Es
una lesión ósea no cancerosa, que se manifiesta como una cavidad revestida por
una fina membrana que contiene en su interior, líquido seroso o
serosanguinolento; y en ocasiones, sin la presencia de ese líquido, con
probabilidad que al paso del tiempo sus dimensiones vayan aumentando; generando
en consecuencia, un adelgazamiento del hueso con riesgo potencial de producir
una fractura en forma espontánea (sin golpe previo). También se les conoce como
quistes óseos simples o solitarios.
En la mayoría de las ocasiones se comportan sin producir algún síntoma específico y bajo esta circunstancia se diagnostican al momento de identificarse en una radiografía realizada por otro motivo, al notar cambios en la forma y contenido del hueso.
No se trata de una enfermedad común de los huesos -aunque esto también puede estar influido por su comportamiento sin alteraciones en la mayoría de las ocasiones-, ya que ocupa solo el 3% de las lesiones óseas primarias. Tiene predominio en varones con una proporción de 2:1 y con una incidencia de 1 por cada 10 000 niños al año.
El 85% de casos de quistes óseos, ocurren casi exclusivamente en niños y adolescentes, con registros más frecuentes entre los 3 y 14 años; y en su mayoría, con diagnóstico establecido a la edad de nueve años.
La forma como se produce esta alteración tiene varias teorías, pero hasta el momento la más viable relaciona a la obstrucción del flujo venoso (sangre que regresa al corazón), que generalmente se presenta en la parte del hueso que tiene un crecimiento rápido y remodelación asociada, notando que tiene registro de mayor presión comparativo a la parte media del hueso. Esa presión alta en consecuencia favorece a la resorción del hueso y la acumulación progresiva de líquido, que también puede incrementar la concentración de sustancias (enzimas) que puedan dañar la integridad del hueso.
Su localización más habitual se encuentra en las partes extremas de los huesos largos, relacionado con la actividad de crecimiento óseo y puede encontrarse también en algunos huesos compactos como los huesos maxilares. En consideración a la zona de crecimiento y la edad del paciente, esta alteración puede mostrar diferente expresión de molestias y de signos específicos. Son más agresivos en la primera década de la vida y, en consecuencia, su tasa de recurrencia para estos pacientes es cuatro veces más que en etapa de adolescencia. Como la mayoría de los quistes son indoloros cerca del 80% de los pacientes no tendrán ningún malestar a menos que se cause una fractura evidente espontánea (sin trauma previo) o una fractura no desplazada. En estos pacientes sus manifestaciones pueden incluir: dolor de intensidad variable, sensibilidad en el sitio de la fractura con posible hinchazón y/o sangre acumulado bajo la piel (hematomas) asociado. Otros síntomas pueden incluir dificultad para caminar o disminución del rango de movimiento de la extremidad afectada. Estas lesiones normalmente no se infectan y, como tales, no se presentan anomalías de laboratorio. Puede llegar a considerar su valoración, cuando el niño manifieste malestar persistente a nivel del hombro, de la cadera u otro hueso, que limite algún movimiento en especial. En los afectados que no tienen alguna manifestación de anormalidad, se puede encontrar en forma casual como un defecto de llenado óseo en alguna radiografía que se tome por otra justificación o motivo.
Los quistes pueden encontrarse en cualquier hueso; sin embargo, más del 95% de los casos corresponde a huesos largos, donde el hueso del brazo (húmero) y muslo (fémur) con afección en especial en su parte superior, representan casi el 90% de los casos. Cerca del 80% de los casos que afectan al hueso del brazo, tienden a desaparecer de forma espontánea al llegar a la pubertad. En cambio, los localizados en la parte superior del hueso del muslo, llegan en 50% a permanecer más allá de los 17 años, llegando incluso a encontrarse en algunos casos hasta los 54 años.
Estos quistes suelen llegarse a desarrollar en las partes medias (metáfisis), ubicadas entre el extremo (epífisis) óseo y la parte larga y central (diáfisis) del hueso, con ubicación en la parte central o media de la cavidad medular. Sin embargo, como se menciona en forma anterior, a medida que los quistes se vuelven cada vez más latentes, tienen tendencia a migrar de la parte extrema hacia la parte media (diáfisis). Con mayor frecuencia, únicamente se encuentran en los huesos largos, señalando en especial como forma más frecuente, la parte superior del húmero hasta 90% de los casos, siguiendo la parte superior del fémur y la parte superior de la tibia (espinilla). Otros sitios comunes incluyen el peroné, costillas, huesos del antebrazo (radio y cúbito) y las falanges.
Por medio de una radiografía simple, el quiste se muestra por una zona de déficit de llenado óseo en las zonas descritas. Cuando se asocia con fractura adicional, el fragmento roto puede desplazarse y notarse en su interior del quiste como un fragmento caído, pero puede cambiar con la posición del paciente y en raras ocasiones, puede llegar a calcificarse u osificarse en su interior.
