Consecuencias por trastornos del sueño

 

Un sueño inadecuado puede causar somnolencia, dolor de cabeza, dificultades de atención y rendimiento escolar, déficits cognitivos y conductuales (depresión, ansiedad), hipertensión arterial, obesidad y otros problemas que afectan significativamente a la calidad de vida de los niños y sus familias. Estos problemas y trastornos del sueño son a menudos infravalorados por los padres y por sus médicos que los revisan.

El sueño deficiente o inadecuado puede ser causado por una reducción del tiempo total de sueño (disminución de la cantidad), fragmentación del sueño por despertares breves (disminución de la calidad) o falta de sincronización (desalineación) del ritmo normal.

La deficiencia del sueño que surge por cualquier causa, da como resultado la reducción del estado de alerta, un rendimiento deficiente y un compromiso en condición de salud. La deficiencia aguda y crónica del sueño, produce cambios mensurables en el rendimiento intelectual, el estado de alerta, la función conductual y la regulación emocional y, estos efectos son particularmente evidentes en los niños. La posibilidad a tales cambios varía entre los individuos y se basa en múltiples factores, que incluyen: sociedad, ambiente, edad, conducta preferente, alteraciones previas de comportamiento y las diferencias genéticas. Existen consecuencias generales a la deficiencia del sueño y otras alteraciones específicas a condiciones particulares de trastorno del sueño.

Como consecuencias generales tenemos alteraciones en la atención, función ejecutiva, memoria, rendimiento académico, regulación emocional y el comportamiento.

La pérdida o interrupción del sueño provoca constantemente un deterioro de la atención, la vigilancia y el tiempo de reacción. Afecta la capacidad de los niños para responder con rapidez y precisión en las medidas de atención, incluidas las pruebas de rendimiento donde cometen errores de omisión y comisión. No pueden trabajar de forma precisa y eficiente ya que requieren más tiempo y fallan en la ejecución de actividades.

Las funciones de ejecución se afectan también en sus diferentes componentes, como: análisis, organización del tiempo, toma de decisiones, orden de actividades, atención selectiva, juicio, motivación, autocontrol, regulación emocional, planificación, predicción de resultados, realización de tareas múltiples, coordinación de funciones, que pueden manifestarse en forma aguda a corto plazo, pero ante trastornos de sueño crónicos pueden dejar consecuencia a plazos mayores.

En cuanto a la memoria, se sabe que el sueño es un proceso activo que es crucial para organizar y retener de forma selectiva la información importante; en particular, la reactivación y reorganización de la memoria después del aprendizaje, ocurre durante el sueño estableciendo la consolidación de habilidades motoras y retención sobre hechos y conocimientos específicos. Un período de sueño después de aprender una nueva tarea, facilita la consolidación de la memoria en los niños, y el sueño "deficiente" informado por los padres y la duración del sueño disminuido, siempre se asocian con déficits de consolidación de la memoria, en especial con una memoria de trabajo verbal más pobre. En cambio, se ha demostrado el efecto beneficioso de una siesta diurna en niños pequeños sobre el rendimiento intelectual, incluyendo la consolidación de la memoria y el aprendizaje de habilidades motoras.

El rendimiento académico se nota disminuido en niños y adolescentes con alteraciones del sueño, notando en especial que, una mayor eficiencia (calidad) del sueño en lugar de una duración particular del mismo, puede asociarse con mejoría en el rendimiento escolar facilitando una mayor receptividad hacia el profesor, una mejor imagen de sí mismo como estudiante y una mayor motivación para conseguir objetivos académicos, para tomar en cuenta en la población adolescente donde el horario de sueño nocturno puede estar disminuido.

El estado emocional dependiente de la relación entre estructuras cerebrales específicas (corteza prefrontal y amígdala) durante el sueño, se altera en su capacidad de poder regular las emociones tanto positivas como negativas y la capacidad de evaluar con precisión las reacciones emocionales de los demás, que son importantes a considerar en la medida que en su desarrollo aprenden a navegar en situaciones emocionales y sociales cada vez más complejas con el procesamiento y la retención de los recuerdos emocionales. La pérdida del sueño se asocia con alteraciones del estado de ánimo, que incluyen quejas de mal humor, depresión, irritabilidad, labilidad emocional, aumento de las emociones negativas, ira, infelicidad, tristeza, ansiedad, desesperanza ante el futuro, visión negativa de la vida y autolesiones. Esta relación es bidireccional, en el sentido de que los niños y adolescentes con ansiedad y trastornos del estado de ánimo tienen más probabilidades de informar mal sueño, mientras que el sueño deficiente también predice el desarrollo posterior de trastornos del estado de ánimo. Se han informado estudios de adolescentes que muestran una asociación entre pensamientos suicidas y trastornos del sueño. Por el contrario, se ha demostrado que la extensión del sueño mejora el estado de ánimo y los síntomas depresivos en los adolescentes.

El comportamiento también suele modificarse con la alteración del sueño, manifestando en especial hiperactividad, particularmente en niños más pequeños como una compensación a la sensación interna de somnolencia (como intento para permanecer despierto). En adolescentes la falta de sueño está vinculada con cambios en la toma de decisiones relacionadas con la recompensa, por lo que privados de sueño tienden a correr mayores riesgos y están menos preocupadas por las posibles consecuencias negativas de su comportamiento. Su desinhibición diurna facilita conductas de oposición, desafiantes y agresivas, con comportamiento de intimidación. Esto mejora con una prolongación del sueño por lo menos de 30 minutos por las mañanas.

Las alteraciones específicas del sueño, suelen manifestar alteraciones secundarias de mayor preferencia, según el tipo de alteración que se trate. Así, los trastornos respiratorios del sueño como la apnea obstructiva, condicionan más frecuentemente deficiencia en la atención, hiperactividad, impulsividad, irritabilidad o estado deprimido y como síntoma clásico manifiestan somnolencia diurna excesiva, con dificultad para poder despertar en las mañanas, sueño durante actividades escolares y siestas en el día.

El síndrome de piernas inquietas (enfermedad de Willis-Ekbom), manifiesta como consecuencias más frecuentes la dificultad en la atención y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y en ocasiones con depresión y ansiedad en adolescentes.

Quienes padecen insomnio, manifiestan somnolencia diurna asociada con deterioro significativo del rendimiento físico y académico, con alteración en funciones ejecutivas en toma de decisiones y resolución de problemas, además de ánimo alterado con datos de irritabilidad, labilidad emocional, conductas negativas y/o exacerbación psiquiátrica.

La narcolepsia con una somnolencia excesiva diurna, asocian consecuencias frecuentes con deterioro funcional, angustia psicológica y mala calidad de vida, fatiga, con probabilidad alta de depresión y desregulación de comportamiento (berrinches).

Con estas referencias asociadas, se puede llegar a considerar que, ante un adolescente o niño con alteraciones de su comportamiento, se podrá sospechar que sufra de alteración en su dinámica normal del sueño; o bien que, ante un niño con alteraciones de sueño, se deberán vigilar las consecuencias secundarias en su comportamiento. Cualquiera de estas dudas, justifica a los familiares de preferencia, revisar las características del sueño de sus hijos para poder referir en forma más precisa y de ser posible, contar con alguna grabación del sueño para la evaluación por el especialista (paidopsiquiatra y neurólogo pediatra) que habrá de considerar estudios adicionales, para determinar la alteración en particular; y de acuerdo al mismo establecer su tratamiento adecuado y seguimiento.  


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