El
desarrollo socioemocional involucra procesos constantes de interacción de las
condiciones emocionales específicas a cada edad temprana del individuo, que al
paso del tiempo se van modificando por la influencia de su entorno que le
rodea, para ir estableciendo parámetros específicos de conductas que lo
definirán en su desempeño y comportamiento futuro. Las investigaciones muestran
que este desarrollo durante los primeros 5 años, crea patrones de aprendizaje
que pueden durar toda la vida.
La influencia de ambientes seguros, de confianza y de desarrollo apropiados, pueden ayudar a los niños a ajustarse a los cambios de su vida, llevarse bien con otros y estar saludables. Un niño social y emocionalmente saludable, puede estar listo para empezar la escuela y así, participar completamente en las experiencias de aprendizaje y formar buenas relaciones con los cuidadores y los compañeros.
Cubre en especial, dos conceptos importantes en la evolución de todo ser humano en sus primeros años: por una parte, el desarrollo biológico cerebral y del temperamento; y por la otra, la relación -apego- con los demás, hacia sus condiciones ambientales sociales (comunidad, familia, cuidados a los niños) y/o físicas temporales. Estos factores pueden tener una influencia positiva o negativa al desarrollo de los niños.
El temperamento, es un atributo innato que define la aproximación del niño al mundo y su interacción con el entorno. Es su comportamiento natural desde el nacimiento.
Apego. Es la confianza básica que va desarrollando el bebé hacia sus familiares o cuidadores, en medida que se siente atendido en sus diferentes necesidades o situaciones de estrés. El apego sienta las bases de la seguridad del niño, fomenta la autoestima y desarrolla la regulación emocional y las habilidades de autocontrol.
Antes de adquirir el lenguaje, los bebés aprenden a comunicarse a través de las emociones. Se puede establecer que, al paso del tiempo, el aprender la regulación emocional y control de los impulsos, puede determinar el éxito posterior en la vida más que el coeficiente intelectual, al poder ofrecer bienestar emocional al individuo.
El sano desarrollo socioemocional de un bebé está vinculado a la capacidad de padres y cuidadores para establecer una relación, que sea: predecible donde los niños tienen la certeza que sus necesidades serán atendidas, ante la confianza que desarrollan hacia esos familiares y/o cuidadores y conforme crecen, también permite saber qué se espera de ellos. Su percepción rutinaria refuerza su sensación de seguridad. Estimulante, para fomentar su desarrollo físico, cognitivo, emocional, cívico y social a través de una interacción continua e intencional en diferentes actividades cotidianas. Y, amorosa cuando los padres muestran sus sentimientos por medio de sus palabras, tono de voz, arrullos, sonrisas, caricias, abrazos en la mayor parte del tiempo, dando buen ejemplo con acciones cotidianas, sin violencia o agresión para desarrollar cada vez, más empatía.
Toda situación que afecta al bienestar del individuo en desarrollo es un factor de stress, que lo afecta desde su nacimiento, al no tener la capacidad de poder satisfacer por sí solo, sus necesidades o aliviar su inconformidad y lo comunican mediante su llanto. El que motiva a mejorar las conductas instintivas, puede ser un tipo benéfico, pero el que tiene duración prolongada, sin el apoyo adecuado de un adulto y causar malestar físico y/o emocional, es el que perturbará el desarrollo normal del cerebro en el niño o adolescente y sus funciones futuras de personalidad. La sustancia (cortisol) que se libera por periodos prolongados y frecuentes con el estrés, es capaz de disminuir las conexiones neuronales en zonas del cerebro encargadas del razonamiento y aprendizaje.
En la medida que el tiempo va pasando, el bebé, niño y adolescente va adquiriendo diferentes comportamientos en su conducta de tipo evolutivo, que deben valorarse en cada consulta médica con una trayectoria esperada a diferentes edades. En base a esa valoración el apoyo sensible y disponible del cuidador es imperativo para establecer el apego y el conjunto de habilidades que siguen en cada etapa. Conviene solicitar al médico sugerencias específicas para ir obteniendo los resultados esperados a cada etapa en particular y/o de corregir los errores que se vayan advirtiendo para favorecer su desarrollo adecuado. Como ejemplo, ante cuadros de berrinches hay que señalar que la lógica no funciona y la violencia mucho menos. En esos momentos, el niño se siente mal. Lo que necesita es un adulto que pueda mantenerse en calma (no desbordado por el berrinche del niño) que lo acompañe y lo ayude a recuperarse; advertir que las emociones son pasajeras y no calificarlo con relación a ellas (eres muy enojón, eres miedoso, etc.) por dar un ejemplo ante muchas alteraciones de comportamiento.
