Sarampión


Es una enfermedad altamente contagiosa a partir de la transmisión del virus específico. Esta enfermedad puede afectar a las personas de todas las edades a pesar de ser considerada como una enfermedad infantil, que afecta en especial a niños menores de cinco años.
Es difícil realizar su estimación precisa de la incidencia a nivel mundial, debido a que los sistemas de vigilancia no son uniformes, aunque con los reportes recientes se ha tratado de establecer mejores parámetros de vigilancia.
Esta enfermedad se presenta predominantemente en áreas con bajas tasas de vacunación, en especial en ambientes con recursos limitados, pero también se puede apreciar en grupos humanos con recursos adecuados, donde el empleo de la vacuna por cuestiones de ignorancia o de señalamientos especiales, ha disminuido en su aplicación.
De forma natural, los posibles pacientes en riesgo lo constituyen los niños demasiado pequeños que no han sido vacunados o quienes no tuvieron una segunda aplicación de refuerzo de la primera dosis.
Durante el primer año de vida es a través de la leche materna, que se proporcionan los anticuerpos específicos contra el sarampión que la madre ha sintetizado durante su vida para proteger a su hijo. Bajo este concepto, los niños que no reciben leche materna se encuentran en riesgo, al igual que aquellos que reciben leche de mamás que no se vacunaron y no han sufrido la enfermedad. Estos anticuerpos pasivos pueden interferir con la vacunación viva atenuada contra el sarampión, por lo que se justifica su aplicación de la vacuna cuando ya no se encuentran en niveles asociados para esta interferencia, y por esta razón el momento de su aplicación, se considera adecuada a partir de los doce meses, aunque bajo condiciones de epidemia se puede anticipar.
Se aumenta el riesgo de exposición, por viajar a áreas donde esta enfermedad se encuentra presente (endémico) o hay contacto con personas (extranjeras) enfermas, que llegan de estos países. La incidencia del sarampión en todo el mundo está aumentando con brotes reportados principalmente en comunidades con bajas tasas de vacunación.
Por otra parte, debido a que el virus del sarampión es altamente contagioso, una población susceptible al 5% es suficiente, para poder mantener los brotes periódicos en poblaciones de otra manera altamente vacunados (95%). Una segunda dosis de vacuna es recomendable bajo esta circunstancia, para inducir la protección (inmunidad) en aproximadamente el 95% del 5% de la población susceptible, que no responde con la primera dosis.
Las afirmaciones sin fundamento que sugieren una asociación entre la vacuna contra el sarampión y el autismo han condicionado en resultado, una disminución en el empleo de la vacuna, que ha contribuido a un resurgimiento reciente del sarampión, en países donde las tazas de vacunación han caído por debajo del nivel para mantener la inmunidad colectiva adecuada.
El sarampión es altamente contagioso, llegando a considerar la susceptibilidad de una persona expuesta al sarampión para desarrollarlo hasta en un 90%. La transmisión se realiza a través del contacto de persona a persona, así como a través de la propagación en el aire. Las gotitas infectantes procedentes de las secreciones respiratorias (estornudos, tos, plática) de un paciente con sarampión, pueden permanecer en al aire hasta por dos horas. Por lo tanto, la enfermedad puede transmitirse en espacios públicos incluso en ausencia de un contacto físico de persona a persona, que justifica también que esta transmisión se pueda realizar entre los pasajeros del avión, en los aeropuertos y durante los vuelos. Ocurren grandes brotes cuando la convivencia se realiza en lugares de hacinamiento como escuelas, mercados o iglesias.
Al tiempo que pasa del momento en que el virus entra al cuerpo, hasta que empieza a causar las primeras manifestaciones, se le nombra como: periodo de incubación, que es variable de seis a veintiún días (promedio dos semanas). En esta fase generalmente no hay manifestación alguna de la enfermedad.
Al tiempo en que se empiezan a liberar las partículas infectantes (con el virus) y terminan de transmitirse por las secreciones respiratorias, se le conoce como periodo de contagiosidad. Representa el momento de riesgo para adquirir esta enfermedad, que se presenta desde cinco días antes de las manchas en la piel, hasta cuatro días posteriores. Se considera que el periodo de mayor contagiosidad es cuando el enfermo se encuentra con fiebre asociada con alteraciones respiratorias parecidas a las de un cuadro gripal.
Esta enfermedad ocurre más frecuentemente a finales de invierno y principios de primavera, pero su existencia persiste durante todo el año.
Se establece como brote de esta enfermedad, cuando existe una cadena de transmisión con más de tres casos confirmados, que se encuentran vinculados en el tiempo de transmisión y contagiosidad, asociados con los espacios correspondientes. Siendo así que la forma más eficiente de prevenir su afección a más integrantes, es la pronta vacunación de todas las personas susceptibles a su alrededor. El padecer la enfermedad, deja inmunidad de por vida y la aplicación de la vacuna en forma igual es altamente protectora.
Una vez aspirado el virus, realiza su primera multiplicación en los tejidos respiratorios, luego de dos a cuatro días, el virus se extiende a los tejidos del sistema linfático, en donde tiene una segunda multiplicación para transmitirse a varios órganos, antes de aparecer las manchas de la piel. Durante su multiplicación en sistema linfático, asocia deficiencia en los mecanismos de defensa que puede predisponer al individuo, a padecer infecciones adicionales señalando en especial infección en los pulmones (neumonía) u oídos.
Durante el periodo de incubación, habitualmente no existen alteraciones que manifieste el paciente. En forma posterior a su segunda multiplicación, los datos que empieza a desarrollar el enfermo incluyen: fiebre de grados variables que puede llegar hasta 40 grados centígrados, malestar general y falta de apetito; seguidos luego por enrojecimiento ocular, con lagrimeo variable y molestia a la luz, congestión y escurrimiento nasal además de accesos de tos. Estos datos previos, se van intensificando antes de aparecer las manchas características en la piel (exantema). En ocasiones, se puede encontrar dos días antes de las manchas de la piel, cambios en el interior de la boca, con: manchas azuladas en una base enrojecida de 1-3 mm de tamaño, en la mucosa labial opuesta a los dientes molares, como si fueran granos de sal en fondo rojo con duración aproximada de 12 a 72 horas.
Las manchas clásicas en la piel aparecen dos a cuatro días después de la fiebre, como: manchas rojizas que aparecen detrás de las orejas, se extienden por la cara y se dirigen hacia abajo afectando al cuello, tronco superior e inferior y las extremidades, que al principio palidecen con la presión y en forma posterior se mantienen sin cambio. Se respetan las superficies de las palmas y plantas. En esta fase se nota aumento de volumen de los ganglios en diferentes partes del cuerpo (pequeñas bolitas) y en los ojos la secreción ocular adquiere consistencia espesa, blanquecina y se produce en forma abundante.
La mejoría del cuadro se produce en las siguientes 48 horas después de la erupción de las lesiones de la piel. Luego de tres a cuatro días el sarpullido se oscurece a un color pardo y comienza a irse desvaneciendo, con desprendimiento de escamas finas en evolución similar a la forma como se presentó su evolución. La tos puede persistir durante una o dos semanas después. Si la fiebre persiste más allá de cuatro días luego de las manchas de la piel, puede hacer suponer una complicación por infección adicional agregada.
Se deberá conocer si los niños tienen algún tipo de deficiencia en su respuesta celular ya que tienen riesgo de tener una infección más grave o de llegar a fallecer.
Si hay datos compatibles, se deberá revisar inmediato al paciente para aislar y reportar…   

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