La exposición al
sol posee acción benéfica en diversas enfermedades. Es coadyuvante en la
formación de vitamina D para el desarrollo óseo normal de los niños y
adolescentes. No obstante estos beneficios, es necesario contar con una
protección frente a la radiación solar, pues tanto a corto como a largo plazo y
con exposiciones más o menos prolongadas, puede producir daños en la piel,
sobre todo en edades tempranas.
La luz solar se
encuentra constituida por la presencia de una radiación electromagnética
proveniente del sol, que por nuestra visión se percibe sin color y se considera
como luz blanca; pero en realidad, está formada por la unión de diferentes
colores que pueden manifestarse en forma natural, cuando atraviesa las gotas de
lluvia y se presentan los colores separados en el espectro de luz del arco
iris.
Mediante esa
refracción, se pueden distinguir los colores que forman parte de la luz
visible, que incluyen por su orden: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul,
morado y violeta. Pero la radiación proveniente del sol incluye otro tipo de
radiaciones no visibles, que por su localización en relación a los colores
fragmentados, se señalan como radiación infrarroja y la ultravioleta (A, B, C.).
Esta radiación
solar se compone de partículas especiales –fotones- que para viajar se
comportan como variaciones de onda de frecuencia, pero cuando son absorbidas actúan
como partículas con efectos variables en los tejidos corporales.
La radiación
solar es imprescindible para que pueda existir vida en la tierra. La mayoría de
los efectos biológicos de la luz solar sobre la piel humana se deben a la
radiación ultravioleta (UV). Esta radiación para poder alcanzar la superficie
terrestre, atraviesa diversas capas atmosféricas que actúan como un filtro. La
radiación UV tipo C es muy tóxica y capaz de condicionar mutaciones en los
seres vivos, pero la capa de ozono la filtra, por lo que no puede alcanzar la
superficie terrestre. La capa de ozono
también filtra aproximadamente un 90% de UVB y escasamente de UVA. Su depleción
tendrá un gran impacto en la cantidad de radiación dañina UVB que llegue a la
superficie terrestre en el futuro.
La relación
entre radiaciones UV A/B que llega a la tierra es de 20:1. La cantidad de
radiación UV que llega a la superficie terrestre se modifica según diversos
factores, que incluyen: la hora del día que es mayor entre las 11 y las 16
horas. La estación del año, ya que en verano llega con mayor intensidad. La latitud
geográfica, es mayor la radiación cuando más cerca se encuentre del ecuador
terrestre. Altitud ya que a mayor altitud habrá mayor radiación. Las nubes y
polvo disminuyen la cantidad de radiación y la capa de ozono, que facilita
mayor radiación en las zonas donde se encuentra disminuida, como en los polos
en determinadas épocas del año.
La radiación UVA
tiene una longitud de onda mayor que la UVB, por lo que penetra en la
profundidad de la piel e incluso afecta a las células sanguíneas circulantes. Se
modifica menos por la altitud o las condiciones atmosféricas y no se filtra por
los cristales convencionales de las ventanas, a diferencia de la UVB. La
radiación UVB causa la mayoría de las reacciones superficiales de la piel
secundarios a exposición solar y solo un 10% pasa a capas profundas de la piel.
Actúa en las estructuras atómicas especiales de las moléculas celulares que
reaccionan con la luz; y en especial, el ácido que tiene la información
genética de cada célula (ADN). La radiación UVB es el causante principal del
enrojecimiento de la piel, quemaduras solares y de un 65 a 70% de los efectos
carcinógenos de la radiación solar.
La radiación
solar es causante de múltiples efectos sobre la piel del niño. Los efectos
dañinos de la radiación UV son acumulativos e irreversibles. Unos son
inmediatos, como la aparición del enrojecimiento (eritema), las quemaduras
solares, la pigmentación oscura inmediata y la pigmentación retardada; y otras
acontecen de forma tardía como el envejecimiento cutáneo o el incremento de
riesgo de desarrollar cáncer de la piel. La exposición solar intensa durante
los primeros veinte años de vida, se han relacionado especialmente con el
desarrollo del envejecimiento de la piel y el desarrollo de cáncer de la piel.