Para la evolución normal del desarrollo socioemocional se deben considerar siempre los siguientes factores, que pueden afectar a este tipo de desarrollo: salud física general del niño, temperamento (estilo de conducta con el que nació el niño), tensión familiar y recursos disponibles para proveer ayuda y cómo se maneja esto, tensión y recursos de la comunidad. abuso del niño, exposición a la violencia en el hogar o en la comunidad, relación padre-hijo, habilidad de los padres para enfrentar las demandas de ser padre, autoestima de los padres, capacidad para proteger al niño de la sobreestimulación y el apoyo social y experiencia del niño en programas de terapia socioemocional específicos.
La conducta es la principal vía por la cual los niños le dan a conocer a los adultos cuáles son sus necesidades. Algunas de las maneras por las cuales los niños nos dicen que ellos están tensos y abrumados, es cuando nos muestran estas conductas de manera regular: demasiado activos, tienen dificultad para enfocarse o completar una tarea, se frustran fácilmente, tienen dificultades para tomar decisiones, tienen dificultades para seguir instrucciones, resuelven los problemas golpeando, mordiendo, agarrando o empujando, tienen berrinches o rabietas, se aferran a los adultos, evitan nuevas tareas, no juegan con otros niños, lloran frecuentemente y no se les puede calmar fácilmente o no come. Cuando en su convivencia con otros niños se muestren: en extremo emocional (enojo extremo o tristeza), con respuestas no apropiadas a su edad, dolorosos para ellos mismos o para otros, es difícil para otros ya que tienen problemas para establecer relaciones positivas con ellos, compulsivo, excesivo, persistente o fuera de control. Atendiendo a su comportamiento individual, se consideran situaciones de riesgo el notar: que muestra muy poca emoción, no manifiesta interés por las vistas, sonidos o el contacto, rechaza o evita que lo toquen o lo carguen, comparados con otros es más difícil de calmar. no se puede confortar o calmar a sí mismo, extremadamente temeroso, muestra cambios de conducta súbitos, no poder jugar con otros o con objetos, la ausencia de lenguaje o de comunicación, estar muy triste, cambiar de humor bruscamente, es temeroso, pérdida de habilidades tempranas (por ejemplo: ir al baño, lenguaje, motora), cambiar de conducta súbitamente, ser destructivo consigo mismo y con otros. La presencia de alguno de ellos debe motivar a buscar la consulta, en forma similar a algún dato especial de enfermedades físicas (como la fiebre, vómitos, etc.), pero ahora como dato de alerta para este tipo de desarrollo.
La
incapacidad de alcanzar hitos apropiados para la edad, puede ser una
manifestación de alteración psicosocial particular que amerita una mayor
exploración. Ejemplos: autismo, trastorno de apego reactivo, trastorno de
ansiedad social, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno por déficit de
atención e hiperactividad, acoso escolar, trastorno de oposición desafiante,
trastorno de conducta y trastorno de estrés postraumático.
Se debe considerar siempre que además de realizar pruebas de detección del desarrollo infantil, es vital realizar pruebas activas de detección de disfunciones familiares y apoyar a las familias para que establezcan un entorno de crianza saludable a fin de evitar un desarrollo socioemocional alterado… muy importante para todos los niños.
La influencia de ambientes seguros, de confianza y de desarrollo apropiados, pueden ayudar a los niños a ajustarse a los cambios de su vida, llevarse bien con otros y estar saludables. Un niño social y emocionalmente saludable, puede estar listo para empezar la escuela y así, participar completamente en las experiencias de aprendizaje y formar buenas relaciones con los cuidadores y los compañeros.
Cubre en especial, dos conceptos importantes en la evolución de todo ser humano en sus primeros años: por una parte, el desarrollo biológico cerebral y del temperamento; y por la otra, la relación -apego- con los demás, hacia sus condiciones ambientales sociales (comunidad, familia, cuidados a los niños) y/o físicas temporales. Estos factores pueden tener una influencia positiva o negativa al desarrollo de los niños.
El temperamento, es un atributo innato que define la aproximación del niño al mundo y su interacción con el entorno. Es su comportamiento natural desde el nacimiento.
Apego. Es la confianza básica que va desarrollando el bebé hacia sus familiares o cuidadores, en medida que se siente atendido en sus diferentes necesidades o situaciones de estrés. El apego sienta las bases de la seguridad del niño, fomenta la autoestima y desarrolla la regulación emocional y las habilidades de autocontrol.
Antes de adquirir el lenguaje, los bebés aprenden a comunicarse a través de las emociones. Se puede establecer que, al paso del tiempo, el aprender la regulación emocional y control de los impulsos, puede determinar el éxito posterior en la vida más que el coeficiente intelectual, al poder ofrecer bienestar emocional al individuo.
El sano desarrollo socioemocional de un bebé está vinculado a la capacidad de padres y cuidadores para establecer una relación, que sea: predecible donde los niños tienen la certeza que sus necesidades serán atendidas, ante la confianza que desarrollan hacia esos familiares y/o cuidadores y conforme crecen, también permite saber qué se espera de ellos. Su percepción rutinaria refuerza su sensación de seguridad. Estimulante, para fomentar su desarrollo físico, cognitivo, emocional, cívico y social a través de una interacción continua e intencional en diferentes actividades cotidianas. Y, amorosa cuando los padres muestran sus sentimientos por medio de sus palabras, tono de voz, arrullos, sonrisas, caricias, abrazos en la mayor parte del tiempo, dando buen ejemplo con acciones cotidianas, sin violencia o agresión para desarrollar cada vez, más empatía.
