Es una
enfermedad rara, pero desafortunadamente de mal pronóstico cuando se presenta
en menores de un año de edad, por asociarse con alta mortalidad al carecer de
la identificación de la enfermedad y de recursos para el apoyo a las funciones
vitales comprometidas.
Es una
enfermedad condicionada por la presencia de una toxina, que circula en el
cuerpo causando alteraciones, en especial en funciones neurológicas. Se produce
por una bacteria (Clostridium botulinum), que puede
entrar al organismo a través de heridas o por ingerirla, ya que pueden existir
en alimentos mal enlatados o mal preparados. Sus efectos condicionan
deficiencia motora, con parálisis en diferentes estructuras.
Existen
diferentes formas de presentación de la enfermedad, de acuerdo a la edad del
paciente y de la cantidad de toxina existente en el organismo. Así, hay
afecciones a los adultos que causan algunos malestares digestivos y
neurológicos; en su mayoría transitorios, por la eliminación de la toxina.
Mientras que el menor de un año tendrá las alteraciones en formas más graves,
por contener en su organismo las bacterias que liberan la toxina en forma
constante.
La bacteria
productora de esta toxina, tiene una distribución universal y se encuentra en
los suelos y en las aguas impotables de todo el mundo. Produce esporas que
sobreviven en los alimentos mal conservados o mal enlatados, donde generan la
toxina. De mayor importancia para la población infantil, se establece a la miel
por su posibilidad de tener la bacteria en mayor proporción ante su forma de
obtenerse; y por otra parte, las plantas a partir de las cuales se preparan las
infusiones de tés.
Desafortunadamente
en nuestro medio, es una práctica tradicional u ocasional la de ofrecer tés a
algunos niños por manifestar algunas condiciones -que se interpretan como
enfermedades-, y en forma previa a recurrir a la valoración médica, se recurre
a tratamientos empíricos por recomendaciones familiares con la intención de
solucionarlo, y con esto, hay opción a que las esporas de las bacterias lleguen
hasta el intestino grueso, para multiplicarse y liberar la toxina, que en forma
progresiva irá dando las manifestaciones de la enfermedad al niño, con posible
compromiso a su vida.
En el adulto,
suele ser más común el consumo de algunos alimentos ya contaminados con la
toxina de la bacteria, para desarrollar la enfermedad. Se pueden establecer
como posibles fuentes, de adquisición de la toxina: algunos productos envasados
con técnicas domésticas (embutidos, mermeladas, curados, etc.) donde la bacteria
prolifera y forma la toxina; y en otras ocasiones, alimentos en etapa de
fermentación bacteriana que contienen la toxina presente y lista para ingerirse
como alimentos contaminados. En estas circunstancias, el adulto solo tendrá
malestar digestivo y neurológico transitorio, mientras la toxina hace sus
efectos y se elimina del organismo, sin riesgo que se mantenga en constante
producción en el interior del organismo.
Los síntomas en
los adultos, generalmente se desarrollan dentro de las siguientes 12 a 36 horas
de la ingesta de los alimentos contaminados, sin presencia de fiebre,
manifestando fatiga intensa, debilidad y vértigo, seguidos generalmente por
visión borrosa, sequedad de boca y dificultad para tragar y hablar. También
pueden concurrir vómitos, diarrea, constipación e inflamación abdominal. La
enfermedad puede dar lugar a debilidad en el cuello y los brazos, y afectar
posteriormente los músculos respiratorios y los músculos de la parte inferior
del cuerpo.
En los niños,
puede existir un periodo de incubación variable que va desde los 3 a 30 días de
la ingesta de la sustancia contaminada por las bacterias o sus esporas, para el
desarrollo de las manifestaciones, que pueden ser desde leves a muy graves,
incluyendo el fallecimiento no precedido de síntomas evidentes, razón por la
cual se le ha asociado en ocasiones a la muerte súbita de los lactantes. En el
90% de los casos ocurre en edades de 2-6 meses.
