La
pérdida de visión constituye una experiencia aterradora para el afectado y sus
familiares. Se considera aguda o súbita, si se desarrolla en unos pocos minutos
a un par de días. Puede afectar a uno o ambos ojos, y a la totalidad o parte
del campo visual. La ceguera, especialmente si es bilateral y permanente,
representa una grave pérdida de función. Desafortunadamente, es posible
que los niños no se presenten hasta que tengan una pérdida significativa de la
visión; por otra parte, los niños muy pequeños no mostrarán una
disminución de la visión hasta que haya un compromiso significativo e incluso
los niños en edad escolar lo compensen bien. Lamentablemente en su pronóstico
al momento en que se aprecia la pérdida de la visión, la probabilidad de su recuperación
puede ser baja.
Las estimaciones de su incidencia no son fidedignas al no existir un registro con un control adecuado y quedar sin incluirse muchos casos. Su prevalencia se relaciona con el índice de mortalidad en los menores de cinco años. Los países con alta mortalidad tienen una prevalencia de 1 un caso por cada mil niños, mientras los países de baja mortalidad su prevalencia de disminución visual es de 2 por diez mil niños.
Para considerar que alguien tiene deficiencia en su percepción visual, los organismos internacionales establecen que los afectados no pueden distinguir un objeto específico a una distancia menor de 30 cm y de acuerdo con la posibilidad de poder definir en menores distancias, se definen con discapacidad visual moderada (10-30cm) o grave (5-10cm); y ceguera, a quienes no distinguen los objetos a una distancia menor de 5 cm y/o, son incapaces de poder distinguir la iluminación a esa distancia.
En cuanto a conceptos generales, también se puede establecer su relación, señalando que la ceguera es total ante una ausencia total de visión; o si se percibe luz, no es útil para la orientación. En la ceguera parcial, se percibe luz, bultos, a veces colores, que le son útiles para la orientación y movilidad al afectado, pero insuficiente en su visión de cerca. La deficiencia visual severa percibe volúmenes y colores, objetos y caracteres impresos a pocos centímetros con ayudas ópticas, gafas o lupas; y con la deficiencia visual moderada, se perciben objetos y caracteres impresos a pocos centímetros sin necesidad de ayudas ópticas.
En condiciones normales para lograr una visión clara, la luz debe seguir un camino sin obstáculos desde el frente hasta la parte posterior del ojo, viajando a través de los medios transparentes del ojo (córnea, el humor acuoso, el cristalino y el humor vítreo) hasta la capa sensitiva (retina). Refractada por la córnea y el cristalino (y quizás también por anteojos o lentes de contacto), la luz se debe enfocar en la retina, donde se transforma en una señal electroquímica mediante fotorreceptores y células de apoyo. La señal luminosa se transmite ahora con impulsos electroquímicos través del nervio óptico en sus vías visuales, hasta los centros especiales en el cerebro (lóbulos occipitales).
Así las alteraciones en la función de cualquiera de las estructuras a lo largo de la vía visual pueden causar pérdida de visión que, en forma general, se pueden dividir en tres categorías: medios visuales transparentes, alteraciones de retina y daños de conducción.
Los medios transparentes pueden sufrir daños a partir de eventos traumáticos o por algunas enfermedades específicas que lo afecten. En condiciones traumáticas se incluye la lesión del globo ocular que afecta a su integridad mediante cuerpos extraños, como: proyectiles, objetos afilados o agudos que en caso de incrustación no deben movilizarse, hasta la evaluación por el especialista. Hemorragias dentro del globo ocular o en espacios transparentes, como consecuencia de traumatismos o alteraciones sanguíneas. Reacciones inflamatorias por contacto de productos químicos (ácidos o álcalis), infecciones por lentes de contacto contaminados, infecciones por microorganismos específicos (gonococo, estafilococo, pseudomona, herpes, chlamydia, enterovirus), procesos inflamatorios de origen autoinmune (uveítis), glaucoma y anomalía en la posición del cristalino (secundario a traumatismo o por enfermedad -Marfan-)
De alteraciones de retina, se incluye el desprendimiento o hemorragia de retina, que se puede presentar como signo de abuso infantil en un bebé que ha sido sacudido, ante el mecanismo de aceleración y desaceleración brusca, que también puede presentarse ante alguna colisión de vehículo en alta velocidad. El afectado antes, puede describir destellos súbitos en su visión sin asociar dolor. La oclusión de los vasos centrales de la retina suele aparecer con antecedente de enfermedad previa con alteración de coagulación, deformidad de glóbulos rojos, cardiopatía congénita, empleo de drogas. Otro factor en la retina es la presencia de tumores como el retinoblastoma, que puede identificarse en etapa temprana con la revisión del reflejo anormal a la luz (amarillo, blanco en vez de ser de color rojo) de preferencia en los primeros meses de vida.
