Es la
inflamación aguda que sufren los tejidos que se localizan en la garganta y en
las anginas, como consecuencia de un incremento e invasión por gérmenes
dañinos; pero también, es uno de los primeros mecanismos de defensa orgánica
que tiene el cuerpo, para evitar el ingreso de gérmenes dañinos.
Las amígdalas
(anginas) forman parte de un sistema especial de cuerpo –linfático-, cuya
función incluye atrapar los microorganismos y partículas dañinas, para
estimular la formación de defensas (anticuerpos) que limiten su reproducción en
invasiones posteriores, además de destruir al agente nocivo en forma inmediata
mediante la reacción inflamatoria, que le hace tener contacto con células que
las desintegran y eliminan de forma eficiente.
Este sistema
funciona en forma similar a una red de drenaje, con infinidad de trayectos
vasculares que colectan sustancias especiales de todos los tejidos, además de
los productos nocivos y microorganismos invasores, para evitar que alcancen la
circulación sanguínea y se puedan extender por todo el cuerpo. Contienen otras
estructuras (ganglios) a determinadas distancias y tipos especiales de tejidos,
en donde se activan algunas células especiales de la sangre para poder destruir
a los agentes invasores y otras para fabricar anticuerpos específicos.
Considerando la
boca y la nariz como dos grandes entradas, por donde ingresan a diario flujo de
aire y de alimentos, conteniendo en su composición cantidades importantes de
gérmenes potencialmente dañinos al organismo, es natural que alrededor de esos
trayectos, existan grandes estructuras de tejido linfoide para realizar con
eficiencia el mecanismo de purificación. A cada una de esas estructuras se les
conoce como amígdalas, que por su localización reciben un término adicional.
Así tenemos amígdalas palatinas, linguales, faríngeas, adenoides, tubarias.
Pero solo las que son visibles al abrir la boca y se encuentran a cada lado de
la garganta como dos formas redondas, son llamadas en forma popular anginas y
en ocasiones, se consideran las únicas amígdalas.
En la superficie
de todas las estructuras mucosas de nuestro organismo, tenemos siempre la
presencia de mecanismos locales especiales además de gérmenes benéficos, en un
equilibrio perfecto para contrarrestar la actividad de los gérmenes nocivos,
que mantienen la mayor parte del tiempo al tejido linfático sin reacción
inflamatoria. Se comprende luego, que bajo circunstancias especiales del
individuo o del ambiente que modifiquen ese equilibrio, permitirá la
proliferación e invasión de los gérmenes nocivos; y en forma secundaria e
inmediata, la activación del sistema inflamatorio del tejido afectado, con
manifestaciones relacionadas al inicio de una enfermedad.
Por el hecho de
realizar el mecanismo de respiración de forma constante, conteniendo en sus
volúmenes de aire una gran variedad de gérmenes dañinos, se puede comprender
que las enfermedades respiratorias, tengan manifestaciones con mayor
recurrencia durante los primeros años de vida, ya que no hay formación
abundante de anticuerpos (defensas) específicos y en la medida de superar esos
cuadros, la incidencia será menor.
Durante los
primeros meses de vida, prácticamente la inflamación de la garganta no se
presenta, ya que influye el tipo de células y defensas que le proporciona la
madre a su hijo a través de su propia leche. De forma pasiva le ofrece los
anticuerpos contra los microorganismos que ella ya ha padecido durante su vida;
y por otra parte, le ofrece de forma activa las células que actúan de forma
inmediata, para controlar la proliferación de los gérmenes. Mientras el niño
consume leche materna también recibe sustancias que mantienen el equilibrio
adecuado entre los microrganismos benéficos contra los agresivos. Los cuadros
en forma esporádica, se pueden iniciar ante la exposición a gérmenes muy virulentos
contra los que no existan defensas pasivas o factores ambientales que
modifiquen las defensas locales como: tabaquismo, aire frío, ambientes
públicos, desnutrición, enfermedades adicionales o deficiencias orgánicas
específicas.
