Síndrome de piernas inquietas

 

Es un trastorno caracterizado por una necesidad imperiosa de mover las piernas en situaciones de reposo, durante el transcurso del día, por la percepción errónea de una sensación desagradable en ellas, que empeoran al final del día y se alivian con el movimiento constante, llegando a afectar el inicio del sueño y en forma secundaria, es causa de somnolencia y deficiencia en rendimiento físico y escolar.

Esta alteración se encuentra muy poco diagnosticada en la población de niños y adolescentes. En los casos de población adulta con esta alteración, se ha definido que cerca del diez por ciento iniciaron sus manifestaciones antes de los diez años y cerca del 30 a 35% adicionales, los iniciaron antes de los veinte.

La identificación de esta alteración generalmente no se lleva a cabo de forma apropiada en la etapa infantil o adolescencia, ya que los familiares y la mayoría de médicos suelen pensar que se trata de una patología sin importancia o algo circunstancial o transitorio; que solo existe en la imaginación de quien la padece; además que por una comunicación particularmente limitada por niños de menor edad, no se cuenta con la facilidad para poder tener los datos de forma específica, al no poder expresar en forma significativa las sensaciones que padece y por último, se llega a considerar en su caso, que se trata de una enfermedad que solo puede afectar a los adultos.

Esta condición, no debe ser confundida con el trastorno del movimiento periódico de las extremidades durante el sueño (MPES), que se trata de una alteración del sueño con sacudidas repetitivas de las extremidades durante el sueño (consideradas como patadas durante el sueño), pero que si puede ser una manifestación del síndrome de piernas inquietas (SPI) durante el transcurso del sueño.

De acuerdo a estudios estadísticos, se considera que esta enfermedad afecta al 2% de la población pediátrica en un porcentaje parecido al de la epilepsia infantil, sin predominio de género especial durante la etapa infantil y adolescente, a diferencia de la adulta en donde la mayor afección es en mujeres (doble que hombres).

Para la existencia de esta enfermedad, se considera como causa asociada la deficiencia del hierro cerebral y una sustancia que permite la activación de neuronas (dopamina), llegando a considerar también la influencia genética, por asociar estos cuadros con antecedentes familiares hasta en un 70-80% de los casos infantiles y adolescentes.

La deficiencia de hierro, se ha documentado mediante estudios de la concentración de esta sustancia en el líquido que circula en el cerebro y de imágenes especializadas. Este hierro a nivel cerebral influye para la producción de la dopamina cerebral, maduración del tejido neurológico, producción de energía celular y en mecanismo de transmisión de señales neuronales. Cuando a estos pacientes en su tratamiento se incrementa y corrige los niveles de hierro cerebral y/o se administra dopamina, el cuadro manifiesta mejoría.

Los niños y jóvenes afectados por esta alteración, generalmente buscan la atención médica por sus consecuencias; y no tanto, por los movimientos de sus piernas. Dentro de las alteraciones que llegan a referir, se encuentran: problemas de sueño, cambios de comportamiento habitual, problemas para poder dormir, sueño inquieto, problemas para el inicio de sueño y/o problemas para poder mantener el sueño. Así los síntomas de las piernas rara vez son la causa principal de atención médica, considerando que esto se debe a que es más probable que los padres conozcan y se preocupen por el impacto conductual de estos trastornos, que por los síntomas más específicos de las piernas o las extremidades.

La alteración también puede presentarse asociada en frecuencia muy alta con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad–niños demasiado inquietos-. En otras ocasiones terminan mal catalogados, solo como niños con dolores de crecimiento.

En los niños el síndrome es difícil de diagnosticar, porque ellos describen los síntomas de forma imprecisa y pueden aparecer en cualquier momento del día, especialmente cuando están sentados en clase, en el coche o viendo la televisión.

Para considerar que un niño padece de esta alteración, se deberán de cumplir los cinco siguientes requisitos: Necesidad de mover las piernas, generalmente por sensaciones incómodas o desagradables. Esta alteración deberá comenzar o empeorar durante el descanso o la inactividad (p. Ej., Acostado o sentado). Se alivian con el movimiento. Ocurren exclusiva o predominantemente por la tarde o la noche y no se explican únicamente por otra afección médica o alteración de su conducta.

Como variantes a considerar el cuadro, se puede tomar en cuenta solo cuatro de las alteraciones referidas anteriormente más: la sensación particular en las piernas con la referencia especial que el niño señale (cosquillas, demasiada energía, hormigas, etc.). O también, cuatro alteraciones con dos de los siguientes criterios de apoyo: cursar con alteración del sueño para su edad, antecedente de un familiar con esa alteración y/o estudio de registro especial de sueño con alteración específica.  

Estos síntomas son subjetivos, pero siguen patrones típicos que los niños describen de diferentes maneras. Por lo tanto, es importante que al niño le demos la oportunidad de describir cualquier síntoma relacionado con las piernas con sus propias palabras en lugar de escuchar las apreciaciones personales de los familiares acompañantes, tratando el médico de fomentar las respuestas descriptivas más extensas y apropiadas. Es posible, que la sensación incómoda por el niño pueda ser referida, como: hormigueo, dolores, picor, ganas de patear o locura de piernas.

Generalmente con esta alteración, suele haber alteraciones del sueño en forma de insomnio al comienzo de la noche, causada por la sensación de malestar, y un sueño nocturno fragmentado e inestable provocado por los movimientos en las extremidades, que se repiten de forma periódica y estereotipada, fundamentalmente en las piernas, provocando un micro-despertar recurrente que afecta la continuidad del sueño.

El MPES para no confundirse, se caracteriza por sacudidas repetitivas de las extremidades durante el sueño, asociada con una alteración del sueño o una función diurna alterada que no puede explicarse por otra alteración orgánica. No llegan a manifestarse estas sacudidas durante el tiempo que el niño se mantiene despierto, a diferencia del SPI.

Para la evaluación de esta alteración, se deberá de contar con la valoración del especialista correspondiente (neurólogo pediatra, paidopsiquiatra y/o medicina del sueño) donde se realizarán estudios específicos de sangre, sueño y revisión de video del sueño del niño en su ambiente natural, a fin de poder integrar los datos específicos.

Deberán descartarse alteraciones que puedan confundir el cuadro, como: los dolores de crecimiento en donde la molestia de aparición nocturna suele mejorar con la aplicación de un masaje o calor local, mientras que el SPI genera movimientos constantes para mejorar la sensación incómoda. Los tics se caracterizan por ser movimientos rápidos, bruscos y repetidos sin aparente control, no son dolorosos y se asocian con condiciones de ansiedad o de cansancio. Los dolores musculares asocian en forma previa una mayor cantidad de ejercicio. Los calambres son contracciones bruscas y palpables donde se percibe un engrosamiento de tejido muscular asociado a la sensación de dolor intenso que mejoran al colocar la extremidad en la forma opuesta a la manifiesta con dolor. Las alteraciones de los huesos tienen cambios en las imágenes específicas y movimientos anormales

El tratamiento de acuerdo a las características puede controlarse de forma apropiada con hierro o medicamentos que aumenten niveles de dopamina. Su falta de tratamiento permite al niño padecer las consecuencias de una alteración crónica del sueño.


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