De acuerdo con su naturaleza especial y/o para una mejor evaluación, es posible que el médico responsable, pueda solicitar otro tipo de estudios que pueden variar entre una tomografía computarizada o la resonancia magnética nuclear.
Por sus características similares a otras enfermedades, se debe hacer distinción de esta enfermedad, con otras que tienen su pronóstico reservado o incluso letal, por poderse tratar de procesos cancerosos de los huesos. Es el especialista en traumatología pediátrica y/o el oncólogo pediatra, quienes pueden descartar esta alteración de forma más determinante, por lo que justifica su evaluación asociada al médico primario.
En cuanto a su tratamiento, generalmente es innecesario en pacientes que no expresan algún tipo de malestar relacionado. Muchos factores como el tamaño, edad del paciente, resistencia ósea y el nivel de actividad, juegan un papel muy importante al considerar la vía de tratamiento más adecuada. Estos tratamientos tienen como objetivo primordial el limitar su crecimiento, organizar y formar tejido óseo normal; pero en ocasiones, la prioridad será evitar una fractura espontánea. Entre los tratamientos posibles de llevar a cabo, se establecen: la inyección directa de medicamento esteroideo, desprendimiento o curetaje del tejido periférico con o sin aplicación de injerto óseo que, generalmente queda reservado para los quistes más grandes y aquellos que puedan comprometer la integridad del hueso afectado.
Aparte de la fractura espontánea (patológica), otra complicación posible a presentarse es secundaria al tratamiento establecido, donde puede existir la formación de émbolos por el medicamento aplicado dentro del quiste, que pueden migrar a la circulación sanguínea y llegar a bloquear la circulación en algunos órganos vitales (corazón, cerebro y riñón) con pronóstico fatal.
En relación con el pronóstico, estos quistes tienden a mejorar de forma espontánea en la mayoría de los pacientes, especialmente después de la madurez esquelética. Menos del 10% de los pacientes experimentan una detención del crecimiento del hueso afectado, que en forma habitual puede presentarse después de una fractura patológica o de un legrado reciente. Es posible que tanto los quistes activos como los latentes tienden a reaparecer, en el mismo lugar en una cuarta parte de las veces, incluso después de la resección. En general, la mayoría son lesiones insignificantes, por la ausencia de síntomas para el paciente y la mejoría espontanea al tiempo con adecuada evolución, que, en vigilancia médica, solo justifica evaluar en forma periódica su mejoría progresiva, mediante estudios de imagen y ausencia de síntomas.
…es una enfermedad que puede pasar desapercibida, pero requiere vigilar su remisión.
En la mayoría de las ocasiones se comportan sin producir algún síntoma específico y bajo esta circunstancia se diagnostican al momento de identificarse en una radiografía realizada por otro motivo, al notar cambios en la forma y contenido del hueso.
No se trata de una enfermedad común de los huesos -aunque esto también puede estar influido por su comportamiento sin alteraciones en la mayoría de las ocasiones-, ya que ocupa solo el 3% de las lesiones óseas primarias. Tiene predominio en varones con una proporción de 2:1 y con una incidencia de 1 por cada 10 000 niños al año.
El 85% de casos de quistes óseos, ocurren casi exclusivamente en niños y adolescentes, con registros más frecuentes entre los 3 y 14 años; y en su mayoría, con diagnóstico establecido a la edad de nueve años.
La forma como se produce esta alteración tiene varias teorías, pero hasta el momento la más viable relaciona a la obstrucción del flujo venoso (sangre que regresa al corazón), que generalmente se presenta en la parte del hueso que tiene un crecimiento rápido y remodelación asociada, notando que tiene registro de mayor presión comparativo a la parte media del hueso. Esa presión alta en consecuencia favorece a la resorción del hueso y la acumulación progresiva de líquido, que también puede incrementar la concentración de sustancias (enzimas) que puedan dañar la integridad del hueso.
Su localización más habitual se encuentra en las partes extremas de los huesos largos, relacionado con la actividad de crecimiento óseo y puede encontrarse también en algunos huesos compactos como los huesos maxilares. En consideración a la zona de crecimiento y la edad del paciente, esta alteración puede mostrar diferente expresión de molestias y de signos específicos. Son más agresivos en la primera década de la vida y, en consecuencia, su tasa de recurrencia para estos pacientes es cuatro veces más que en etapa de adolescencia. Como la mayoría de los quistes son indoloros cerca del 80% de los pacientes no tendrán ningún malestar a menos que se cause una fractura evidente espontánea (sin trauma previo) o una fractura no desplazada. En estos pacientes sus manifestaciones pueden incluir: dolor de intensidad variable, sensibilidad en el sitio de la fractura con posible hinchazón y/o sangre acumulado bajo la piel (hematomas) asociado. Otros síntomas pueden incluir dificultad para caminar o disminución del rango de movimiento de la extremidad afectada. Estas lesiones normalmente no se infectan y, como tales, no se presentan anomalías de laboratorio. Puede llegar a considerar su valoración, cuando el niño manifieste malestar persistente a nivel del hombro, de la cadera u otro hueso, que limite algún movimiento en especial. En los afectados que no tienen alguna manifestación de anormalidad, se puede encontrar en forma casual como un defecto de llenado óseo en alguna radiografía que se tome por otra justificación o motivo.