El otro momento en
que se inician los cuadros respiratorios, son al momento de iniciar su
asistencia a las guarderías, en donde se relacionan con otros niños y otros
microbios.
La
faringoamigdalitis causa respuesta inflamatoria de la faringe y amígdalas de
forma conjunta por la intensidad de la respuesta y la desproporción que los
tejidos tienen en los niños de menores de cinco años. Los gérmenes que la
motivan pueden ser virus o bacterias, que en la mayoría de las ocasiones
remiten con la respuesta espontánea que produce el paciente, a excepción de
condiciones particulares en donde la respuesta puede ser deficiente, como:
desnutridos, recién nacidos, inmunodeprimidos.
Las
manifestaciones clásicas, pueden identificarse en dos grupos de alteraciones:
localizadas y generalizadas. De las localizadas, se reportan: ardor y dolor de
garganta, dificultad para tragar alimentos, tos y si el niño es muy pequeño
solo tendrá quejido recurrente y disminución de la succión. Entre las
manifestaciones sistémicas, se agregan: fiebre, mal estado general, dolor de
cabeza o de abdomen, manchas corporales o solo irritabilidad con llanto
recurrente si es menor de dos años. Como antecedente del inicio de la
infección, por alteración de la mucosa nasal, se describe cuadro gripal de dos
a tres días previos.
Esta enfermedad
se encuentra presente con mayor frecuencia en menores de cinco años, durante la
temporada de menor temperatura ambiental, pero de acuerdo al tipo de
microorganismo que la genere, puede estar presente en las otras épocas del año.
En la mayoría de
las ocasiones la infección bacteriana requiere que exista primero una infección
viral, que modifique las condiciones naturales de defensa y modifique el
equilibrio entre microorganismos para poderse desarrollar; con la ventaja, que
el niño tiene la capacidad suficiente para limitar la infección viral y bajo
esta condición, no hay opción al desarrollo de la infección bacteriana en la
mayoría de las ocasiones.
De las
infecciones bacterianas que afectan la garganta, solo se encuentra justificado
el empleo de antibióticos, cuando las manifestaciones de la inflamación se
produce por el estreptococo beta hemolítico del grupo A, que se puede
identificar mediante cultivo o pruebas rápidas con reactivos específicos,
además por sus características particulares que produce en la garganta, puede
identificarse por el médico. Por estudios ya revisados se establece como
orientación, que cuando se asocian accesos de tos en la inflamación de la
garganta, el cuadro generalmente no requiere de antibiótico.
Antes de los
tres años, no existen condiciones locales que faciliten la multiplicación del
estreptococo, en la mayor proporción de los casos y el niño no será meritorio
de manejo antibiótico. Las complicaciones de la infección de la garganta tienen
mucha relación con este tipo de bacteria y las restantes solo pueden complicar
su evolución con infección respiratoria inferior, cuando por empleo de
medicamentos iniciales se bloquea la respuesta inflamatoria natural, de ahí que
algunos productos consignen la leyenda de no emplearse en grupos definidos de
edad, además de reacciones adicionales especiales.
La realización
rutinaria de cultivos de garganta en los niños, como requisito para su ingreso
escolar, no tiene utilidad al momento que el niño no tiene cuadro inflamatorio
asociado, ya que su hallazgo solo hará evidencia de la eficiencia local de
control, sin necesidad nuevamente de tener que emplear los antibióticos.
Desafortunadamente
la promoción de empresas farmacológicas, la angustia de los padres de familia y
la incertidumbre médica, son factores que influyen para terminar recetando un
antibiótico cuando el cuadro viral no lo requiere.
El hecho que el
niño tenga oportunidad de tener contacto con los microorganismos y desarrollar
la enfermedad, le permite a su sistema inflamatorio e inmunológico un
desarrollo normal. Actuar contra esta naturaleza puede dar consecuencias
futuras…
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