Se le considera,
a: la relación sobre un menor de edad -dependiente aún de cuidados en su
atención, que aún tiene inmadurez de su desarrollo genital-, en actividades
sexuales que no comprende por completo o para los cuales, es incapaz de otorgar
su aprobación y en contra de las normas jurídicas o sociales.
Comprende a
alguna(s) de todas las variantes de participación de las relaciones sexuales,
llevadas a cabo con un menor de edad, que puede abarcar: violación, incesto,
pornografía, prostitución, contacto o penetración oral, vaginal o rectal,
manoseo, caricias sexuales, contacto buco genital y observación genital.
Como es de
suponerse, la prevalencia de esta condición en cualquier sociedad no es posible
precisar por su deficiencia en la denuncia del abuso. Sin embargo, existen
estimaciones que indican una incidencia de 25% en las niñas por 10% en los
varones, con probabilidad que sea mayor por solo tomar en cuenta los registros
reportados.
El abuso sexual
puede darse en cualquier edad, pero predomina entre los ocho y doce años de
edad. En general, los abusadores son personas conocidas y de confianza,
parientes o personas que conviven de forma regular con el niño. Casi una
tercera parte de los abusadores tiene un parentesco con el afectado. La mayoría
son hombres.
En la mecánica
del desarrollo de esta condición, habitualmente al abusador primero busca
hacerse amigo del niño, a continuación lo manipula o lo amenaza, para
finalmente condicionar abuso durante un periodo prolongado antes que lo logre
revelar el afectado.
Se deberá
diferenciar, el abuso de los juegos sexuales entre niños de la misma edad o de
su mismo nivel evolutivo, que pueden considerarse normales. En estos juegos se
identifica que no asocian el empleo de la fuerza, coerción o causar lesiones al
participante. Sin embargo deberá establecerse como posibilidad, que el juego
sexual se puede iniciar por un niño involucrado en actividades sexuales con un
adulto, tomando en consideración además, la actividad desarrollada en el juego
(no es normal que un niño de cinco años introduzca sus genitales en la boca de
otro niño de la misma edad).
Todos los niños,
desarrollan repercusiones psicológicas en forma secundaria al estímulo sexual
repetitivo. Aún los menores de tres años, que supuestamente no tienen idea
precisa que la actividad sexual es incorrecta, desarrollan problemas como
consecuencia de la incapacidad para poder hacer frente a la sobre estimulación recurrente.
Los de cinco
años o mayores que ya conocen o aprecian al que lo abusa, se siente atrapado
entre el afecto y lealtad que siente hacia esa persona, con la sensación
desagradable de que las actividades sexuales son terriblemente malas. Por otra
parte, nota que al tratar de romper con este tipo de relaciones sexuales, el
que lo abusa puede amenazarlo mediante la violencia o negándole su afecto.
Cuando los
abusos sexuales ocurren con integrantes de la familia, el niño puede tenerles
miedo o coraje. Se siente avergonzado con los otros miembros de la familia y
puede tener temor, que la familia se desintegre en caso de llegar a descubrirse
el secreto.
Las
manifestaciones que nos pueden orientar a considerar este tipo de cuadro,
pueden ser clasificados con trastornos emocionales o de conducta, que contrastan
con las alteraciones orgánicas o signos clínicos particulares.
Los cambios del
comportamiento pueden ser la única manifestación del abuso, si la agresión ya
ha sucedido con tiempo prolongado. Puede notarse en su comportamiento el
desarrollo de berrinches o rabietas, apego excesivo a las personas que lo
cuidan, actitud agresiva contra otros niños, pesadillas, “actuación” de
situaciones sexuales, agresividad, retraimiento, autoagresión, fobias,
problemas escolares, falta de apetito o depresión.