Los quistes pueden encontrarse en cualquier hueso; sin embargo, más del 95% de los casos corresponde a huesos largos, donde el hueso del brazo (húmero) y muslo (fémur) con afección en especial en su parte superior, representan casi el 90% de los casos. Cerca del 80% de los casos que afectan al hueso del brazo, tienden a desaparecer de forma espontánea al llegar a la pubertad. En cambio, los localizados en la parte superior del hueso del muslo, llegan en 50% a permanecer más allá de los 17 años, llegando incluso a encontrarse en algunos casos hasta los 54 años.
Estos quistes suelen llegarse a desarrollar en las partes medias (metáfisis), ubicadas entre el extremo (epífisis) óseo y la parte larga y central (diáfisis) del hueso, con ubicación en la parte central o media de la cavidad medular. Sin embargo, como se menciona en forma anterior, a medida que los quistes se vuelven cada vez más latentes, tienen tendencia a migrar de la parte extrema hacia la parte media (diáfisis). Con mayor frecuencia, únicamente se encuentran en los huesos largos, señalando en especial como forma más frecuente, la parte superior del húmero hasta 90% de los casos, siguiendo la parte superior del fémur y la parte superior de la tibia (espinilla). Otros sitios comunes incluyen el peroné, costillas, huesos del antebrazo (radio y cúbito) y las falanges.
Por medio de una radiografía simple, el quiste se muestra por una zona de déficit de llenado óseo en las zonas descritas. Cuando se asocia con fractura adicional, el fragmento roto puede desplazarse y notarse en su interior del quiste como un fragmento caído, pero puede cambiar con la posición del paciente y en raras ocasiones, puede llegar a calcificarse u osificarse en su interior.
De acuerdo con su naturaleza especial y/o para una mejor evaluación, es posible que el médico responsable, pueda solicitar otro tipo de estudios que pueden variar entre una tomografía computarizada o la resonancia magnética nuclear.
Por sus características similares a otras enfermedades, se debe hacer distinción de esta enfermedad, con otras que tienen su pronóstico reservado o incluso letal, por poderse tratar de procesos cancerosos de los huesos. Es el especialista en traumatología pediátrica y/o el oncólogo pediatra, quienes pueden descartar esta alteración de forma más determinante, por lo que justifica su evaluación asociada al médico primario.
En cuanto a su tratamiento, generalmente es innecesario en pacientes que no expresan algún tipo de malestar relacionado. Muchos factores como el tamaño, edad del paciente, resistencia ósea y el nivel de actividad, juegan un papel muy importante al considerar la vía de tratamiento más adecuada. Estos tratamientos tienen como objetivo primordial el limitar su crecimiento, organizar y formar tejido óseo normal; pero en ocasiones, la prioridad será evitar una fractura espontánea. Entre los tratamientos posibles de llevar a cabo, se establecen: la inyección directa de medicamento esteroideo, desprendimiento o curetaje del tejido periférico con o sin aplicación de injerto óseo que, generalmente queda reservado para los quistes más grandes y aquellos que puedan comprometer la integridad del hueso afectado.
Aparte de la fractura espontánea (patológica), otra complicación posible a presentarse es secundaria al tratamiento establecido, donde puede existir la formación de émbolos por el medicamento aplicado dentro del quiste, que pueden migrar a la circulación sanguínea y llegar a bloquear la circulación en algunos órganos vitales (corazón, cerebro y riñón) con pronóstico fatal.
En relación con el pronóstico, estos quistes tienden a mejorar de forma espontánea en la mayoría de los pacientes, especialmente después de la madurez esquelética. Menos del 10% de los pacientes experimentan una detención del crecimiento del hueso afectado, que en forma habitual puede presentarse después de una fractura patológica o de un legrado reciente. Es posible que tanto los quistes activos como los latentes tienden a reaparecer, en el mismo lugar en una cuarta parte de las veces, incluso después de la resección. En general, la mayoría son lesiones insignificantes, por la ausencia de síntomas para el paciente y la mejoría espontanea al tiempo con adecuada evolución, que, en vigilancia médica, solo justifica evaluar en forma periódica su mejoría progresiva, mediante estudios de imagen y ausencia de síntomas.
…es una enfermedad que puede pasar desapercibida, pero requiere vigilar su remisión.
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