De esta forma, la disminución de la exposición a la radiación UV en la
infancia, podría potencialmente disminuir en forma significativa la incidencia
de cáncer de la piel tanto en la infancia como en la edad adulta.
Como todo
cáncer, el de la piel también incluye los procesos de iniciación, promoción y
progresión. La radiación UVB desempeña un papel fundamental ya que la absorbe
en forma importante la capa más superficial de la piel, causando alteraciones
en su material genético (ADN) y modifica la respuesta del sistema inmunológico.
Estas células tienen mecanismos capaces de reparar el daño pero si lo hacen de
forma incompleta (por el daño inmunológico y afección del ADN), pueden ir
apareciendo cambios (mutaciones) que causen lesiones precancerosas y
cancerosas. La radiación UVA asocia a esta evolución, la deficiencia en
reparación del ADN alterado, estimula el incremento de las células de la piel;
además de responder con formación de células inflamatorias, como respuesta a
quemadura superficial. Así la exposición a estas radiaciones en etapas
tempranas de la vida, cuando el desarrollo de los tejidos se encuentra en
evolución, es un factor de riesgo para la aparición futura de cáncer de la
piel.
En forma inmediata
a la exposición de la piel de un niño a la radiación UVA, puede generarse
quemaduras solares. La radiación UVA en la primera hora desarrolla respuesta
inflamatoria en las células de la piel expuestas y en tiempo promedio de dos
horas puede empezar a existir destrucción y muerte celular de la piel, que
produce una mayor respuesta inflamatoria ante la reparación por establecer a
los tejidos dañados.
Las quemaduras
solares suelen manifestarse con enrojecimiento de 3 a 4 horas posterior a la
exposición solar y a más tardar en 12 a 24 horas. Asocia dolor, fiebre,
malestar y en casos severos vómitos y deshidratación. Puede haber formación de
ampollas sobre la superficie enrojecida de la piel, y suelen resolverse en 4 a
7 días con descamación, pero puede tener un pronóstico diferente en caso de
infectarse de forma secundaria.
Para evitar
estas alteraciones, existen mecanismos de protección (foto protección) que
pueden ser orgánicos (internos) o artificiales (externos). De los internos
participan en forma importante el color de la piel: la oscura protege en forma
adecuada y la clara es un factor de riesgo. En edades más tempranas, el daño
puede ser significativo por el proceso de maduración inflamatorio, que se
procesa en las capas de la piel.
Como protectores
externos, se tienen recomendaciones generales para evitar la exposición o
adquisición de la radiación; y en forma adicional, la disponibilidad de
medicamentos que pueden aplicarse sobre la piel para proteger los efectos
radiactivos.
Como recomendaciones
internacionales, la foto protección se establece: evitando la exposición solar
en el intervalo de las 11am a las 4pm, cubrir la piel con ropa y gorros
adecuados, emplear gafas con protección solar, emplear cremas especiales,
protegerse también de los días nublados y a pesar de tener piel bronceada. Tienen
mayor factor de protección la lana, seda, nailon y poliéster. Los colores
oscuros aumentan de 3 a 4 veces el grado de protección. Los filtros solares son
sustancias que absorben y filtran radiación UV mediante dispersión y reflejo de
las radiaciones. Su empleo, establece aplicarlos en forma generosa en la piel
de 15 a 30 minutos antes de exposición solar y reaplicar de una a dos horas, si
la actividad condiciona su retiro. La aplicación repetida incrementa de 2 a 3
veces la protección frente al sol. Su indicación deberá ser establecida en
preferencia por dermatólogo pediatra o dermatólogos, ante la variedad existente
con propiedades especiales. En esta temporada de calor… proteja de forma adecuada
la piel de sus hijos para evitar daños inmediatos y futuros de grave
pronóstico.
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