Es la
deficiencia en la capacidad del sentido auditivo de percibir los sonidos. Esta
alteración puede ser de origen congénito (desde el nacimiento) o bien,
adquirida en cualquier momento de la vida.
La pérdida de la
audición y la sordera, afectan de forma mundial a cerca de 278 millones de
personas. De ellas dos terceras partes se encuentran localizadas en países en
desarrollo y en la mitad pudo haberse prevenido; sin embargo, en estos países
en desarrollo se tienen limitaciones en procesos de prevención, detección
temprana y programas de rehabilitación y por lo tanto, las organizaciones para
este tipo de problemas, deben competir contra las prioridades particulares como
las enfermedades pandémicas que amenazan la vida, como el virus de inmunodeficiencia
humana, el paludismo y la tuberculosis. Los retrasos en el diagnóstico son comunes, y
las actitudes sociales, costumbres locales y prejuicios culturales son factores
que contribuyen a su incremento de la afección.
El aparato
auditivo se encuentra formado por un sistema que capta las ondas sonoras, otro
que las transmite para modificarlas en estímulos nerviosos y finalmente un
tejido que interpreta las señales nerviosas en conceptos específicos. Las
alteraciones que se presenten en cualquiera de estas vías ya sea de forma
aislada o bien en combinación, traen como resultado la disminución de la
capacidad auditiva.
El sistema de
captación está formado por el canal auditivo, que se encarga de orientar las
ondas sonoras a la membrana timpánica; que en forma de membrana de tambor,
vibra al recibir las ondas sonoras, y se encarga de generar movimientos a los
huesecillos que se encuentran en su parte interna, para transmitir el impulso
ahora mecánico, a un sistema semejante a un caracol (laberinto), donde se
moviliza un líquido que estimula fibras nerviosas que por diferentes
tonalidades, alcanza a estimular a diferentes alturas. El impulso de movimiento
hidráulico movilizando cilios, ahora se convierte en una reacción química, que
genera un impulso nervioso y se envía al centro de la audición, para ser
interpretado por la corteza cerebral en la parte posterior del cerebro
(occipital), y relacionar de forma inmediata con la condición que lo genera y
también la interpretación de su significado.
Hay condiciones
durante el embarazo que pueden interferir en la formación o función de estas
estructuras anatómicas y causarán como consecuencia un funcionamiento
deficiente (con captación disminuida de los sonidos, llamada también sordera
parcial o hipoacusia) o bien una ausencia de función (sordera total). Las
alteraciones pueden ser dependientes de enfermedades o medicamentos
administrados a la madre, o por alteraciones en la información genética del
nuevo ser (malformación congénita). Por esta razón es importante al momento de
la gestación llevar un control adecuado para evitar daños secundarios.
En el momento
del parto, la deficiencia en la oxigenación del tejido cerebral por un periodo
prolongado, puede dañar las células del laberinto de forma irreversible, y el
tejido cerebral también puede ser lesionado por la acumulación de una sustancia
derivada de la ictericia neonatal temprana. La prematurez es un factor de
riesgo para sufrir alteraciones auditivas, así como el empleo de medicamentos
durante esta etapa neonatal que como reacción secundaria dañan el metabolismo
de esos tejidos y condicionan déficit funcional.
Se sospechará de
alteración auditiva bajo esos antecedentes, o bien ante la evidencia de
alteraciones anatómicas del recién nacido. La forma de asociarlas al momento de
revisar al niño, pondrá en evidencia un niño con actitud pasiva ante la
existencia de sonidos fuertes a su alrededor. Un niño con audición normal, ante
algún sonido importante en los primeros días reaccionará con mirada alerta y fija,
apertura de brazos, llanto y temblor, y en los primeros tres meses con búsqueda
del sonido mediante movilización de la cabeza de forma espontanea.
Esta sordera
congénita limita de forma significativa el desarrollo del lenguaje del niño, ya
que carece de capacidad para poder distinguir los diferentes sonidos, tonos y
timbres de las palabras así como su relación en los conceptos asociados, y
exige llevar a cabo una enseñanza de comunicación alterna en etapa temprana o
bien tratamientos de acuerdo a la deficiencia anatómica o funcional específica.
La sordera
adquirida en etapa posterior puede tener un pronóstico diferente según la edad
en que se presente. Cuando se adquiere en la edad del aprendizaje del lenguaje
oral o bien si es posterior a la adquisición del lenguaje.
Las causas más
frecuentes de alteración auditiva en etapa posterior al nacimiento, obedecen a
complicaciones de las infecciones respiratorias superiores, como la inflamación aguda del oído (otitis), con
perforación de la membrana timpánica. Otitis crónica con derrame en su
interior. Degeneración de las articulaciones óseas en su interior
(otoesclerosis), adenoides enormes que obstruyan la entrada de aire al interior
del oído, procesos alérgicos crónicos complicados con infecciones. Otras causas
menos frecuentes pero también posibles son la obstrucción del conducto auditivo
con cerumen, que generalmente se condiciona por el intento de limpiar el oído
con torundas de algodón que solo lo empujan y compactan al cerumen en el
interior de menor calibre, por lo que es recomendable no introducir objetos al
interior del conducto, traumatismos directos al oído, exposición a los
ambientes ruidosos, o el empleo de auriculares con volumen excesivo,
administración de medicamentos con daño a los oídos.
La forma de
relacionar la pérdida de la función auditiva a esta edad, condiciona al niño a
manifestarse con actitud distraída mientras le hablamos, disminución en su
rendimiento escolar, también que nos cuestione de forma insistente sobre las
indicaciones que previamente le hayamos hablado, y en especial que cambia su
forma misma de hablar ahora en tonalidad
más alta y necesita de oír la televisión o radio a un volumen mayor.
Ante los datos
de sospecha es necesaria la valoración por el especialista en comunicación
humana, audiología, otorrinolaringólogo, pediatra o medico general para valorar
con la exploración el grado de afección y de acuerdo a la alteración considerar
quizás estudios especiales.
Es conveniente
cuidar la función de ambos oídos, para evitar la pérdida gradual de la audición
y se recomienda, no confiarse en los
cuadros sencillos de catarro o infección respiratoria superior, ya que al no
recibir atención y vigilancia adecuada, puede causar lesión auditiva que traerá
como consecuencia una minusvalidez y dependencia por deficiencia en la
comunicación y el rendimiento escolar. La prevalencia de este padecimiento
tiene también mucho que ver con desconocimiento de inmunizaciones adecuadas que
pueden evitar las infecciones respiratorias que predisponen a la pérdida
auditiva, y es necesaria la participación activa adecuada de los organismos
correspondientes, para poner a la
información suficiente a las personas, sobre su importancia. La aplicación de
vacunas previene el desarrollo de estos cuadros y la atención oportuna las
evita o bien lo limita de forma adecuada.
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