Es
una enfermedad de origen sexual que se transmite al hijo por invasión de
bacterias (treponemas) a través de la circulación placentaria durante el
embarazo; o al nacimiento, por su paso en los genitales femeninos contaminados,
desarrollando alteraciones variadas, que son dependientes de la evolución de la
enfermedad materna y las características biológicas propias del recién nacido.
En el adulto, el germen se adquiere principalmente durante las relaciones sexuales, al contacto y su paso en las mucosas íntegras; o a través de heridas en la piel. Su periodo de incubación promedio es de tres semanas, desarrollando la lesión particular (chancro) en la piel o mucosa donde se realizó la inoculación, con opción en desarrollar una sola lesión o múltiples, asociado con crecimiento de uno o varios ganglios cercanos, para establecer la fase primaria de la enfermedad, curando espontáneamente en 2-8 semanas permitiendo en ese periodo, que la multiplicación de los treponemas permita su invasión a otros tejidos en las siguientes 2-8 semanas, con manifestaciones variadas que, caracterizan al cuadro como fase secundaria o de diseminación. Posterior a este cuadro, se considera su evolución como etapa latente con posibles recaídas; que se consideran tempranas, a las alteraciones que manifiesta durante el año siguiente y como tardías las alteraciones que se producen después de ese tiempo.
Una madre portadora de esta enfermedad -posterior a la lesión primaria-, tendrá mayor riesgo afectar a su producto durante el embarazo, en la medida que sea más temprano su etapa de diseminación, ante la cantidad excesiva de gérmenes en circulación placentaria. El contagio por contacto con lesiones primarias suele ser excepcional. No se transmite por la leche humana, pero puede ocurrir la transmisión si la madre que amamanta tiene una lesión infecciosa (chancro) en el seno
El riesgo de infección del feto puede producirse en cualquier mujer no tratada, aunque es más frecuente en los estadios precoces de la infección. Se estima de 85 a 100% en madres con sífilis primaria no tratada, 40% en la mujer con infección temprana latente y 10% en madres con infección tardía latente. La gravedad de esta enfermedad va desde el aborto tardío al parto prematuro, muerte neonatal, infección inmediata al nacimiento e infección latente. La sífilis congénita puede ser temprana o tardía. La temprana, que se observa antes del segundo año de vida, puede ser fulminante. La forma tardía, con una persistencia de más de dos años, puede originar deformaciones óseas y en sus dientes, sordera, alteraciones neurológicas y otras manifestaciones terciarias.
La muerte prenatal es el resultado más común y ocurre en 40% a 70% de los embarazos en madres con sífilis no tratada o tratada inadecuadamente; la mayoría de los recién nacidos vivos son asintomáticos, pero pueden desarrollar manifestaciones más tarde.
La forma de manifestar la enfermedad puede presentarse en diferentes momentos y su presentación varía mucho. Cualquier órgano del bebé puede estar afectado, pero la enfermedad afecta con mayor frecuencia la piel, hígado, los riñones, la médula ósea, el páncreas, el bazo, los pulmones, el corazón y el cerebro. Deberá de considerarse a descartar, cuando al nacimiento se presente parto prematuro, peso bajo al nacimiento y la talla sea pequeña para la edad del embarazo, ya que de confirmar con estudios de laboratorio, la administración del tratamiento en forma temprana, modifica el pronóstico en forma notoria, pudiendo evitar complicaciones severas; pero lamentablemente, como un gran número de bebés infectados no presentan manifestaciones asociadas al nacer, el diagnóstico suele retrasarse varias semanas y la evolución será de mal pronóstico.
El 60 a 75% de los bebés con sífilis congénita temprana, no manifestarán evidencia de la enfermedad al nacer, pero pueden presentarlas entre las tres y ocho semanas posteriores, en donde la gran variedad de lesiones, la cataloga como una gran simuladora de otras alteraciones, como verdadero reto, a su identificación temprana.
Las manifestaciones de la variante precoz pueden aparecer desde el nacimiento donde se podrá notar una placenta de mayor tamaño y color blanquecino, el bebé puede tener aspecto hinchado en la mayor parte de su cuerpo, el muñón umbilical será de un grosor mayor con oscurecimiento (necrosis) en la parte central para dar aspecto del símbolo de barbero con enrojecimiento en implantación del abdomen. escurrimiento y congestión nasal notorio, que condiciona respiración ruidosa, con eliminación de material purulento o sanguinolento (7-14días), grietas en la comisura bucal, parches mucosos. En el resto del cuerpo puede haber presencia de ampollas (algunas rotas) o manchas con pápulas rojizas simétricas que afectan a las palmas y plantas. Por afección al sistema sanguíneo pueden aparecer manchas oscuras en diferentes partes del cuerpo (en aspecto de muffin de arándanos), color amarillento (ictericia), abdomen globoso por crecimiento anormal del hígado y bazo, ganglios linfáticos crecidos, inflamación articular (hombro, codo, dedos) con parálisis secundaria (por dolor) y posibles fracturas. Pueden tener desarrollo de neumonía con manifestación de dificultad respiratoria. En el sistema nervioso produce inflamación de las capas que envuelven al cerebro y médula espinal (meningitis) o generar convulsiones y por daño encefálico déficit de desarrollo neuromotor. En los riñones puede generar alteración de filtración, con aparición de edema corporal variado. Estas manifestaciones suelen variar de acuerdo con el momento que se produce el contagio dentro del vientre materno y la etapa evolutiva de la enfermedad en la gestante y se repite, son viables de aparecer en los primeros dos años.
