Es una enfermedad
que su nombre hace referencia, al color que tienen los niños en su piel, en
tonalidad particular roja, que se asocia con fiebre, alteraciones orgánicas generales
y particulares de la garganta.
Afortunadamente, ya
en los tiempos actuales es una enfermedad poco frecuente ante la disponibilidad
y empleo de los antibióticos, que limitan la existencia de la bacteria y de su
diseminación, a diferencia de tiempos del pasado.
Se produce por una
bacteria llamada estreptococo; de la cual ante su diversidad, es clasificada en
diferentes grupos y una variante que pertenece al grupo A, es la que se
relaciona con esta enfermedad. El estreptococo de este grupo que produce la
enfermedad, deberá tener la capacidad de producir hasta tres tipos diferentes
de toxinas; cada una de ellas, puede causar el cuadro clásico.
Por otra parte, es
necesario también que el niño que padezca este cuadro, deberá tener algunas
condiciones específicas en sus mecanismos de defensa, para permitir su
desarrollo y de forma asociada, el niño que padece el cuadro producido por un
tipo particular de toxina, quedará con inmunidad para no volver a padecer el
cuadro similar, pero quedará en posibilidad de volver a padecer hasta en otras
dos ocasiones, el cuadro de escarlatina, si es sensible a las otras dos toxinas
a las cuales no tenga defensa alguna.
Es poco probable
que los niños menores de dos años, alimentados con leche humana padezcan este
cuadro, ya que en la leche materna se cuentan con los anticuerpos específicos
de la madre, que lo protegen durante este periodo.
Es una enfermedad
que afecta con mayor frecuencia a los niños en edades entre cinco a diez años,
sin predominio franco de sexo, con posibilidad de aparecer en forma de brotes
epidémicos, en temporada de invierno y en primavera. Se asocia como más
frecuente en zonas urbanas, relacionado principalmente con cuadros de
inflamación en la garganta, aunque otros focos de infección pueden ser también
las heridas o quemaduras infectadas por esta bacteria.
La bacteria, puede
diseminarse por: contacto directo con las personas enfermas o con las gotas que
expulsan al hablar, toser o estornudar. Su periodo de incubación puede variar
de 1 a 7 días, mientras que su periodo de transmisibilidad puede extenderse
hasta por dos a tres semanas, mientras que se limita de forma evidente, con la
administración del antibiótico adecuado a las 48 horas de haberse iniciado. El
problema particular son los portadores sanos, que pueden propagar la infección
por vía respiratoria similar, a los contactos humanos cercanos, ya que no
teniendo alteraciones evidentes son una fuente importante de transmisión.
El inicio de la
escarlatina por lo general, es brusco. Inicia con la presencia de fiebre con
registros mayores de 39.5 grados que dura entre dos a cuatro días, disminuyendo
en forma paulatina hasta desaparecer después de una semana de su inicio. Junto
con la fiebre se desarrolla la presencia de vómitos, escalofríos, dolor
abdominal, malestar general en grados variables y molestias de la garganta con
sensación de dolor y ardor que pueden limitar la alimentación del niño.
Al revisar la
garganta del niño, se le pueden encontrar datos inflamatorios especiales para
poder pensar que se desarrolla este cuadro de escarlatina. Las anginas están
hinchadas, la campanilla (úvula) tiene color rojo violáceo y la lengua tiene la
superficie blanquecina, con aspecto aparente “sucio” pero en la punta y en los
bordes luce el color rojo intenso, en los primeros dos días y posteriormente la
capa blanca desaparece en dos a tres días, para manifestar coloración roja
intensa con papilas engrosadas que dan el aspecto de fresa. En el paladar se
notan manchas o rayas rojas con aspecto compatible a “flamas” que solo se
presentan en este tipo de cuadro y no se presentan con las infecciones
habituales de la inflamación de las anginas de otras causas comunes. En el
ángulo de la mandíbula (por fuera) se toca un crecimiento de ganglio, que se
percibe como una bolita dolorosa; y es posible, que continúe posteriormente con
crecimientos ganglionares adicionales en el trayecto del cuello, con dolor a su
presión leve.
