En los últimos
años, el uso de los cigarros electrónicos (Cig-e) ha aumentado rápidamente,
especialmente entre los escolares y la gente joven como una modalidad
atractiva, que la justifican al no ser considerado como una práctica específica
de tabaquismo habitual, habiéndose más que triplicado en adolescentes desde el
año 2011 y duplicado entre el 2013 y 2014 en los adultos jóvenes, sobrepasando
al cigarrillo convencional el año 2014 con más de 450 marcas que lo promueven
en países donde se ha empezado a promocionar con más de siete mil saborizantes.
Los cigarrillos
electrónicos se conocen con muchos nombres diferentes. A veces los llaman
“e-cigarrillos” o “e-cigarettes”, “e-cigs”, “narguiles electrónicos” o
“e-hookahs”, “mods”, “plumas de vapor”, “vapeadores”, “sistemas de tanque”,
“sistemas electrónicos de suministro de nicotina” y “juul”.
Algunos
cigarrillos electrónicos han sido fabricados para que parezcan cigarrillos,
cigarros o pipas regulares. Otros parecen bolígrafos, unidades de memoria USB u
otros artículos de uso cotidiano, que permiten pasarlos por desapercibidos en
el hogar, cuyo hijo puede emplear delante de todos sin que noten este consumo
de tóxicos.
Existe en la
actualidad, un gran debate en cuanto a la seguridad y efectos sobre la salud con
su uso a largo plazo, tanto del usuario como de los que están expuestos a este
vapor, además de su potencial de adicción.
Los cigarros
electrónicos (Cig-e) son dispositivos que contienen un líquido que, al ser
calentado, producen un aerosol (vapor) que es inhalado (“vapeado”) por el
usuario. Los Cig-e tienen cuatro partes: la batería, el elemento calentador, la
cámara de vaporización y el cartucho de la solución, que contiene el líquido
que se convierte en el aerosol.
El líquido
contiene en general, un solvente, que puede ser glicerina vegetal,
propilenglicol o una mezcla de ellos y uno o más saborizantes. La nicotina, si
bien está presente en la mayoría de los líquidos de los Cig-e, no es requisito.
El proceso de generación del vapor del Cig-e es completamente diferente al del
humo del cigarrillo, el que es generado por combustión. En el Cig-e, la
activación del mecanismo de calentamiento se realiza gracias a un sensor que
detecta cuando el usuario realiza un puff o “vapeo”, que activa una bobina electrónica
que calienta y vaporiza el líquido, creando un humo de vapor visible. Los
usuarios de los cigarrillos electrónicos inhalan este aerosol en sus pulmones.
Las personas que estén cerca también pueden inhalar este aerosol cuando el
usuario lo exhala al aire.
Aparecen en la
sociedad como una alternativa, en apariencia menos dañina que el cigarro
convencional que, por la combustión del tabaco, libera múltiples sustancias con
efectos variados y muy graves, que incluyen el desarrollo de cáncer en quienes
lo han empleado. Señalando a su favor que no producen los constituyentes del
humo convencional responsable de los efectos adversos sobre la salud, ya que
supuestamente calientan un líquido para transformar en aerosol sin producir
combustión. Aunque en realidad, por el tiempo que se tiene de su empleo
relativamente reciente, no se han podido establecer estudios que demuestren el
daño que puedan causar a largo plazo, por no contar aún con ese tiempo para
realizar estudios analíticos (efectos a más de diez años como antecedente y/o
su empleo continuo), sobre los químicos que forman parte de su vapor producido.
Además, debido a la gran cantidad de distintos tipos de Cig-e y a la inmensa
variedad de posibles combinaciones de los líquidos y saborizantes, es muy difícil
determinar los potenciales efectos de la inhalación del aerosol generado, con
los efectos posibles futuros.