Los bebés no tratados, incluidos los asintomáticos al nacer, pueden desarrollar manifestaciones tardías de malformaciones (estigmas clínicos), ya sea porque la infección ocurrió en una etapa crítica de crecimiento o como resultado directo de la actividad de la enfermedad. Generalmente aparecen después de los dos años y afectan el sistema nervioso central, huesos y articulaciones, dientes, ojos y piel. Algunos datos ya son más específicos para considerar la enfermedad, tales como: la lesión de la córnea en forma bilateral que se vuelven opacas (queratitis intersticial) condiciona una visión borrosa, con molestia a la luz y lagrimeo constante. La sordera por lesión directa al nervio acústico, generalmente bilateral, puede acompañarse en ocasiones por sensación de mareos y, la deformidad de los dientes incisivos centrales que adquieren forma de clavijas por presencia de una muesca en su parte central. En forma adicional se puede encontrar también como manifestaciones tardías, el arqueamiento anterior de las espinillas, protuberancias frontales, molares con superficies redondeadas (morera), nariz hundida con aspecto en silla de montar, fisuras o estrías alrededor de los orificios naturales, e hinchazón dolorosa de las rodillas. En algunas partes del cuerpo pueden aparecer lesiones conocidas como gomas que se notan por un engrosamiento evidente, afectando hueso o algunas partes blandas (paladar). Las que se localizan en hueso, pueden generar perforaciones, quistes, deformidades, fracturas.
Esta enfermedad de preferencia se debe tratar al momento de detectar a la madre como positiva a pruebas específicas de la sífilis. De acuerdo con su etapa de evolución recibe tratamiento con un antibiótico accesible (penicilina) en esquema especial, procurando de preferencia que la última dosis del esquema de penicilina se haya recibido al menos un mes antes del parto. En cuanto al bebé que se confirma con datos de sífilis congénita, de preferencia debe mantenerse hospitalizado para recibir manejo con una penicilina de mejor penetrancia a los diferentes tejidos, para evitar el desarrollo de estas alteraciones.
La sífilis en el embarazo se considera una emergencia fetal, debido a la alta proporción de muertes fetales precoces o tardías, relacionadas con la falta de tratamiento, que debe iniciarse inmediatamente, después de una prueba positiva (reactiva) para sífilis
En el adulto, el germen se adquiere principalmente durante las relaciones sexuales, al contacto y su paso en las mucosas íntegras; o a través de heridas en la piel. Su periodo de incubación promedio es de tres semanas, desarrollando la lesión particular (chancro) en la piel o mucosa donde se realizó la inoculación, con opción en desarrollar una sola lesión o múltiples, asociado con crecimiento de uno o varios ganglios cercanos, para establecer la fase primaria de la enfermedad, curando espontáneamente en 2-8 semanas permitiendo en ese periodo, que la multiplicación de los treponemas permita su invasión a otros tejidos en las siguientes 2-8 semanas, con manifestaciones variadas que, caracterizan al cuadro como fase secundaria o de diseminación. Posterior a este cuadro, se considera su evolución como etapa latente con posibles recaídas; que se consideran tempranas, a las alteraciones que manifiesta durante el año siguiente y como tardías las alteraciones que se producen después de ese tiempo.
Una madre portadora de esta enfermedad -posterior a la lesión primaria-, tendrá mayor riesgo afectar a su producto durante el embarazo, en la medida que sea más temprano su etapa de diseminación, ante la cantidad excesiva de gérmenes en circulación placentaria. El contagio por contacto con lesiones primarias suele ser excepcional. No se transmite por la leche humana, pero puede ocurrir la transmisión si la madre que amamanta tiene una lesión infecciosa (chancro) en el seno
El riesgo de infección del feto puede producirse en cualquier mujer no tratada, aunque es más frecuente en los estadios precoces de la infección. Se estima de 85 a 100% en madres con sífilis primaria no tratada, 40% en la mujer con infección temprana latente y 10% en madres con infección tardía latente. La gravedad de esta enfermedad va desde el aborto tardío al parto prematuro, muerte neonatal, infección inmediata al nacimiento e infección latente. La sífilis congénita puede ser temprana o tardía. La temprana, que se observa antes del segundo año de vida, puede ser fulminante. La forma tardía, con una persistencia de más de dos años, puede originar deformaciones óseas y en sus dientes, sordera, alteraciones neurológicas y otras manifestaciones terciarias.
La muerte prenatal es el resultado más común y ocurre en 40% a 70% de los embarazos en madres con sífilis no tratada o tratada inadecuadamente; la mayoría de los recién nacidos vivos son asintomáticos, pero pueden desarrollar manifestaciones más tarde.
