Es una
enfermedad crónica que produce inflamación, rigidez y deformidad de diferentes
articulaciones en los menores de quince años de edad, en un periodo mayor de
seis semanas a tres meses de evolución (para ser considerada como crónica);
además, de poder establecer alteraciones en otras partes corporales,
relacionadas con su mecanismo que lo produce.
Se le conoce
también como artritis crónica juvenil, o como artritis idiopática juvenil.
Esta enfermedad
se puede desarrollar en cualquier momento de la infancia, pero es mucho más
frecuente que aparezca relacionada con la pubertad.
La forma como se
produce, está condicionada al mecanismo de las enfermedades conocidas como
autoinmunes. Se descarta luego, que pueda ser de tipo contagiosa o adquirida
por el consumo de algún alimento en particular, o bajo la exposición a alguna
circunstancia definida. En cambio, investigaciones recientes consideran que
puede existir predisposición genética a desarrollarla, por algunos genes
heredados de un familiar afectado en conjunción con otros factores, pueden
contribuir a su desarrollo.
En forma
natural, nuestro sistema inmunológico consta de diferentes sustancias y células
especializadas en detectar agentes extraños o nocivos en nuestro organismo, que
ante su invasión, estimulan la producción de sustancias (anticuerpos o defensas)
que tienen el propósito de destruirlo; y al conseguirlo, limita en forma
precisa su producción y actividad (de los anticuerpos).
En las
enfermedades autoinmunes, se involucra la producción y actividad del mecanismo
anterior bajo diferentes circunstancias especiales, en donde se incluyen:
factores ambientales desencadenantes (algunos tipos especiales de virus o
bacterias), condiciones particulares del tejido articular, y/o daño en
mecanismos internos que controlan la respuesta inmunológica.
Bajo esas
condiciones, las células encargadas de producir los anticuerpos empiezan a
producirlos de forma excesiva, atacando a elementos propios que forman parte
del tejido articular, desarrollando una inflamación sin control adecuado, con
estimulación al mecanismo de reparación, que por su duración e intensidad
terminan por causar pérdida de la función elástica (rigidez), y acumulo de
tejido de cicatriz (deformidad) en forma recurrente.
Por la forma
como puede afectar a diferentes articulaciones, y otros tejidos relacionados
con la estructura dañada por el sistema inmunológico, se pueden identificar
varios grupos de artritis, que se clasifican según afecten a los diferentes
tipos de articulaciones (pequeñas, medianas o grandes), la cantidad de
articulaciones afectadas en un solo tiempo, asociación con algún reactivo
especial de laboratorio, alteraciones variadas, como de columna, oculares,
dérmicas.
Como parámetros
de referencia, se establece como una forma más frecuente: la que afecta hasta
cuatro articulaciones de las conocidas como grandes (cadera, rodilla, codo), que
puede tener un comportamiento relativamente benigno –cuando inician en etapa
temprana-, por desaparecer con el crecimiento del niño. Otra forma, que afecta
a más de cinco articulaciones, en especial las consideradas como pequeñas (dedos
de manos o pies), pueden tener un pronóstico funcional desafortunado para el
resto de la vida. El grupo, en donde se incluyen lesiones de otras partes
corporales, además de las articulaciones, como: el corazón, hígado, ganglios,
ojos, piel, bazo, son los grupos de un comportamiento más agresivo y puede
continuar en su vida adulta.
La forma como se
puede desarrollar la enfermedad, puede tener manifestaciones sutiles que no
permitan su diagnóstico en forma fácil. Puede iniciar con presencia exclusiva
de fiebre sin otro dato relacionado; y en ocasiones, con aparición de
erupciones en la piel que pueden aparecer y desaparecer en forma súbita, en
diferentes partes corporales. Estas fiebres, pueden alcanzar sus temperaturas
máximas al finalizar la tarde y desaparecer de forma súbita. Suelen confundirse
con enfermedades infecciosas.
En otras
ocasiones, el cuadro involucra alteraciones articulares y puede facilitar la
sospecha de la enfermedad. Habrá dolor a la marcha, rigidez matutina, cojear de
alguna pierna, o bien dolores de rodillas, muñecas o al mover los dedos, con
agrandamiento de su volumen en forma súbita y sin causa traumática evidente. La
actividad física se encuentra disminuida y hay dificultades en algunos
movimientos corporales.
Al acudir a la
consulta con alguna de estas manifestaciones o antecedentes referidos, el
médico podrá considerar la existencia de la enfermedad, y para poder
confirmarlo puede ser necesario que se realicen en el niño, algunos estudios de
sangre y radiografías para definir su existencia, ya que hay algunas otras
enfermedades que pueden compartir las alteraciones en forma similar, pero por
tener diferente causa y comportamiento deben ser identificadas para poder
tratar de forma diferente.
Para el manejo
adecuado de la enfermedad, es necesaria la intervención de otros especialistas.
En primer lugar, se deberá de contar con la valoración significativa de
preferencia: el reumatólogo pediatra o reumatólogo, ya que por su especialidad
cuenta con la mayor experiencia en cuanto al manejo de los medicamentos
adecuados para el paciente. En forma adicional -por alteraciones secundarias
que genera-, es conveniente la valoración por oftalmólogo, dentista,
nutriólogo, psicólogo, terapia de rehabilitación.
El objetivo
global del tratamiento, consiste en controlar los molestos síntomas por la
actividad de la enfermedad, prevenir el daño de las articulaciones y
mantenerlas en funcionamiento adecuado, además de evitar las complicaciones en
otras partes; como la posible ceguera, por la inflamación prolongada en algunas
estructuras oculares.
Para su
tratamiento, se cuenta con diferentes alternativas que deberán ser
seleccionadas de acuerdo a la variedad de la enfermedad articular. Existen en
primer lugar los anti inflamatorios no esteroides. La siguiente línea de
tratamiento incluye a los conocidos como fármacos modificadores de la
enfermedad, que se emplean al fallar los primeros; y por último, los productos
biológicos que bloquean sitios selectivos de la inmunidad alterada, o modifican
la respuesta inflamatoria. A partir de la segunda línea de medicamentos, se
requiere de la decisión del especialista específico.
Ante el
cuestionamiento de la prevención, no existe algo concreto. Al ser dependiente
de un proceso de la propia inmunidad del paciente que se encuentra alterada, no
hay forma de evitar su inicio; pero en cuanto se tengan las primeras
manifestaciones, el manejo temprano y adecuado de los medicamentos, dará la
oportunidad a no causar daños y/o deformidades en otras articulaciones, además
de la mayoría de las manifestaciones generalizadas. La invitación queda, a no
tratar de experimentar con remedios caseros o dar confianza excesiva al tiempo,
porque el daño será irreversible.
Por otra parte,
los niños que sufren de esta enfermedad (bajo su tratamiento adecuado), acudirán
a sesiones de rehabilitación a fin de efectuar ejercicios adecuados que le
permitan recuperar la movilidad y evitar la rigidez. Pueden llevar una vida
académica y social de lo más normal, tratando de fomentar durante su infancia y
adolescencia el desarrollo de actividades que fomenten su independencia y
autoestima. Asimismo, asegúrese de que su hijo tenga una dieta
equilibrada y completa, que incluya vitaminas y calcio para favorecer la salud
ósea.
Recuerde
siempre… que cada alteración que su hijo manifieste, de preferencia amerita que
sea valorada con la anticipación adecuada, para evitar que las enfermedades
progresen.