Es la alteración
que se expresa como una irregularidad al movimiento habitual de marcha en los
niños, manifestando apoyo deficiente en la extremidad afectada.
En forma general
es secundaria a la presencia de dolor, debilidad muscular y/o alguna deformidad
esquelética; por lo que las causas, pueden ser condicionadas por afección
específica de algún segmento de la extremidad, alteraciones de la columna
vertebral, sistema nervioso, cadera o condición abdominal.
Aunque la
mayoría de estos episodios son autolimitados, la cojera nunca es normal en un
niño. La mayoría de las ocasiones, los mismos familiares pueden encontrar que
está relacionado con pequeños golpes, actividad física excesiva o posiblemente
el empleo de un calzado inadecuado. En caso de no hallar relación con alguno de
esos factores, es conveniente que la evaluación del médico descarte otras
causas, que pueden tener un curso diferente en caso de no darle el tratamiento
adecuado, considerando entre sus posibilidades desde una contusión mínima hasta
situaciones de tumores especiales, asociando en forma secundaria: en el
familiar, mecanismos de ansiedad y en el médico, condiciones de reto clínico
para establecer la causa precisa.
Para evaluar las
alteraciones de la marcha, es necesario considerar que los niños cuentan con
patrones de marcha variables, de acuerdo a la fase del desarrollo que se
manifiesta a edades particulares. A partir del primer año de vida y durante el
segundo se adquiere el equilibrio corporal durante la marcha, con una base de
sustentación amplia, con apoyo total de la planta al realizar la deambulación y
escasa amplitud de balanceo de las piernas. Entre los tres y cinco años, los
pasos son más fluidos y simétricos, con movimientos del brazo recíprocos; y
para los siete años, la mayoría de los niños caminan con longitudes de pasos
más largos, fases de apoyo e impulso y cadencia, con un patrón de coordinación
similares a los adultos Así se justifica, que la valoración inicial de este
problema sea realizada por un pediatra; y en forma más experta, por un
ortopedista y/o neurólogo pediátricos.
Cada causa de
alteración de la marcha, tendrá diferentes manifestaciones -que pueden pasar
desapercibidas por sus familiares-, que permiten su identificación por el
experto, al detectar las pistas sobre su causa específica. Generalmente cuando
la cojera es producida por la presencia de dolor, la marcha revelará el origen
del dolor a nivel de su espalda, cadera, rodilla o tobillo, causando una fase
corta de apoyo y alteración en la zona donde se genera el dolor. El dolor en
ocasiones, puede generar que el niño realice un movimiento de rotación de la
extremidad a fin de evitarlo. En otras ocasiones, cuando la causa se debe a una
deficiencia en la función nerviosa o muscular, el tejido afectado y la marcha,
mostrará cambios que podrán ser percibidos de forma más eficiente por el
neurólogo pediatra.
Para poder
establecer su causa posible, es necesario que los familiares proporcionen información
amplia y adecuada, sobre condiciones relacionadas con su aparición y
desarrollo. Se deberá consignar la condición particular bajo la cual se inició
el cuadro, antecedentes de enfermedades o alteraciones presentes a su
comportamiento habitual, durante las últimas cuatro semanas o incluso desde su
nacimiento, evolución del cuadro, circunstancias que la modifican (para
incrementar o disminuir), consecuencias o efectos secundarios, cuadros
similares en familiares cercanos o enfermedades particulares en consanguíneos.
Contando ya con
datos completos de los antecedentes, el médico deberá enfocar su revisión del
paciente, con una exploración meticulosa para poder hallar los signos más
evidentes, a fin de considerar el origen de la enfermedad. Si las
circunstancias lo ameritan, se deberán solicitar los estudios de laboratorio o
de imágenes necesarias para comprobar la causa en sospecha; y con todos estos
datos integrados, se puede concluir de forma específica en un origen
particular, para recibir el mejor tratamiento posible.
