Es la
complicación más grave que puede presentar un paciente diabético, por aumento
excesivo y súbito de los niveles de azúcar (glucosa) en su sangre, que al
desarrollar edema (hinchazón) del cerebro puede causar la muerte del paciente
en plazo corto.
La diabetes se
caracteriza por no tener un control adecuado en los niveles de glucosa en la
sangre, con registros de cifras elevadas. En nuestro organismo, la
concentración del azúcar está regulada por la hormona insulina, que ante la
glucosa sanguínea, facilita su ingreso al interior de las células; y con su
exceso, la almacena en otros tejidos.
En la diabetes existe
deficiencia en esta acción, que condiciona incremento de la glucosa en sangre,
por no poder ingresar al interior de las células y no poderse almacenar. Esta
alteración, puede ser establecida por deficiencia en la producción de insulina,
que se conoce como diabetes tipo 1 o de aparición juvenil; y la otra, por
deficiencia en la función de la insulina, es la diabetes tipo 2 (frecuente en
adultos).otros tipos de diabetes se establecen en circunstancias especiales.
La diabetes tipo
1 se sospecha en niños o adolescentes, que en forma inicial reportan mayor
apetito, consumo aumentado de líquidos, incremento o alteraciones en la micción,
asociado con déficit de peso. Pero en otras ocasiones, estos datos no se
perciben o se pasan por alto, facilitando que bajo circunstancias especiales,
se produzca este descontrol excesivo y súbito (cetoacidosis).
En ocasiones, es
la primera manifestación con la que puede debutar un niño con diabetes. Su
reconocimiento temprano en el manejo cuidadoso de esta alteración, es esencial
para evitar la muerte y la discapacidad.
El registro de
casos no se tiene bien establecido, porque en ocasiones no se identifica de
forma específica, ya que las alteraciones pueden ser confundidas como un cuadro
aparente de infección intestinal, que no tiene una respuesta habitual al
tratamiento.
En forma
aproximada, se establece que cerca de la cuarta parte de los pacientes con
diabetes juvenil, manifiestan este cuadro como primera alteración para relacionar
con la enfermedad. De ellos es más notorio que se relacione con edades menores
a cinco años y de comunidades desfavorecidas. Por otra parte, casi la mitad de
los diabéticos ya diagnosticados, pueden presentar esta alteración al no llevar
un control adecuado de su tratamiento médico o nutricional. Por grupos de edad,
se consideran en mayor riesgo las mujeres adolescentes; y los niños más
pequeños, en quienes puede ser difícil reconocer sus primeras
manifestaciones.
Los factores que
evitan la aparición de la cetoacidosis, establecen: contar con un familiar de
primer grado con diabetes juvenil; o que vivan en una comunidad con alta
incidencia de diabetes infantil, para tener un mejor intercambio de información,
que facilite la identificación de los primeros datos y un mejor control
posterior.
En los niños ya
conocidos como diabéticos, pueden existir diversas condiciones que pueden
facilitar el desarrollo de esta complicación. Una de ellas es la presencia de
alguna infección. En los adolescentes, la falla en el tratamiento o
alteraciones emocionales, pueden ser los factores más comunes. La transgresión
de los alimentos establecidos puede ser un factor causal, cuando la
administración del tratamiento se ha realizado en dosis inadecuadas. El empleo
de tratamientos ya caducados o de mala calidad, puede influir a precipitar
estos cuadros de cetoacidosis. El abuso del alcohol y el empleo de drogas,
particularmente con cocaína, derivados de anfetaminas y sus análogos, son otros
factores precipitantes para esta descompensación.
