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Anestesia en niños

 

En ocasiones, cuando los niños requieren de efectuarse algún estudio de imagen (tomografía, endoscopia, etc.) y/o efectuarse algún procedimiento quirúrgico, es natural que su reactividad se altere con la tensión emocional o con la sensación de dolor que pueda experimentar, condicionando en forma secundaria que dichos procedimientos no aporten la utilidad adecuada y sean de alto riesgo. Su ejecución se simplifica cuando se emplean sustancias anestésicas, que en forma simple dan la apariencia de inducir un sueño, donde no se percibe sensación alguna de dolor y facilita la ejecución de estudios o de cirugías específicas.
Los medicamentos anestésicos, son sustancias que deprimen en forma global y reversible las funciones cerebrales, con el propósito de perder la percepción y la reacción de los estímulos externos, condicionando en grados variables ausencia de la percepción de los estímulos dolorosos, pérdida de la reactividad (inconsciencia), falta de respuesta motora (inmovilidad) ante estímulos de agresión corporal y ausencia de memoria del evento traumático (amnesia).
La anestesia permite que una cirugía, una prueba o un tratamiento médico se realice sin dolor, recuerdo traumático, ni movimientos de resistencia. La anestesia dormirá a su hijo temporalmente. El tipo de anestesia que se administre dependerá de la salud y las necesidades especiales de su hijo, así como del procedimiento a realizar, ya que la diversidad de sustancias anestésicas que actúan con mecanismos variados puede condicionar efectos secundarios indeseables, de acuerdo con el grado de madurez biológica corporal del paciente, a diferencia de un adulto.
Por las características en el desarrollo de los órganos correspondientes al sistema nervioso, cardiovascular, respiratorio, renal, hepático, digestivo y metabólico, es viable de tener un mayor efecto secundario y riesgo del anestésico a una menor edad. De forma similar, la actividad de enfermedades que pueden alterar la funcionalidad de estos órganos influye a tener riesgos adicionales de toxicidad, por lo que es necesario, que el especialista (anestesiólogo) cuando valora al paciente para poder administrar estos medicamentos, deberá de identificarlos como factores de riesgo.
De forma específica, se tiene incertidumbre relativa en el efecto que pueda generar el empleo de un anestésico general, sobre el desarrollo del tejido nervioso en los primeros años, ya que durante este periodo se establecen la diferenciación de células en tejido nervioso, siguiendo su proliferación (neurogénesis), que para evitar un exceso asocia un proceso de suicidio celular (apoptosis) a fin de conseguir la mejor funcionalidad. Para el envío de señales adecuadas, es necesario la formación de conexiones eficientes (sinapsis -sinaptogénesis-) que al igual que la proliferación celular, se controla con recortes o podas de conexiones y finalmente se requiere que esas extensiones de neuronas se recubran de un material, que facilite la transmisión rápida de sus impulsos, con el desarrollo de una vaina (mielina -mielinización-).
Los medicamentos anestésicos actúan en especial, sobre la acción de dos sustancias químicas, que modifican señales entre las neuronas para inhibir o para excitarlas. Estos neurotransmisores, se sabe tienen relación con la neurogénesis y apoptosis neuronal, por lo que es factible que puedan interferir o afectar los procesos señalados cuando se emplean desde periodos de gestación (madres con procedimientos anestésicos) o bien, empleo de anestésicos generales en los primeros años de vida a dosis excesiva o con duración de empleo muy prolongado, de ahí la importancia de considerar la experiencia de los anestesiólogos generales y los especializados en pediatría que toman en consideración estas posibilidades, además de otras características orgánicas que en forma especial existen durante la etapa de desarrollo infantil.
La inmadurez de otros órganos corporales, finalmente predisponen a un efecto mayor con riesgo adicional de toxicidad y/o reacciones secundarias. Entre esos factores participan a menor edad: mayor permeabilidad al cerebro, función hepática y renal disminuidas, menor cantidad de proteínas en la sangre que facilita mayor concentración del medicamento en forma libre circulando, inmadurez del sistema autónomo que predispone a mayor tendencia a afección cardiaca y baja presión arterial; y una mayor proporción de tejido graso corporal que retiene al anestésico, limitando su eliminación.
Como efectos secundarios, se describen en forma habitual: la tendencia a disminuir la presión arterial; disminución o inhibición de los movimientos respiratorios, por lo que es frecuente se aplique intubación para poder controlar en forma asistida esa función; disminución en el control de temperatura, tendencia a náuseas y vómitos. Ya durante la recuperación de la anestesia se pueden presentar otros eventos, como: incremento de la presión arterial, inquietud, llanto y gemidos, movimientos desordenados, escalofríos, acumulación de secreciones respiratorias por dificultad a su eliminación, cierre del espacio respiratorio a nivel de la zona de cuerdas vocales (glotis) y probable edema de pulmones. Son todas esas alternativas las que justifican que, al terminar el estudio de imagen o intervención quirúrgica, que el paciente debe ser vigilado de forma estrecha en la sala de recuperación, por riesgo factible de compromiso en funciones vitales y riesgo de muerte o daño neurológico.
Otro riesgo adicional son las reacciones de alergia o de anafilaxia, que se puede presentar como evento adverso (obviamente no conocido) durante la administración del anestésico, que quizás en forma simple pueda condicionar aparición de ronchas en la piel o cambios en la función del corazón o vasos sanguíneos, pero en su forma más grave, es posible que se presente inflamación súbita y rápidamente progresiva en diferentes partes del cuerpo, teniendo vital importancia la modificación que se puede presentar en las vías respiratorias, con riesgo de bloqueo total que impida la entrada de aire, con la muerte secundaria. Cuando ya se tiene conocimiento de alergia a medicamentos o en concreto para algunos anestésicos, se evita el empleo de estos.
El anestesiólogo es la persona capacitada para valorar el procedimiento anestésico más favorable, seleccionar el medicamento con menor riesgo y mejor efecto para el procedimiento a realizar, vigilar los efectos secundarios posibles que se presenten y tratarlos de forma apropiada durante el estudio o intervención y, por último, vigilar la recuperación que se tenga al terminar los efectos de la anestesia.  
Todo familiar de un niño que se someterá a empleo de anestésicos, deberá de informar al anestesiólogo sobre alergias a medicamentos, factores ambientales, alimentos o látex (goma), medicamentos que está tomando el niño (incluyen herbales, naturales, inhalados), antecedentes de enfermedades respiratorias crónicas (ej.: asma, sibilancias, apnea durante el sueño), infecciones, enfermedades recientes agudas, problemas al nacimiento, alteraciones cardíacas, empleo previo de anestésicos y/o intervenciones quirúrgicas, problemas con empleo de algunos anestésicos, antecedentes familiares de problemas con anestésicos, alteraciones de sangrado, referencia de tabaquismo en el hogar y piezas dentales flojas a fin de realizar una evaluación integral sobre los posibles riesgos, que se pueden presentar durante el procedimiento anestésico y su manejo.
Es habitual que, para valorar riesgos durante alguna cirugía o estudios especiales, se pidan también estudios de laboratorio, para identificar alteraciones que puedan influir al empleo de los anestésicos, con propósito de tener margen de mayor seguridad.
Ante la necesidad de emplear un procedimiento anestésico para su hijo, se recomienda que tenga una comunicación previa adecuada con el especialista, a fin de tener un mejor manejo durante el procedimiento y usted tener la confianza de la atención que se ofrece.
… evite un trauma emocional en su hijo y gane usted tranquilidad durante la anestesia.