En general, los
niños que han sido víctimas de abuso sexual prolongado, desarrollan pérdida de
su autoestima, llegan a considerarse que no valen nada y desarrollan un
concepto anormal sobre la sexualidad. Puede perder la confianza a los adultos y
toma una actitud retraída, llegando a considerar incluso el suicidio. Algunos
niños que fueron abusados sexualmente se convierten en adultos que abusan de
otros niños, pueden caer en la prostitución, pérdida de identidad sexual o
pueden desarrollar otro tipo de trastornos en conducta durante su vida adulta.
Las
manifestaciones orgánicas pueden ser vagas o inespecíficas, como: dolor abdominal
o de cabeza con recurrencia e intensidad muy variables. Existen otras
alteraciones orgánicas que están más vinculadas con la actividad sexual actual
o previa, que constituyen altas sospechas de abuso sexual, señalando en
especial: dolor, sangrado, irritación o comezón de la región genital con
evidencia de flujos o lesiones superficiales anormales, enfermedades de
transmisión sexual, embarazo, infecciones recurrentes de las vías urinarias,
cuerpo extraño en vagina o recto, dolor durante la defecación o en la micción,
moretones alrededor del ano o en región genital.
Se deben
descartar algunas condiciones especiales que puedan confundirse con algunos de
los datos antes señalados, tomando en cuenta antecedentes y hallazgos
específicos de las regiones comprometidas. Se descartarán traumatismos
accidentales, infecciones, prolapsos, tumores, infecciones urinarias.
Por la condición
que establece el abusador, de hacer que el niño se sienta en temor extremo de
revelar sus acciones, es muy importante hacerlo sentir seguro al momento de
sospechar esta anomalía, para que el niño pueda hablar en forma libre. Se
sugiere a los padres mantenerse calmados, sin alguna reacción súbita que haga
sentir a su hijo culpable o le haga perder la confianza inicial. Una vez que
les relate las generalidades, se recomienda acudir a evaluación especializada.
El relato del
niño es la parte más importante de la evaluación médica y el diagnóstico de
abuso sexual. Por tener implicaciones civiles y delictivas, conviene realizar
este relato con su interrogatorio apropiado por parte de un médico forense y
psicólogo, a fin de recabar los datos de forma adecuada y completa. Los hallazgos
de la revisión corporal, deben quedar consignados por peritos médicos, para
poder catalogarlos de forma específica; y ante la sospecha de transmisión de
enfermedad sexual o embarazo, se deben tomar las muestras corporales necesarias
para complementar la investigación.
Es prioritario
establecer un plan de protección adecuado, que asegure que el menor no tendrá
contacto con el presunto abusador, notificando a los servicios de protección infantil
locales y a las autoridades legales correspondientes. Para modificar la
afección emocional al afectado, se deberá llevar control por psicología; y el
médico, se encargará de atender las lesiones físicas o consecuencias
infecciosas que deriven del abuso.
A fin de evitar
que se produzcan o se continúen los actos de abuso sexual, se puede recomendar
que en niños menores de tres años se evite dejarlos a cargo de personas que no
sean de confianza; y aun así, de preferencia tener instalado un sistema
discreto de video vigilancia en los sitios de mayor permanencia del menor; y
revisar de forma diaria en algún cambio de pañales, si existen lesiones de
aparición extraña para su evaluación inmediata. Para los niños mayores,
verificar si alguien obsequia regalos en forma frecuente, para considerar de
sospecha. Se les deberá instruir a no permitir que ninguna persona diferente a
sus papas, le baje sus prendas y/o toque partes íntimas si no se encuentran
alguno de ellos (padres) presente. Establecer que ellos son dueños de su
cuerpo, que algunas partes son privadas y no deben ser tocadas por extraños.
Darles confianza para que el abuso lo cuenten de forma inmediata. Fomentar
entre grupos de padres de familia y profesores, que debe haber enseñanza
continua para que el niño aprenda y refuerce la protección a sus genitales en
la escuela y en el hogar, con realización de talleres de simulación… la
prevención adecuada puede evitar daños físicos y emocionales importantes.