Por su nombre,
se hace referencia a la reacción inflamatoria que se desarrolla en una parte
del sistema intestinal que se llama apéndice. Esta condición es peligrosa ante
el riesgo que representa su posible perforación y de forma secundaria la muerte
por una infección generalizada.
El apéndice es
un residuo intestinal localizado en la parte inferior del inicio del intestino
grueso. Su espacio interno es de calibre mucho menor al del resto del tubo
digestivo.
En forma
general, el intestino grueso contiene en su interior en mayor proporción, el
material digestivo a eliminarse, posterior a la digestión de los alimentos. El
movimiento de su contenido se realiza en dirección hacia el exterior, de forma
virtual como si se trazara un cuadro: de la parte inferior derecha hacia la
parte inferior izquierda con salida del contenido fecal, a la mitad de la base.
Debido a ese movimiento no hay oportunidad que el contenido intestinal baje
hacia el apéndice y en caso de efectuarlo, el mecanismo de absorción de
líquidos evita alguna acumulación excesiva.
En el interior
del intestino viven múltiples microorganismos (flora intestinal), que se
encargan de modificar al desecho digestivo, y permiten reincorporar nuevos
nutrientes o sustancias benéficas, y evitar la multiplicación de microbios
nocivos.
Exactamente no
se establece aún la condición que permite el desarrollo de la inflamación del
apéndice, pero se ha relacionado entre otros factores: al consumo excesivo de
azúcar, el contenido bajo de fibra en los alimentos y los hábitos higiénicos
obsesivos, como factores que pueden influir en el desarrollo de una flora
intestinal alterada, que pueda permitir la presencia de bacterias nocivas, que
afecten al apéndice para producir la infección. En relación con la anatomía o
forma del apéndice, son determinantes: una mayor longitud, una base más
estrecha, y una circulación sanguínea disminuida, como factores que pueden
predisponer al desarrollo de la enfermedad.
En ocasiones el
desarrollo de la enfermedad se genera, a partir de una obstrucción como cuerpo
extraño, parásitos, inflamación cercana de tejió linfático o de forma más
común: del acumulo progresivo de materia fecal (fecalito –piedra de
evacuación-), en la base del apéndice que logran en forma secundaria, un
bloqueo progresivo (por aplastamiento) a la circulación de la sangre, en
trayectoria restante del apéndice; y por falta del nutriente respiratorio
(oxígeno), las células del tejido intestinal empiezan a hincharse y causar
reacción inflamatoria. En otras ocasiones, algunos microorganismos generan
lesión a las células del apéndice y de forma secundaria se produce la respuesta
inflamatoria.
De manera
general, el riesgo de sufrir apendicitis es de un seis a diez por ciento
durante el promedio de vida. Es mayor el riesgo en poblaciones más
desarrolladas (relacionada con los factores de la dieta e higiénicos); y por
edad, los niños más pequeños tienen menos riesgo de sufrirla por tener una base
de su apéndice más ancha, con el inconveniente que, cuando lo padecen son más
propensos a complicarse de forma más rápida, en consideración que sus síntomas
y signos asociados, no son interpretados de forma adecuada y generalmente son
confundidos con cuadros infecciosos.
En una primera
etapa el apéndice inflamado se comporta como cualquier otra estructura que es
agredida por cualquier agente y tiene los componentes universales: aumento de
volumen, enrojecimiento, incremento de temperatura y dolor. Por el compromiso
de la circulación que no le ofrece nutrientes adecuados, el tejido interno se
empieza a desintegrar, permite la entrada de bacterias y a continuación se
empieza a formar acumulación de material purulento (pus), que exagera las
manifestaciones inflamatorias previas -similar a lo que puede pasar con una uña
enterrada, primero hay mucho dolor por el cuerpo extraño enterrado y la
sensibilidad con dolor es muy intensa cuando se ha formado pus o el absceso-.
El siguiente
paso es la ruptura de este absceso, con eliminación de todo ese material
infectante a la cavidad abdominal, que de forma secundaria podrá facilitar la
diseminación de la infección a la misma cavidad; y al mismo tiempo, al resto de
la circulación sanguínea, generando un estado más grave conocido como sepsis, y
con el desarrollo de mecanismos compensadores, el paciente puede caer en estado
de choque y de forma posterior –si no hay apoyo terapéutico eficiente de
medicina crítica-, puede presentarse la muerte del paciente.
La forma como
manifiesta el niño el inicio de esta enfermedad, es por falta de apetito
notorio que es seguido de dolor abdominal, en forma de cólico debido a la
distensión del apéndice. Por el tipo de raíces nerviosas que perciben esta
alteración, el niño manifiesta el dolor a toda la región alrededor del ombligo,
que pronto se hace de forma constante y de intensidad progresiva mayor,
asociando ahora sensación de nauseas y vómitos, y en la medida que pasan las
seis primeras horas, la localización del dolor cambia para situarse ahora de
forma más intensa, en la región del hueco pélvico derecho. La temperatura puede
estar ligeramente elevada de la normal, y la existencia de fiebre (temperatura
mayor de 38grados), se genera cuando la inflamación es muy intensa al grado de
la amenaza de la perforación (ruptura del apéndice).
Al momento de
producirse la perforación del apéndice, la temperatura corporal logra llegar al
máximo de fiebre, y de forma asociada, la sensación de dolor desciende
súbitamente de ser localizado, para empezar a presentar dolor ahora en todo el
hueco de la pelvis, por inflamación ahora de las cubiertas intestinales de esa
región. El cuadro puede aun confundirse más, cuando la inflamación –por la
perforación-, irrita al segmento cercano al ano y se producen evacuaciones
diarreicas, como un cuadro de gastroenteritis.
Ante el
desarrollo de los síntomas descritos, es posible que los padres o familiares
del paciente, acudan a consulta médica para la valoración del mismo, y de forma
habitual es poco probable tomar en cuenta la posibilidad de apendicitis –como
primer diagnóstico-, por el mismo médico, que en el mejor de los casos debe
dejar evolucionar de forma espontanea, sin medicamentos para no modificar su
curso, y con ello poder hacer el diagnostico de forma apropiada, al tener los
datos de la evolución natural.
Se complica la
definición del cuadro, cuando los familiares toman iniciativas con remedios
caseros o el empleo de medicamentos contra la infección o contra el dolor, por
no permitir que el cuadro siga su curso natural, y logran ocultar los síntomas.
Bajo esas circunstancias, es muy posible que el paciente sea llevado a
valoración cuando la infección ya se ha extendido a la cavidad abdominal, o ha
alcanzado la circulación sanguínea y afecta varios órganos, con riesgo
inminente de muerte. Los pacientes más propensos son los de menor edad, que ofrecen
de forma menos evidente sus datos. La aplicación de aceites, administración de
tés, barridas de huevo de gallinas criollas, masajes en el estómago y otras
tradiciones o costumbres familiares, solo consumen un tiempo valioso, que
debería aprovecharse en una valoración adecuada, para el tratamiento inmediato.
Actualmente la forma de
confirmar o descartar la enfermedad es integrando los datos referidos de los
familiares, los obtenidos mediante la revisión del médico al paciente, estudios
de laboratorio alterados y de ultrasonido para realizar el procedimiento
quirúrgico con menos riesgos. Si es necesario mantener al paciente en un
servicio de urgencias en observación, es muy importante mantenerlo sin
medicamentos para el dolor y sin alimentos para poder intervenirlo de forma
apropiado en el momento necesario.