La gran mayoría de
los líquidos de los Cig-e contienen sustancias que están permitidas para su
consumo oral, pero no existen datos sobre la seguridad de esas sustancias al
ser inhalados por largo tiempo en los seres humanos y tampoco se han podido
realizar trabajos en animales de experimentación, por lo que estos resultados
se podrán identificar al paso del tiempo.
Estos cigarros
elaboran un aerosol que consiste en partículas finas y ultrafinas en forma de
gas, que en número y tamaño son similares a los generados por los cigarros
convencionales.
Varios de
los componentes del Cig-e incluyendo saborizantes, generan irritantes y/o
carcinógenos supuestamente en menor concentración que un cigarro convencional,
pero no dejan de eliminarlos y de acuerdo con las características y consumo, el
riesgo es similar de daño respiratorio y/o la posibilidad de desarrollar cáncer
en alguna parte corporal.
La nicotina,
además de ser altamente adictiva, puede ser letal en cantidad pequeña y
peligrosa en los niños que podrían inhalar, ingerir o incluso al tener contacto
con la piel de forma accidental con el contenido de los cartuchos, al tragar, inhalar
o absorber el líquido de los cigarrillos electrónicos, reportando cifras hasta
de 200 casos por mes en los países donde se emplean y los niños tienen relación
a esta exposición. La nicotina puede afectar el desarrollo del cerebro en los adolescentes,
que en forma natural se continúa hasta los 20 a 25 años, pero bajo los efectos
de esta sustancia se limita y se altera, al interrumpir el desarrollo del
circuito neuronal que puede conducir a un deterioro cognitivo y conductual a
largo plazo, asociado con depresión y ansiedad. A pesar de la
clara presencia de nicotina en los cigarrillos electrónicos, los adolescentes a
menudo no reconocen este hecho, lo que potencialmente alimenta las percepciones
erróneas sobre los riesgos para la salud y el potencial adictivo de los Cig-e.
Las soluciones de
cigarrillos electrónicos a menudo tienen sabor, con miles de sabores únicos
anunciados. La disponibilidad de sabores es una de las razones más
destacadas para el uso de cigarrillos electrónicos entre los jóvenes. Las
opciones populares, que incluyen frutas, dulces y postres, son particularmente
atractivas para niños y jóvenes, más atractivas que los sabores de tabaco. Esta
población susceptible llega a considerar que con sabores son menos dañinos que
los que tienen sabores de tabaco, creando una posible percepción errónea, de
que los cigarrillos electrónicos con sabores no contienen nicotina.
Diferentes
agrupaciones médicas relacionadas con enfermedades respiratorias y cardiacas,
además de quienes aprueban los medicamentos, señalan que estos productos aún no
han sido evaluados de forma apropiada, por lo que aconsejan restringir su uso
hasta que se tenga información más válida. Sugieren también que, en caso de
aprobarse su empleo, deberá ser regulado como medicamento o como producto de tabaco,
iniciando por restringir hasta el momento su publicidad y propaganda de forma
similar al de los cigarros convencionales.
Las baterías
defectuosas de los cigarrillos electrónicos han causado incendios y
explosiones, algunos de los cuales han provocado lesiones graves en la boca,
cara y manos, según el momento donde ocurra la explosión.
La difusión del
movimiento libre de humo y la prohibición de fumar en el interior, son
elogiados como uno de los mayores logros en salud pública en la primera década
del siglo XXI, protegiendo a cientos de millones de personas de la exposición
involuntaria al humo de segunda mano en todo el mundo. Con esta referencia, los
Cig-e se anunciaron inicialmente, como: una forma de tabaco que podría eludir
la legislación libre de humo existente, constituyendo una amenaza para revertir
décadas de progreso en el control del tabaco que se ha logrado a la fecha en
diferentes países.
Tome en cuenta que
este producto constituye una alternativa de dependencia, que puede hacer progresar
a sus hijos al consumo posterior de cigarro y otros tóxicos… no es diversión.
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