Ya en las vías de conducción existen otras alteraciones que pueden comprometer la visión en forma variada. La celulitis orbitaria es una infección cercana a la órbita del ojo por sinusitis etmoidal y/o esfenoidal que, por inflamación de tejidos, comprime el nervio óptico en su entrada al espacio cerebral, asociando dolor de cabeza y datos inflamatorios en el ojo afectado. Alguna infección de senos paranasales, cara, oído o cavidad bucal puede complicarse con una trombosis del seno cavernoso, que establece otra condición que puede causar pérdida de la visión debido a compresión vascular del nervio óptico o el compromiso a su circulación sanguínea.
Algunos tumores y cánceres también pueden producir pérdida de la visión, como el de células neuronales (neuroblastoma) que con su metástasis afecta los tejidos orbitarios y causa compresión del nervio oftálmico. El nervio óptico puede generar comportamiento tumoral (glioma) y causar alteración visual secundaria, y suele presentarse con antecedente de padres consanguíneos. El tumor de tejido muscular (rabdomiosarcoma) por afección de estructuras musculares de la órbita, puede originar pérdida progresiva de visión. En raras ocasiones la leucemia y el linfoma pueden involucrar a la órbita.
Cuando la presión dentro del cráneo se encuentra elevada por procesos infecciosos (meningoencefalitis), antecedente traumático o sin causa específica (idiopático), puede haber compromiso en la visión por aumento de presión en el nervio óptico, que generalmente afecta la visión periférica, que sin tratamiento asociado puede condicionar pérdida de la visión definitiva.
La inflamación del nervio óptico (neuritis óptica) por procesos infecciosos (bacterias o virus), autoinmunes (esclerosis múltiple) o sin causa aparente, también condiciona pérdida de visión por alterar la integridad de los componentes del tejido nervioso.
Los nervios oftálmicos se cruzan en un punto especial conocido como quiasma óptico. Toda alteración en ese punto o cercano al mismo, podrá establecer grados variables de déficit visual. En esa zona está la glándula hipófisis que ante un tejido tumoral que la involucre, también es capaz de producir alteraciones visuales. La presencia de abscesos o tejidos de degeneración cerebral por procesos inflamatorios o de irrigación sanguínea (isquémicos) también pueden causar afección de la visión.
En ocasiones, la pérdida de la visión puede ser solo por un lapso transitorio. Esta condición se presenta en algunos tipos de migraña, traumatismos craneoencefálicos y algunos tipos especiales de epilepsia (región occipital). Las alteraciones de conducta pueden manifestarla y también hay quien llega a fingir este cuadro, pero la revisión de reflejos oculares específicos lo hacen evidente para justificar su atención mental.
Ante el hecho que un niño o adolescente señalen pérdida de la visión, ameritan atención especializada por el oftalmólogo, neurólogo o pediatra a la brevedad posible para definir su causa y, establecer el manejo que pueda reintegrar su visión normal de ser posible.
Las estimaciones de su incidencia no son fidedignas al no existir un registro con un control adecuado y quedar sin incluirse muchos casos. Su prevalencia se relaciona con el índice de mortalidad en los menores de cinco años. Los países con alta mortalidad tienen una prevalencia de 1 un caso por cada mil niños, mientras los países de baja mortalidad su prevalencia de disminución visual es de 2 por diez mil niños.
Para considerar que alguien tiene deficiencia en su percepción visual, los organismos internacionales establecen que los afectados no pueden distinguir un objeto específico a una distancia menor de 30 cm y de acuerdo con la posibilidad de poder definir en menores distancias, se definen con discapacidad visual moderada (10-30cm) o grave (5-10cm); y ceguera, a quienes no distinguen los objetos a una distancia menor de 5 cm y/o, son incapaces de poder distinguir la iluminación a esa distancia.
En cuanto a conceptos generales, también se puede establecer su relación, señalando que la ceguera es total ante una ausencia total de visión; o si se percibe luz, no es útil para la orientación. En la ceguera parcial, se percibe luz, bultos, a veces colores, que le son útiles para la orientación y movilidad al afectado, pero insuficiente en su visión de cerca. La deficiencia visual severa percibe volúmenes y colores, objetos y caracteres impresos a pocos centímetros con ayudas ópticas, gafas o lupas; y con la deficiencia visual moderada, se perciben objetos y caracteres impresos a pocos centímetros sin necesidad de ayudas ópticas.
En condiciones normales para lograr una visión clara, la luz debe seguir un camino sin obstáculos desde el frente hasta la parte posterior del ojo, viajando a través de los medios transparentes del ojo (córnea, el humor acuoso, el cristalino y el humor vítreo) hasta la capa sensitiva (retina). Refractada por la córnea y el cristalino (y quizás también por anteojos o lentes de contacto), la luz se debe enfocar en la retina, donde se transforma en una señal electroquímica mediante fotorreceptores y células de apoyo. La señal luminosa se transmite ahora con impulsos electroquímicos través del nervio óptico en sus vías visuales, hasta los centros especiales en el cerebro (lóbulos occipitales).
