Los nombres de
catarro, gripa o influenza pueden llegar a confundirse en estos días por la
condición que aun con clima frío, hay predisposición al desarrollo de estas
enfermedades respiratorias. Existen en la población personas y niños con
síntomas similares pero en diversos grados de afectación.
De acuerdo a la
forma como se comportan los signos de esta alteración respiratoria, se hace la
diferencia: el catarro común es producido por una variedad de virus que afectan
a la mucosa respiratoria superior (desde la nariz hasta la parte inferior de la
garganta), generando alteraciones con estornudos, congestión y escurrimiento
nasal, molestias de garganta, lagrimeo, dolor de cabeza, mal estado general y
fiebre, todos en forma habitual de intensidad leve.
Se le conoce
como gripa o también como influenza a la enfermedad respiratoria causada por un
grupo de virus específicos (influenza A, B, o C), que tiene diferentes
variedades y clasificación por algunos componentes (ejemplo H ó N) de su estructura, y que definen cuadros con
los mismos síntomas anteriores, pero en intensidad mayor que condicionan
déficit en el rendimiento físico de la persona enferma y en el peor de las
situaciones, complicaciones pulmonares o generales que pueden condicionar la
muerte de la persona o niño. ¨
La influenza
afecta a personas de todas las edades, y los niños son los grupos de mayor
riesgo para su desarrollo y diseminación al facilitar la propagación a otras
personas.
Esta enfermedad,
se presenta más frecuentemente todos los años a finales del otoño y en
principios del invierno; y en general, se propaga de forma muy rápida entre la
comunidad. La temporada incluye entonces por meses, desde octubre a marzo.
Esta enfermedad es sumamente contagiosa, el virus se disemina cuando una
persona respira aire contaminado con partículas de otra enferma, que las libera
mediante los accesos de tos o estornudos; o bien, tiene contacto con las
secreciones respiratorias o de la saliva, y entre los niños se da al compartir
pañuelos, dulces, chuparse los dedos y tocarse entre ellos, etcétera.
Las manifestaciones clásicas que los niños tienen, se conocen por causarles
de forma súbita: fiebre elevada (hasta de 40grados), escalofríos, dolores
corporales que los mantiene sin actividad física y decaídos, llanto intenso y
frecuente por dolores de cabeza, dolor de garganta y disminución de su apetito,
tos seca y frecuente, mareo, ganas de vomitar, o vómitos además de diarrea.
Estas alteraciones suelen durar de tres a cuatro días pero la tos y la
sensación de fatiga pueden prolongarse por una a dos semanas después que la
fiebre haya desaparecido, observando en esos días (antes o después), que
algunos integrantes de la familia también pueden haber desarrollado
manifestaciones parecidas.
A menor edad es más
frecuente la existencia de signos digestivos como vómitos y diarrea. En los
menores de seis meses los datos incluyen sensación de sueño, falta de apetito,
y deficiencia en la circulación sanguínea expresada como palidez y mal estado
general.
Cuando algún niño manifieste estas alteraciones deberá ser motivo de acudir
al médico a la brevedad posible para su evaluación e inicio del tratamiento que
le permitirá dentro de las primeras horas de la enfermedad, acortar su duración
y mejorar sus síntomas; y por otra parte, evitar la reproducción del virus en
su interior en forma masiva y con ello, disminuir la posibilidad de transmitir
la enfermedad a personas cercanas.
Otros pacientes que requieren también de valoración inmediata son los niños
que sufren de alguna enfermedad crónica de los pulmones, corazón, hormonas, o
de tipo nutricional ya que en ellos la evolución es más rápida, y de forma
frecuente con complicaciones que condicionarán su atención hospitalaria.
El resto de los niños y adolescentes deberán de acudir a valoración médica
particular o servicios de urgencia, cuando noten las alteraciones de la
infección, con la finalidad de considerar si están desarrollando influenza, y
recibir de igual forma el tratamiento con el mismo objetivo.
Es obligada la atención de urgencias en cualquier institución si el niño
manifiesta complicaciones en su cuadro como datos de deshidratación (llanto sin
lágrimas, sequedad de mucosas, disminución urinaria), cuando su aspecto también
se note demasiado decaído, o su mirada está apática, vómitos frecuentes, o
temperatura muy elevada y constante, o si hay deficiencia en la coloración de
la piel.
Para confirmar la enfermedad, se podrá tomar una muestra de moco de la
nariz o garganta para ser enviada a laboratorios especiales, habiendo también
ya disponibilidad de algunos estuches de diagnostico rápido que se pueden
emplear a nivel de consultorio para pruebas rápidas.
A fin de tener un control y datos estadísticos verídicos, cada uno de los
casos se deberán de registrar ante la secretaria de salud, con la finalidad de
tomar medidas especiales en caso de un comportamiento de afección masiva en la
comunidad.
Los reportes de mortalidad también son referidos a la secretaria, con el
propósito de identificar en el momento que se establezca por definición, el
número de casos para considerar niveles de alerta especiales, para acciones
diferentes.
El inconveniente para estos registros es que muchos casos particulares y
hospitalarios pasan por desapercibidos o son mal diagnosticados, por lo que el
registro no es totalmente exacto.
El tratamiento médico dependerá de las características que tenga el
paciente; en particular, y sus dosis de acuerdo al peso correspondiente, por lo
que es necesario acudir al médico para que se defina el tratamiento y
recomendaciones más precisas a su hijo.
En cuanto a la situación preventiva, no hay forma de negar que la más
adecuada es la vacunación con el biológico correspondiente, que se deberá de
aplicar en preferencia por lo menos dos semanas antes que se inicie la
temporada de la influenza, y de esa forma se justifica que su aplicación sea en
la segunda mitad de septiembre.
De forma ideal se debería de cubrir a la mayor parte de la población y el
inconveniente es que no se cuenta con la producción y compra suficiente para
cubrir esta condición, y por esa razón se establece la prioridad en la
población al grupo de edades que puedan tener una evolución más grave, pero no
exenta que si alguna persona tiene factores de riesgo por enfermedades
crónicas, acuda también en forma temprana a su aplicación.
Todas las personas que tienen contacto con grupos numerosos de enfermos
(como personal de salud), o escolares (maestros) y de ser posibles los grupos
escolares, deberán de tener la prioridad para su inmunización temprana.
En forma preventiva es más adecuada que la vigilancia a la entrada escolar,
fuera supervisada mejor por personal capacitado y no profesores, que no tienen
experiencia en estas evaluaciones y de igual forma, proceder con ellos mismos
si tienen datos compatibles de la enfermedad: suspenderlos de sus actividades
para evitar que sean ellos los que transmitan el padecimiento a los alumnos.
El aseo de las manos constante con agua y jabón es la mejor medida
profiláctica para evitar la diseminación y no deberá de ser cambiada con el
empleo de gel o antisépticos que solo se justificarán a falta de que no haya
oportunidad en realizar el lavado de manos.
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