Toda situación que afecta al bienestar del individuo en desarrollo es un factor de stress, que lo afecta desde su nacimiento, al no tener la capacidad de poder satisfacer por sí solo, sus necesidades o aliviar su inconformidad y lo comunican mediante su llanto. El que motiva a mejorar las conductas instintivas, puede ser un tipo benéfico, pero el que tiene duración prolongada, sin el apoyo adecuado de un adulto y causar malestar físico y/o emocional, es el que perturbará el desarrollo normal del cerebro en el niño o adolescente y sus funciones futuras de personalidad. La sustancia (cortisol) que se libera por periodos prolongados y frecuentes con el estrés, es capaz de disminuir las conexiones neuronales en zonas del cerebro encargadas del razonamiento y aprendizaje.
En la medida que el tiempo va pasando, el bebé, niño y adolescente va adquiriendo diferentes comportamientos en su conducta de tipo evolutivo, que deben valorarse en cada consulta médica con una trayectoria esperada a diferentes edades. En base a esa valoración el apoyo sensible y disponible del cuidador es imperativo para establecer el apego y el conjunto de habilidades que siguen en cada etapa. Conviene solicitar al médico sugerencias específicas para ir obteniendo los resultados esperados a cada etapa en particular y/o de corregir los errores que se vayan advirtiendo para favorecer su desarrollo adecuado. Como ejemplo, ante cuadros de berrinches hay que señalar que la lógica no funciona y la violencia mucho menos. En esos momentos, el niño se siente mal. Lo que necesita es un adulto que pueda mantenerse en calma (no desbordado por el berrinche del niño) que lo acompañe y lo ayude a recuperarse; advertir que las emociones son pasajeras y no calificarlo con relación a ellas (eres muy enojón, eres miedoso, etc.) por dar un ejemplo ante muchas alteraciones de comportamiento.
Para la evolución normal del desarrollo socioemocional se deben considerar siempre los siguientes factores, que pueden afectar a este tipo de desarrollo: salud física general del niño, temperamento (estilo de conducta con el que nació el niño), tensión familiar y recursos disponibles para proveer ayuda y cómo se maneja esto, tensión y recursos de la comunidad. abuso del niño, exposición a la violencia en el hogar o en la comunidad, relación padre-hijo, habilidad de los padres para enfrentar las demandas de ser padre, autoestima de los padres, capacidad para proteger al niño de la sobreestimulación y el apoyo social y experiencia del niño en programas de terapia socioemocional específicos.
La conducta es la principal vía por la cual los niños le dan a conocer a los adultos cuáles son sus necesidades. Algunas de las maneras por las cuales los niños nos dicen que ellos están tensos y abrumados, es cuando nos muestran estas conductas de manera regular: demasiado activos, tienen dificultad para enfocarse o completar una tarea, se frustran fácilmente, tienen dificultades para tomar decisiones, tienen dificultades para seguir instrucciones, resuelven los problemas golpeando, mordiendo, agarrando o empujando, tienen berrinches o rabietas, se aferran a los adultos, evitan nuevas tareas, no juegan con otros niños, lloran frecuentemente y no se les puede calmar fácilmente o no come. Cuando en su convivencia con otros niños se muestren: en extremo emocional (enojo extremo o tristeza), con respuestas no apropiadas a su edad, dolorosos para ellos mismos o para otros, es difícil para otros ya que tienen problemas para establecer relaciones positivas con ellos, compulsivo, excesivo, persistente o fuera de control. Atendiendo a su comportamiento individual, se consideran situaciones de riesgo el notar: que muestra muy poca emoción, no manifiesta interés por las vistas, sonidos o el contacto, rechaza o evita que lo toquen o lo carguen, comparados con otros es más difícil de calmar. no se puede confortar o calmar a sí mismo, extremadamente temeroso, muestra cambios de conducta súbitos, no poder jugar con otros o con objetos, la ausencia de lenguaje o de comunicación, estar muy triste, cambiar de humor bruscamente, es temeroso, pérdida de habilidades tempranas (por ejemplo: ir al baño, lenguaje, motora), cambiar de conducta súbitamente, ser destructivo consigo mismo y con otros. La presencia de alguno de ellos debe motivar a buscar la consulta, en forma similar a algún dato especial de enfermedades físicas (como la fiebre, vómitos, etc.), pero ahora como dato de alerta para este tipo de desarrollo.
Se debe considerar siempre que además de realizar pruebas de detección del desarrollo infantil, es vital realizar pruebas activas de detección de disfunciones familiares y apoyar a las familias para que establezcan un entorno de crianza saludable a fin de evitar un desarrollo socioemocional alterado… muy importante para todos los niños.
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