Con la
deficiencia de insulina, el organismo exagera su respuesta anormal al ayuno,
aumentando en el hígado la producción de glucosa a partir de las grasas y
proteínas. Se activan otras sustancias que estimulan la producción de glucosa
en el hígado y el exceso de esta azúcar, impide que la insulina residual pueda
introducir la glucosa a las células; que en consecuencia, permite que se
incremente su concentración en valores que el riñón no puede impedir su
eliminación, arrastrando con ella una cantidad mayor de agua, que al disminuir en
su volumen corporal, favorece a la deshidratación. Otras sustancias, elevan los
niveles circulantes de las grasas corporales, que en el hígado se oxidan
formando productos de desecho (cuerpos cetónicos) y modifican la sangre a
condición de acidez, a la que se suman otros ácidos provenientes de las células,
por no contar con la glucosa para producir su energía. Esta acidez para
neutralizarse, requiere que el paciente respire en mayor frecuencia y
manifieste vómitos, causando pérdida adicional de agua (por respiración y los
vómitos) con mayor deshidratación. En menor contenido de agua, la concentración
mayor del azúcar y de los ácidos, establece la cetoacidosis. La disminución de
nutrientes a nivel cerebral, disminuye la producción de energía, facilitando la
entrada de agua a las células cerebrales y causando su edema.
En el niño, las
manifestaciones se expresan básicamente con incremento de la cantidad y
frecuencia urinaria, acompañada de vómitos y dolor abdominal. Manifiesta datos
de deshidratación. En forma clásica su aliento tiene olor a manzanas (por concentración
de cetonas) y desarrolla alteración del estado de conciencia con confusión,
respuesta anormal al dolor estimulado, respuestas verbales raras, somnolencia y coma.
En niños
pequeños, estos datos pueden ser confundidos con infección intestinal o patología
quirúrgica por el dolor abdominal; en especial, si pasan por desapercibido las
alteraciones urinarias. Sin la terapia específica, el edema cerebral causa
deterioro más grave con evolución progresiva que incluye: estado de coma, postura
corporal anormal con tendencia a la espasticidad, parálisis de algunos nervios,
pupilas fijas y dilatadas, respiraciones rítmicas y finalmente falla
respiratoria.
La evaluación y
manejo de estos pacientes debe ser en ambiente hospitalario, a fin de poder
realizar estudios de laboratorio inmediatos y vigilancia monitorizada estrecha,
para comprobar su respuesta. Debe motivar al médico para considerar esta
enfermedad, la evolución de los datos y la alteración del estado mental en un
tiempo corto.
La enfermedad
puede ser confundida además de la digestiva, con cuadros pulmonares (dificultad respiratoria, asma,
neumonía) e intoxicaciones. Los estudios podrán confirmar este cuadro con sus
alteraciones; en especial, por los niveles excesivos de la glucosa en sangre y
los datos relacionados para su condición de acidosis.
El tratamiento
incluye medidas secuenciales bien definidas, para corregir las alteraciones
reportadas y evitar el edema cerebral o revertirlo. En primera fase, se corrige
las condiciones de deshidratación; y en forma gradual, con el empleo de la
insulina se normaliza paulatinamente los niveles de la glucosa, llevando al
paciente a condiciones normales, para dejar el tratamiento con dosis y tipos
especiales de insulinas, adecuadas a las condiciones particulares de cada
paciente, para dar seguimiento en la consulta externa de forma regular, a fin
de comprobar su dosificación eficiente y orientar sobre medidas dietéticas y de
actividad física especiales. Amerita ser atendido por endocrinólogo pediatra,
pediatra, nutriólogo y psicólogo. A largo plazo por oftalmólogo, nefrólogo y
neurológico para evitar o controlar sus complicaciones.
Para considerar
el desarrollo de esta enfermedad, conviene que los padres tengan idea de los
hábitos de micción y alimentación, como los elementales para buscar atención
médica al notar alguno de sus cambios.
En cuanto a los
diabéticos ya conocidos, es importante la dosificación adecuada de las
insulinas, aporte de alimento bien definido y la atención a las enfermedades
que puedan descompensar el buen control.
Recuerde que este
cuadro es de inicio súbito, que puede confundirse y requiere un tratamiento
hospitalario, para evitar la muerte del paciente…