Es una
enfermedad con descripción muy antigua. Referida su existencia ya desde hace
más de tres mil años, se le ha considerado desde esos tiempos como especie de
castigo, por la deformidad que puede producir en las regiones corporales donde
se manifiesta. Por su alto índice de contagiosidad, ha condicionado
históricamente que los afectados se mantengan en pequeñas comunidades. Hasta la
fecha existen comunidades en donde esta enfermedad se mantiene prevalente.
Esta prevalencia
ha disminuido de forma espectacular a nivel mundial, con factores múltiples que
explican este descenso, entre los cuales se establece: la posibilidad de
realizar la identificación de la enfermedad en una etapa más temprana, que
facilita su respuesta al tratamiento específico, incremento del nivel social y
cultural de los grupos humanos susceptibles, eficacia de nuevas alternativas de
medicamentos, medidas higiénicas y programas específicos de erradicación. En la
actualidad, la Organización Mundial de la Salud, estima que la prevalencia a
nivel mundial es de diez a doce millones de casos.
Con el objetivo
de erradicar esta enfermedad, los organismos internacionales han establecido el
último domingo de enero, como día internacional contra la lepra, a fin de
ofrecer la información adecuada a la comunidad para la detección de esta
alteración, además de revisar los resultados con las campañas específicas. La
estrategia para combatir esta enfermedad, ha consistido en aumentar el acceso
al diagnóstico a través de la integración de los servicios de lepra a la
atención primaria en salud, la búsqueda activa de casos para asegurar su
detección precoz, y el tratamiento sin costo con una combinación adecuada de
medicamentos para garantizar su curación.
Esta enfermedad
puede presentarse durante la infancia sin predominio de sexo, a reserva de la
etapa adolescente en donde ya es mayor incidencia en el sexo masculino. Es muy
rara en los menores de un año, sin embargo, el 20% de los casos de lepra
corresponden a niños menores de diez años de edad. El nivel socioeconómico bajo
se considera como un factor de riesgo en áreas endémicas.
La enfermedad se
transmite de forma directa de persona a persona, aunque los antecedentes de
exposición sólo se pueden demostrar en menos de la mitad de los casos. También
es posible la transmisión a través de la leche materna contaminada y mediante
picadura de mosquitos u otros animales transmisores (vectores) como el ratón,
chimpancé y el armadillo por heridas causadas. La puerta de entrada sigue siendo
objeto de controversia, aunque probablemente es la piel o la mucosa de las vías
respiratorias superiores. La puerta de salida principal, posiblemente sea la mucosa
nasal de los pacientes, con una forma especial de lepra sin tratamiento.
El período de
incubación suele ser de 3 a 5 años, pero el intervalo puede oscilar entre 6
meses y varios decenios. El germen que la produce es una bacteria con ingreso a
través de las secreciones respiratorias de los pacientes infectados; y como
otra alternativa, en forma vertical a través de una madre infectada a su hijo.
La duración tan prolongada en su desarrollo, se entiende por la capacidad que
tiene el germen de poderse mantener en fase latente, en el interior de las
células que inicialmente llegan a digerirla.
Como antecedente
para la presencia de esta enfermedad, se puede documentar que el afectado
usualmente es nativo de un área con alta prevalencia; o bien, ha asistido de
viaje a esos lugares presuntivos. La trasmisión
principal del bacilo de la lepra es por vía aérea, mediante micro gotas de secreción
que al hablar, toser o estornudar son expulsadas por el enfermo y el sujeto sano
al inhalarlas es contagiado. Para adquirir la infección, se requiere la
convivencia estrecha y prolongada con un enfermo, que elimine los bacilos y que
el susceptible cuente con inmunidad celular disminuida.
Los contactos
intra domiciliarios de los enfermos, son el grupo más expuesto al riesgo de adquirir
la infección y en un momento de su vida, desarrollar la enfermedad. Por tanto,
la vigilancia epidemiológica debe ser estrecha y la revisión dermatológica cada
6 meses, para identificar de manera oportuna los casos nuevos, antes de que
desarrollen discapacidad y se conviertan en una fuente más de transmisión.
El signo clave
para considerar esta enfermedad, lo constituye las alteraciones de la piel, con:
disminución de su color, que además
tienen pérdida de la sensibilidad superficial. Estas lesiones se encuentran con
mayor frecuencia en las superficies corporales frías, como la nariz y los
lóbulos de las orejas. La sensibilidad disminuida es la manifestación del daño
de los nervios y está presente en más del 70% de los niños con esta condición.
Las deformidades
secundarias en los tejidos afectados en los niños con lepra, han sido asociadas
con el incremento de la edad posterior al momento de iniciarla, la variedad
especial de la enfermedad, deficiencia en el acceso de atención a la salud y al
mayor número de nervios afectados.
De acuerdo al
número de lesiones en la piel y la cantidad de bacilos productores de esta
enfermedad en dichas lesiones, la lepra puede ser dividida en tres grupos
diferentes:
Tipo
tuberculoide, caracterizada por presentar pocas lesiones (de una hasta cinco
como máximo) o eliminar pocos bacilos. La pérdida de la sensibilidad se
encuentra presente en la periferia de las lesiones. El paciente aún conserva un
tipo de respuesta específica contra los gérmenes.
El tipo
lepromatosa tiene múltiples lesiones, con una cifra por arriba de cinco con
poca definición en su aspecto. La piel enrojecida o blanquecina manifiesta
disminución en la sensibilidad. Los pacientes con esta variante de lepra pueden
presentarse con pérdida de las pestañas, de las cejas o con perforación del
tabique nasal, que con todas estas alteraciones condicionan una cara muy
particular que se conoce como cara de león (fascies leonina). Otras alteraciones
que pueden presentarse en la piel, consisten en: nodulaciones, manchas o
elevaciones de la piel (pápulas). La forma asociada con la destrucción
(necrosis), se encuentra de forma muy ocasional durante la infancia.
La alteración de
la enfermedad en los nervios periféricos, causa debilidad muscular y disminución
de su volumen, condicionando las manos en garras y pies como gotas. Otra
manifestación de la variante lepromatosa, incluye: opacidad (corneal) e
inflamación ocular (queratitis o iritis), atrofia testicular y posible daño
renal con insuficiencia.
Otra variante
incluye nodulaciones de la piel enrojecidas, que asocian en sus
manifestaciones: fiebre, dolor articular e inflamación nerviosa. La formación
de agujeros (úlceras) en las extremidades inferiores, se produce por
deficiencia en la circulación sanguínea de los planos inferiores. Son más
comunes en pacientes de Latinoamérica y asocian una mortalidad alta.
La última forma
es una forma intermedia o indeterminada, por encontrarse con características
compatibles para los otros tipos (pocas lesiones con muchos bacilos, o muchas
lesiones con pocos bacilos).
Hay algunas
enfermedades con las que se pueden confundir estos cuadros, ya sea por los
cambios en la coloración, o por aspecto destructivo de los tejidos. Se debe
diferenciar, entre los más comunes: vitiligo, tiñas (hongos), impétigo
(jiotes). Para su definición se realizan
estudios de sangre y revisión al microscopio del tejido afectado.
Para su
tratamiento, existen en la actualidad combinaciones terapéuticas adecuada para
inhibir y controlar los casos difíciles y para curar los que sean de menor
evidencia (tuberculoide). Es un padecimiento de obligada notificación
epidemiológica para su registro y control específico… no llegue a pensar que
solo es una enfermedad de adultos, y se distingue por mutilaciones o
deformidades. Ante la duda de una lesión dérmica con alteraciones sensitivas,
acuda a su evaluación especial con dermatólogo.
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