En la evolución del
cuadro, se presenta la alteración a la coloración de la piel, que se desarrolla
de 12 a 48 horas después del inicio de la fiebre, con aspecto de quemadura de sol
(manchas rojas), con piel en apariencia “de gallina” y sensación al tacto de
carácter áspero (como lija). Se observa en primer lugar debajo de las orejas,
en el cuello, pecho y axilas, extendiéndose posteriormente a las extremidades.
Se acentúan en los pliegues como cuello, axilas, codo, región inguinal,
rodillas, tobillos y muñecas, donde pueden romperse algunos vasos superficiales
dejando ver en la superficie unas líneas rojas. En esta fase, la cara muestra
palidez alrededor de ojos, boca y nariz.
Se recomienda de
preferencia acudir a la valoración médica desde el momento que se inicia la
fiebre para identificar el cuadro, que permite iniciar el tratamiento
antibiótico a fin de limitar la diseminación de la enfermedad y controlar su
desarrollo en el paciente.
La descamación se
presenta posteriormente, luego que la coloración rojiza intensa dura de tres a
cuatro días, asociada con la sensación de bienestar. Tiene aspecto de
eliminación de placas muy pequeñas, en el tronco corporal; y en placas mayores,
en las partes más lejanas en las extremidades. Puede durar hasta por periodos
de seis semanas.
La enfermedad así
descrita en toda su evolución, no representa mucha dificultad para poderla
identificar de forma inmediata, pero en ocasiones cuando se revisa en forma
inicial y los datos no se han desarrollado, puede condicionar dificultad y ser
confundida con otros cuadros que pueden tener comportamiento diferente; y bajo
esa condición, se justifica la realización de estudios para su reconocimiento
especifico. Se pueden presentar en forma parecida durante su inicio: cuadros de
infecciones virales, reacciones cutáneas, enfermedades vasculares o
inmunológicas. De ellas, algunas pueden tener complicación inmediata o a futuro,
por lo que se requiere precisar a la brevedad el cuadro, para sus manejos
específicos.
El tratamiento
temprano para esta enfermedad, le permite evitar el desarrollo de sus
complicaciones futuras asociadas, reduce la capacidad de propagación de la
enfermedad, acorta el curso de la enfermedad y previene complicaciones
inmediatas.
Entre las
complicaciones inmediatas a desarrollarse, destacan las infecciones en órganos
o sistemas específicos por diseminación de la bacteria. Puede haber desarrollo
de neumonías, abscesos, infección cerebral, choque bacteriano, entre las más
graves, que pueden terminar con la vida del paciente en el transcurso de las
siguientes dos semanas.
Como complicaciones
tardías, pueden presentarse alteraciones secundarias a respuesta inmunológica
alterada, con daños graves a los riñones o al corazón, con desarrollo de
inflamación renal y fiebre reumática respectivamente, a partir de las dos o
tres semanas de haber padecido el cuadro de escarlatina. Estas complicaciones
generan daño que limita el desarrollo de la vida del paciente; y en caso de no
atenderse, pueden causar su defunción a largo plazo.
En forma
preventiva es conveniente realizar estudios de garganta, a todos los miembros
de la familia que convivan con un niño, en búsqueda de portadores asintomáticos
que puedan tener la bacteria; en especial, para someterse al tratamiento de
erradicación. La existencia de un cultivo positivo, deberá siempre ser valorado
por un médico con el mejor criterio para el uso apropiado de los antibióticos,
a fin de evitar resistencia.
Se recuerda
también, que afortunadamente no todos los estreptococos causan escarlatina y
que no todos los niños, tienen la susceptibilidad de desarrollarla, pero ante
factores predisponentes, vale la pena considerar un tratamiento temprano a fin
de evitar el desarrollo de la enfermedad y sus posibles consecuencias.
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