Así las alteraciones en la función de cualquiera de las estructuras a lo largo de la vía visual pueden causar pérdida de visión que, en forma general, se pueden dividir en tres categorías: medios visuales transparentes, alteraciones de retina y daños de conducción.
Los medios transparentes pueden sufrir daños a partir de eventos traumáticos o por algunas enfermedades específicas que lo afecten. En condiciones traumáticas se incluye la lesión del globo ocular que afecta a su integridad mediante cuerpos extraños, como: proyectiles, objetos afilados o agudos que en caso de incrustación no deben movilizarse, hasta la evaluación por el especialista. Hemorragias dentro del globo ocular o en espacios transparentes, como consecuencia de traumatismos o alteraciones sanguíneas. Reacciones inflamatorias por contacto de productos químicos (ácidos o álcalis), infecciones por lentes de contacto contaminados, infecciones por microorganismos específicos (gonococo, estafilococo, pseudomona, herpes, chlamydia, enterovirus), procesos inflamatorios de origen autoinmune (uveítis), glaucoma y anomalía en la posición del cristalino (secundario a traumatismo o por enfermedad -Marfan-)
De alteraciones de retina, se incluye el desprendimiento o hemorragia de retina, que se puede presentar como signo de abuso infantil en un bebé que ha sido sacudido, ante el mecanismo de aceleración y desaceleración brusca, que también puede presentarse ante alguna colisión de vehículo en alta velocidad. El afectado antes, puede describir destellos súbitos en su visión sin asociar dolor. La oclusión de los vasos centrales de la retina suele aparecer con antecedente de enfermedad previa con alteración de coagulación, deformidad de glóbulos rojos, cardiopatía congénita, empleo de drogas. Otro factor en la retina es la presencia de tumores como el retinoblastoma, que puede identificarse en etapa temprana con la revisión del reflejo anormal a la luz (amarillo, blanco en vez de ser de color rojo) de preferencia en los primeros meses de vida.
Ya en las vías de conducción existen otras alteraciones que pueden comprometer la visión en forma variada. La celulitis orbitaria es una infección cercana a la órbita del ojo por sinusitis etmoidal y/o esfenoidal que, por inflamación de tejidos, comprime el nervio óptico en su entrada al espacio cerebral, asociando dolor de cabeza y datos inflamatorios en el ojo afectado. Alguna infección de senos paranasales, cara, oído o cavidad bucal puede complicarse con una trombosis del seno cavernoso, que establece otra condición que puede causar pérdida de la visión debido a compresión vascular del nervio óptico o el compromiso a su circulación sanguínea.
Algunos tumores y cánceres también pueden producir pérdida de la visión, como el de células neuronales (neuroblastoma) que con su metástasis afecta los tejidos orbitarios y causa compresión del nervio oftálmico. El nervio óptico puede generar comportamiento tumoral (glioma) y causar alteración visual secundaria, y suele presentarse con antecedente de padres consanguíneos. El tumor de tejido muscular (rabdomiosarcoma) por afección de estructuras musculares de la órbita, puede originar pérdida progresiva de visión. En raras ocasiones la leucemia y el linfoma pueden involucrar a la órbita.
Cuando la presión dentro del cráneo se encuentra elevada por procesos infecciosos (meningoencefalitis), antecedente traumático o sin causa específica (idiopático), puede haber compromiso en la visión por aumento de presión en el nervio óptico, que generalmente afecta la visión periférica, que sin tratamiento asociado puede condicionar pérdida de la visión definitiva.
La inflamación del nervio óptico (neuritis óptica) por procesos infecciosos (bacterias o virus), autoinmunes (esclerosis múltiple) o sin causa aparente, también condiciona pérdida de visión por alterar la integridad de los componentes del tejido nervioso.
Los nervios oftálmicos se cruzan en un punto especial conocido como quiasma óptico. Toda alteración en ese punto o cercano al mismo, podrá establecer grados variables de déficit visual. En esa zona está la glándula hipófisis que ante un tejido tumoral que la involucre, también es capaz de producir alteraciones visuales. La presencia de abscesos o tejidos de degeneración cerebral por procesos inflamatorios o de irrigación sanguínea (isquémicos) también pueden causar afección de la visión.
En ocasiones, la pérdida de la visión puede ser solo por un lapso transitorio. Esta condición se presenta en algunos tipos de migraña, traumatismos craneoencefálicos y algunos tipos especiales de epilepsia (región occipital). Las alteraciones de conducta pueden manifestarla y también hay quien llega a fingir este cuadro, pero la revisión de reflejos oculares específicos lo hacen evidente para justificar su atención mental.
Ante el hecho que un niño o adolescente señalen pérdida de la visión, ameritan atención especializada por el oftalmólogo, neurólogo o pediatra a la brevedad posible para definir su causa y, establecer el manejo que pueda reintegrar su visión normal de ser posible.
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