la exposición
a aguas sin tratamiento especial (ríos, pozas, etc.), puede condicionar
infecciones variadas al establecer mecanismos de acumulación, multiplicación y
arrastre de microorganismos, que al tener oportunidad de tener contacto con
orificios naturales del niño o ser deglutidos, representan un riesgo en su
salud y en ocasiones hasta para su vida.
El niño que ha
desarrollado la capacidad para poderse mantener y desplazar en el agua, no
involucra que desaparezca el riesgo para el ahogamiento, ya que por factores
variados (calor, frío, alimentos, tiempo, curiosidad, etc.) puede entorpecer su
control previo, ante lo cual, se justifica siempre la presencia de un adulto al
alcance de su brazo para poder ofrecer la ayuda inmediata.
Si el adulto no
puede meterse a la alberca o sitio de recreación, el niño deberá tener colocado
un chaleco salvavidas aprobado por autoridades navales, en talla apropiada para
su edad, estatura y peso, ajustado de forma conveniente por sus correas. Para
niños menores de cinco años, el chaleco debe tener correa entre las piernas y
soporte para la cabeza, a fin de mantener la cara siempre fuera del agua. El
uso de chalecos inflables, manguitos flotadores, cámaras de llantas, salvavidas
de supermercado u otros dispositivos comerciales pueden representar un gasto
menor, pero ante la certeza de asegurar la vida o accidente en un niño, el
costo mayor se justifica para evitar el ahogamiento y/o consecuencias en su vida
futura.
Por la condición
de estar expuesto al sol en la mayor parte del tiempo, no se debe descuidar el
aporte de líquido en cantidad suficiente, para evitar deshidratación y
sobrecalentamiento, que pueden condicionar sensación de mareos, náuseas y/o vómitos.
Conviene también por ratos, quitarlos de su exposición solar continua y
mantener por periodos cortos bajo la sombra, con aplicación de protector solar
ultravioleta en toda la superficie de su cuerpo.
La temperatura
del agua es otro factor a considerar, ya que cuando es menor de 20 grados o se
percibe como fría al contacto, puede disminuir la temperatura corporal de forma
progresiva y como mecanismo compensador, el cuerpo del niño empieza a producir
temblores musculares con intención de mantener la producción del calor. Si nota
que hay temblores en el niño cuando se encuentra en el agua, de preferencia
sáquelo y cubra con una manta en temperatura tibia a ligeramente caliente. La
temperatura del agua para ser agradable a los niños, deberá de mantenerse en
valores cercanos a los 30-32°C (86-90°F), en especial, cuando la temperatura
ambiental sea mayor de 34 grados a fin de poder refrescarse de ese ambiente.
Las temperaturas mayores sin cuantificar pueden llegar a causar deshidratación
o quemaduras, en especial con los menores de cinco años por tener una piel más
fina y sensible que en edades mayores. El agua no deberá rebasar los 50°C para
considerarse en riesgo.
Si se cuenta con
una tina de baño debe evitarse la cercanía a contacto eléctrico, ya que en cualquier
momento puede haber el empleo de algún dispositivo, que el niño pueda colocar
en su interior y exponerse a la descarga eléctrica. Las albercas en lugares
descubiertos y en tiempos de tormentas, pueden representar un sitio de descarga
de rayos si se mantienen algunos bañistas en su interior.
Es conveniente,
que todas las albercas dispongan de mecanismo de cubierta resistente y segura o
límite para su acceso, mediante colocación de rejas que rodeen toda su
extensión, con una altura mínima de 125 cm, sin estructuras cercanas que puedan
motivar a los niños poder saltar a su interior, con un cierre de seguridad que
de preferencia quede fuera del alcance de los niños.
Cuando se
efectúen fiestas infantiles, deberá evitarse que los niños realicen actividades
en sitios cercanos a las albercas, estanques o pozos.
Si los niños o
adolescentes planean con sus amigos acudir a divertirse al río, pozas o
lagunas, deben investigar la profundidad del agua y su tipo de fondo, ya que
como accidente común a presentarse en esos ambientes, es: que al llegar de
inmediato y aventarse en clavado, pueden tener lesión de su cabeza, cuello o
columna vertebral al chocar de inmediato con alguna estructura dura establecida
en forma superficial; y por otra parte, al pretender caminar o apoyarse en el
fondo, pueden quedar atorados o enredados entre el material acumulado (lodo
espeso, ramas o basura) y resultar con ahogamiento secundario. Conviene siempre
que se hagan acompañar de un adulto, con conocimiento de reanimación básica y comunicación
adecuada por celular a servicios de urgencias, además de contar con una cuerda
para permitir algún rescate a distancia.
Si la actividad
se realiza en un parque acuático, siga las instrucciones correspondientes para
evitar accidentes. El uso de toboganes deberá de emplearse en la forma
establecida, sin permitir que los niños cambien de posición al deslizarse, por
poderse golpear su cabeza o lastimar alguna extremidad antes de caer al agua.
Se debe comprobar la presencia de personas dedicadas a su vigilancia y no
derivar en exceso de confianza, ya que si el personal es escaso, puede ser
difícil estar pendiente de todos. Ante la ausencia física inmediata que tenga
de alguno de sus hijos, de preferencia busque primero en quienes se encuentren
en el interior de las albercas.
Cuando la
actividad se realiza con botes en lagos, ríos o el mar, se deberá de evitar en
especial con los adolescentes el consumo de alcohol, ya que se afecta su
equilibrio normal y la coordinación de movimientos. Deben hacer uso siempre de
su chaleco salvavidas en forma adecuada. Se les deberá de recomendar también
que eviten nadar cerca de lugares rocosos, ya que ante un embate súbito de ola,
pueden ser proyectados contra esas estructuras y resultar lastimados. Evitar
alejarse mucho de la playa por riesgo de ser arrastrado mar adentro. Puede
haber exposición a lesiones por animales especiales como cangrejos o algas. La
práctica de buceo no es recomendable por la condición de presiones y volúmenes
de los tanques, que tienen condiciones adecuadas para adultos y pueden condicionarse
accidentes.
Con las medidas de seguridad, las actividades acuáticas podrán disfrutarse... sin ellas podrán lamentarse.