La forma de manifestar la enfermedad puede presentarse en diferentes momentos y su presentación varía mucho. Cualquier órgano del bebé puede estar afectado, pero la enfermedad afecta con mayor frecuencia la piel, hígado, los riñones, la médula ósea, el páncreas, el bazo, los pulmones, el corazón y el cerebro. Deberá de considerarse a descartar, cuando al nacimiento se presente parto prematuro, peso bajo al nacimiento y la talla sea pequeña para la edad del embarazo, ya que de confirmar con estudios de laboratorio, la administración del tratamiento en forma temprana, modifica el pronóstico en forma notoria, pudiendo evitar complicaciones severas; pero lamentablemente, como un gran número de bebés infectados no presentan manifestaciones asociadas al nacer, el diagnóstico suele retrasarse varias semanas y la evolución será de mal pronóstico.
El 60 a 75% de los bebés con sífilis congénita temprana, no manifestarán evidencia de la enfermedad al nacer, pero pueden presentarlas entre las tres y ocho semanas posteriores, en donde la gran variedad de lesiones, la cataloga como una gran simuladora de otras alteraciones, como verdadero reto, a su identificación temprana.
Las manifestaciones de la variante precoz pueden aparecer desde el nacimiento donde se podrá notar una placenta de mayor tamaño y color blanquecino, el bebé puede tener aspecto hinchado en la mayor parte de su cuerpo, el muñón umbilical será de un grosor mayor con oscurecimiento (necrosis) en la parte central para dar aspecto del símbolo de barbero con enrojecimiento en implantación del abdomen. escurrimiento y congestión nasal notorio, que condiciona respiración ruidosa, con eliminación de material purulento o sanguinolento (7-14días), grietas en la comisura bucal, parches mucosos. En el resto del cuerpo puede haber presencia de ampollas (algunas rotas) o manchas con pápulas rojizas simétricas que afectan a las palmas y plantas. Por afección al sistema sanguíneo pueden aparecer manchas oscuras en diferentes partes del cuerpo (en aspecto de muffin de arándanos), color amarillento (ictericia), abdomen globoso por crecimiento anormal del hígado y bazo, ganglios linfáticos crecidos, inflamación articular (hombro, codo, dedos) con parálisis secundaria (por dolor) y posibles fracturas. Pueden tener desarrollo de neumonía con manifestación de dificultad respiratoria. En el sistema nervioso produce inflamación de las capas que envuelven al cerebro y médula espinal (meningitis) o generar convulsiones y por daño encefálico déficit de desarrollo neuromotor. En los riñones puede generar alteración de filtración, con aparición de edema corporal variado. Estas manifestaciones suelen variar de acuerdo con el momento que se produce el contagio dentro del vientre materno y la etapa evolutiva de la enfermedad en la gestante y se repite, son viables de aparecer en los primeros dos años.
Los bebés no tratados, incluidos los asintomáticos al nacer, pueden desarrollar manifestaciones tardías de malformaciones (estigmas clínicos), ya sea porque la infección ocurrió en una etapa crítica de crecimiento o como resultado directo de la actividad de la enfermedad. Generalmente aparecen después de los dos años y afectan el sistema nervioso central, huesos y articulaciones, dientes, ojos y piel. Algunos datos ya son más específicos para considerar la enfermedad, tales como: la lesión de la córnea en forma bilateral que se vuelven opacas (queratitis intersticial) condiciona una visión borrosa, con molestia a la luz y lagrimeo constante. La sordera por lesión directa al nervio acústico, generalmente bilateral, puede acompañarse en ocasiones por sensación de mareos y, la deformidad de los dientes incisivos centrales que adquieren forma de clavijas por presencia de una muesca en su parte central. En forma adicional se puede encontrar también como manifestaciones tardías, el arqueamiento anterior de las espinillas, protuberancias frontales, molares con superficies redondeadas (morera), nariz hundida con aspecto en silla de montar, fisuras o estrías alrededor de los orificios naturales, e hinchazón dolorosa de las rodillas. En algunas partes del cuerpo pueden aparecer lesiones conocidas como gomas que se notan por un engrosamiento evidente, afectando hueso o algunas partes blandas (paladar). Las que se localizan en hueso, pueden generar perforaciones, quistes, deformidades, fracturas.
Esta enfermedad de preferencia se debe tratar al momento de detectar a la madre como positiva a pruebas específicas de la sífilis. De acuerdo con su etapa de evolución recibe tratamiento con un antibiótico accesible (penicilina) en esquema especial, procurando de preferencia que la última dosis del esquema de penicilina se haya recibido al menos un mes antes del parto. En cuanto al bebé que se confirma con datos de sífilis congénita, de preferencia debe mantenerse hospitalizado para recibir manejo con una penicilina de mejor penetrancia a los diferentes tejidos, para evitar el desarrollo de estas alteraciones.
La sífilis en el embarazo se considera una emergencia fetal, debido a la alta proporción de muertes fetales precoces o tardías, relacionadas con la falta de tratamiento, que debe iniciarse inmediatamente, después de una prueba positiva (reactiva) para sífilis
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