Mareos al pararse

 

Es posible que en alguna etapa de la infancia o de la adolescencia, se refiera por alguno de los hijos, la sensación de mareo al momento de incorporarse a la posición de pie, que además puede incluir otras manifestaciones variables, destacando en especial desmayo, la sensación de desmayo, palpitaciones, cansancio, confusión y otras alteraciones posibles adicionales en otras partes del cuerpo.
Esta condición puede alarmar a los familiares ante su recurrencia, motivando a realizar la evaluación médica que, bajo condiciones normales, requiere de orientación general y en casos especiales, estudios adicionales para descartar alguna causa diferente con su respectivo tratamiento asociado.
Esta entidad corresponde a la condición médica conocida como síndrome de taquicardia postural ortostática, que es una afección causada por un problema en la forma en que los nervios regulan el flujo de la sangre. Como resultado, no fluye suficiente sangre hacia los centros reguladores del flujo sanguíneo y por un momento la circulación disminuye de forma generalizada.
En especial, se trata de una alteración del sistema nervioso autónomo que deja de funcionar en forma eficiente. Este sistema, es una especie de piloto automático del cuerpo que controla funciones variadas sin que intervenga la voluntad de la persona, como la actividad cardíaca, movimientos intestinales, presión arterial y flujo sanguíneo. Entre sus funciones automáticas, es capaz de mantener control sobre la presión a la que fluye la sangre por todo el cuerpo, independiente de la posición en que se encuentre. Cuando la persona está de pie, este sistema nervioso manda señales específicas a los vasos sanguíneos de las extremidades inferiores, para que se contraigan en su volumen, con el fin de contrarrestar el efecto de la gravedad y evitar que la sangre se acumule en las piernas, asegurando que en especial los órganos vitales (cerebro, corazón, riñones) tengan el riego sanguíneo en forma eficiente para continuar su actividad. Si el flujo de sangre a nivel cerebral no es eficiente, el paciente experimenta sensación de mareo o de desmayo, en cada ocasión que intente ponerse de pie. Como mecanismo adicional para mejorar la circulación sanguínea, este sistema autónomo incrementa la frecuencia de actividad del corazón (taquicardia) para compensar la disminución del flujo sanguíneo, como manifestación secundaria más significativa, llegando a aumentar hasta 30 a 40 latidos por minuto, en forma adicional a lo habitual que se tiene en reposo; o bien, con registros mayores a 120 latidos por minuto a la posición inicial de pie.
Es más frecuente que se presente antes o durante el inicio de la pubertad, pero puede desarrollarse a cualquier edad, con mayor predominio en mujeres en proporción 3:1. Generalmente puede desaparecer en la mayoría de las ocasiones de forma espontánea, en una edad posterior a los veinte años. Suele presentarse por primera ocasión posterior a alguna infección viral o alguna lesión en particular, llegando a ser difícil considerar si solo coincide en el mismo momento en que el síndrome empieza a causar problemas. Existen otras condiciones que pueden influir a la aparición de esta alteración, que incluyen la deshidratación, el mal estado físico, la ansiedad y/o la hipervigilancia (ser mucho más sensible a los cambios de sensaciones en el cuerpo). El antecedente de este cuadro en alguno de los padres también es una condición asociada en esta alteración.
Algunas anormalidades ya específicas, están más relacionadas con la recurrencia de este cuadro e incluyen: síndrome de fatiga crónica, hiperlaxitud de ligamentos, intestino irritable, fibromialgia, dolores de cabeza, insomnio, enfermedad inflamatoria intestinal.
Además de las manifestaciones de mareo e incremento de la frecuencia del corazón, es posible notar en los afectados, otras variantes de alteraciones que pueden presentarse en relación a la falla del sistema autónomo que pueda interferir en otras funciones, así se llegan a mencionar entre las alteraciones asociadas al corazón y los vasos sanguíneos: palpitaciones con sensación de movimientos anormales del corazón, desmayo o mareo, intolerancia al ejercicio por sentirse cansado de forma excesiva ante un ejercicio tolerable por la mayoría de personas de su edad, cansancio excesivo, visión borrosa, dolor de pecho, sensación y/o percepción de temperatura fría en las extremidades, cambios en la presión arterial, enrojecimiento o color morado en palmas y/o plantas.  
Cuando el sistema autónomo afecta a otros órganos, la variedad de alteraciones puede incrementarse, describiendo: dolor de cabeza, dificultad para respirar, sensación de frío, temblor de extremidades, náusea o vómito, intolerancia al calor, diarrea, micción frecuente, sensibilidad al ruido o a la luz.
Esas alteraciones suelen presentarse cuando el afectado cambia de posición e intenta ponerse de pie; pero habrá que distinguirlo de otras fallas del sistema autónomo (disautonomía), que se presentan sin que la persona tenga cambios posturales, como: dolor de cabeza, sudoración sin causa evidente, ansiedad, debilidad, dificultad para poder conciliar el sueño, dificultad para poder concentrarse en alguna actividad específica y que de no asociarse con manifestaciones relacionadas a cambios posturales, debe requerir un estudio diferente para definir su causa particular y tratamiento.
Para confirmar la existencia de esta enfermedad, el médico luego del interrogatorio relacionado con la enfermedad y sus antecedentes, revisa en la exploración física los cambios en la frecuencia cardiaca y la presión arterial, con el afectado en inicio en posición acostada y posteriormente en posición de pie, para hallar cambios que confirmen su variación al incremento de la frecuencia en más de 40 latidos si se trata de un escolar o mayor de 30 si se trata de un adolescente, así como modificación en sus valores de presión arterial.
Por la forma referida en la evolución de las alteraciones, el médico establece si se trata de una alteración súbita o de una forma de evolución progresiva, para considerar su causa y también estudios adicionales.
De ser necesario para definir la enfermedad, el médico puede solicitar una prueba llamada "prueba de la mesa basculante". En esta, se sujeta al paciente con unas correas a una mesa especial, que se inclina de la posición de estar acostado a la posición de estar de pie, mientras se registra de forma constante su frecuencia cardíaca y presión arterial.
Por sospechar de otras alteraciones que puedan causar disautonomía, se podrán solicitar estudios de imagen para descartar alteraciones anatómicas y funcionales del corazón, electrocardiograma para evaluar cambios en su ritmo, además de considerar si es necesario, otras pruebas de acuerdo con el órgano que se sospeche de cambios, como: funciones hormonales, ojos, cerebro, riñones, músculos, oídos, tubo digestivo, nervios o datos de posible intoxicación y/o efectos secundarios de medicamentos.
Cuando se presenta el desmayo, el tratamiento a emplear será comprobar que se encuentre la posición corporal favorable para una respiración normal, elevar el nivel de sus piernas por arriba del plano de su pecho, para favorecer a la circulación adecuada de sangre a la cabeza. Ya en forma general para evitarlo, se recomienda el consumo de agua y sal en requerimientos adecuados a su edad, evitar desvelos y de preferencia dormir al menos ocho horas diario, dormir con la cabeza en nivel alto o semisentado para evitar la aparición matutina de la alteración, ejercicios en forma progresiva de postura (sentado-pie), medias de compresión, no saltar comidas y de ser necesario evaluación por psicología para control de situaciones de tensión.
El empleo de medicamentos queda a consideración de subespecialistas en neurología y/o cardiología para su vigilancia más estrecha, cuando con las medidas generales no se aprecia una mejoría significativa… la mayoría mejora con la maduración biológica.

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