Existen 7
diferentes toxinas, las que están nominadas con letras de la A-G, y son
producidas por diferentes cepas que llevan el mismo nombre que la toxina. Las
toxinas A, B, E y F producen enfermedad en humanos; y de estas, la A y B son
las más descritas en el botulismo infantil
El botulismo
infantil, se debe a la absorción intestinal de la toxina producida por la
bacteria, que ha colonizado el intestino grueso, luego de la germinación de sus
esporas.
En su
presentación, casi siempre existe un período de constipación seguida por
dificultad para alimentarse, llanto ronco, debilidad y flacidez progresiva que
duran en promedio hasta cuatro días, seguidos posteriormente de afectación a
nervios craneales con alteraciones oculares, cara sin expresión, disminución de
movimientos, babeo constante con dificultad para la deglución, debilidad
muscular y parálisis respiratoria, que en caso de no ser sustituida por una
función mecánica, causa la muerte del lactante.
La severidad del
cuadro clínico, está relacionada con el tipo de toxina (la A da cuadros más
prolongados y severos) y con la cantidad de esporas ingeridas. Mientras se siga
liberando toxina, el cuadro se podrá ir complicando en mayor extensión.
De preferencia
en el niño que manifieste estreñimiento y asocie alteraciones en su
alimentación, deberá ser valorado en forma inmediata para descartar la presencia
de esta enfermedad, que en particular justificará envío a una unidad
hospitalaria de inmediato, sin emplear antibiótico, para poder dar soporte a la
función respiratoria en caso de verse afectada, y poder administrar de ser
posible, la sustancia que bloquee la acción de la toxina y evitar mayor
deterioro, a fin de mejorar la opción de sobreponerse al cuadro.
Existen otras
enfermedades, que pueden confundirse con este cuadro de forma similar y por
tanto, requiere de realizar estudios especiales para poder definirla y asegurar
de esta forma, su respuesta adecuada al tratamiento específico.
El contagio, no
se hace viable de un paciente afectado a sus familiares cercanos, a reserva de
sus evacuaciones que constituyen el medio de eliminación de la bacteria, por lo
que se justifica realizar una eliminación adecuada de los pañales, para evitar
la transmisión de las bacterias o de sus esporas.
Son las esporas,
los medios que resisten condiciones de temperatura extremas y son los medios
por los cuales se puede adquirir el desarrollo de esta enfermedad en etapa de
lactante, ya que en etapa de adulto, se cuentan con condiciones locales e
inmunológicas que evitan su reproducción y no condicionan el desarrollo en
forma similar al lactante.
Como medidas
preventivas para evitar el desarrollo de la enfermedad, se establece evitar
proporcionar a los menores de un año, infusiones de hierbas potencialmente
contaminadas con las esporas de estas bacterias o el consumo de miel. El aseo
adecuado de las manos y la descontaminación de alimentos con agua clorada,
evita la transmisión de la bacteria. Es una enfermedad de obligatoria
notificación sanitaria.
Para evitar que
se desarrolle la multiplicación bacteriana en productos envasados, se deberá de
mantener en temperatura baja de almacenamiento, con un grado de acidez por
debajo de 4.6 o en combinación con una adecuada proporción de sal, y la
desinfección con agua clorada para evitar la multiplicación o presencia de la
bacteria. La toxina no es resistente a la temperatura de ebullición y puede ser
evitada con el hervido adecuado de los alimentos (temperatura mayor de 85
grados por más de cinco minutos).
La toxina de
esta bacteria tiene utilidad para evitar las contracturas musculares y en
procedimientos estéticos, para evitar presencia de arrugas. En forma dañina,
también se emplea como arma biológica, en donde la concentración apenas es tres
veces mayor a la cantidad mínima, para causar problemas por su ingesta a una
persona adulta. Si la aplicación de la toxina se efectúa por personas
inexpertas también se corren riesgos.