Las enfermedades
que más comúnmente se asocian con la presencia de esta alteración de la marcha,
se pueden clasificar en general en seis posibles categorías: traumatismos,
infecciones, tumores, enfermedades inflamatorias, condiciones del desarrollo y
alteraciones neurológicas. Las tres primeras representan prioridad en su
identificación y tratamiento, por sus condiciones de evolución potencial cuando
se retrasa su manejo. En cambio, las últimas tres aunque pueden desarrollar
algunas secuelas, su evolución no es muy variable cuando existe retraso en la
identificación de la causa.
Entre las
alteraciones de tipo traumático se incluyen fracturas de huesos, lesiones de
articulaciones o ligamentos y las contusiones. Entre ellas, la prioridad en su
manejo se establece en especial, cuando existan datos de compromiso en la
circulación de la sangre, que se expresan en el paciente con dolor
insoportable, color morado o pálido de la parte lejana de la extremidad y
ausencia de pulso. También cuando la fractura del hueso establezca que sus
extremos sean visibles al exterior (fractura expuesta). Bajo estas
circunstancias quienes proporcionen el auxilio inicial deberán de procurar
alinear la pierna lo más rápido posible y mediante una inmovilización
procurarán mantener la extremidad en su posición adecuada. Otra situación para
atenderse de urgencia, lo establece la sospecha de un niño con maltrato y
aquellos que se consideren cuerpos extraños entre los tejidos de la extremidad
afectada.
Cuando el cuadro
se acompañe de fiebre y alteraciones adicionales al dolor localizado en alguna
parte de la extremidad afectada, es posible considerar como causa a la
infección localizada, que reviste importancia a su tratamiento urgente, por
comprometer la vitalidad del tejido cartilaginoso y en su tratamiento
posterior, tener que recurrir a la aplicación de prótesis de reemplazo, que
durante la infancia agrega como problema adicional, el compromiso a su
desarrollo esquelético final.
Cuando se trata
de tumores, el dolor de hueso asociado es una manifestación precoz del tipo
particular de cáncer, que puede ser origen óseo o de otro tipo de tejidos
(leucemia, linfoma, neuroblastoma). Es un dolor muy intenso que suele despertar
a los niños y siempre deberá motivar valoración adecuada por el especialista
para tratar a tiempo.
Las infecciones
por virus y bacterias, pueden desencadenar reacciones inflamatorias en zonas
articulares y el antecedente del cuadro, puede hacer considerar este origen; de
preferencia, luego de descartar causas más significativas. El dolor articular y
la afección secundaria de la marcha, también se asocian al inicio de algunas
enfermedades autoinmunes, por lo que se deben vigilar siempre los signos que
asocie en su evolución posterior, para establecer quizás como ejemplos: fiebre
reumática, lupus, artritis juvenil.
Las condiciones
ortopédicas y congénitas tienen una variedad importante que pueden hacerse
manifiestas desde el nacimiento; o bien, empezar a sospecharse al desarrollar
el niño una marcha alterada (ejemplo: displasia de cadera, condromalacia,
osteocondrosis).
De las
alteraciones neurológicas, la deficiencia en la marcha se aprecia por falla de
función en un músculo o en un grupo muscular en particular. Esta alteración se
puede presentar como manifestación de parálisis cerebral; o alguna enfermedad,
que comprometa la función nerviosa en los grupos musculares específicos
involucrados.
Además de los
cuadros referidos, existen otras causas que se pueden considerar, como: la
cojera que puede producir una apendicitis aguda. Algunas intoxicaciones
especiales como los de vitamina A o mercurio. Alteraciones de la sangre como
drepanocitosis, deficiencia de vitamina D.
Como se puede notar, la
variedad es significativa y se requiere la atención inmediata por solo tres
grupos en especial, para poder evitar complicaciones significativas al niño. Se
deberá considerar la atención, si la cojera dura más de dos días y no hay causa
aparente.